Capítulo 20. Tienes que pedirlo.
Priscilla se dirigió entre aturdida y apresurada a buscar otra bebida.
La vergüenza de lo que hizo no se disipó mientras bajaba a grandes tragos su combinación de vodka y jugo, aunque sus ideas se difuminaron un poco y su mente empezó a sentirse más ligera. Había estado a punto de besar a Sirius, y no por un error, sino la más sincera de las intenciones. Y aún peor, él estaba consciente de eso, y casi pareció dispuesto a recibir el contacto... ¿O el casi estaba de más? Priscilla podría jurar haberlo sentido inclinarse hacia ella, siguiéndola para conseguir el contacto de sus labios más rápido... ¿O era el alcohol, distorsionando lo sucedido?
Priscilla dio otro sorbo a su trago. De cualquier manera, abstenerse de beber no iba a aclarar su situación y por el contrario, podría ayudarle a seguir despejando el huracán de pensamientos que le revolvían la mente. O al menos, a lanzarlos debajo de la alfombra por un tiempo. La pelinegra se apartó el cabello de los hombros y observó la multitud frente a ella, anhelando un momento a solas. Alumbrados por unas velas hechizadas, Lily bailaba con un chico de Hufflepuff muy sonrojado, mientras que Alice estaba sentada sobre las piernas de Frank en un sillón a las esquinas de la Sala, susurrando cosas en la oscuridad. Incluso Peter y Mary bailaban a una distancia prudente, y Elizabeth charlaba con el buscador del equipo de Ravenclaw. La bufanda azul del chico trajo una pregunta a la mente de Priscilla que fue respondida casi al instante.
Unas pequeñas risas llamaron su atención y Priscilla miró a través de la Sala; divisó a Roger Fawcett cruzar el retrato de la Dama Gorda junto a un par de amigos. Era parecido a Frank, pensó ella, mientras lo veía sonreír a cada persona que saludaba y como éstos se sentían complacidos ante su presencia. Lo mismo sucedía con James y Sirius.
Sirius, su mejor amigo, la persona con la que Priscilla más disfrutaba pasar el tiempo, haciendo cualquier cosa... Que ahora estaba bailando en algún rincón junto a Marlene.
Priscilla vio a Roger acercarse a ella con un interés evidente (en realidad, le había notado buscarla con la mirada por toda la Sala) y tuvo que dejar sus divagaciones para más tarde. Aunque no eran divagaciones del todo, porque Sirius era un tema recurrente en su vida y no solo alguna especie de impulso momentáneo como había sido el deseo de besarlo...
—Te ves un poco distraída —dijo Roger a modo de saludo— ¿Estás bien?
—Por supuesto —asintió, formando una sonrisa en sus labios—. Sólo necesitaba tomar algo frío, y bueno, alejarme un poco de la gente.
—Ya veo —los ojos dorados del chico recorrieron la sala—. Este lugar está lleno.
Priscilla estuvo de acuerdo, y su mente eligió aquel camino para distraerse.
—Ya lo creo. No sé cómo limpiaré mi expediente si algún profesor descubre esto.
—Podrás arreglártela con Slughorn. No querrá quedarse sin invitados para su baile de Navidad... Aunque me sorprende un poco que Filch no haya aparecido por aquí.
—Deben haberlo distraído de alguna manera —repuso Priscilla, sin intención de confesar que James y Sirius le habían colocado un poco de poción somnífera en su té de la tarde y el vigilante de Hogwarts no despertaría hasta bien entrado el día siguiente— ¿Quieres buscar algo de beber?
—Claro, me vendría bien —el gesto de Roger hizo a Priscilla sonrojar. Se sentía algo vanidosa al pensar que la emoción de Roger, tan detectable, eran producto de que estaba atraído hacia ella. Pero tampoco podía evitar las señales.
Señales. Mierda. Las señales te guiaban y conducían a un resultado final. Entonces ¿Priscilla habría recibido alguna señal de Sirius como para creer que él estaría dispuesto a corresponder un beso suyo?
A pesar de que durante sus visitas al pub en Gales no había creado gran resistencia al alcohol, Priscilla aceptó otra bebida y confió en ella para seguir dispersando los atropellados pensamientos sobre su mejor amigo. Mientras Roger la conducía por una conversación demasiado trivial para llevarse su entera atención, los labios de Priscilla se movían y su mente se apartaba por otro camino.
El lugar estaba ya tan oscuro que apenas podía distinguir al chico frente a ella con la luz de luna que se filtraba por las ventanas, y ni qué decir de la gente que bailaba en la pista. Era imposible conseguir a cualquier persona en medio de aquella revoltosa multitud...
— ¿Una fiesta en la torre de Ravenclaw? —Priscilla se giró hacia Roger, sus cejas arqueadas—. Pensé que teníais prefectos súper estrictos...
—Así es. He intentado que se relajen un poco, ya que soy el mayor —Roger se sonrojó ligeramente—. Quiero decir, que se puede llevar a la diversión y la disciplina de la mano ¿No crees?
Priscilla asintió, pasándole el turno de hablar.
—De todos modos, si perdemos, será la fiesta más triste de todos los tiempos.
—Qué va —ella le ofreció una sonrisa, a pesar de su postura tensa—. Podría apostar que la final de este año será entre Gryffindor y Ravenclaw.
—Deberé evitar que mis jugadores me vean coqueteando con el enemigo, entonces. Me haría un mal capitán.
—Y un mentiroso —recalcó ella, sin que la directa confesión de Roger pudiera sacarle del cuerpo la inquietud que sentía en esos momentos.
El olor a vodka y tal vez tequila aumentaba, y solo el hechizo insonoro puesto alrededor de la Torre era capaz de contener la música que les hacía mover el cuerpo. Priscilla había bailado con sus amigas un buen rato, antes de encontrar a Sirius, pero no tenía ganas de hacerlo ahora, ni siquiera con Roger, cuyos ojos dorados empezaban a erizarle la piel. Era tan guapo que las chicas –e incluso chicos- que pasaban a su lado se detenían a mirarle un par de segundos; pero no era la prioridad de Priscilla.
—Floyd, ¿Dónde te habías metido? —La inconfundible y animada voz de James Potter fue como un tirón para Priscilla. Esta se volteó hacia el recién llegado, que miró con mala cara a su acompañante—. Fawcett... ¿Buscando lo que no se te ha perdido?
—Un gusto, Potter —entrecerró los ojos.
Priscilla atrajo la atención de James inclinándose hacia— ¿Pasa algo?
El moreno alzó las cejas.
— ¿Ya lo sabes? —Preguntó, pero la mirada interrogativa de Priscilla lo hizo chasquear la lengua— ¿Lo de Canuto?
— ¿Qué? No ¿Le pasó algo? —las palabras de Priscilla fueron rápidas y atropelladas.
James apoyó las manos en las caderas.
—Empezó a sentirse mal hace un rato... Puede que fuera tanta comida y alcohol. Aunque de todos modos, él tenía más resistencia...
—Concéntrate.
—Bueno, se puso algo verdoso, y McKinnon lo ayudó a subir a la habitación, y no volvió a bajar, pero confío en que ella lo cuida bien; y yo debo tener un ojo en todos aquí abajo. Pensé que ya lo sabrías, porque claro, no te lo diría si pensara que fueron a hacer indecencias...
—Ya lo capto. Iré a ver cómo sigue —lo cortó Priscilla, y pasando de los chicos junto a ella, abrió su camino hacia donde su mejor amigo se encontraba, intentando ignorar la insinuación de James sobre lo que Sirius y Marlene podrían estar haciendo.
Alcanzó a oír a James murmurar— Que altruista y desinteresado es el interés de un amigo ¿Verdad, Fawcett?
Priscilla subió a trompicones las escaleras de los chicos, con el corazón latiendo aceleradamente y en la boca del estómago. Esperando que la distribución solo fuera un espejo de los dormitorios de las chicas, buscó la habitación de quinto año. Una pálida luz se escapaba por el piso de la puerta entreabierta, que Priscilla empujó sin detenerse a pensar en lo que podría encontrar dentro.
Una chica rubia se paseaba nerviosa en medio de las cinco camas, con el cabello revuelto y limpiando el sudor de sus palmas en la tela de su vestido holgado, corto y plateado. La puerta del baño de la habitación, por el contrario, estaba cerrada, pero la luz encendida y el sonido de unas arcadas le indicaron a Priscilla que Sirius debía estar ahí. Pasando de Marlene, quién le dirigió una mirada sorprendida, la pelinegra apoyó la oreja en la madera y respiró hondo.
— ¿Sirius? ¿Estás bien?
El chico se tomó un par de segundos para contestar. Cuando lo hizo, su voz sonaba ronca amortiguada por la acústica.
— ¿Floyd?
—Sí. James me dijo lo que te pasó —Priscilla atropellaba las palabras— ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas ayuda?
—No, creo que podré apañármelas solo. Pero no entres, esto está horrible—soltó un suspiro exagerado—. Mierda, podría jurar que algún Slytherin infiltrado me echó algo en la bebida... No es normal que me ponga así con dos cervezas.
—Luego nos preocuparemos por eso —repuso Priscilla, tirando para después sus ganas de arrancarle la cabeza a quien hubiera osado a poner a su amigo en ese estado— ¿Seguro que estás bien?
—Claro, después de devolver todo lo que tenía en el estómago... Me lavaré los dientes, cambiaré esta fea ropa y saldré a conquistar al resto de las nenas.
Priscilla soltó una risa débil.
—Vale. No dudes en decirme si necesitas algo...
— ¿Puedes esperarme afuera? —Sirius bajó la voz—. Me sentiría mejor si hicieras eso.
—Por supuesto.
La conversación concluyó e hizo que el corazón de Priscilla recuperase un pulso tranquilo. Esta se pasó las manos por el cabello, al tiempo que se giraba para ver a Marlene; fue cuando notó que a esta se le saltaban las lágrimas.
— ¿Qué pasó? —preguntó con tranquilidad.
El labio de Marlene tembló.
—Pues que bailamos, y le ofrecí una bebida para que se relajara, ya sabes, y pudiéramos pasarla bien —Marlene esquivó la mirada de Priscilla—. Entonces comenzó a marearse, y puso pálido y no podía pronunciar bien las palabras... Se veía terrible.
— ¿Por qué no lo llevaste a la enfermería? —Interrumpió—. La señora Pomfrey podría resolver esto en segundos...
— ¿Estás loca? Si los profesores se enteran...
— ¡Una fiesta no es más importante que la salud de Sirius!
Marlene se apartó el pelo del rostro—Por Merlín, no hagas un drama sobre esto. Ni siquiera Potter se angustió.
—Porque pensó que lo cuidabas, e incluso tú estabas preocupada y no hiciste nada —la cortó Priscilla, de repente muy seria—. Lo que describes parecen los efectos de una droga. De no haber vomitado tan rápido, pudo pasarle algo muy malo.
— ¿Qué-é insinúas? —Sus mejillas se tiñeron de rojo—. No pensé que estuviera metido en esas cosas. De ser así, habría buscado a alguien más...
Las cejas de Priscilla se dispararon— ¿Querías ligar con Sirius?
— ¿Hay algún problema? Es guapo y...
—No quiero que intentes salir con Sirius —espetó Priscilla, sin reparar en lo caprichosas que sonaban sus palabras— ¿Acaso hay un chico en este castillo al que no te quieras ligar?
Marlene echó la cabeza hacia atrás, como si las palabras de Priscilla le hubieran golpeado. Esta se dio cuenta muy tarde de lo rastrero que había sonado eso, y aún así... Algo en la manera en que había sucedido todo, en que Marlene de pronto parecía interesada en Sirius... Todo le daba ganas de gritar.
—No es tu problema con quién estoy o no —dijo con los dientes apretados—. Y de todos modos, pensaba que solo erais amigos ¿O eso fue antes de que intentases besarle?
Priscilla sintió que su estómago se contraía y empezaba a quemarse, como un veneno que le ardía en el cuerpo— Vete a la mierda.
—No es como si me hiciera mucha ilusión, de todos modos —replicó la rubia, y se dirigió a la salida de la habitación—. Quédate con tu pequeño renacuajo desheredado.
Priscilla se mordió el interior de la mejilla con fuerza, mientras escuchaba los pasos de Marlene alejarse. Mierda, quería gritar y ni siquiera sabía por qué estaba tan molesta... O la razón de su discusión con la rubia. O de si había sido una discusión como tal ¿Acaso había sido algún tipo de amenaza o insinuación el final? Como si Priscilla no tuviera bien claro ya que Marlene era capaz de enrollar a cualquier chico en su dedo... Lo que Priscilla tenía claro es que no deseaba volver a ver su rostro en un buen rato y de que quería interponer cuanta distancia fuera posible entre ellas.
La puerta del baño se entreabrió y una voz susurrante escapó por ella.
—Eh, Floyd.
— ¿Qué pasa? —la voz de Priscilla sonó más cansada de lo esperado.
— ¿Ya se fue McKinnon?
—Sí ¿Por qué?
—No quería salir con ella ahí. Solía caerme bien, pero últimamente siento que está algo rara.
—Sí, lo sé —suspiró Priscilla— ¿Cómo sigues?
—Mejor —dijo, pero sonaba cansado—. Creo que me echaré a dormir, y mañana mataré al que me arruinó el Halloween de esta manera.
—No si lo encuentro primero —replicó la pelinegra, sintiendo el cuerpo más ligero.
—Es adorable que digas eso —sonrió Sirius, antes de salir del baño y cerrar la puerta tras de sí— ¿Me ayudas a llegar a mi cama? Se me quitó cualquier tipo de ebriedad, pero es como si mi cuerpo estuviera deshaciéndose...
Se había despojado de su camiseta y soltado el botón de los vaqueros, que le caían holgados alrededor de las caderas y revelaban el borde de su ropa interior. Sirius se llevó las manos a la nuca y movió los hombros, como desperezándose. La flexión en los brazos desveló a lo largo de sus músculos una serie de trazos y sombras que hicieron a Priscilla contener la respiración de golpe. No era posible verse tan bien haciendo sólo eso, pensó, reparando en el rostro apacible de Sirius, que con los ojos cerrados ignoraba la impresión de la chica.
—A mi me parece que te ves muy repuesto —dijo Priscilla, con la voz como un graznido. Intentó obligarse a sí misma a mantener los ojos en el rostro de su mejor amigo.
—Si abro los ojos, todo me da vueltas. Incluso vi un hipogrifo en el baño —explicó Sirius, y extendió los brazos— ¿Dónde estás, Priscilla?
La mencionada avanzó torpemente, extendiendo las manos para coger las de Sirius con cuidado; eran más grandes que las suyas y tan familiares como siempre, lo que le devolvió un poco la calma. No planeaba tocar su torso desnudo, sin embargo.
— ¿Por qué estás siempre tan fría? —Cuestionó Sirius, apretando sus dedos, mientras Priscilla tiraba de él a lo largo de la habitación; habiendo visualizado ya la cama con su nombre—. Deberías llevar un suéter a todos lados.
—Ya, porque soy una especie de bebé —ella puso los ojos en blanco, divertida, y retiró las cortinas de la cama. Estaba hecha perfectamente, obra que seguro era de los elfos y no de Sirius.
—En realidad me sorprende que no estés todo el tiempo resfriada —replicó el moreno, cuyo cabello desordenado sobre su rostro. Una vez hubo tomado asiento en el borde de la cama, abrió sus ojos grises, oscurecidos ante la poca iluminación, y los clavó en la chica frente a él. Debería pedirle que se alejase, pensó Sirius, al notar lo fácil que era oler su aroma dulzón y lo cerca que estaba de él; podía distinguir el gesto preocupado de sus ojos violáceos y los lunares oscuros que le marcaban los hombros, el cuello y el pecho, como algún estúpido camino que cualquier tonto moriría por recorrer con una senda de besos. Mierda, incluso era capaz de delinear la forma de sus pequeños senos con aquel maldito top.
Sirius se tiró en la cama, fijando la mirada en el techo y aliviado de que Priscilla no pudiera leer sus pensamientos.
— ¿Te arruiné la fiesta?
Ella lo meditó un par de segundos, y para mayor suplicio tomó asiento a su lado y se dejó caer junto a él. Al menos no se rozaban en ningún punto.
—Qué va. Bailé tanto con mis amigas que ahora me duelen los pies y bebí algo —Priscilla inclinó la cabeza, reposando la mejilla sobre la suavidad de las sábanas—. Y es importante para mí cuidarte si estás mal.
— ¿Aunque estuvieras hablando con Roger?
Priscilla abrió los ojos— Acabo de decir una completa cursilería ¿Y eso es lo que te preocupa? ¿Cómo pudiste verlo, de todos modos?
—Puedes ignorar muchas cosas al borde de la muerte, pero no a tu mejor amiga hablando con un tonto —recitó Sirius, esbozando una sonrisa boba—. Y gracias por la cursilería. Para mí también es importante cuidarte.
La pelinegra soltó un bufido.
—No me gusta que lo hagas como si fuera tu hermana pequeña.
—No te veo así —resopló Sirius al instante—. Sería asqueroso.
Priscilla alzó una ceja— ¿Por qué? ¿Alguien tan genial como tú no puede compartir genes conmigo?
—Floyd, hace un momento te molestaba que te considerase mi hermana y ahora te molesta que no se me cruce por la mente hacerlo.
Sirius culminó sonriendo y Priscilla no replicó nada más, algo enredada entre su lengua, el alcohol y el hilo de sus pensamientos.
—Creo que me peleé con Marlene —soltó de pronto, pasándose una mano por la frente—. Me dijo que quería ligar contigo y yo me comporté como una loca al respecto. Debería disculparme...
— ¿Te pusiste celosa?
Priscilla ignoró el tono burlista, y continuó, algo más honesta por el alcohol.
—Es una estupidez, pero... Me repugna la idea de vosotros saliendo —y de tú con cualquier otra chica, pero ese es un tema aparte—. Sería incómodo.
—Entiendo. Yo perdería la razón si salieras con Lunático, por ejemplo...
—Sólo dime que no vas a salir con ella —dijo Priscilla rápidamente, consciente de que la sensación ácida en su estómago eran nada más que la forma más pura de los celos—. Por favor.
—No tienes que preocuparte, Floyd —Sirius alzó una mano y le acarició el antebrazo—. No es mi intención hacerte infeliz.
Priscilla soltó un suspiro, como rindiéndose ante sus tontos pensamientos. Con ayuda del empeine de sus pies se retiró los tacones y subió las piernas a la cama, descubriendo así que tenía los dedos congelados. A su lado, Sirius respiraba con tranquilidad, su cuerpo presionando el colchón. La calidez que emanaba su cuerpo era como una pequeña ola que rozaba el brazo izquierdo de Priscilla, erizando su piel, haciéndola derretir. Esta cerró los ojos, de repente somnolienta.
—Huele muy bien aquí —murmuró, atrayendo la atención de Sirius.
— ¿Un cuarto de cuatro adolescentes varones huele bien?
—Sí, suena loco. Pero me refiero a tu cama —aclaró con voz pastosa, sin reparar en lo imprudente que resultaba, o como el corazón de Sirius estaba a punto de detenerse. Giró el rostro y rozó la nariz contra el hombro del chico, olía a colonia, un poco de dentífrico y algo más... Algo que solo le pertenecía a él—. Huele a ti.
Tal vez el aire se condensó un poco, o Priscilla era una especie de veela cuya piel desprendía algún tipo de toxina, pero Sirius sintió que la garganta se le cerraba al oírla decir eso así, tan naturalmente. Y el simple roce de Priscilla contra su piel lo trastocó. Sirius giró el rostro, y pudo verla entonces, unos centímetros por debajo de él. Era sombras y oscuridad, pero conocía muy bien las facciones de su rostro. Si no fuera tan jodidamente impaciente, incluso podría dedicarse a dibujarla. Priscilla era tan bonita que él podía sentarse a verla todo el día.
—Escucharte decir cosas así es mi gusto culposo. Entre tantas cosas que tienen que ver contigo —murmuró él, y contuvo un bostezo.
—Deberías echarte a dormir y tumbarte boca abajo —anunció ella, apoyándose sobre sus codos, ignorando el vuelvo dado por su corazón al oír esas palabras—. Me quedaré viéndote un rato, no vaya a ser que...
—Me conozco a mí mismo lo suficiente, Floyd —la cortó—. Estaré bien.
— ¿Seguro? Podría darte fiebre —Haciendo lo impensable, Priscilla se inclinó sobre él y le colocó una mano en la frente. Esto no le habría afectado tanto de no ser porque su largo cabello se fue hacia adelante, pasando sus hombros, y cayó sobre el pecho y los brazos de Sirius como una especie de cortina que los encerró en un pequeño mundo donde solo existían él y su mejor amiga. Él y el aroma de ella. Él y la imperiosa necesidad de atraerla hacía sí y...
Entonces lo hizo.
Tomando el impulso y la valentía de algún modo, envolvió sus brazos en ella y la atrajo hacía sí con una fuerza que se equiparó a la agilidad de Priscilla. Esta colocó ambas piernas a los lados de la cadera de Sirius y se sostuvo brevemente en sus hombros para evitar caer ante el impulso, sorprendiéndose a sí misma con su rápida respuesta. Era como una diosa, pensó Sirius, viéndolo desde la cima del mundo, regalándole la caricia de aquel espectacular cabello ébano y el privilegio de estar bajo su mirada.
—Si tanto te preocupa lo que pueda pasarme, entonces quedémonos así —propuso, su mente dando vuelta al sentirla en tantos lugares—. Podrás sentir cualquier cambio en mí de inmediato.
Priscilla lo evaluó un par de segundos, en silencio, consciente de cómo el cuerpo de Sirius hervía bajo ella, y el latido acelerado de ambos. Era parecido a su cercanía de hace un rato, y al mismo tiempo distinto. No había nadie en la habitación más que ellos y la energía que vibraba en sus cuerpos y expresaba la conexión que existía entre ambos. Pero, aún así, no podía... No era capaz de hacer lo que verdaderamente deseaba; de tomar aquel riesgo descabellado. Porque aquel era Sirius, su mejor amigo, quien más le importaba; y su corazón acelerado y la electricidad que comenzaba en su vientre y se expandía por todo su cuerpo era solo producto de un deseo momentáneo ¿No?
—Sirius... —su nombre se sintió como una especie de condena. Incapaz de hablar, Priscilla deslizó las manos a través de su pecho, más consciente que nunca de la calidez de su piel y la dureza de los músculos bajo su toque. El corazón le golpeaba con fuerza las costillas, aumentando el sonrojo que ya le había provocado descubrir la dureza en los pantalones del chico bajo ella.
¿Cómo podría... cómo podría ella o cualquier persona resistirse a él? A su mirada insondable, y a la pequeña curva en la comisura de sus labios, que parecía un lugar perfecto para besar... Y ella no era mejor que nadie, no podía negarle a su corazón aquello que llevaba meses anhelando.
Priscilla se inclinó hacia adelante, presionándose contra él, como si todos los vasos de cerveza estuvieran trabajando en sus inhibiciones en ese preciso instante, y se detuvo a centímetros de su rostro. Estaba respirando sobre Sirius, calentando sus labios tal como él había hecho en la Sala Común, sin ningún descaro. Y no era que Priscilla tuviera intenciones de ser malévola, o cruel... Pero ya no podía ocultarlo—. Sirius, quiero un beso.
Él tragó saliva, como si de repente -y en el peor de los casos-, se hubiera quedado sin palabras.
— ¿Mío?
Priscilla se pasó la lengua por los labios, aún pintados con ese fantástico labial rojo, y asintió. Sirius reparó entonces en que era como haberse ganado la lotería. Aquella diosa de cabello negro y figura espectacular... Y estaba sobre él, estimulando cada poro de su piel. El chico intentó controlar el temblor de su cuerpo y le subió una mano por la espalda baja, disfrutando encontrarla arqueada contra él; y con la otra la tomó por la nuca, enredando los dedos en su cabello para poder controlarla.
—Tienes que pedirlo, Floyd —murmuró, tirando de su cabello con suavidad.
—Sirius, por favor —ella movió las caderas contra las suyas, arrancándole una exhalación. —, dame un beso.
El corazón de Sirius estalló contra su pecho, y con ambas manos guio a Priscilla hacia sí, acercando los labios de ambos. Fue tan fácil barrer las precauciones hacia un lado, y dejarse envolver por el deseo y el infinito cariño que sentía hacia ella, que casi pareció una tontería no haberlo iniciado antes. Encontró su boca a mitad de camino, sus labios suaves entreabiertos para él. La besó con delicadeza primero, disfrutando de la sensación del rostro de Priscilla contra el suyo, de sus piernas ocasionando una fricción tortuosa sobre él, y ambos corazones golpeando con fuerza ambos pechos.
La deseaba desde hacía mucho, era cierto. Sirius jamás negó lo guapa que era, lo asombroso de verla sonreír y batir las pestañas cuando era coqueta sin proponérselo; tanto que se preguntaba cómo no era una princesa salida de un cuento de hadas. Pero también comprimía su respiración ver las curvas sobre su ropa, y observar detalles que antes le habían parecido irrelevantes en la anatomía femenina, como el arco de su mandíbula y el disimulado valle de sus senos, como sus hombros llenos de lunares que clamaban por ser besados, y la curva de su cintura donde sus manos podrían acoplarse sin ningún problema. Verla en ese contexto, con un par de tragos encima y su piel cremosa a menos de un roce de distancia, había sido como explotar finalmente.
La deseaba, era cierto. Y esa noche, cuando por fin podía besarla, Sirius aceptó finalmente la magnitud de sus propios anhelos.
Aunque sólo para sus adentros.
***
nos morimos? Sí, nos morimos
en el cap anterior agradecí mucho sus respuestas! también me pusieron que les gustaría algo de drama y, ay, chicas, si ustedes supieran el alboroto que se viene JAJAJAJA solo espero poder hilarlo todo bien y no destruir lo que llevo de novela jajsjsja
no soy nueva en estas escenas pero siempre es bueno saber que piensan para reflexionar, so, qué tal estuvo...?
sé que el beso estuvo casi al final pero yo sentí la tensión desde mucho antes jajsja
podría decirse -y les juro que no fue calculado- que estos veinte caps fueron el arco de la amistad, y que a partir de ahora... veremos¿
estoy buscando nuevas canciones para añadir al playlist así que si quieren dejar sus sugerencias, bienvenidas son :*
nos leemos el próximo domingo
8/8/2021, 9:45
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