Capítulo 37. Decisiones.
— ¿Tienes resaca de sexo?
Marlene, de pie junto a la cama de Priscilla, retiró las cortinas sin previo aviso, y el sol inundó el pequeño espacio que antes estaba lleno de oscuridad. La pelinegra medio dormida emitió un quejido a forma protesta, y dio vueltas hasta enrollarse en la sabana como un gusano. Así evitó un poco el resplandor del sol y tener que enfrentar a Marlene.
—Te saltaste el desayuno, son las dos de la tarde y aún apesta a vodka y cerveza —enumeró la chica en voz clara— ¿Es resaca de sexo?
— ¿Resaca de sexo? —Su voz sonaba amortiguada— ¿Qué significa esooo?
—El día después de tener sexo. Te quedas en la cama, replanteando quién eres y sintiéndote mal sin motivo aparente —Puso los brazos en jarra— ¿Te pasa eso?
Priscilla quería seguir dormida, o al menos fingir que lo estaba, pero Marlene no tenía planes de marcharse pronto (al menos hasta saber que su amiga estaba bien), y ambas lo sabían. La pelinegra llevaba todo el día en cama, era cierto, pero no gracias a la resaca; sino a un ineludible deseo de quedarse acostada todo el día, sin hablar con nadie, sin pensar en nada, solo consigo misma y la comodidad de las sábanas. Aunque, si lo pensaba un poco... Puede que la sensación fuera parecida al día después de dormir con Sirius la primera vez, el uno de Enero. No tenía ganas ni de peinarse y Sirius se encargó de todo hasta la noche. Otra razón por la que llegó a creer que sus sentimientos eran distintos.
Sacó la cabeza de su refugio de tela y miró a Marlene.
—Puede ser.
Marlene se dejó caer en la esquina de la cama— Lo sabía.
— ¿Por qué pasa eso? —Formó un puchero con los labios— Si es una buena experiencia... ¿Por qué te sientes asi después?
—Por tener sexo bajo presión o sin estar lista —ladeó el rostro y sonrió triste—. O por no estar segura de tus sentimientos hacia la persona con quién lo hiciste.
En tanto reflexionaba, Priscilla se sentó, arrugando la sabana en torno a su cintura. El cabello negro le cayó desordenado por todo el torso y se estrujó los ojos antes de continuar hablando.
— ¿Acaso eres una experta en el tema?
—Posiblemente —admitió Marlene—. Viví con esa resaca durante mucho tiempo.
Priscilla suspiró y paseó la mirada por la habitación sin gente más que ella y su amiga. Mary y Alice estaban junto a sus parejas y Lily escribía unas cartas en la Sala Común.
—No estoy dudando de mis sentimientos hacia Roger —aclaró Priscilla de inmediato, volviéndose hacia Marlene—. Pero la primera vez con alguien es complicada no ¿No? Surgen un montón de dudas. Me pasó con Sirius. Tal vez soy yo la que no puede evitar sentirse abrumada.
—Tal vez piensas que después del sexo ya no tienes más que ofrecer.
Frunció el ceño— Eso es una tontería; yo jamás diría algo así.
—Tú no, pero puede que tú consciencia si —sopesó Marlene—. Y si te sientes de ese modo, tendrías que hablarlo con Fawcett. Igual que hiciste con Black. Salir de dudas. No dejar que te tu autopercepción se vea afectada por lo que ellos piensen.
Negó con la cabeza, su pecho contrayéndose. Salió de la cama con un bostezo y comenzó a recogerse el cabello. La noche anterior se había dormido en ropa interior y tuvo que ir hasta su baúl para ponerse algo de ropa normal, pues era sábado.
—Ni siquiera sé si eso es lo que me pasa —repuso Priscilla mientras se calzaba la sandalia bajo la atenta mirada de su amiga—. Tendré que aclararme la mente antes de hablar con Roger.
—Será mejor que lo hagas pronto —esbozó una sonrisa maliciosa—. La última vez que me sentí como tú, las dos personas con las que estaba comenzaron a salir. Y aunque Roger y Sirius causarían un revuelo, dudo que tu cordura resista una relación así.
***
Encontraron a Lily sentada en una mesa. Escribía una carta con el ceño fruncido y a su alrededor habían varios pergaminos arrugados y desechados. Llevaba el cabello en un moño desordenado y manchas de tinta en el dorso de la mano.
— ¿Qué tenemos aquí?
—Intento responder una carta de Petunia —bufó la pelirroja—. Es horrible. No sé porqué nuestros padres insisten en que mantengamos correspondencia.
—Dile que te teñiste el cabello de azul. Que es lo último en tendencias de brujas. —sugirió Priscilla tomando asiento.
—Y que convencerás a vuestra madre de hacer lo mismo —añadió Marlene con malicia
Lily esbozó una sonrisa, su humor mejorando.
—Dile que pronto llevarás a tu nuevo novio a casa —saltó una tercera voz, y James se sentó frente a la pelirroja. La miró con fingida inocencia— . Deportista y estudiante estrella, guapo como ninguno, encantador...
— ¿Quién te ha invitado a sentar, Potter?
—Floyd —señaló a la sorprendida chica—. Los amigos de mis amigos son los míos y esas tonterías...
—Diría que Priscilla te soporta solo por Sirius —señaló Marlene.
—Imposible. Yo soy mil veces más encantador que Canuto ¿Verdad, Floyd?
La mencionada sonrió.
—Tienes muchos fanáticos en todo el colegio, James —dijo en cambio— ¿Qué hay de especial en la simpatía de mi amiga?
James pareció pensárselo un segundo, pero Lily enrojeció. Empezó a doblar la carta dirigida a Petunia con bastante dureza
—Nada especial. Es solo un capricho de Potter —dijo de forma tajante.
—No diría eso, Evans —Sirius hizo acto de presencia y cayó junto a su mejor amiga, que sintió su corazón detenerse ¿Habrían de hablar sobre la noche anterior?—. Ha durado demasiado. A veces me gusta creer que es un simple hechizo de Amortentia ¿No serás tú la que no quiere que Potter deje de pensar en ti?
— ¡Claro que no! —exclamó muy acalorada. Apenas podía distinguirse su cabello del tono de su piel— ¡Y basta ya! Tenía cosas que hacer antes de que vosotros viniérais con vuestros delirios sobre el amor juvenil, muchas gracias —Tomó otro pergamino y empezó a redactar.
—Eh ¿a quién va esa? —James intentó leer el encabezado.
—Es para mis padres, aunque no te incumbe —refunfuñó Lily.
— ¿A ellos si les dirás lo de yo como tu novio?
Lily empleó un tono malicioso— Sí, y aprovecharé para decirles que tienes tres novias distintas además de mí. Suena bien. Les encantará.
Los otros tres adolescentes seguían la pelea como en un partido de ping pong. Priscilla casi pasó por alto que Sirius le colocaba una mano sobre el muslo. Lo apartó de un manotón.
—Erróneo —señaló James—. A partir de hoy he decidido seguir el camino del celibato ¿Qué te parece?
Sirius rompió en carcajadas— ¡Eso no lo crees ni tú!
El de lentes le dirigió una mirada mortífera.
— ¡Es cierto! He decidido que las citas al azar no me llevarán a ningún lugar. Solo consigo que las chicas me odien y se vuelvan contra mí.
—Punto para Potter —indicó Marlene.
Lily no se tragó aquel cuento y lo miró con suspicacia. Priscilla no llegó a escuchar qué clase de respuestas y enfrentamientos siguieron, puesto que Sirius inclinó la cabeza hacia ella y atrajo su atención.
—Lamento lo de anoche —murmuró, apenas moviendo los labios—. Se me pasaron los tragos... y estuvo fuera de lugar. No volverá a suceder.
Ella tragó con fuerza, intentando mantener lo sereno de su posición. Entre haber estado con Roger y el arrebato de Sirius, apenas había tenido tiempo de decidir qué hacer con cualquiera de las dos cosas. El malestar en su interior persistía, y estaba cansada de sentirse de aquel modo. Como si debiera estar haciendo las cosas de manera distinta, cuando la realidad era demasiado clara.
—No puedo seguir con esto, Sirius —replicó ella, tristeza en sus ojos. Estaba a punto de extender una explicación cuando una niña de tercer año se detuvo junto a ellos.
— ¿Priscilla Floyd? —Ambos se giraron a verla. El sonrojo previo de la chiquilla aumentó de golpe y evitó mirar a Sirius— Roger Fa-fawcett me pidió que te avisara que está fuera. Para verte —habló de manera rápida y temblorosa.
—Vale, gracias por decirme —no tuvo ni ganas de entregarle una sonrisa a esa niña, aunque comprendió su nerviosismo. Sirius le dirigió una mala cara y ella se alejó casi asustada.
Ambos se contemplaron un momento, sin decir nada. Priscilla terminó por ponerse en pie, y así detuvo por un segundo la extensa discusión entre James y Lily. Marlene se había marchado rato atrás.
—No tomas una decisión así de un día para otro, James —comentó Priscilla. Detestaba sonar grosera, pero no había otra manera de decirlo ni ayudarlo—, si en la madrugada te vi saliendo de un salón con Joyce Wox. Da igual, nos vemos después —se despidió, y esperó que con una mirada Sirius comprendiera que la conversación quedaba relegada por el momento.
El primogénito de los Black contuvo el aire de manera indefinida. La cosa solo se ponía peor y él no dejaba de sentirse como un imbécil. Por Merlín, la mayoría del tiempo consideraba que las personas que lo rodeaban eran los ineptos, no él, y no le gustaba la sensación.
—Eres un destructor, Canuto —bufó James— ¿Qué le hiciste a la pobre Floyd?
— ¡Yo! ¿Por qué asumes que fui yo y no su noviecito?
—Roger parece demasiado bueno para eso —saltó Lily, a la par que recogía sus cosas. Los dos chicos la observaron ponerse en pie—. Tú, por el contrario, pareces saber que sin importar qué decisión tomes, Priscilla seguirá ahí para ti. Ahora me caes bien gracias a ella, Sirius, y pensé que eras mejor que esto. Los dos, en realidad —profirió un hondo suspiro, sin dejar de verlos— ¿Hasta cuando creéis que podéis ir alrededor del mundo haciendo lo que os venga en gana y tratando a la gente sin una pizca de empatía? A veces pareciera que defiendes a los chiquillos más por lucirte frente a todos que por ayudar, Potter. Y aunque Priscilla sabe que tú la quieres, te niegas a aceptar la verdad de su relación, Sirius, y de paso se la entregas en bandeja de plata a Roger. Sois una cantidad de increíble potencial mágico y espíritus fuertes totalmente desperdiciada.
Y se marchó, como si no acabara de echar una reprimenda digna de la profesora McGonagall a dos chicos de su misma edad, y dejándolos a ambos completamente aturdidos.
*****
Por algún motivo desconocido, Priscilla se sintió menos abrumada cuando vio a Roger contra unas de las barandas, la mochila al hombro, las manos en los bolsillos y la vista fija en ella. Le dirigió una sonrisa algo nerviosa mientras se acercaba a él.
—Estás guapo —lo saludó, metiendo los pulgares en las hebillas de su pantalón para inclinarse y depositar un beso en su boca.
Él la correspondió encantado, sintiendo el nudo en su pecho deshacerse un poco. Después de la noche anterior, estaba algo nervioso.
— ¿Todo bien? —Preguntó la chica echándose hacia atrás. Roger bajó la voz.
— ¿Te refieres a lo de anoche? —ella asintió. Le cubrió la mejilla con una mano—. Todo fue increíble, cariño. Yo... Me tienes completamente embrujado —dijo como si no tuviera más remedio. Priscilla asintió, una expresión tímida en su rostro—. Vine para verte, pero también porque terminé de empacar mi baúl y me voy mañana por la tarde. Aún estás a tiempo de venir conmigo, si quieres.
La propuesta flotó entre ellos. Aceptar significaba conocer a la familia de Roger, y pasar toda una semana a su lado, poniendo en un nivel más serio su relación. Porque eso era; y las relaciones necesitaban confianza y responsabilidad. Y la otra opción era quedarse en Hogwarts, junto a Sirius, que durante las últimas semanas no había hecho nada para merecer su cariño y amistad más que comportarse como un idiota. Y Roger merecía algo mejor, definitivamente. Alguien que pudiera ponerlo en primer lugar y darle su puesto. Alguien que no se encerrase en un salón junto a su mejor amigo y le diera a entender que estaba dispuesta a dejarlo todo si él pronunciaba las palabras adecuadas.
—Si quiero ir —su voz era ronca. Debería ser fácil, pensó, pararse ahí y dejar que Roger estuviera feliz con su relación, ignorando todas las dudas que cruzaban su mente en ese momento. Pero no era justo—. Y me da miedo.
— ¿Miedo? —Ladeó la cabeza y se apresuró a hablar— Mis padres son muy amables. Y no me obligan a ir a sus reuniones sociales, así que podemos quedarnos en mi habitación comiendo y escuchando música. Nuestro elfo doméstico prepara comidas fantásticas, y por solo un knut te guarda una porción extra de pastel.
— ¿Un elfo que acepta dinero? —Se extrañó, distrayéndose.
—Es porque le gusta el bronce, suele fundirlo para hacerse adornos como collares —Roger se encogió de hombros—. No da miedo.
—No es miedo de tu familia, Roger —aclaró ella, respirando hondo—. Me da miedo nuestra relación, y que todo vaya a salir mal ¿Y si lo hacemos demasiado serio y luego no funciona?
¿Y si no soy capaz de involucrarme tanto como tú? ¿Y si puedo quererte, pero no amarte?
Él se mostró claramente confundido. No era capaz de comprender ésas dudas ni de dónde provenían. Con Priscilla, todo era muy natural, como si la relación fluyera sin muchos problemas o complicaciones.
—Las cosas han ido bien hasta ahora —resolvió el moreno con tranquilidad—¿Para ti no?
—Sí, sí —Bajó la mirada—. No sé porque me preocupo...
—Priscilla ¿Cómo fue tu última relación? —Roger inclinó la cabeza en su dirección, buscando verla a los ojos— ¿Terminó muy mal? ¿Es por eso que te muestras con dudas?
—No fue una relación como tal. Yo me involucré y la otra persona no —resumió. No tenía intenciones de ahondar más en el tema y menos junto a él.
Roger lo meditó durante unos segundos.
—Entiendo que tengas dudas sobre algo nuevo, pero tienes buenos instintos ¿No crees? —Se sintió confiado al exponer aquella lógica— Cuando nos gusta alguien, cambia la manera en que actuamos a su alrededor, desde nuestra respiración hasta cómo pronunciamos las palabras. Y si tú eres la receptora de esos sentimientos, la inspiración detrás... Estoy seguro de que podrás notarlo. Así como supiste que ese chico no estaba interesado en ti, puedes ver lo mucho que me gustas. Lo involucrado que estoy. No voy a desaparecer.
Ojalá no hubiera sido tan razonable y justificado. Ojalá no hubiese tenido tanta razón. Porque a Priscilla no le quedó más remedio que aceptar la verdad, cruda e innegable, y decidir a partir de ahí sus acciones y lo que tenía que hacer.
*****
Esperó a Sirius sentada en la cima de unas escaleras, de las tantas que había en Hogwarts. Era consciente de los caminos que más transitaba su amigo, y como la primavera iniciaba, sentarse en el suelo ya no hacía congelar tus calzones. No tuvo problemas en repasar la última lección de Pociones mientras aguardaba; después de todo, era más fácil colocar su mente en automático para concentrarse en algo tan banal, que repetir una y otra vez lo que ya sabía iba a decirle a Sirius. Lo que había aplazado durante tanto tiempo.
El llegó, finalmente. Venía sólo, y aunque no lo dijo en voz alta, estaba buscándola. Al contrario de ella, sin embargo, no tenía nada preparado para decir. Solo llevaba consigo la masa confusa de pensamientos agobiantes a los que ya se había acostumbrado.
Priscilla guardó las cosas en su bolso y se puso de pie al verlo. Era una posición repetida: ella unos escalones más arriba para poder verlo a los ojos sin tener que inclinar la cabeza.
—Esto no puede seguir así —declaró. Usaba su voz más seria y neutra, aquella con la que hablaba a los profesores, con la que ayudaba a los más chicos en su tarea.
—Tienes razón —coincidió él—. Lo dije esta mañana y lo repito ahora: estuve fuera de lugar. Lo lamento muchísimo.
El primer paso fue tener que corregirlo.
—No me refiero a eso —aclaró, apretando los dedos para no permitirse flaquear—. No sé si aceptarás o no lo que estoy a punto de decir, pero lo haré de todas maneras. Porque confío en mi juicio.
— ¿De qué hablas, Floyd?
El segundo paso fue tener que soltar su discurso.
—Estamos viviendo una mentira, Sirius, y ambos nos esforzamos en fingir que no es así y que todo es como era el año pasado cuando apenas nos conocíamos —inició, sin apartar la mirada. Se merecía toda la valentía posible—. Pero ya no es como era entonces. Tú sientes algo por mí, quieras admitirlo o no. Si es amor o posesión, eso solo lo sabes tú, porque yo ya me cansé de intentar descifrarlo. Y no puedo confiar en tu palabra, porque actúas de manera muy contraria a lo que dices. Y me haces sufrir.
—Floyd, Floyd, espera —Sirius intentó conciliar—. Mi intención no es hacerte daño, pequeña. Sé que hago tonterías...
—Que no tienen justificación alguna y no tengo porqué soportar —completó ella, implacable—. No puedo estar en una relación y al mismo tiempo ocuparme de mi mejor amigo, que no deja de celarme, de hacerme insinuaciones y de interferir mi relación. Y ni siquiera es por Roger (aunque debo ser justa con él), sino por mí. Porque así no es como debe ser. Estás dejando que tus sentimientos interfieran en nuestra amistad.
Tomó aire después de lo dicho, y ambos se mantuvieron en silencio por unos instantes. Ambos corazones latían con fuerza, sincronizados, aún cuando sus dueños estuvieran tan alejados.
— ¿Qué hay de tus sentimientos? —Preguntó Sirius por fin— ¿Te molesta esto porque aún sientes algo por mí?
El tercer paso era mantenerse firme. Ignorar sus ojos grises suplicantes.
—Me molesta porque es un abuso de nuestra confianza —corrigió ella—. Y no planeo tolerarlo más.
— ¿Así que estás diciendo esto como algún tipo de ultimátum?
—No. —Se lamió los labios secos— No tengo porqué darle un ultimátum a nadie para que decida estar conmigo.
Sirius frunció el ceño. La expresión serena de su rostro, la forma en que hablaba... Era demasiado para no intuir de qué se trataba.
—Espera ¿En qué estás pensando? —saltó, su voz elevándose— ¡Dijiste que seguiríamos siendo amigos, Floyd! ¡No puedo creerlo! Se que he metido la pata, pero esto...
El cuarto paso era hacerle ver las fallas en todas sus réplicas.
—Es obvio que esta amistad no te importa. No desde que nos metimos en la cama —señaló ella. Su máscara se resquebrajó—. Es lo que demuestras con las cosas que haces y lo que dices... Lo siento, Sirius. Intento hacer lo que es mejor para mí, y para eso debemos alejarnos. Sé que tienes problemas, y conflictos que te duelen, pero yo no puedo hacerme cargo de ellos. Solo tú lo puedes solucionar. Hasta que lo hagas, y eso te permita estar en paz... Entonces podremos reconciliarnos.
Sirius sintió que dejaba de respirar, sobre todo porque conocía la intención tras cada palabra y gesto de Priscilla. Conocía su determinación; estaba decidida a no dar su brazo a torcer— ¿Y ni siquiera me dejarás oponerme? ¿Así de simple se acaba todo?
Su tono de voz era desesperanzador, y su rostro un cruce de emociones como el dolor y la tristeza. La impotencia de haber cometido error tras error hasta que ya no pudieron repararse. A Priscilla le dolió todo el pecho, desde los pulmones hasta el corazón, de una manera que ya conocía ¿Cuántas veces debían sufrir la misma ruptura dolorosa e innecesaria? ¿Hasta que él mejorase? ¿O hasta que ella decidiera conformarse?
Quinto paso. Él intento cogerla de la mano.
¿Quinto paso? Se veía más triste que nunca. Como un cachorro abandonado a mitad de la lluvia.
¿Había un quinto paso? Ya no lo recordaba. Pero habló de todos modos.
—Piénsalo durante unos días —murmuró, su voz ya quebrada—. Pasaré las Pascuas junto a Roger y su familia. Hablaremos cuando vuelva.
Sirius no respondió, mas echó el brazo hacia atrás al oír la noticia. Furioso.
Ella observó ese cambio en su actitud; la tristeza y la ira disputaron el control de la situación ¿Y a ella qué le importaba? Sirius había creado el conflicto, con sus actitudes y manías contradictorias. De cualquier manera, ella lo quería y por eso deseaba ayudarlo. Pero no podía hacer nada al respecto, se recordó. No tenía el poder de mejorarlo todo ni de ser la salvadora mágica de nadie. Solo era una adolescente intentando hacer lo que consideraba mejor para sí misma y su corazón y su futuro. Era a esos tres personajes a quienes debía su entera dedicación. Nadie más.
Sí. Quinto paso. Era muy parecido al tercero. No retroceder. Mantenerse firme. No echar marcha atrás.
Aunque lo deseara.
*****
La habitación estaba llena de movimiento cuando Priscilla volvió con intenciones de armas su equipaje. No llevaría baúl, sino su mochila de viaje con su interior expandido mágicamente con un hechizo. Era algo práctico y sorprendente. Tanto que Mary y otras de las chicas de Gryffindor le pidieron el favor de agrandar sus bolsos de la misma manera (claro que tendría que volverlos a la normalidad cuando terminasen las vacaciones). Lo hizo todo con una calma que era en parte actuación, y en parte shock por lo que acababa de hacer.
—Me quedaré contigo este verano —le dijo Marlene a Lily, repatingada en la comodidad de la alfombra mientras la pelirroja armaba su bolso de viaje—. Ya que todas pasaréis las Pascuas junto a vuestras parejas, podremos fingir que somos novias frente a Petunia. Le dará un infarto.
Lily sonrió, aunque su mirada lucía distraída.
—Trato. Cuando creo que más nada podrá sorprender a Tooney, digo algo sobre magia y se desmaya en el acto.
—Debe ser tan divertido —rio Elizabet. Ella y Mary estaban abrazadas sobre la cama de la última, y llevaban suéters a juego. Marlene intentaba en lo posible no mirarlas— ¿Por qué no la llevas el jueves?
—Petunia se pone nerviosa nada más ver las lechuzas llevar la correspondencia —negó Priscilla, entregándole su mochila hechizada a Sinaid, una chica de quinto año que se retiró—. Llévala a una casa de magos y tendrá un ataque de pánico.
—Deberíamos sentir pena por ella —rezongó Alice, encaramada en el alféizar de la ventana—, pero es tan maleducada que ni eso provoca.
—Sigue siendo mi hermana —recordó Lily con un suspiro— ¿Acaso dejáis de querer a alguien que lleváis tanto tiempo conociendo solo porque comete unos errores?
Priscilla se volvió hacia su bolso casi listo. Le faltaba su traje de baño, que planeaba usar en la reunión del jueves, pero ya podría conjurarlo una vez que estuviera con Roger el Londres. Sus objetos más personales se quedaban aquí, después de todo, y las prendas ligeras de primavera ocupaban muy poco espacio. Fue momento de envolver el suéter vinotinto y guardarlo al fondo del baúl. Si todo seguía como esperaba, la semana siguiente todo iba a quedar resuelto. Sirius se disculparía, en verdad y sinceramente, y la nostalgia sería cosa del pasado.
No esperaba echarlo de su vida, por Merlín, la simple idea le parecía tan tonta como que la luna estuviese echa de queso. Pero sí era necesario poner un límite y no solo a él, sino también a sí misma. Era momento de dejar de vagar confundida entre su vida actual y lo que antaño había deseado, de empezar a tomar las cosas como eran en vez de suspirar por cómo deberían haber sido. Tanto ella como su mejor amigo habían tenido actitudes inmaduras, todo por una atracción que no pudieron manejar, y era suficiente. Si su relación se tornaba tóxica y asfixiante como había sido su amistad con Severus... Sería el fin.
Priscilla confiaba en que ambos tenían corazones lo bastante buenos como para evitar que eso sucediese.
Claro que no contó con que su charla de esa tarde, más el pequeño discurso proferido por Lily rato atrás, provocarían en Sirius una reacción que muchos tachaban de tardía.
Mejor tarde que nunca, según otros.
******
Sirius necesitaba su buen escarmiento?
Priscilla se equivoca al salir con Roger? Son sus motivos correctos?
anyways, es el camino que deben recorrer
por cierto, he pensado en cambiarle la portada a la historia. hice la actual porque me gustó la foto, pero no tiene más trasfondo que el de ser portada de paso. tenéis alguna idea de qué debería tener la nueva? acepto sugerencias
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro