Capítulo 22. Noticias.
—No sé que estaba pensando cuando me dijeron que el durazno es mi color. Me veo como una bola naranja.
Marlene dejó caer la camiseta arrugada en una bola al centro de su cama, y continuó revisando su baúl con intensidad. Durante el verano, ayudada por las chicas, le había realizado un hechizo expansivo y desde entonces llevaba más de lo que cualquiera creería, por el mismo peso, lo que era una ganga.
En la habitación todas las chicas estaban despiertas y dedicadas a distintas tareas. Lily organizaba su agenda con sumo cuidado, tanto que era capaz de ignorar el bullicio a su alrededor; Alice realizaba un par de ejercicios con la varita; Mary yacía enrollada con su cobija en la cama, observando a sus amigas en silencio; mientras que Priscilla había llegado hacía rato de su trote matutino y ahora desenredaba su cabello húmedo tras una buena ducha. Su mente, además, rememoraba en silencio su encuentro con Sirius y lo sucedido la noche anterior; lo que ella no planeaba contar nunca a nadie.
— ¿Alguna de vosotras la quiere? —preguntó Marlene, echando un vistazo a su alrededor.
Priscilla se mordió el labio, intentando ignorar la presencia de la rubia. Marlene también era parte de lo sucedido la noche anterior, claro, y aún no sabía cómo debían de comportarse después de su discusión. Si era que podía llamársele así. Priscilla, enferma de celos, la llamó poco más que una zorra, y Marlene por su parte confesó saber -o sospechar- sobre la atracción de Priscilla hacia Sirius. Ahora, a la pelingra le gustaría poder olvidar el percance... Pero las insinuaciones de Marlene seguían revolviendo su estómago.
—Probablemente debas donarla —repuso Alice, quien ahora se estiraba sobre la alfombra del suelo.
—O dejar de comprar tanta ropa —añadió Lily con una sonrisa.
Marlene torció el gesto— ¿Qué piensas tú, Pri?
La mencionada le dirigió una rápida mirada, antes de encogerse de hombros.
—Haz lo que te plazca —repuso con tranquilidad. Ignorando el gesto de Marlene, Priscilla se dispuso a sacarse los tenis.
Alice dejó de tocarse las puntas de los pies para ver a sus amigas.
— ¿Está todo bien? —preguntó con suavidad.
—Por supuesto —a pesar de su tono calmado, Priscilla evitó levantar la mirada en lo que comenzaba a buscar en su cajón de noche algo con lo que sujetarse el cabello.
Mary contuvo un bostezo— La resaca pone de mal humor a la gente.
—Ya lo creo —Lily detuvo su escritura por un momento—. Deberíais ver a mi padre en Año Nuevo. Hasta una mandrágora es más agradable que él.
—No tengo resaca, chicas —Priscilla rio un poco—. Apenas si bebí anoche.
—Eso lo dudo —Alice correspondió su sonrisa—. Digo, si estabas ocupada con otra cosa, como yo con Frank...
— ¿Fuiste a una fiesta de Halloween o a un parque de besuqueos? —se burló Mary.
—Tendrías que haber ido para saber —Lily le sacó la lengua—. Hiciste falta.
Priscilla se enderezó con una cinta color azul como sus ojos en las manos, y se giró sobre su sitio para pasar la mirada por sus amigas. Todas estaban ocupadas en sus propias tareas, y al mismo tiempo, compartían un mismo espacio. Las quería más de lo que las palabras eran capaces de expresar, y aún así...
—Lo dudo. Priscilla y tú os bastáis a la otra y Alice y Marlene probablemente consiguieron una cita por ahí —Mary se encogió de hombros.
—Yo tengo un novio, muchas gracias —bufó Alice con una sonrisa.
—Y yo apreciaría que dejaseis de hacer esos comentarios —espetó Marlene, apretando los dientes—. Ya que por algún motivo, todas mis amigas parecen pensar que soy una especie de zorra.
La habitación se sumió en silencio. Mary se enderezó, aún envuelta en su cobija, luciendo entre confundida y estupefacta.
—Espera, espera —Lily se bajó de la cama, el ceño fruncido— ¿De dónde vino eso?
— ¿Tal vez de un sincero deseo de tener un poco de respeto? —ironizó Marlene. Priscilla observó todo sin decir nada, aún con la cinta entre las manos y el corazón detenido.
—Aquí todas te respetamos —negó Alice—. Puedes hacer lo que quieras con tu vida.
Mary soltó un bufido, llamando la atención de las chicas. Marlene dio unos pasos adelante, deteniéndose en el medio de la habitación, y fijó los ojos en la castaña.
— ¿Qué pasa? ¿Tienes algo para decir?
—Lo siento, pero seguro no quieres escucharlo.
Marlene puso los ojos dorados en blanco— No me interesa mucho la opinión de una persona que por un simple corazón roto decidió recluirse en su cama como un parásito, eso es seguro.
— ¡Marlene! —exclamó Lily, pero Mary no se inmutó.
—Sólo estoy diciendo la verdad —se desentendió, mirando a Mary—. Eres patética.
Priscilla dio un paso al frente, incapaz de creer todo lo que estaba sucediendo.
—Marlene, ya basta —dijo con la voz acelerada, sus mejillas rojas por la vergüenza—. Sé que lo que dije ayer estuvo mal, y me arrepiento... —Ignorando las miradas confundidas de las otras, continuó— Pero no tienes porqué desquitarte con las chicas.
Alice ladeó la cabeza— ¿De qué hablas...?
—Por Merlín, Pri, esto no tiene nada que ver contigo —soltó Mary de repente, y su voz denotaba rabia y dolor, tal vez contenidos por demasiado tiempo. La castaña fijó los ojos en Marlene— ¿Qué te pasa? ¿Te parece lógico follar cada chico que se te cruce por delante y luego no ser llamada como lo que eres? ¿Una puta?
—Dios mío —Lily se dejó caer de nuevo en la cama, pálida y con el rostro inundando en una profunda tristeza. Se cubrió la boca con una mano, viendo a las dos chicas como si no pudiera creérselo. Priscilla sintió que se le caía el alma a los pies, al oír unas palabras tan despiadadas salir de la boca de Mary; siempre calmada y sensible...
—Detente ahora mismo, Mary Macdonald —espetó Alice, luciendo furiosa—. Te arrepentirás de cada cosa que digas ahora.
—Déjala. Solo estás dolida ¿No es así? —El labio inferior de Marlene tembló al pronunciar cada palabra— No hayas ni qué decir para sacarte de encima el escozor de ser tan fácilmente reemplazable.
Priscilla avanzó a trompicones hacia Marlene y la cogió de la mano, tirando de la rubia hacia sí para enfocar su atención. El gesto torturado de su amiga se sentía como un puñal en su corazón; y cada palabra pronunciada la noche anterior era como un grillete alrededor de sus tobillos. No entendía las palabras de ella, y era consciente de algo estaba fracturado entre Mary y Marlene, algo que se le había escapado...
—Ya basta —dijo, mirándolas a las dos—. Por favor.
—Lo que sea que te haya dicho Priscilla, seguramente se arrepiente. Y por algún motivo Alice y Lily te consideran una persona digna de tratar —Mary negó con la cabeza, casi escupiendo las palabras como si fueran aguijones disparados desde su corazón—. Pero yo no. No vales nada, y lo sabes, por eso andas por ahí entregándote a cualquiera. Por eso te volviste peor desde que terminamos; aunque no es como si me fuiste fiel en cualquier momento... —Alice jadeó al oír cada palabra dicha por Mary, en tanto Priscilla no podía creerse todo lo que estaba escuchando—. No sé que estaba pensando el día que decidí involucrarme contigo.
Marlene dio un paso atrás, como si le hubiera propinado un empujón. Por sus mejillas bajaban las lágrimas. Se deshizo del agarre de Priscilla con una fuerza extraordinaria y corrió de vuelta a su cama para recoger su varita; y sin decir más nada, salió de la habitación a pasos agigantados. Las chicas se quedaron atrás, perplejas y en silencio contemplando los restos de la batalla librada en medio de una habitación que tiempo atrás solo había albergado risas y buenos momentos. No fue hasta que un sollozo escapó de los labios de Mary que Priscilla se sintió salir de su letargo, y observó a su amiga esconder el rostro entre las manos y dejarse sumir por completo en el llanto.
Lily fue la más rápida al levantarse de su cama e ir hacia Mary para envolverla en un abrazo tan firme como necesario; y es que la pelirroja parecía siempre saber lo que sus amigas necesitaban. Alice y Priscilla observaron en silencio la escena; mientras la primera tenía grabado en el rostro un gesto de profunda tristeza, la segunda no terminaba de creer todo lo que acababa de pasar, ni que hubiera podido estar ciega durante tanto tiempo.
Así que, al final del día, no era un chico quien había roto el corazón de Mary. Y no había manera de que sus amigas le ayudasen a vengarlo, claro, porque no podían ir contra Marlene.
***
Los primeros días de Noviembre fueron tan turbulentos como confusos. La convivencia en la habitación de las chicas de quinto año se tornó delicada y quebradiza, ya que ninguna quería repetir un episodio como el del día después de Halloween. Por un lado, Marlene se dedicó a estar presente el menos tiempo posible y a comunicarse con las chicas por medio de frases escuetas y huidizas, que no les dieran chance de ahondar en ella o cómo se sentía. Aunque claro, Priscilla, Alice y Lily habían quedado tan impactadas por la pelea producida que optaron por evitar cualquier pregunta a fin de evitar una situación parecida. Mary era un caso más llevadero, y al mismo tiempo similar; pareció sacarse un peso de encima con cada palabra dicha a Marlene, pero también lució arrepentida al darse cuenta de la magnitud de los insultos dichos.
Priscilla no terminaba de sentirse estúpida por no haber notado antes lo que sucedía entre sus dos amigas; y estuvo aún más lejos de hacerlo cuando supo que Lily y Alice también lo sabían. La pelirroja lo descubrió durante el campamento en Gales, puesto que compartía tienda con Marlene y hubo de cubrir varios de sus encuentros, mientras que Alice solo era muy buena descifrando los sentimientos y cómo funcionaban en las personas.
—No había manera de decírtelo —le explicó Alice a Priscilla un día, cuando las tres se dirigían a la clase de Herbología. Cruzaban los jardines, cubiertos por una ligera escarcha blanca que empezaba ya a derretirse—. Es decir, si lo hubieran llegado a formalizar, tal vez.
—Pero era todo demasiado volátil —continuó Lily con tristeza—. Estaban en extremos opuestos de la relación. Marlene dejó muy claro que no quería compromisos. En realidad, creo que le daba vergüenza...
— ¿Vergüenza de amar a Mary? —preguntó Priscilla, frunciendo el ceño
—Ni siquiera sé si la ame —negó Lily—. Me odio por decir esto, pero no creo que Marlene pueda comprometerse con alguien.
Priscilla parpadeó, a la vez que miraba el césped frente a ella y los huecos dejados atrás por la nieve. La brisa era abundante y otoñal, y movía con fuerza la bufanda que se había colgado al cuello esa tarde, así como cada parte del cabello de las chicas.
—Puede que sí —dijo en voz baja, y Lily le dirigió una mirada perpleja. Priscilla desvió el rostro, enfocándose en el grupo de estudiantes que esperaban afuera del Invernadero—. Sé que suena como una locura, pero... Marlene siempre ha cuidado a Mary; ha sido dulce con ella. Y si todo esto comenzó durante el verano, en que Marlene comenzó a comportarse raro... Es decir, no creo que a Marlene le importe un comino Mary, pero tampoco sabe como lidiar con sus sentimientos.
Alice dejó escapar un silbido— ¿Desde cuándo saber leer a las personas?
Claro, Alice era la buena adivinando lo que sucedía a su alrededor. Cuando se convirtiese en auror, podría trabajar encubierta sin ningún problema.
Fue una suerte, entonces, que no tuviera tiempo para analizar a Priscilla más a fondo, puesto que hubiera podido adivinar lo sucedido con Sirius la noche de la fiesta. Sirius, por Merlín. Priscilla habría querido mandar su beso -no a él- a un rincón de su mente, y no porque fuera una especie de recuerdo vergonzoso, claro... Sino porque resultaba aterrador lo feliz que se sentía al pensarlo.
Al desear que sucediera de nuevo.
—Sólo no quiero creer que una de mis mejores amigas es una mala persona —negó Priscilla, aclarando su garganta—. Por el contrario, me gustaría creer que hay una razón detrás de sus acciones; de la manera en que engañó a Mary.
—No hay una razón para esas cosas. No puedes decirle a alguien que le quieres, luego mentirle e irte a pasear por la cama de otras personas —negó Lily, impertérrita. Ella desaprobaba por mucho el comportamiento por Marlene y su corazón compadecía el sufrimiento de Mary.
Priscilla abrió la boca, queriendo decir algo. Un dolor leve pero firme se adueñaba de su corazón cuando recordaba el gesto desolado de Marlene al escuchar aquellos insultos, cuando pensaba en lo triste que se veía...
Se detuvieron frente al grupo de estudiantes que esperaba a la profesora Sprout, en variados colores rojos de Gryffindor y amarillo de Hufflepuff; todos expectantes. La puerta no tardó mucho en abrirse, siendo la cuestión que las chicas iban algo retrasadas. Los estudiantes entraron y se organizaron a lo largo de las mesas del Invernadero, mientras que la profesora dictaba unas breves instruciones para las clase del día. Priscilla paseó su mirada por el lugar antes de ubicarse en un asiento; encontró a Mary recluida en una esquina –sin rastro de ojeras, gracias a Merlín– donde no tardó en ser acompañada por Lily, mientras que Marlene charlaba con unas chicas de Hufflepuff a las que se les unió Alice; y ella contempló el lugar, sin saber muy bien donde ubicarse en aquella escena nueva y abrumadora.
Algo tiró de su bolso, llevándola a tropezar hacia atrás; su bolso fue arrebatado y luego la túnica entre sus manos corrió la misma suerte.. Priscilla se giró recuperando el equilibrio y descubrió a Sirius y a los merodeadores sentados en un grupo. James observaba algo aburrido a su alrededor, mientras Remus le explicaba algo a Peter señalando el libro de Herbología. Sirius dejó el bolso de la chica frente a un asiento vacío, así como la túnica que no había llegado a ponerse.
—Eh, Floyd, siéntate ya —repuso con una sonrisa—. No quieres que Sprout piense que después de tanto tiempo te estoy mal influenciando.
Priscilla contuvo un suspiro, y de una manera que habría hecho a su abuela avergonzarse, se aproximó a los Merodeadores, empujando hacia un lado el drama de sus propias amigas.
—Sé que te gusta creer que eres alguna especie de rebelde, pero todos los profesores reconocen tus capacidades —explicó ella, acomodando su falda luego de tomar asiento—¿Cómo estáis, chicos?
James profirió un bufido.
—Adeline Fawley rompió conmigo ayer —contó con tono triste—. Pensé que está vez sería la buena.
—No exageres —rio Sirius—. Solo estás desanimado porque, bueno... —se interrumpió, como si no quisiera mencionarlo frente a Priscilla.
—Tenía buenas tetas —intervino Peter de repente.
—Sí, Colagusano, eso era justo lo que evitaba decir.
Priscilla se mordió la mejilla, evitando esbozar una sonrisa acostumbrada a las tonterías de los chicos.
—De todos modos, también estaba algo loca —continuó James—. Antes de terminar me preguntó si visualizaba un futuro con ella. Y como le dije que no...
Priscilla parpadeó, mirando a James muy sorprendida. Remus se apresuró a intervenir.
—En las familias mágicas de alto renombre es común acordar matrimonios por conveniencia desde el colegio —explicó, adoptando un aire intelectual a pesar de las ojeras casi verdes bajo sus ojos—. Es evidente que a James y a cualquiera de nosotros le parece una completa locura, pero para ellos es perfectamente razonable. Perpetúa la pureza de la sangre, enlaza cuantiosas e importantes herencias...
—Es toda una burocracia —bufó Sirius, que de forma muy amable, comenzó a sacar la libreta de Priscilla, su pluma y tinta, y las colocó sobre la mesa con cuidado.
— ¿A ti tus padres no querían casarte con una de las Moore? —recordó Peter, dando unos golpecitos ansiosos a la mesa.
Sirius tropezó al oír aquello, y de sus manos resbaló el frasco con tinta. Priscilla lo atajó en el acto, sintió el ámbar bailar en su muñeca, y un segundo después alzaba una ceja en dirección a Sirius.
—Mis padres querían comprometerme con la mayor, Marie, que es la persona más parecida a un espantapájaros que verás en tu vida... —admitió y Priscilla ocultó una sonrisita. Recordaba haber visto a la hermana de Elizabeth -que estudiaba en Beauxbatons- y a su escalofriante madre en la estación de trenes un par de veces—. Pero terminé por desagradar tanto su madre, Evanora, que ella misma se encargó de quitarles la idea de la cabeza.
—Aunque Elizabeth es muy bonita; tú mismo lo dijiste. El año pasado coqueteabas con ella todo el rato —confesó James, apoyando la barbilla en la mesa, y Priscilla apretó los dedos de los pies, de repente tensa—. Y aquella vez...
—Creo que Sprout intenta decir algo —interrumpió Sirius de repente, y los chicos callaron.
Priscilla profirió un silencioso suspiro, y casi sin pensarlo, alzó la vista hacia Sirius; que ya estaba mirándola. Ambos jóvenes compartieron una rápida mirada, casi hablando a través de ella, robándole el aliento al otro por igual. Priscilla sabía que no era como otras veces, que en medio de lo sucedido en Halloween y su pasada conversación sobre Elizabeth, algo flotaba entre los dos como una idea silenciosa y demasiado nueva para ser concretada. Quisiera haberse movido, pero Priscilla se quedó donde estaba e hizo caso a su razonamiento, al lado de la balanza que había decidido escuchar.
O al menos lo intentó.
Algo suave y rapaz le rozó la rodilla de repente, enviando una pequeña vibración a lo largo de su pierna. Priscilla contuvo la respiración, y bajó la mirada hacia su pergamino, en tanto intentaba mantener la compostura. El roce se repitió una segunda vez, más largo y presionado contra su piel, arrancándole una inhalación que se confundió con el murmullo de los estudiantes y las órdenes de la profesora. El autor del crimen, al ver a la chica reaccionar e la manera deseada, paseó los dedos más libremente a lo largo de su muslo, llegando a rozar el borde de su falda, pero sin subirlo. Sus dedos eran como un pincel trazando un camino cosquilleante y enfebrecido, conscientes de lo que quería transmitir tanto como de lo que no podía ser dicho en voz alta.
Sirius se inclinó para alcanzar algo en medio de la mesa, y aliento pasó alborotando un lado del cabello de Priscilla.
—No te pongas celosa —murmuró, apenas moviendo los labios, pero ella no pudo decirle que lo había escuchado.
O de lo mucho que le importaba aquella declaración; aún cuando no tuviera sentido alguno.
***
El primer partido de la temporada de Quidditch fue el segundo sábado de Noviembre y todo el colegio hervía en expectativa y fanatismo. El último partido de la temporada pasada, tan reñido como fue, dejó los ánimos caldeados y la reputación del equipo de Ravenclaw, así como la de Roger –capitán y cazador– muy en alto. Ahora, todos esperaban una final parecida a la del año anterior, sino es que igual, y los hinchas de Quidditch estaban sedientos por ver qué alumnos de séptimos terminarían siendo fichados por algún equipo al finalizar el año.
Priscilla asistió junto a Alice y Marlene, en tanto Lily prefirió quedarse con Mary y salir a dar una vuelta por el castillo. Como buenos hinchas del Quidditch que eran, Sirius y James se presentaron junto al resto del equipo de Gryffindor, aunque algo enfurruñados por tener que ver a alguien que jugaba casi tan bien como ellos; Remus y Peter solo disfrutaban ver un partido. En realidad, las gradas estaban llenas de estudiantes felices de estar apretujados y a punto de disfrutar un partido.
Aunque el partido se extendió en la búsqueda por la snitch, Ravenclaw terminó por conseguir una victoria aplastante que hizo a algunos chicos de Hufflepuff llorar y dejó a sus contrincantes en las gradas tan fascinados como advertidos. Roger Fawcett se alzó para recibir el crédito de su equipo, los vítores y las felicitaciones, y luego se encargó de levantar en el aire a cada uno de sus jugadores.
—Es muy querido —comentó Alice, mientras bajaban las gradas y veían a los de Ravenclaw festejar frente a las mismas, en un trozo del campo.
—No por nada se volvió Premio Anual —continuó Priscilla—. No es una cuestión de notas u horas de estudio, sino de carisma, liderazgo y habilidades. Una verdadera promesa del Mundo Mágico.
—Y que lo digas —Alice esbozó una sonrisa— ¿Quiénes de nuestros compañeros creéis que serán los elegidos?
—Tal vez Nolan Vance —terció Priscilla, metiendo las manos en los bolsillos de la chaqueta—. Hufflepuff lleva años sin tener un Premio Anual.
—Son demasiado humildes —aceptó Alice—. Por eso Charity le quitó el premio a Elizabeth este año... Es de Gryffindor, pero demasiado tímida.
Marlene se acomodó el chal dorado que llevaba sobre los hombros, y echó una mirada a los estudiantes de Gryffindor que se dividían a su alrededor. Jesse y Lira pasaron junto a ellos, muy enfrascados el uno en el otro.
—Tienes que ver a su madre. El regaño que debió recibir por no ser escogida sefuro fue peor que haber perdido el premio —se estremeció, aún luciendo perfecta con un maquillaje que cubría al completo sus ojeras—. Son una familia de mujeres podridas por la magia oscura.
Priscilla apretó los labios, recordando los ojos triste de Elizabeth y su manera rápida para hablar y escabullirse. De forma casi instintiva, se encontró buscándola entre la multitud de jóvenes, más no la encontró por ningún lado. Si acaso vio pasar a Peter con las manos llenas de chocolate y a Mulciber con una sonrisa maliciosa en el rostro -a saber qué fechoría acababa de cometer-. Incluso vio a Sirius charlando con James y Remus mientras comían unas frituras... Así que no estaba con una chica, pensó Priscilla, antes de horrorizarse ante ello.
— ¿Qué tenéis ganas de hacer? —preguntó Alice de súbito, viendo que sus amigas se habían detenido a la salida del estadio.
—Si los elfos están de buen humor seguro encontramos chocolate caliente en el Comedor.
—Siempre están de buen humor, en realidad...
—Oye, Priscilla.
La mencionada se dio vuelta al oír el llamado de una voz masculina tras ella, y su cabello terminó impactando en el rostro del chico sin mucho cuidado. Frente a ella estaba Roger, aún vestido con el uniforme de su equipo, el rostro manchado de tierra y los rizos empegostados que le caían alrededor de la cabeza. Sin embargo, su gesto era tan amable como siempre, tan guapo que el corazón de Priscilla no pudo evitar acelerarse.
— ¡Hola! —ella se sonrojó, a la vez que enrollaba su cabello sobre su hombro— Lamento eso... Felicidades por el partido.
—Gracias —Roger rio, a la vez que sus mejillas se teñían de rojo; tal vez era la excitación del partido—. Me alegra que hayas venido.
—No me lo perdería por nada; es el inicio de temporada —explicó ella, consciente de que sus amigas debían estarles viendo en silencio—. Además, es increíble verte jugar.
Roger se llevó una mano al cabello— ¿En serio? Pues gracias. Creo que los movimientos pudieron ser mejores....
Tal vez fuera la mirada brillante en sus ojos claros, o la manera en que él la mirada y resultaba todo tan obvio... Pero Priscilla se halló entre nerviosa y emocionada. Se balanceó sobre la punta de sus zapatillas.
— ¿Qué harás ahora? Los chicas chicas y yo iremos a buscar algo en el Comedor, así que si quieres venir...
—En realidad haremos un pequeño festejo en la Torre, aunque será algo sencillo y termina temprano —explicó Roger, con gesto sereno—. Por eso te buscaba, quería invitarte. Es decir, me gustaría verte allí... —Cabeceó, su tono nervioso— Y tus amigas también están invitadas, claro...
— ¿Has oído, Marlene? Con que no somos invisibles.
Priscilla evitó reírse ante el comentario de Alice, pero el sonrojo de Roger no hizo más que aumentar, y una risa nerviosa brotó de sus labios. Acompañada por las chicas, pensó Priscilla, aquello no podía considerarse una cita, aún cuando fuera a hablar con Roger e incluso aceptar una bebida. Así que se dispuso a asentir, justo cuando un muchacho muy alto y de gesto preocupado se acercaba por detrás del castaño y lo cogía del hombro con suma urgencia.
—Ro, tienes que venir ahora mismo —expuso uno de los golpeadores de Ravenclaw, a quien Priscilla reconoció como Deacon Markle—. Creo que se cancela la fiesta. Lorraine está histérica y...
Roger frunció el ceño, y se giró para ver mejor al chico alto y rubio que era su mejor amigo.
—Espera, espera ¿Qué pasa? Orianne y yo hablamos con Flitwick la semana pasada...
—No es eso, Ro —negó Deacon, mirando a su amigo como si sintiera gran pena—. El director recibió la noticia al finalizar el partido y luego vino con Flitwick, pero ya te habías ido —Apretó los labios y luego, con gran esfuerzo, pronunció:—. Ha muerto la familia de Lorraine.
El efecto fue inmediato. Marlene lanzó una exclamación tras ellos y Priscilla sintió que Alice le ponía una mano en el hombro, clavando con fuerza los dedos. Roger trastabilló hacia atrás, y Deacon tuvo que sostenerlo, aunque pareció preparado para aquella reacción. El color se drenó de su rostro y los ojos recorrieron a Deacon con rapidez y precisión, como buscando en las líneas de su cara la veracidad del sentimiento provocado por la noticia.
— ¿Muerto? —repitió, y su voz era apenas un jadeo incrédulo.
—Sí. Sus padres y sus dos hermanos pequeños. Fueron asesinados por mortífagos.
*****
mi vida se complicó y no pude publicar el domingo pasado, pero aquí estamos y aquí seguimos. Se me acabaron los capítulos adelantados pero estoy poniéndome al día con eso y, de ser muy díficil escribir, podría terminar publicando una semana sí y otra no, pero dudo que suceda.
En fin, opiniones?
Nos leemos pronto.
29/08/21, 14:01
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