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Capítulo 25. Tonto.

     Priscilla terminó de colocarse un segundo par de calcetines, y entonces se dejó caer sobre su cama con un hondo suspiro. A pesar de la calidez mágica en la habitación, venía de recorrer los pasillos helados del castillo después de un día de clases y era como si el frío se colase por la punta de sus pies. De haberse topado con Sirius en el camino, probablemente él habría encontrado otra manera de hacerle entrar en calor.

     Se sonrojó al terminar de pensarlo.

     Después de envolverse en una cobija, Priscilla buscó en su cajón de noche la bolsa con chocolates y golosinas que Sirius le había regalado un par de días atrás, cuando pasaba por una menstruación conflictiva. Se dispuso entonces a darse un buen festín, un par de horas antes de la cena.

     En la habitación Alice terminaba una sesión de yoga y Mary apenas salía del baño, peinando su cabello castaño, que había crecido en los últimos meses. Priscilla la observó caminar en silencio, reparando en el gesto sereno de su amiga. Aunque no sabía cómo estaban haciéndolo después de su catastrófica pelea, Marlene y Mary habían conseguido la manera de lucir más calmadas y menos tristes que antes de ella. Incluso aunque no hubiesen resuelto las cosas por la manera sana... Les iba bastante bien fingiendo que la otra no existía. O eso aparentaba.

— ¿Puedo sentarme contigo?

     La voz suave de Mary no sobresaltó a Priscilla; quien alzó la vista con sorpresa hacia su amiga. A pesar de no haberla oído o compartido tiempo con ella en los últimos días, la extrañaba. Y eso la hizo sentir aliviada. Movió la cobija hacia un lado, haciéndole espacio a Mary para subirse en la cama y esconderse bajo la gruesa manta.

—Por supuesto —aceptó, en tanto Mary hacia lo antes señalado. Luego le estiró la bolsa de dulces— ¿Quieres?

     Mary asintió en silencio y cogió unos cuantos caramelos.

— ¿Cómo van tus clases de Pociones? —preguntó al cabo de unos segundos.

—Bastante bien. En realidad, todos somos muy buenos. Pero de vez en cuando pierdo un par de puntos porque mi compañero es Sirius y es imposible estarse quieto con él —comentó Priscilla ladeando la cabeza, una sonrisa cariñosa deslizándose por sus labios.

—Me gusta la amistad que tenéis —susurró Mary.

     La sonrisa de Priscilla flaqueó un segundo, al recordar los sucesos de los últimos días, los roces de rodilla bajo las mesas y el beso compartido en la oscuridad de un pasillo... Pero pudo componerse rápidamente, mordiendo el interior de su mejilla y empujando el tema lejos de su mente, enfocándose en nada más que Mary.

—A mí igual. No esperaba que fuera a volverse tan importante en mi vida... Pero ahí está.

     Mary frunció los labios, en tanto su mirada se inundaba de tristeza— A veces las cosas suceden de maneras inesperadas. Como una amistad, o una relación...

     Priscilla cogió de la mano a su amiga, y acariciando su dorso con suavidad, profirió un suspiro.

—Me gustaría haberlo notado —soltó de repente, llamando la atención de Alice y Mary, quienes no esperaban sacar el tema tan claramente—. Es decir, Marlene y tú no teníais que decirme nada, ya es vuestra vida privada... Pero debí notarlo. Pude apoyaros. O ayudar de algún modo en lo que estabais pasando...

     Mary negó con la cabeza—Pri... ¿No te importa?

— ¿Qué cosa? —Priscilla continuó con la mirada baja, sintiéndose como la peor de las amigas.

—Lo de Marlene y yo... Que ambas seamos chicas.

      Priscilla sintió que se sonrojaba. Desde luego, no había pensado nunca en tener una relación así, y a pesar de saber que existía ese tipo de personas, no imaginó que alguna de sus amigas pudiese ser así. Fue algo arrogante y frívolo de su parte, era cierto. En realidad, se sentía peor que cualquier escoria prejuiciosa de Slytherin.

      Demasiado enfrascada en sus propios asuntos, celos y prioridades... Todo aquel desastre había ocurrido frente a sus ojos. Y ahora debía pensar en alguna manera de compensarlo.

—Fue algo inesperado... Pero no es relevante. Solo importa si os queríais, aunque ya no sea así —declaró por fin, apretando la mano de Mary—. Tu corazón es solo tuyo, y nadie más que tú puede decir a quién debes entregárselo.

      Mary sonrió, y sin decir nada, se acurrucó contra Priscilla, quién le pasó un brazo sobre los hombros para envolver a su amiga en un fuerte abrazo.

—Eso sonó bien —masculló Alice—. Me robaré la frase para el Club de Poesía.

      Priscilla entrecerró los ojos— ¿Como tienes tiempo para estar en un club?

—Tal vez porque Frank y yo tenemos nuestras citas en la noche —explicó Alice con picardía—. Deberías probarlo con Sirius; te despejaría horas de la tarde y así podríais hacer lo que en verdad queréis con el otro.

     Priscilla le sacó la lengua a su amiga, pero sus mejillas se tiñeron de rojo y algo en su interior vibró al pensar en ella y Sirius, sin rastro de alcohol encima, solos en una habitación. Sin reparos de lo que podría suceder entre ambos al día siguiente, solo concentrados en lo que sucedía en aquel momento...

—No estás negándolo —susurró Mary, llamando la atención de la pelinegra. Esta no se sintió avergonzada.

— ¿Cómo te diste cuenta que te gustaba Marlene? —preguntó de súbito. Sus dos amigas le miraron perplejas, intuyendo la dirección de los pensamientos que Priscilla ya no se molestaba en ocultar— Es decir ¿Cómo pudiste diferenciar el cariño de una amistad al romántico?

     Alice balbuceó.

— ¿Estás admitiendo que, hasta cierto punto, Sirius y tú...?

—Estoy haciendo una pregunta —la frenó Priscilla, deseando que sus amigas entendieran lo tácito en su discurso y evitasen poner las cartas sobre la mesa cuando ella misma no estaba dispuesta a hacerlo todavía—. Si sois tan amables para decirme...

—Fue algo que se construyó de manera lenta y sutil —se apresuró a aclarar Mary—. Cómo dijiste, es difícil diferenciar cuando hay un cariño previo... Pero si empiezas a fantasear con besar a esa persona, termina resultando un poco obvio.

— ¿Y cómo sabes si lo que sientes va más allá de un simple deseo físico? —continuó Priscilla, mordisqueando su labio—. Es decir, Marlene es guapa ¿Cómo supiste que no solo la querías a ella, sino también a su corazón?

     Mary se deshizo del abrazo de Priscilla un momento, y tomando las riendas del asunto como pocas veces se le veía hacerlo, le acarició unos mechones sueltos de cabello con fraternidad.

—Tu corazón siempre sabe lo que quiere. La vibración en tu pecho cada vez que le ves... Eso te lo dirá.

***

— ¿Cortarme el cabello?

      Sirius pronunció aquello con el ceño fruncido y la voz amortiguada por la bufanda de Gryffindor que cubría apretadamente su cuello. Sentados en una de las pocas escaleras inmóviles de Hogwarts, él y Priscilla hablaban de cualquier cosa que les cruzase por la mente, en tanto esperaban el timbre que anunciase la siguiente hora de clase. La chica tenía deberes que podría estar adelantando, era cierto, pero también un tema urgente que atender con su amigo.

—Sí. Solo para las entrevistas con los arrendadores —repitió ella, intentando no reírse ante la nariz arrugada de su amigo—. Con un poco de magia podemos hacerte pasar por mayor de edad en el mundo muggle, y el Ministerio lo aprueba, así que no romperás ninguna ley...

—Como si me importase mucho...

—Pero es importante causar una buena impresión —continuó Priscilla, ignorando su tono, y dio unos golpecitos al cuaderno sobre su regazo, que contenía un montón de números y direcciones de apartamentos rentados en Londres—. Los nacidos magos soléis ser extravagantes; pero a ti te gusta la cultura muggle. En realidad, pareces un poco rockero incluso; y no puedes ocultar que te gusta romper las reglas. Si ya de por sí a los muggles no les gusta rentar a jóvenes, menos...

— ¿A mí?

—Sí —asintió Priscilla, con voz solemne—. Después que el contrato esté firmado, sin embargo, podrás ser tan rebelde como te plazca; sin destruir propiedad privada, por supuesto.

     Sirius puso los ojos grises en blanco.

— ¿Por qué no te fuiste por leyes mágicas? Pareces saber mucho sobre burocracias.

—Solo me gusta saber dónde pisar antes de caer por un escalón roto.

—Incluso tus frases suenan a argumentos de un juicio —repuso Sirius, aún enfurruñado.

—Sirius... Puedo hacer que tu cabello crezca después de eso —ofreció Priscilla—. Pero es importante conseguirte un lugar dónde vivir.

— ¿Para no molestar más a los Potter? O a ti, en su defecto...

—No me hagas rabietas, ni pongas palabras en mi boca —atajó Priscilla al instante—. Es importante para que puedas tener algo de privacidad y libertad de vivir como te dé la gana. Seguro que te gusta cómo se escucha eso.

     Su amigo cabeceó un poco, y una sonrisa divertida se extendió por sus labios; tan atractiva que la chica apartó la vista de inmediato. Aún no terminaba de procesar la charla que había tenido con Mary y Alice días antes, ni de entender sus propios sentimientos; por eso se lanzó a la tarea –que estaba descuidada, cabe aclarar– de conseguirle a Sirius un lugar dónde vivir. Así, pudo fingir durante unos ratos que se hallaba ocupada y no podía dedicarle a su mejor amigo todo el tiempo al que estaba acostumbrado. Pero siendo tan malcriado como solo Sirius Black podía, halló la manera de atraparla entre las horas de clase y hacerle soltar la verdad tras sus desapariciones.

     Fue una suerte, entonces, que Priscilla sí hubiese dedicado tiempo a buscar departamentos y no a reflexionar sobre lo que habitaba en su corazón. Lo segundo no quería ni pensarlo.

—Vale. Pero ya no te diré qué planes tengo para mí apartamento —declaró Sirius.

     Priscilla negó con la cabeza, divertida, y estiró las piernas, envueltas en gruesas medias negras que le protegían del frío otoñal.

—Y no soy tan recta como para estudiar leyes —soltó de repente, llamando la atención—. Es muy cansón y está lleno de apariencias que crear y protocolos a seguir para poder ascender de manera segura en el espacio laboral.

—Como el baile de Navidad —bufó Sirius, concordando.

— ¿El de Slughorn? —Ella se alarmó— No veo problema en asistir a eso.

—Por Merlín, Floyd —Sirius se puso en pie con calma, estirando las piernas, y comenzó a revisarse los bordes de la camisa del uniforme, fingiendo desinterés—. Sólo serán un banquete en el que el profesor mostrará lo mejor de sus alumnos ya graduados y a nosotros como trozos de carne. Deberían prohibir ese tipo de eventos...

—Y también es una oportunidad para conocer gente que trabaje en áreas de nuestro interés —Priscilla entrecerró los ojos, deseando no entender las intenciones de su amigo— ¿Estás planteando faltar? Creí que era una broma cuando James lo dijo.

—Pues ya ves que no —Sirius compuso una mueca de asco—. En verdad, no le encuentro ningún tipo de sentido. Solo será un tonto lugar lleno de arrogancia, personas petulantes e increíblemente hipócritas...

—No me gusta el rencor en tu voz —notó Priscilla, cruzándose de brazos.

—He estado en los suficientes eventos de la aristocracia mágica como para declarar que los detesto —Sirius alzó una ceja en su dirección— ¿Acaso te estás planteando si quiera asistir?

     Priscilla parpadeó, de repente sonrojada.

—Creo que podríamos pasarla bien. Nuestros amigos irán, habrá música y comida. Y es una buena oportunidad para conocer gente... Luce divertido.

     Sirius profirió una carcajada horrenda y sarcástica— ¿Divertido ver a un puñado de viejos presumir quién tiene más logros de qué? Solías tener mejor criterio, Floyd. Incluso...

     Priscilla juntó las cejas a la par que se ponía en pie.

—Nunca he asistido a un baile de ningún tipo, muchas gracias, así que sí, lo considero divertida —espetó, haciendo a Sirius sobresaltarse—. Y podrías escuchar mis razones para ir antes de descalificarlo totalmente.

     Sirius entrecerró los ojos— Te estoy escuchando.

—Solo finges que lo haces mientras te burlas —replicó Priscilla, recogiendo su mochila del suelo.

—Y tú estás montando un completo berrinche solo porque te digo lo tonto que es ir a ese baile —espetó el chico cruzándose de brazos.

—Pues no me importa lo que digas —Priscilla le dirigió una mirada furibunda tras apartarse el cabello del rostro—. Yo quiero ir, así que iré, y me hubiera gustado que me acompañases porque eres mi mejor amigo y la paso genial cuando estamos juntos.

—Espera, espera —Sirius alzó las manos— ¿Toda esta cháchara fue una extraña manera de pedirme que fuera al baile contigo?

     Poniendo los ojos en blanco ante la ineptitud de su amigo, y sobre todo por la avalancha de sentimientos que sentía en el pecho, Priscilla dio media vuelta y ascendió la escalera, deseando poner la mayor distancia entre ella y Sirius. No se dignó a responder la pregunta de Black, tal vez porque ni ella se había dado cuenta de que esa era su intención final hasta que la expuso en voz alta.

***

      Gracias a Merlín, Sirius no veía el Éxtasis de Historia de la Magia, y por ende Priscilla no hubo de verle por un par de horas. Éstas no sirvieron para aclarar su mente, pero sí para ponerla ansiosa sobre lo que sucedería cuando volviera a verle. Priscilla dejó de prestar atención a la clase cinco minutos después de iniciada, cosa poco común en ella, y se dedicó a repicar la pluma sobre un trozo de pergamino en tanto su mente divagaba.

     Tontos chicos, tonto Sirius, y tonto de todo aquello que ella adoraba en él. Desde su mirada picante y llena de planes juguetones por llevar a cabo, hasta su sonrisa pícara y la forma tan bien en que la besaba. Todo aquello la estaba volviendo loca. Jamás habían tenido una discusión propiamente dicha... Y lo sucedido tampoco se sentía como una ¿O sí? Y de serlo ¿Quién estaba en el deber de ofrecer una disculpa?

     Vagamente, Priscilla notó que recogía sus cosas y junto a sus amigas se encaminaban alguna placita del castillo cuyos asientos no estuviesen cubiertos de nieve; pero dejó de oír incluso el murmullo de la conversación de sus amigas en tanto sus tribulaciones continuaban.

     A pesar de que Sirius apreciaba sus opiniones y solía escuchar lo que ella tenía para decir con atención, en esa ocasión se comportó de manera despectiva y maleducada, algo a lo que Priscilla no estaba acostumbrada y tampoco dispuesta a tolerar. Aunque... Tal vez ella fue un poco ambigua con sus peticiones, y mejor debió de decirle a la cara lo que había deseado desde que oyó mencionar el fulano baile: asistir, y más que eso, asistir con él. Y luego de decirlo, pudieron haber llegado a un acuerdo sobre lo que cada uno pensaba.

     Pero claro, dos mejores amigos no van al baile y hacen las cosas que a ambos jóvenes les pasaba por la mente. Y allí surgía la verdadera diatriba, la razón por la que Priscilla llevaba días sin dormir tranquilamente o pensar con claridad.

     Incapaz de darse a sí misma una declaración satisfactoria, Priscilla echó un vistazo a su alrededor. Las chicas habían extendido una manta sobre los jardines para evitar la humedad del césped, y al igual que otros estudiantes, aprovechaban el buen y soleado clima que era difícil ver en otoño. Un par de chicas sentadas a orillas del muelle dejaban caer flores que poco a poco eran recogidas por los tentáculos del calamar gigante y arrastradas a la profundidad, mientras otros se reunían bajo la sombra de un árbol o conjuraban banquillos temporales dónde sentarse, que más tarde habrían de desaparecer.

—No sé si yo pudiera ser tan centrada con mis obligaciones después de lo sucedido —murmuró Lily, a la par que iba trenzando su cabello rojo.

     Priscilla siguió la dirección de su mirada. A pocos metros de donde se hallaban, Roger Fawcett charlaba tranquilamente con un grupo de estudiantes de tercer año. Él era cuatro años mayor y seguro encontraban interesante cualquier cosa que tuviese para decir. En realidad, hasta estaban un poco embelesados con él, por cómo pronunciaba las palabras con elocuencia y su presencia era impecable en todo sentido.

—Oí al profesor Flitwick felicitándole el otro día —continuó Lily—. Se comportó de muy buena manera el día del juego... Llevó a Lorraine a la enfermería y luego se encargó de calmar los ánimos entre los alumnos de Ravenclaw. En verdad... Yo no dejé de llorar durante toda la noche.

—Y yo —coincidió Priscilla, saliendo de su burbuja—. Fue espantoso. Comprendo que Lorraine no haya deseado volver al colegio.

—Podría perder el año escolar —suspiró Alice—. El Ministerio no tiene tiempo para asignarle un tutor o revisar sus condiciones.

—No creo que eso le importe a ella —Priscilla se acomodó unos mitones en sus dedos congelados—. Todos esos planes y pláticas burocráticas sobre la protección a los muggle... Suenan como simples patrañas.

—Están haciendo lo mejor que pueden, pero es complicado. —En vez de molestarse, puesto que su madre trabajaba en el Ministerio y comprendía el estrés vivido durante esos tiempos, el tono de Alice era lúgubre y comprensivo— Hay traidores por todos lados, y gente que no acata las instrucciones...

     Priscilla dejó de escucharla cuando su mirada se cruzó con la de Roger a través del jardín, y el muchacho esbozó una sonrisa sincera. Tardó unos segundos, pero se despidió de los chicos que tenía alrededor y se encaminó hacia donde se hallaba la pelinegra y sus amigas. Aprovechando que Alice y Lily estaban muy ocupadas charlando sobre lo que harían algún día si ocupaban un cargo importante en el Ministerio durante tiempos de crisis, se puso en pie, recogió su túnica y bolso y fue a encontrarse con Roger bajo la sombra de un árbol a mitad de camino.

     Priscilla le ofreció una pequeña sonrisa al tiempo que saludaba a Roger con un beso en la mejilla. El chico tenía las mejillas ligeramente sonrosadas, y su tono se le antojó un poco tembloroso a como había sido antes.

—Hola. Llevaba tiempo queriendo verte —confesó él—. Pero es algo difícil captarte entre clases.

     Priscilla se sonrojó, sobre todo porque casi siempre andaba con Sirius— Es que siempre estás rodeado de gente. Es intimidante.

—Sí, suelo inspirar confianza y siempre ando resolviendo los problemas de los demás... —Roger se encogió de hombros con inocencia—. También he intentado hablar contigo durante las cenas del Club de Eminencias, pero es difícil alejarse del profesor Slughorn.

—Comprendo —Priscilla rio—. Eres como su favorito ¿No?

—Solo porque mi tío tiene un buen puesto en el Wizengamot, y ya sabes que le gustan ese tipo de cosas.

—También por tus habilidades. Los padres de Mulciber producen grandes cantidades de galeones, y ni así Slughorn quiso conservarlo —le recordó Priscilla, y Roger profirió una carcajada—. Yo no tengo ningún contacto en el mundo mágico, pero...

—Eres una excelente alumna.

—Igual que tu —Priscilla desvió la mirada hacia el jardín a sus alrededores—. Hace rato... Las chicas y yo estábamos hablando de lo maduro que fuiste manejando el tema de Lorraine. Debió ser difícil.

     Los ojos de Roger eran del color del amanecer, pero se vieron envueltos por una bruma oscura cuando bajó la mirada y su semblante se enserió; recordando hacía tres semanas cuando la tragedia sacudió el colegio.

—Sí. Es de las cosas más horrorosas que he presenciado, y aún me resulta difícil pensar en ello sin que me venga un nudo a la garganta.

—A mí igual, y ni siquiera estuve involucrada. Seguro que Lorraine aprecia todo lo que hiciste por ella.

—No creo que justo ahora tenga cabeza para esas cosas. Y yo... No siento que haya hecho algo muy bueno por ella —confesó Roger, como si llevase mucho tiempo conteniéndolo—. No podía empeorar la situación, o ser pesimista, pero también detesto mentir ¿Sabes? Y no hay manera de decirle a alguien que acaba de perder su familia entera que las cosas estarán bien. En realidad, ni siquiera se trató de mí... —Roger se mordió el interior de la mejilla, buscando las palabras— Lo siento, no debería atribuirme dolores.

—Está bien —dijo Priscilla de inmediato—. El que te doliera solo demuestra que puedes preocuparte por los demás, que tienes empatía. Eso es admirable.

     Roger levantó la mirada, y su ceño fruncido se relajó un poco al ver a la chica frente a él. Ella hubiera deseado colocarle una mano en el hombro, tal vez ofrecerle otro tipo de buenas palabras; pero no era capaz de tomarse ese tipo de libertades, aún cuando el chico luciera tan triste y deshecho, tan distante al semblante cegador que había estado ofreciendo minutos atrás.

—No debí traerlo a colación —suspiró ella, negando con la cabeza.

—No, no te preocupes —la tranquilizó—. A pesar de lo mal que me pude sentir, tienes razón, y es que supe guardar la compostura. Me he preparado para hacerlo toda mi vida; me gusta que la gente sienta que puede apoyarse en mí.

— ¿Y tú en quién te apoyas? —Priscilla ladeó la cabeza, examinándole con más atención.

     Roger esbozó una sonrisa avergonzada. Tenía un rostro simpático, algo que le brindaba seguridad a Priscilla. No ponía a sudar las palmas de sus manos.

—En mi propia fortaleza, por supuesto —resolvió sin mucho problema—. Oye ¿Te veré en el baile de Slughorn? La hermana de Deacon, Hope, me hizo prometer que la llevaría conmigo, porque no está invitada, así que ya tengo una cita...

—Podemos vernos allá de todos modos. Y bailar, si a Hope no le molesta...

— ¡Oh, para nada! —El sonrojo de Roger aumentó de golpe—. Merlín, que mal sonó esto. Pero no es una cita como tal, sobre todo porque es la hermana de mi mejor amigo, es menor que yo y no estoy interesado en ella.

     Priscilla sonrió— Vale. No te estaba juzgando, de todos modos.

—Vale —imitó Roger—. Pero quería dejarlo claro, de todos modos.

—Vale.

—Y tú... ¿Tienes una cita?

      Priscilla volvió a barrer el jardín con la mirada. Tal vez dos o tres chicos le habían interceptado durante aquellas semanas para invitarle al baile, pero ella ni siquiera recordaba sus nombres. Así de irrelevantes le resultaron sus invitaciones. Y de cualquier manera, ella había estado muy ocupada pensando en Sirius, en lo sucedido con él, e inconscientemente esperando su estúpida compañía en el baile...

—No me invitó nadie con quien quisiera ir —repuso Priscilla, sin reparar en lo soberbio de sus palabras, aún cuando fueran verdaderas—. Y hay otras formas de divertirse.

     Roger esbozó una sonrisa enigmática, mas Priscilla no fue capaz de verla. Su mirada estaba fija en un grupo de amigos que acaban de llegar a los jardines y acaparaban un tipo de atención distinta a la de Roger; entre ellos, un muchacho de cabello oscuro y ojos grises había reparado en Priscilla y su acompañante y no le hacía ningún tipo de gracia.

*****

Por qué será que hasta los capítulos sin tanto drama salen larguísimos? Y les aviso que no hemos llegado ni a la mitad de la historia, pero los siguientes caps se vienen on fire

Nos leemos el próximo domingo, besos

18/10/2021

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