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Capítulo 39. Déjalo.

     Apenas oía las voces preocupadas tras ella, que discutían la mejor manera de tratarla. Sirius la había cogido en brazos e iba a paso apresurado hacia el interior de la casa, mientras Roger buscaba suplementos médicos de emergencia a pesar de ser para heridas más suaves, podrían servir. No era grave, sólo un hechizo cortante que Bellatrix había rematado enterrando su varita en él para hacerlo sangrar a raudales. Con el brazo bueno presionaba una toalla en la herida.

     Priscilla envolvió la mano en la camisa de su mejor amigo. Tiró de él, intentando llamar su atención. El vientre ya no dolía tanto si no apoyaba las piernas y Frank le había hecho un cabestrillo de tela, así que pensaba mejor. Un poco.

—Sé que te duele, Floyd, pero te traeré algo para eso —informó él, entrando a la casa. Los que ya estaban dentro exclamaron al verla, pero Sirius los ignoró— ¿Ron?

—Tengo que irme de aquí —replicó ella con los dientes apretados.

—Por supuesto ¿De vuelta con los mortífagos? —ironizó Sirius, luego frunció el ceño— Espera, si te refieres a irte a otro plano existencial, déjame decirte que está totalmente prohibido ¿Vale?

     Priscilla inhaló hondo, intentando concentrarse. Le costaba hilar las palabras dentro de su mente y aún más mover la boca para pronunciarlas.

    Sirius la depositó sobre uno de los divanes de la sala con cuidado. Le temblaban las manos y estaba pálido del susto, aunque intentaba disimularlo. Más gente entró a la casa detrás de él. Priscilla pensó que, si nadie más estaba herido, podrían cuidarla bien. Hacer lo que necesitaba en aquel estado sería un suicidio, debió admitir, y lo descartó no sin cierta reticencia. Cuando Sirius fue a alzarle la camisa oscura para revisar su herida, ella lo detuvo con el brazo bueno, clavando las uñas en el dorso de su mano.

—Escúchame bien —pidió con la voz agarrotada—. Bellatrix dijo algo sobre mi abuela. No sé ni de dónde se conocen, o qué está buscando con ella, pero creo que le interesa mi familia.

    Sirius retrocedió, la comprensión inundando su rostro. La gente lo tropezó al acercarse al diván. Llegó Roger con el botiquín, se lo pasó a alguien más y tomó asiento junto a su novia para cogerla de la mano. Alice y Frank se pusieron a trabajar en la herida de Priscilla con rapidez y habilidad. James y Marlene recostaron a Lily de otro sillón, y se dieron a la tarea de darle agua y hablarle en voz baja, intentando sacarla de su consternación. No dejó que ninguna de estas cosas la distrajera. La conexión de su mirada y la de Sirius era lo único importante en aquel momento.

—Lo haré —declaró el chico en voz alta, llamando la atención de todos—. No tardaré demasiado.

     Dicho esto, dio una vuelta sobre sí mismo y desapareció con un estallido. 

    La sala quedó en silencio.

— ¿Él acaba de...?

     Priscilla echó la cabeza hacia atrás y respiró hondamente, una ráfaga de alivio inundándola. Ahora podía dedicarse a solo pensar en su dolor, sabiendo que Sirius se haría cargo de lo que la preocupaba. Oyó a Roger disculparse para ir a reforzar las defensas y asintió con la cabeza como respuesta, nada más. Por una parte era la herida física, pero por la otra, estaba muy cansada tras el terror del ataque, tras haber sentido la boca sucia de esa mujer contra su oído. No tenía ganas ni de hablar. El hombro había vuelto a su lugar, pero la lesión llevaba tanto rato palpitando que ya no lo sentía.

—Esto dolerá un poco, Priscilla —informó Frank, acercando el desinfectante a la herida.

     James tomó asiento a su lado y la cogió de la mano. Ella se giró a verlo con confusión, descubriendo una determinación de acero en el rostro del chico. Al no estar Sirius allí, sentía que era su deber tomar su lugar. 

—Eso me hizo sentir celoso, Floyd. —A pesar de estar pálido y despeinado, se las arregló para sonreír— Pensé que solo yo podía hablar con Canuto a través de miradas.

     Ella esbozó una sonrisa débil como respuesta. Y luego sintió como hurgaban en su herida y apretó los dientes.

*****

     Los mortífagos se retiraron poco después, sin llegar a hacer más daño. Fue extraño y confuso, pues no eran conocidos por dedicarse a amenazar. Sus ataques se llevaban a cabo siempre, y dejaban consecuencias devastadoras ¿Por qué decidieron desistir? Lo mas probable: cayeron en cuenta de que las defensas en la casa de Roger no eran un juego, sino algo intrincado y lleno de magia antigua, algo que no podían traspasar fácilmente. Roger no dio explicaciones a sus amigos sobre ésto (era un secreto familiar, después de todo). Ellos se conformaron con saber que estaban a salvo. 

     Priscilla no podía descansar. A pesar de que su herida estaba cosida y envuelta en gasa, habían demasiadas cosas a su alrededor. Un par de personas se fueron a través de la chimenea, como Alice y los amigos de Roger, pero otros se quedaron hasta tranquilizarse un poco más, y se irían en taxi más tarde. Mary, después de mucho llorar, estaba dormida en el regazo de Elizabeth. Marlene sostenía la mano de Lily y hablaba con ella sin que la pelirroja le prestase atención. En un sillón que había movido junto al diván donde se hallaba Priscilla, estaba Sirius, dormido con un pañuelo sobre los ojos. Su mejor amiga no lograba sacarle los ojos de encima.

     Llevaba un rato allí, después de volver con buenas noticias. Sus padres y su abuela, todos estaban sanos y salvos. Sin embargo, Serena tomó la alerta para reforzar aún más la seguridad y cuidar sus pasos en el mundo mágico. Había exigido la presencia de Priscilla en las siguientes horas, para poder velar su herida como Merlín mandaba y recetar las pociones necesarias. Todo estaba explicado en una rápida misiva traía por Sirius, donde su abuela también exigía que fuera escoltada por el primogénito de los Black. De repente no le molestaba tanto su presencia. Menuda locura en que estaba convertido el mundo. 

     Con las luces apagadas y las cortinas corridas, la sala resultaba lúgubre y muy silenciosa. Roger escribía rápidas notas a sus padres y las enviaba por la chimenea cada diez minutos; estas eran contestadas aún más rápido. James no le quitaba la vista de encima a Lily. Estaba preocupado por ella, como todos los demás que escucharon sobre su ataque y la maldición imperdonable. 

—Mi amiga es fuerte —comentó Priscilla, llamando la atención del moreno. Cumpliendo su palabra, no había dejado su lado ni un instante y desde esa posición ambos observaban a dos personas distintas.

—Tal vez demasiado —terció James, como si odiase la idea de Lily soportando tantas cosas.

     La pelinegra apretó los labios.

—No podré estar tan pendiente de ella como me gustaría; en realidad soy más despistada con mis amigas de lo que creía —bufó Priscilla—. Marlene tiene problemas con su familia, y Mary apenas logra que sus nervios se recupere de estas cosas ¿Crees que puedas echarle un vistazo a Lily durante las siguientes semanas?

—No tienes ni que preguntar —James no apartó sus ojos de la chica—. Ya lo tenía decidido. Ahora solo le diste una razón a Lily para enfadarse contigo.

—No lo hará —negó Priscilla, con la vista fija en Sirius. Medio dormido y repatingado sobre el sofá, con la espalda torcida, y la misiva de Serena entre los dedos.

     Roger terminó con las cartas y se aproximó a donde su novia. Llevaba la ropa revuelta, manchada de tierra y rota en los bordes del pantalón. Una expresión profundamente angustiada le adornaba el rostro. Estaba completamente deshecho.

— ¿Te importaría darnos unos segundos, Potter?

      James no tuvo ni el ingenio ni las ganas de formar alguna frase burlona. Fue a sentarse cerca de Lily, que no volteó a verlo.

      Roger tomó su lugar, y mirando a Priscilla, envolvió los dedos alrededor del dorso de su mano. La evaluó durante unos segundos, en completo silencio, como si verificase su presencia.

— ¿Qué tal las heridas? ¿Cómo te sientes?

     Ese era el tema. No sentía nada. Después de tanto dolor y angustia, solo tenía la mente embotada, y al mismo tiempo le era imposible pensar en quedarse dormida. Algunos vestigios de adrenalina mantenían su mente alerta, con la vista que checaba las ventanas cada tanto y el oído atento a cualquier sonido.

—Están mejor. Cansada. Y al mismo tiempo no puedo dejar de pensar ¿Qué hay de ti?

     Él compuso la expresión más culpable que le hubiera visto hasta la fecha. Priscilla no pudo evitar compadecerse, viéndolo tan sentido por la situación.

—Me siento como un idiota —confesó Roger— ¿Cómo no vi esto venir? Puse las defensas, pero permití que saliéramos de ellas. Mis padres están furiosos. Fui un completo irresponsable y ahora mírate...

     Ella negó con la cabeza y se llevó la mano de Roger a los labios. Presionó un beso suave en el dorso

—Estoy bien —murmuró contra su piel—. No fuiste tú quién me hirió. 

—De igual manera, lo siento muchísimo. Si fuera por mí, me presentaría mañana con tus padres a disculparme con ellos también.

—Tal vez no sea la mejor situación para que os conozcáis —terció Priscilla. Aún no pensaba en ese nivel de seriedad.

— ¿Black irá contigo y cuidará de ti? —Preguntó Roger, apartando su mano— Me sentiría mejor si supiera que estará pendiente hasta que volvamos al colegio.

    Priscilla frunció el ceño, en desacuerdo— Roger, te dije lo que estaba pasando entre nosotros.

     El chico sacudió la cabeza, haciendo bailar sus rizos deshechos. Un aire pensativo empañaba su mirada, aún fija en la chica.

—En tiempos como este somos pocos los buenos, Priscilla —dijo por fin—. No podemos darnos el lujo de pelear entre nosotros. Y más allá de lo que haya hecho, se nota a leguas que Sirius se preocupa mucho ti. Entiendo que puedas estar molesta por su actitud, porque fue egoísta contigo... Pero es tu mejor amigo. Te pondría por encima de cualquier cosa.

    Ella miró hacia otro lado, decidiendo no contestar y esperando que Roger pudiera notar su descontento. Estaba agotada y le dolían las extremidades. Y no tenía ganas de prestar atención a las palabras de Roger, ni a reconocer la verdad en ellas.

*****

     Sirius y Priscilla abordaron un taxi al cabo de un rato, en dirección a la casa de la chica. Sus padres y Serena la esperaban allá. Los primeros estaban muy preocupados, aún cuando la segunda les hubiera dado una versión más dulcificada de los hechos y el ataque. La señora Floyd se encargó de todo, desde tener los remedios necesarios a la mano y hacer que su hijo y su nuera le dieran espacio a Priscilla, cuando esta llegó casi dormida y solo pidió recostarse en su habitación. De cualquier manera, necesitaba reposo inmediato, así que la dejaron dormir. Sirius tomó el relevo de Serena e hizo la cena para los Floyd, mientras les recordaba que su hija sanaría pronto y había sido más un susto que otra cosa.

     Finalmente, dejó en la habitación de invitados la mochila que había llevado a la mansión Fawcett. Por el momento, Serena parecía de acuerdo con un Black bajo su techo, y si todos estaban de acuerdo, planeaba quedarse, a ayudar y a velar por su mejor amiga. La misma que unos días antes había hecho lo más parecido a romper su amistad. Todo por un chico, uno que ni siquiera era Roger Fawcett, sino él mismo.

     Una figura de pie ante de la puerta abierta le hizo alzar la mirada. Allí estaba el padre de Priscilla, con una bandeja de té y panecillos.

—No era necesario —se apresuró a ponerse en pie.

—Es solo hospitalidad —terció Owen, con una sonrisa cansada—. Tú también has de estar cansado. Os atacaron.

—Fue solo un susto —mintió Sirius, recordando por un instante el terror que había sentido, como tenazas sobre su cuerpo. Los mortífagos tenían una fama bien ganada—. Es Priscilla quien necesita nuestra atención.

—Está bien dormida y Serena cuida su herida —Owen dejó la bandeja sobre el escritorio— ¿Necesitas algo más? ¿Seguro que no tienes ni un rasguño?

—Todo bien. Salí con suerte —Tanta que no me detuve a buscar a Floyd antes de ir a la casa.

—En ese caso, te dejaré para que descanses...

     Sirius escondió las manos en los bolsillos del pantalón.

—De ser posible, me gustaría quedarme el resto de la semana, para cuidar de Priscilla —explayó— ¿Hay problema con eso?

    El señor Floyd negó con la cabeza. A pesar de estar en sus cuarentas, tenía un estilo muy juvenil, con sombra de barba en el rostro, los brazos llenos de pulseras y muñequeras y una camiseta de Black Sabbath –una banda muggle que Sirius escuchaba desde diciembre–.

—Claro que no. Creo que se sentirá mejor contigo aquí —sonrió Owen.

     Considerando lo dicho durante su última conversación, eso era poco probable. Aún así, Sirius evitó decirle sobre su pelea. Las razones de la misma era algo que no deseaba conversar con el padre de Floyd. Además, por encima de todo, de cualquier rencilla o discusión, ni siquiera era necesario. Tal y como pudieron ponerse de acuerdo con un solo par de palabras, Sirius no necesitaba pedirle permiso a Floyd para cuidar de ella. Sobretodo porque de él estar herido, ella haría lo mismo. Incluso más. Siempre más.

*****

    Priscilla despertó por un rato al mediodía. Tenía los ojos pegajosos y el cuerpo agarrotado, con una sensación caliente sobre la piel y el estómago rugiente. Se desperezó con esfuerzo, evaluando su cuarto vacío. Seguía todo como en diciembre, y una ráfaga de comodidad la recorrió, mejorando su aspecto. En la mesita junto a la cama habían dejado una taza de poción junto a una nota de Bébeme. Atendió instrucciones luego fue en dirección al baño. Poco a poco fue sintiendo el estómago lleno, producto del líquido misterioso. Tomó una ducha, se cepilló los dientes y volvió a dormir. Con suerte, su familia la dejaría seguir.

     El sol era mucho más débil cuando volvió a despertar. Sentía los dedos de los pies congelados y la cabeza fría, puesto que se había dormido con el cabello húmedo. La sabana le tapaba hasta los ojos que, al recorrer la habitación como antes, descubrieron a un chico sentado junto a su cama. Cruzado de brazos y con el cabello sostenido por una cinta, la vigilaba en silencio. A pesar de su discusión, de la ley del hielo, ahí estaba.

     Se descubrió, moviéndose para quedar de lado, y llevándose la sábana bajo la barbilla para poder hablar.

—Hola —pronunció con voz ronca, sus labios secos.

     Sirius se enderezó en su lugar, sonriendo al verla despierta. Cogió un vaso con agua de la mesa e inclinándose, le acercó el pitillo a los labios. Ella bebió y sintió el líquido correr por su garganta reseca, como agua que llena un camino agrietado. Terminó y el vaso volvió a su lugar. Priscilla se estiró en su lugar, aún cubierta por la sabana, bajo la mirada del chico.

— ¿Cómo te sientes?

—Mucho mejor —bostezó—. Cómo si me hubieran reparado el cuerpo mientras dormía.

      Sirius formó una sonrisa.

—Eso es por la poción que hizo Serena. Del resto, solo hemos cuidado tu herida —explicó, volviendo a cruzar los brazos—. Aún no puedo creer que Bellatrix te apuñaló con su varita. No solo porque resulta ridículo, sino que la manchó con sangre muggle. Debe estar o muy feliz o muy asqueada.

     Priscilla lo observó en silencio, turbada por la declaración. El simple recuerdo de la mujer le hizo sentir pesada, y experimentó una remisión del terror sentido durante el ataque. La fuerza con que había sido derribada y lo tarde que reaccionó... Se sentía como una idiota. Humillada. Avergonzada. Y sobre todo, incrédula, una y otra vez, de que tales acciones estuvieran suscitadas por nada más que la composición de su sangre.

—Ella debe saber que somos amigos —continuó Sirius, llamando su atención. Paseaba la mirada por el cuarto—. Toda mi familia, en verdad. Ya sé que estabas a lo último de la fila, pero eso debió darle otra razón para ir tras de ti.

—No lo creo —Se mordió el interior de la mejilla—. Mi abuela...

—Ya. Es una bruja. Me lo ha dicho ella misma —dijo con cierta mezcla de diversión y sorpresa—. Se supone que yo soy el de los asuntos familiares ¿Eh? Menudo trapo te guardaste.

— ¿Qué? —Priscilla se sentó en la cama, confundida— ¿Por qué te lo diría? Ha guardado el secreto durante demasiado tiempo para revelarlo así. 

—Las cosas solo están empeorando y todos lo sabemos. Supongo que Serena sabe que no es momento para secretos; aunque no se si lo habló con tus padres.

— ¿De paso la llamas por su nombre?

—Sí. Es una buena historia, en realidad —Sirius se echó hacia atrás para empezar el relato—. Cuando llegué ayer, con la ropa manchada de sangre, pensó que estaba huyendo de alguien, o que tenía algún plan para meter magos tenebrosos en su casa. Me apuntó con la varita y estuvo a punto de echarme un maleficio. Casi pensé que estaba equivocado de casa, pero ya la había visto antes. Asumí rápido que se había hecho con una varita de mentira y, según tus recomendaciones, buscaba cuidarse de invasores. Y de mí, porque no nunca le he agradado. Entonces procedí a contarle que estabas herida y que tu atacante, mi prima, una mortífaga loca, está interesada en su paradero.

—No pensé bien esa parte —reconoció al pensar en la situación—. Casi parece que estabas buscando engañarla.

—Me di cuenta de eso mientras hablaba. Pero ella lo aceptó con rapidez y me haló dentro de la casa. Le conté a más detalle. Entonces llamó a tus padres para hacerles volver del trabajo, me sentó en un sillón y miró a mis ojos como por diez minutos. Fue espeluznante. Puede que utilizara un poco de Oclumancia —rió al recordar la situación—. De todos modos, terminó por juzgarme y decidir que era de fiar. Confesó que era bruja, pidió que la llamase por su nombre. Ha sido buena conmigo desde entonces. 

     No pudo creerse aquello por completo. Serena había resentido de Sirius con demasiada convicción en el pasado, como para creer que de forma tan sencilla todo estuviese solucionado. Por Merlín. Apenas despertaba y su cabeza ya estaba dando vueltas. Por las secuelas del ataque, la reacción de su abuela y claro, la presencia de Sirius.

     No podía sacarle los ojos de encima. Aún con lo aturdida que estaba, no dejaba de pensar en que llevaba muchos días sin hablar con él. Un tiempo récord desde que se conocieron. Y para él no representaba ningún problema sentarse allí, velar su sueño y fingir que ningún ultimátum flotaba entre los dos.

—Sirius...

—Tu abuela me envió de regreso de inmediato. Me encargó cuidar de ti, no dejar tu lado en tanto estuvieras herida —continuó, sin escucharla, su gesto tornándose mucho más serio—. Una mierda, considerando lo de antes. Lo siento, Floyd. No debí dejarte atrás —soltó, frunciendo el ceño en dirección a la madera oscura del piso—. Mierda, es lo primero que uno no debe hacer cuando hay una huida. Nadie se queda atrás, y mucho menos tu mejor amiga —Inspiró con rabia— No sé si lo hice porque pensé que estabas con Roger o porque soy imbécil...

     Su confusión disminuyó un poco. Su culpa era de esperarse. 

—Es la guerra, Sirius. Son ataques de mortífagos. Alguien saldrá lastimado —Y menos mal que esta vez fui yo—. No pierdas la cabeza por eso.

—De todas maneras... Solo lo arruino contigo. Una y otra vez.

     Ah. Así que por allí iba el asunto. Cogió el vaso de agua para tener con qué ocuparse. 

—No es momento para hablar de eso —inició. No quedaba mucha agua, así que jugó con la pajita.

— ¿Por qué? —Su tono le hizo saber que él ya estaba metido de lleno en el tema— ¿Tú hablas y yo no tengo derecho a replicar jamás?

—Lo tienes, pero no te gusta decir lo que piensas —replicó con fuerza, vencida por el impulso.

—Eso lo has sabido desde siempre. Y sin embargo, te lo cuento casi todo ¿Por qué te molesta ahora?

— ¡No eres sincero! —reclamó Priscilla— El verano pasado dijiste que no podías mentir cuando estabas frente a mí, y sin embargo...

— ¿Cómo sabes que estoy mintiendo?

—Porque eres mi mejor amigo. Tengo que saber cuándo mientes. De lo contrario... 

     No terminó de decirlo. No podía. 

—Ya déjalo —repuso, en voz baja, entre los dientes. Se echó hacia adelante.

—Sí. —Empezaba a sentirse cansada— No soy quién para exigirte respuestas sobre tus sentimientos. 

—No. Hablo de Roger. Déjalo.

     Sirius alzó la cabeza. Había una férrea determinación en su rostro, y ningún rastro de duda o de estar bromeando. Se hizo el silencio. Ella se enderezó lentamente en su lugar, esperando a ver si había oído bien.

— ¿Qué?

—Termina con él —Usó otras palabras, pero el tono era el mismo—. Deja de jugar a la parejita.

—No estoy jugando a nada.

— ¿O sea que estás con él porque te gusta?

—Pues sí —dijo presa de la rabia, sin detenerse a ver lo que Sirius hacía— Es amable, e inteligente y encantador ¿Por qué iba a dejarlo?

     Por mí.

     Pero aquella declaración no se produjo. Resultaba demasiado arrogante para un tema como ese.

     Priscilla sacudió la cabeza; no quería oír más nada. En realidad, deseaba estar a mitad de un mal sueño, poder pellizcarse para despertar y fingir que nada de eso estaba sucediendo. Que después de tanto tiempo, y de tantos cambios, Sirius fuera capaz de decir algo así de la noche a la mañana. Resultaba ridículo. 

     Se volvió hacia él a la par que una mezcla de sentimientos florecía en su pecho. Indignación, confusión, molestia. Incredulidad. Acababa de ser atacada y ni siquiera llevaba las veinticuatro horas de reposo cuando Sirius decidía hacer hervir sus nervios. Por Merlín ¿Era mucho pedir un poco de paz?

—No entiendo ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Es una broma?

—Nunca he hablado más en serio —él continuó con serenidad—. Ya sé que esto lo ocasioné yo... Pero si dejas a Roger, solucionaremos lo demás. 

—Terminar con Roger no va a reparar nuestra amistad. 

     Sirius ladeó la cabeza, esperando que ella dejase de mentirse a sí misma. A fingir que no entendía lo que estaba intentando decir.

—No estoy hablando de nuestra amistad. 

     Al escuchar lo temido, Priscilla compuso un gesto de verdadero dolor, como si algo estuviera haciéndola sufrir. Supo que no era la herida; sino el chico frente a ella. Llevaba semanas alejando ese sentimiento de añoranza, esforzándose por apagar la parte de su corazón que seguía retorciéndose al ver a Sirius ajeno a ella... Y eso era capaz de despertar todo de nuevo, por unas simples palabras.

— ¿Dices esto por el ataque? ¿Por que te sientes culpable? —Intentó por última vez hacerlo desistir, y le dolió que sus palabras pudiesen ser ciertas—. No te dejes llevar por la emoción de lo que pasó.

— ¿Qué? No, eso no tiene nada que ver. Me dijiste que dejara de enviar señales contradictorias, que tuviera un poco de respeto —recordó—. Y supe lo que tenía que hacer.

     Su corazón estaba en medio de un maratón de pulsaciones, y a cada nueva palabra de Sirius, se aceleraba más.

—Cuando dije eso, era como una manera de buscar paz en mi vida —dijo, luchando por conservar la calma—. No estaba pidiéndote, de ningún modo, que fingieras estar interesado de mí así, de repente. No quería que cambiaras de opinión. No era un ultimátum.

—Excepto que si lo fue. Desde que empezaste a salir con Roger es como un ultimátum. —Sirius se puso en pie, y pasándose una mano por el cabello, caminó por la habitación intentando hacer fluir sus palabras— ¿Qué fue lo que dijiste aquella vez? Que no era sobre Roger. Nunca ha sido sobre él, sino nosotros.

     Parecía haber tenido una gran revelación, por el tono sereno y casi esperanzado, por la manera en que se sentó junto a ella en la cama, y la miró. No intentó tocarla y tampoco hizo falta. Sus ojos la recorrieron, trazando un camino invisible a través de su cuerpo, lanzando una especie de llamado a su ser. Y ella reaccionó, desde la punta de los pies hasta la parte más brillante de sus ojos, todo se iluminó y encendió como cuando la luz eléctrica vuelve con un voltaje demasiado alto, amenazando con estallarlo todo. Llevaba meses en coma, congelada ante su presencia, y el miserable de Sirius Black era capaz de devolverla a la vida con una simple mirada...

—No puedo —Profirió un hondo suspiro—. No puedo hacer esto justo ahora. Por favor.

     Sirius asintió con la cabeza. Esperaba su reacción, incluso tenía un par de respuestas para ella. Sin embargo, como su herida no estaba entre los planes cuando ideó aquel momento, decidió continuar después. Aceptaba retirarse, pero aquella conversación estaba lejos de terminar. 

*****

HOLA! Todavía  se acuerdan de esta historia? 

Ya sé que ha sido la pausa más larga hasta la fecha (más de un mes) y me gustaría poder decir que volvemos a la programación habitual, pero lo cierto es que inicié el nuevo semestre y la cantidad de cosas que he de leer me han reducido mucho el tiempo libre. También tuve que mudarme parcialmente a otra ciudad, pero eso es otra historia :)

He extrañado sus comentarios :((( Sobretodo porque las críticas constructivas siempre son una manera de mejorar. Que os ha parecido?

Nos leemos pronto xoxo


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