Capítulo 28. Consecuencias.
capítulo largo y ajá, alerta de +18, pa que no se me asusten
***
Lo primero que sintió fue una caricia en el tobillo.
Abrumada como estaba por la revelación sucesiva de tantas cosas, Priscilla no pudo detenerse a pensar en que se hallaba en la cama de Sirius, donde mes y medio atrás se habían enredado sin pensar en las consecuencias. En cambio, la chica recibió con gusto lo cálido del colchón, en contraste con el frío decembrino que le erizaba la piel en las noches.
Debería haber terminado dando vueltas en la cama, sin poder dormir... Sin embargo, sus párpados comenzaron a sentirse pesados al cabo de un rato. El silencio, así como el olor de Sirius esparcido a su alrededor, sirvieron como un calmante para sus acelerados pensamientos. Poco a poco, Priscilla terminó recordando que confiaba en Sirius, que llevaba mucho tiempo conociendo a los chicos como para pensar que estuvieran planeando algo malévolo, mucho menos si Remus se hallaba incluido.
Sí, seguro que una explicación lógica y extendida se hallaba detrás de todo aquello. Priscilla se echó la sábana encima y terminó por quedarse dormida. Hasta que sintió el roce en el tobillo.
Primero fue una pequeña cosquilla, incapaz de perturbar su pesada bruma de sueño, pero luego los mismos dedos que ocasionaron aquel roce se envolvieron alrededor de su tobillo y le sacudieron un poco. Priscilla parpadeó, sus ojos hinchados e incapaces de percibir nada en la oscuridad, y notó lo profundo que había sido su sueño. Sentía el cuerpo pesado y ganas de patear a quien sea que la hubiese interrumpido.
Hasta que recordó toda la noche anterior, claro.
Se enderezó en su lugar y terminó por notar al chico, cuyo toque se deshizo, sentado en el borde de la cama. Expedía un olor a jabón y frescura que señalaban acababa de tomar una ducha; y su silueta era delineada por el resplandor de la luna.
— ¿Qué hora es, Sirius? —cuestionó Priscilla con tono patoso, pegando las rodillas al pecho. El suéter seguía cubriendo sus piernas.
—De madrugada. Lamento haber tardado tanto, y tener que despertarte...
—Está bien —dijo al limpiarse los ojos—. Siempre y cuando tengas una explicación... ¿Puedes cerrar la cortina? Estoy...
—Lo sé, vi tu vestido sobre mi baúl. Pero los chicos ya están en sus camas, no te preocupes. Excepto Remus, que está en la enfermería —explicó él, su tono sereno—. Tenía que darme una ducha primero, claro, porque no quería volver oliendo como un...
—Un perro —completó Priscilla, terminando de despertar. Gateó sobre la cama hasta quedar frente a Sirius, y así pudo distinguir mejor su rostro. Ojalá no hubiese olido tan bien, y ojalá su cercanía no tuviera el poder de sacudirle el cuerpo de aquel modo; porque comenzó a olvidar todo lo que tenía preparado para decir—. Padfoot. Canuto. Como la leyenda de la cárcel Newgate.
Sirius puso cara de haber sido descubierto en la peor de todas sus travesuras jamás realizadas.
—Sí.
—Y Colagusano, por la rata de Peter. Y si llames es Cornamenta ¿Que tipo de animal con astas es? ¿Un ciervo?
—Sí.
Ella asintió— Y Lunático, por la licantropía de Remus.
—No es como crees —se apresuró Sirius y su voz se tornó molesta—. No es lo que hemos leído en ningún libro. Remus no es ninguna bestia, ni un tipo de desquiciado... Sí, una vez al mes tiene ciertos problemas para controlar sus emociones y se pone algo loquito ¿Pero quién no? Que venga incluido con una tonta transformación y algo más de pelo solo es...
Priscilla colocó su mano sobre la boca de Sirius, acallando sus palabras. El chico la observó en silencio, sin protestar, y ella intentó ignorar su pesada respiración sobre el dorso de la mano.
—Puede que no conozca a Remus tan bien como vosotros, pero lo he visto durante seis años. Es una buena persona —susurró Priscilla con seguridad—. Y si puede venir al colegio, es porque Dumbledore lo sabe y confía en él ¿No es así?
Sirius asintió con la cabeza. Priscilla retiró la mano.
—Vale, pues quién no tome en consideración esas dos cosas y decida criticar a nuestro amigo, es porque es idiota. No hay que preocuparse por los idiotas.
—Floyd...
—En realidad, estoy más preocupada por el hecho de que James, Peter y tú sois animagos ilegales con tan solo dieciséis años —soltó enfurecida—. Magos de treinta años no han podido completar la transformación y vosotros...
— ¿Eso es admiración?
—Estupefacción, diría yo ¿Por qué habéis hecho algo así?
El muchacho dejó escapar un suspiro.
—Hay un pasadizo desde el Sauce Boxeador a la Casa de los Gritos —confesó—. Remus se transforma allí todos los meses. La pasa muy mal. Suele lastimarse, incluso, y de cualquier forma odiamos pensar que pase todas esas horas solo... Los hombres lobo son más dóciles junto a otros animales. Así que lo hicimos para poder brindarle apoyo y compañía. Para hacerle saber que estamos juntos en esto. Él suele despreciarse a sí mismo por culpa de la licantropía... Pero tú sabes lo increíble que es.
—No puedo imaginarme cuánto ha sufrido Remus... —susurró ella con el corazón arrugado—. Pero, Sirius, lo que hacéis es peligroso. Incluso si tenéis una buena razón.
—Lo sé, Floyd, y hemos tenido mucho cuidado. Podemos ser increíblemente sigilosos si queremos —sonrió él—. De nuevo, no tienes de que preocuparte. Lo de Peter fue un pequeño percance...
—Muy peligroso.
—Lo sé, pero solucionable. Está bien ahora. Gracias a ti —Sirius le colocó una mano en la mejilla; sin que pudiera verlo venir por la oscuridad—. Gracias por lo que dijiste sobre Remus. Sé que no eres una persona de prejuicios, pero aún así, este es un tema delicado para mucha gente. Y cuando creo que no puedes ser más increíble, vienes tú y rompes cualquier expectativa que pudiera tener sobre ti.
Sintió el calor expandirse por todo su rostro, y algo más intenso nacer en su pecho y desplegarse como un pequeño incendio en el interior de su cuerpo. De pronto fue consciente de lo desnuda que estaba bajo aquel suéter, de lo lejos que estaba de su zona de confort y de que no sabía si quería echarse hacia atrás o presionar un poco más la situación.
—Es injusto lo que haces. Soltarme dos frases que me dejan sin ninguna refutación coherente —balbuceó, sintiendo más que nunca el tacto de Sirius sobre su mejilla—. Quería, ya sabes, enumerarte todas las razones por las que vuestras acciones son reprobables, y que me estoy absteniendo de ir con McGonagall... Pero no siento ninguna de las dos cosas.
— ¿Soy una mala influencia para ti?
Priscilla se habría derretido de ver la sonrisa juguetona que se asentó sobre los labios de Sirius. Le cogió la mano con los dedos, y llevándola a su regazo, comenzó a acariciar la palma con naturalidad. Le contó lo sucedido con la pulsera y su quemazón; sobre cómo había sentido que Sirius estaba en peligro.
—Vaya. Debe ser algún truco que el viejo Alphard no me dijo —Sirius frunció el ceño—. Lo cierto es que corrí un poco de peligro al transformarme, porque me costó más de lo habitual y Remus casi me vio en la forma humana... Luego de eso nos separamos para buscar a Peter, y allí os encontré.
— ¿Por qué te costó?
—Supongo que estaba algo distraído... Solo podía pensar en ti y lo mucho que me gustaría estar en el baile contigo —le dio un toquecito en la frente—. Es difícil dejar de pensar en ti, Floyd. Aunque resulta reconfortante saber que puedes medir mi seguridad con esa pulsera.
—O que puedes llamarme a través de ella.
— ¿Te lo imaginas? —Sirius rio— Y ¿Cómo te fue en el baile?
Ella lo pensó durante un par de segundos, evaluando todo lo sucedido. Con la revelación de Remus y los chicos, apenas se había detenido a pensar en lo sucedido— La decoración era preciosa. Y conocí a una doctora de San Mungo —Priscilla terció el gesto—. Roger me dijo que le gustaría conocerme más, y me invitó a salir.
De la cantidad de reacciones exageradas que Priscilla esperaba obtener, Sirius prefirió permanecer en silencio. Su respiración se volvió pesada durante unos segundos.
— ¿Y qué le dijiste? —su voz era cautelosa, casi tímida.
—La verdad es que cuando estábamos hablando sucedió lo de la pulsera —explicó—. Y lo dejé a mitad de declaración, para ser sincera. Todo por ir a comprobar si estabas bien. Puede que él no lo sepa... Pero debería ser suficiente respuesta para ti.
En la oscuridad, la declaración Priscilla llegó a los oídos de ambos jóvenes.
—Floyd... ¿Que tanto sueño tienes? —sin esperar una respuesta, Sirius escaló sobre la cama y cerró la cortina tras de sí, sumiendo el lugar en una oscuridad apenas interrumpida por la luz de la luna que traspasaba la tela—. Estás aquí, medio vestida... Y dices estas cosas como si en verdad fueras tan inocente... —hizo un movimiento con la varita y una pequeña bola de luz blanca flotó hasta posarse sobre sus cabezas. No era cegadora, pero le ayudó a ver el rostro de Sirius algo mejor—. Mi plan es no dejarte dormir.
Riendo, y sin molestarse en responder, Priscilla dejó que Sirius se inclinase sobre ella, y cayó sobre el colchón. Envolvió las caderas del chico con sus piernas, descubriendo la calidez de su piel bajo la tela del pijama, y la frescura de su cabello algo húmedo cuando los mechones revueltos le cayeron sobre el rostro. Su cuerpo entero temblaba.
Sirius le subió el borde del suéter, ya fuera de lugar por la situación, y recorrió los muslos de Priscilla con deseo y lentitud. Al descubrir el inicio de su ropa interior, él tembló sobre la chica, que estaba enfocada en su propia tarea. Deslizó sus dedos por debajo de la camisa de Sirius, descubriendo su pecho duro y caliente, la piel suave que ella deseaba explorar. Ambos corazones martilleaban con fuerza, así como con los labios entreabiertos suspiraban sin haber iniciado el beso. Todavía no quería perderse en él... Tenía curiosidad por verle, y deseo de explorar aquello por lo que llevaba tanto tiempo suspirando. No tenía el valor para meterse por sí sola a la cama de Sirius, pero los accidentes de aquella noche la habían llevado hasta allí, y ahora podía dejarlos atrás. Tomando valor, Priscilla apretó la camisa entre los dedos y con ayuda de Sirius se la sacó.
Su pecho quedó a la vista y el calor a su alrededor aumentó. Priscilla sintió que algo se derretía en su interior... Llevaba mucho tiempo con aquella sensación dentro del cuerpo, pero Sirius era capaz de hacerla venir una y otra vez sin importar el tiempo.
—Eres muy atractivo —susurró con cautela. Se echó hacia adelante para presionar un beso sobre el hombro desnudo de Sirius— ¿Te lo han dicho?
—No de esta manera.
—A veces me gustaría sacarte la ropa de encima —continuó Priscilla, sus ojos fijos en el cuello del chico—. Pero luego recuerdo que otras chicas podrían verte, y eso hace hervir mi sangre.
—Es adorable escucharte celosa —rozó su narices—. Sobre todo cuando... Merlín, me siento como un tonto diciendo esto.
—Soy tu mejor amiga. No tienes que avergonzarte conmigo.
Sirius ladeó la cabeza.
—Sobre todo cuando ninguna chica me ha causado jamás lo que tú sí, Floyd. Como amiga, como miembro de la población femenina...
Priscilla soltó una carcajada ante la extraña declaración, pero su pecho parecía a punto de explotar. En aquel momento, Sirius no era sólo su amigo, sino algo más, una persona que alteraba sus sentidos y le hacía hervir cada poro de la piel. Elevó los dedos hasta enredarlos en la cabellera de Sirius y se dedicó a besarlo en la oscuridad.
Los labios del chico eran suaves contra los suyos, y a pesar de tener la punta de los dedos congeladas bajo los calcetines que había tomado de su baúl, el resto de Priscilla era sólo calidez y fervor. Él se presionó contra su pelvis, arrancándole un gemido de sorpresa y excitación. Ante la respuesta, repitió el movimiento con más profundidad, y Priscilla sintió que se derretiría allí mismo. Sus dedos fueron tanteando toda la piel de Sirius, mientras que el chico seguía su camino por debajo del suéter y comenzaba a acariciarle por encima de las costillas. Al llegar a sus senos desnudos y erizados, el chico emitió un gruñido satisfecho.
—Sirius... —ella se separó un segundo—. Yo...
— ¿Quieres que me detenga?
—No, no es eso. Confío en ti —se pasó la lengua por los labios, su voz inexistente—. Es sólo que no tengo experiencia con ninguna de estas cosas...
—Sólo tienes que decirme cuándo te está gustando —le pidió Sirius, descendiendo una hilera de besos por debajo del oído de Priscilla. Ella arqueó el cuello, recibiendo la caricia con gusto—. O qué te gusta...
Dejó escapar un suspiro tembloroso. No podía pensar con claridad teniendo los labios de Sirius sobre su piel.
—Lo que hiciste hace rato... Con las caderas... —se interrumpió cuando Sirius volvió a presionarse contra ella— Sirius...
— ¿Cuántas veces puedes decir mi nombre en una sola noche? Dilo, Floyd...
—Sirius —ella jadeó—. Cuando me tomas con fuerza...
— ¿Así? —Le clavó los dedos con fuerza alrededor del torso, arrancándole un gemido.
—Sí. Me nubla el juicio...
—No has visto nada —Sirius presionó los labios sobre el borde de su clavícula—. Déjame quitarte este suéter, Floyd.
El corazón de Priscilla se detuvo. Hacia mucho que no dudaba con fiereza de su apariencia, que no detestaba verse al espejo... Pero un ligero nerviosismo la asaltó. Porque era Sirius y su opinión le importaba, porque sabía lo increíble que era ser adorada por esos ojos grises y no quería perder jamás aquella sensación.
—Muero por verte —continuó él.
¿Era posible que el chico sintiera la misma fascinación que ella cuando le ponía los ojos encima? Que su mente explotase al ver lo guapo que era, que deseara saltarle encima y al mismo tiempo besarlo por siempre. No con nadie más, solo con él. Y él con ella.
Conteniendo la respiración, Priscilla asintió y con ayuda de Sirius, deslizó el material vinotinto lejos de su cuerpo, haciendo a sus pezones y poros erizarse por el frío. Apenas tuvo oportunidad de apartarlo cuando Sirius se echó hacia atrás, dejando que la pálida luz blanca le cayera encima. Su pecho subía y bajaba pesadamente, aún cuando eso solo aumentaba el sonrojo.
—Ojala pudieras verte como yo lo hago ahora... —susurró él, casi inaudible, y algo se endureció dentro de sus pantalones de pijama. Sus ojos brillaban cuando se encontraron nuevamente— ¿Está bien?
—Está bien —sonrió Priscilla, y recibió un beso más profundo y apasionado que los anteriores—. Es sólo que estoy nerviosa y deseosa al mismo tiempo... ¿Es lo normal?
Sirius no respondió.
—Quiero oírte, Floyd. Dime lo que vayas sintiendo —susurró en su oído, ante de empezar a descender por su cuerpo.
Priscilla entendió que Sirius no quería largas oraciones, sino afirmaciones, gemidos y una que otra petición. Ni siquiera tuvo tiempo de acceder cuando los labios de Sirius comenzaron a trabajar sobre su cuerpo, succionando la cima de sus pezones, y otras partes de su pecho. Su mano fue descendiendo por el vientre de Priscilla, hasta llegar a la pequeña braga que había llevado bajo el vestido. Continuó por encima de la tela, presionando sus dedos contra el centro de Priscilla, descubriendo la humedad entre sus muslos y lo caliente que estaba su piel. Exhaló conté su pecho y Priscilla contuvo un gemido, al sentir sus dedos comenzar a frotarla con lentitud y tortura por encima de la prenda.
Continuó besando el torso de Priscilla, y su lengua delineó con suavidad el contorno de su cadera... Ella dejó escapar un suspiro mucho más alto, casi sorprendido. Era como una cosquilla, y al mismo tiempo, la hacia retorcer. Con ambas manos tomó los bordes de su braga y comenzó a bajarla; ella alzó las caderas para ayudarle con la tarea. Oyó a Sirius preguntarle si podía seguir, y se escuchó a sí misma decir que sí con la voz ronca, casi desaparecida; y lo sintió acomodarse entre sus piernas. Para este momento, toda Priscilla temblaba, pero el punto sensible entre sus piernas palpitaba con más fuerza que cualquiera que hubiese podido causar ella con sus propios dedos.
Cuando la lengua de Sirius se movió contra ella, una ola de de sensaciones explotó contra Priscilla. Él le sostenía por debajo las rodillas con fuerza, dejando sus huellas marcadas sobre ella, y tuvo que contener el movimiento reflejo de cerrar las piernas. No era que quería detenerlo, por el contrario, y Priscilla enredó los dedos entre el cabello de Sirius, buscando algo a lo qué aferrarse mientras él lamía, acariciaba y la hacía entornar los ojos con placer.
—Puedes... ¡ah!...
— ¿Qué decías, Floyd? —Sirius se echó hacia atrás.
Ella enterró el rostro en la almohada, avergonzada.
— ¿Puedes utilizar tus dedos e ir más profundo? —murmuró.
Sirius hizo lo que le pedía, y sus labios volvieron a escalar por el cuerpo de Priscilla en tanto con un dedo estimulaba a la chica, aunque húmeda, seguía estrecha. Ella gimió con más fuerza esta vez, y tiró del cabello del chico no con fuerza, pero se una firmeza que lo hizo gruñir satisfecho y propinarle un mordisco en el vientre como respuesta. Pero a Priscilla no le dolía aquello, más bien estaba disfrutando de las presiones y las marcas, de la sombra de dedos sobre su piel. Sirius comenzó a succionar con fuerza sobre la piel de sus senos, y como si aquello fuera solo el detonante, Priscilla explotó contra el toque del chico, todo su cuerpo temblando por culpa del primer orgasmo. La contempló en silencio: húmeda, sonrojada y bañada en sudor, los labios entreabiertos por el placer. Volvió a ponerle las bragas sin dejar de verla, y tan sumergido estaba en eso que apenas se dio cuenta que Priscilla comenzaba a maniobrar el cordón de su pantalón de pijama.
— ¿Floyd? —Sirius no pudo verle a los ojos, puesto que Priscilla escondió el rostro en su cuello—. Dime lo que quieras y te lo daré, nena.
Ella esbozó una sonrisa contra su piel transpirada.
—Quiero que hagas lo de antes... Sin el pantalón.
Sirius obedeció en silencio y se deshizo de la prenda, revelando la erección en sus pantalones cubierta por un bóxer negro. Si pudiera sonrojarse aún más, lo habría hecho, pero toda Priscilla estaba ya hirviendo y lo único que consiguió aquello fue acelerar su corazón. El chico sonrió con suficiencia.
— ¿Así es como lo quieres? —preguntó, moviendo sus caderas contra ella, haciendo a ambos soltar una exclamación. Ella le apretó las caderas con los muslos, atrayéndolo hacia sí sin importar si le hacía daño. Dejó escapar cada sonido de su boca sin ningún tipo de vergüenza, consciente del muffliato colocado a su alrededor. Sirius envolvió los dedos alrededor de su cuello y la sostuvo con fuerza, haciéndola retorcer aún más.
Era como un vaivén. Moliendo sus caderas una y otra vez, para recibir mas de la fricción y construir el climax que ambos necesitaba. Estaba ya temblando, sintiéndose dominada y extasiada por cada sensación a su alrededor, la del chico entre sus piernas, sus besos desenfrenados, los dedos que apretaban con fuerza la piel de su cuello... Quería marcarlo, pero también ser marcada. Quería tanto que no estaba segura de por dónde seguir.
Él llegó primero, y luego siguió la chica bajo suyo al sentir la humedad esparcirse por sus muslos, manchando todo bajo sí. Respiraba como si hubiera corrido un maratón, y su corazón martilleaba con fuerza, rugiendo extasiado por lo que acababa de hacer.
Sirius terminó en el arco de su cuello , respirando pesadamente el aroma de la chica. Podía sentir su pulso contra la nariz, y escuchar su respiración, la de esa joven que hacía doler su corazón -de una buena manera- cada vez que la veía. Como si creciera más allá de sus límites, deseoso de albergarla siempre allí. Incluso la escucho conjurar algo con la varita, porque claro que sabía sobre un hechizo que los limpiase antes de dormir. Envolviendo sus brazos alrededor de ella, les dio vuelta para echarla sobre su pecho y cubrirse con la sábana. Ella cerró los ojos y se acurrucó contra él, ya perdiendo la consciencia, y Sirius la abrazó con más fuerza.
—Priscilla...
Te quiero. Te adoro más que a cualquier otra cosa en mi vida, más de lo que haya sentido jamás, por sobre todos los anhelos que he experimentado...
—Eres muy suave. Deberías dormir aquí siempre —dijo por fin, apretándola contra sí.
*****
Priscilla volvió a despertar por culpa de un factor externo; solo que esta vez fueron las exclamaciones estresadas de un par de chicos. Ella se desperezó en la cama, medio a oscuras gracias a la protección de las cortinas, y buscó su varita en los alrededores; recordaba haberla dejado bajo la almohada la noche anterior. Debía de ser temprano por la mañana, por el clima aún frío y la claridad alrededor de la cama.
—Eres un maleducado —decía Sirius—. Te atreves a dudar de Floyd cuando yo tengo mi confianza en ella.
Priscilla apretó los labios. Tal vez no debería estar escuchando aquella conversación. Se sentó sobre la cama, varita en mano y descubrió que solo llevaba las bragas puestas. El color se drenó de su rostro a la vez que relacionaba ese hecho con los chicos afuera discutiendo; y con un rápido conjuro hizo aparecer el uniforme del colegio, que todas las noches dejaba bien doblado sobre su baúl.
—Vale, Canuto, entiendo eso. Solo quiero llevarla con Lunático —repuso James—. Está preocupado.
— ¿Chicos? —Priscilla se envolvió con la sábana, en caso de que alguno moviera las cortinas—. Eso está bien. Veré a Remus sin problemas.
—Te lo agradezco, Floyd. Y buenos días —saludó James.
—Pero, eh... Necesito cambiarme la pijama —informó. No iba a dejar señales de lo sucedido anoche, aún cuando fuera muy obvio.
— ¿Podéis salir para que Floyd se cambie con tranquilidad? —inquirió Sirius.
—Vale, pero no me moveré de la puerta... —James se detuvo— ¿Tú también saldrás?
—Bueno, ah, yo me quedaré cuidando la zona —replicó Sirius, y Priscilla puso los ojos en blanco con diversión.
—Por Godric, Canuto, en tanto más te gusta la chica más tonto eres para ocultarlo. Vámonos, Peter —y como si se diera por vendido, su voz se desvaneció hasta salir de la habitación y trancara puerta.
Priscilla se estaba colocando el sujetador ya. Tomó la camisa del uniforme y se deshizo de los botones.
—Por cierto, Floyd ¿Con qué planeas vestirte?
—Sirius, hice aparecer mi uniforme en tanto vosotros estabais discutiendo —bufó ella.
Las cortinas de la cama se abrieron de golpe y vio a un Sirius muy confundido.
—Espera ¿Y porque estabas medio desnuda anoche si pudiste aparecer una pijama?
Aunque seguía medio desnuda, con las bragas y la camisa solamente, Priscilla se sonrojó por la pregunta solamente. Comenzó a trabajar en la corbata.
—Pues ya que ordenaste meterme en tu cuarto y no dejarme salir, como si estuviésemos en la edad media, quise hacerlo complicado —confesó. Aunque podría considerarse medio mentira, sabiendo que no había pensado la verdadera intención de sus acciones hasta ahora—. Y no es como si resultó mal.
—En lo absoluto —Sirius se inclinó y atrapó los labios de Priscilla, sin poder deshacer la sonrisa en su rostro.
—No le has dicho nada a James ¿Cierto? —Se puso en pie para colocarse la falda y las medias.
—No, sólo estaba fastidiando como de costumbre —negó Sirius— Porque aún queremos mantener esto en secreto ¿Verdad?
Priscilla asintió, y terminó de calzarse los zapatos. Recordar lo sucedido la noche anterior hacía arder sus mejillas, era cierto, pero no se arrepentía. En realidad, su corazón se aceleraba, ansioso de saber cuándo repetirían aquello, si Sirius lo disfrutó tanto como ella misma. Sin embargo, aún si sus reacciones físicas y sus deseos fueran honestos frente a Sirius, ella no había terminado de descifrar sus propios sentimientos, y no tenía deseos de compartir eso con nadie más.
—Si vas a quedarte en mi casa durante las Navidades, no podemos tomar muchos riesgos —explicó Priscilla. Le colocó las manos sobre el pecho a Sirius, y el calor empezó a extenderse por todo su cuerpo, con aquella pequeña acción—. Mi abuela es demasiado perspicaz.
—Me esforzaré en encontrar rápido donde vivir —murmuró Sirius contra sus labios; colando las manos bajo la falda de Priscilla, apretó los dedos en torno a sus muslos—. Para poder llevarte a un lugar a solas... Algo que sea mío —Sus mejillas se tiñeron de rojo en lo que el chico la besaba con suavidad y algo de rapidez. Yo soy tuya. Esa frase cruzó la cabeza de Priscilla con una rapidez espeluznante, tanto que fingió no haberlo pensado.
***
Priscilla consideraba la enfermería un sitio muy hermoso, pesar de las razones por las que alguien podría terminar allí. El techo alto y las columnas, así como las grandes ventanas propias del castillo al que pertenecían, le daban un toque antiguo, silencioso y pacífico. El aire circulaba de forma refrescante y la iluminación también abundaba.
En aquel momento, Remus era su único ocupante. El chico miraba a través de la ventana a su lado, y sentado en el borde de la cama, ignoraba los vendajes que le cubrían el torso en aquellos momentos. Priscilla entró al lugar sin hacer mucho ruido, por lo que tardó un par de segundos en ser notada. Había pedido a los Merodeadores que se quedasen atrás para hablar con Remus en privado, primero porque sabía lo poco sutil que eran los chicos y segundo porque no sabía qué iba a decirle el prefecto ahora que ella conocía su secreto.
Fue cuando estuvo más cerca que Remus se percató de su presencia y se giró a verla. Priscilla le ofreció una sonrisa tensa y se sentó a unos espacios de él, hundiendo el colchón bajo su peso. Notó que el chico se tensaba.
—Puedes sentarte en la cama de al frente —dijo, apartando la mirada—. Es decir, si prefieres...
—Nos hemos sentados juntos en el Gran Salón y durante las clases, muchas veces —interrumpió—. Esto no es diferente.
—Eso no es cierto —negó el chico. Apretaba el colchón a ambos lados con fuerza—. Ahora que lo sabes...
—Puedo entenderte mejor —completó Priscilla, mirando su rostro girado de perfil—. Saber qué te sucede los días que estás enfermo, o cuando has de faltar a clases... ¿Sirius y James te entregan las notas de esos días?
Muy a su pesar, Remus esbozó una sonrisa.
—Están demasiado por encima de los mortales que tomamos nota en clase, así que solo me dicen todo de memoria —explicó.
—Vale. Porque yo puedo pasártelas, si necesitas... —se ofreció Priscilla, y luego vaciló— ¿Lily lo sabe?
Remus negó con la cabeza.
—Solo el profesorado y los chicos. —y con una expresión de profunda tristeza, confesó:— Quise decírselo a Marlene ¿sabes? Cuando me confesó que le gustaba. Quise decirle que por eso no podía salir con ella, pero no pude —suspiró—. Solo me alejé. James me dijo que era un idiota por eso.
—No creo que piense que eso es impedimento. Marlene tiene experiencia con relaciones poco convencionales.
— ¿Y a ti te importa? —soltó de repente, volteando a verla—. Sirius dijo que no dirás nada, pero... Está bien si piensas distinto sobre mí. O si ya no te sientes segura.
Incapaz de evitarlo, los ojos de Priscilla se llenaron de lágrimas. Remus la miró confundido, sin saber cómo interpretar aquello.
—No puedo creer que pienses eso —balbuceó ella, limpiándose las gotas que resbalaron de sus ojos—. O que cualquier pueda ser tan idiota y creer eso.
— ¿Priscilla...?
—Para mí sigues siendo Remus ¿vale? El mejor prefecto que Gryffindor pueda tener. Aún si no somos cercanos como Sirius y yo, te respeto y te admiro. Transmites confianza. Que tengas un inconveniente una vez al mes no cambia eso.
Las mejillas de Remus, a diferencia de su rostro pálido, se tiñeron de rojo.
—No es sólo un inconveniente —titubeante, se inclinó hacia ella y bajó la voz—. Soy un licántropo.
—Lo sé —dijo a pesar de las lágrimas—. Pero no tengo problema con eso. E incluso si alguien llegase a tenerlo, Dumbledore confía en ti.
Remus la miró con si se hubiese vuelto loca. Y poco a poco, el color volvió a su rostro; como la tinta llenando una hoja. Su expresión torturada se relajó, volviendo su rostro más guapo y hermoso. Las cicatrices no eran dignas de mirar cuando unos ojos tan dulces como esos, que denotaban haber sufrido mucho, se llevaban toda la atención.
—Es cierto.
—Aunque se llevaría una amarga sorpresa al saber la animagia de los chicos —bufó Priscilla.
Remus cabeceó.
—No creo que vayas a decir algo. Quieres demasiado a Canuto como para delatarlo.
El corazón de Priscilla dio un vuelco, y solo alcanzó a apretar los labios entre sí.
—Sí —susurró, su voz nerviosa y casi inaudible—. Tienes razón.
*****
Informo que he estado super ocupada con la universidad, así que os recomiendo seguirme en mi perfil donde suelo subir anuncios si estoy ocupada o se retrasará la actualización
en cuanto salga de vacaciones intentaré hacer un maratón de navidad (que coincidirá -al menos en época- con la navidad de la historia y del mundo real, loco)
opinioness acá
no sé que tan bien quedó la escena del inicio jajsja, creo que jamás había hecho algo tan explícito
nos leemos pronto
7/11/2021; 20:10
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