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Capítulo 17. Incomodidad.

     A la mañana siguiente Priscilla y sus amigas recibieron su horario gracias a la profesora McGonagall. Seguirían compartiendo muchas clases, puesto que todas estaban buscando carreras difíciles que requerían estudios de EXTASIS en casi todas las materias; y ninguna fue tan ingenua como para creer que las horas libres –que eran bastantes– podrían usarse para descansar y reír a orillas del lago. Mary estuvo a punto de pensarlo, pero el resto la sacó rápidamente de su error.

     Sirius también estuvo en la mayoría de sus clases. A diferencia de James, cuya gran ambición era ser auror, el primogénito de los Black quería experimentar algo de la vida antes de verse encarcelado nuevamente al tener que estudiar cualquier carrera. Sin embargo, era consciente de su gran inteligencia y habilidades mágicas, y no planeaba desperdiciarlas, mucho menos ante el panorama tan oscuro que se evidenciaba en el mundo mágico. Necesitaba hacerse fuerte para protegerse así mismo y a los que amaba. Si no gustase tanto de desafiar a la ley, claro, se habría unido con James al curso de aurores.

     Cada contenido nuevo que veían era exhaustivo y rápidamente se vieron superados por la cantidad de información y hechizos difíciles que debían aprender y perfeccionar. Todos estaban trabajando 

— ¿Entonces volviste con él antes o después de saber que casi fue el Premio Anual?

     La pregunta de Marlene era maliciosa y Priscilla parpadeó, recordando donde estaba. Ella y sus amigas estaban sentadas en una de las placitas de piedra que habitaban dentro de los pequeños patios en el castillo, y sobre la mesa habían repartidos libros y unos cuantos dulces.

—Volvimos en vacaciones, Mar. Sólo que no os lo había contado —explicó Alice—. Estoy segura que esta ves es la definitiva.

—Eso espero, sobre todo si se le hará costumbre a Frank besarte así todas las mañanas —comentó Priscilla, y Alice se puso roja hasta las orejas al recordar el incidente que esa mañana le había informado a todo el pasillo que ella y Frank Longbottom eran pareja de nuevo.

—Fue inapropiado —Lily levantó la mirada de su libro, y sonrió—. Pero se vieron increíbles.

     Alice se puso aún más rojas.

—Ya, lo capto. Es que Frank es increíble. Y sus besos...

— ¡Sin detalles! —saltó Mary de repente, y sus amigas pegaron un brinco—. No queremos detalles de vuestros besuqueos o intercambios de saliva.

— ¿Y eso es porque...? —Marlene la miró con una ceja alzada.

—No quiero. Y punto —zanjó Mary, y escondió la cabeza en su libro de Transformaciones.

—Vale, obviando eso... —dijo Alice— ¿Que tenéis de nuevo para contar?

     Lily tamborileó los dedos sobre la mesa.

—Hablé con Potter ayer —dijo, arrancando exclamaciones de sus amigas—. Se acercó a mí cuando iba a la biblioteca, y de forma tan seria que estoy segura que lo escribió en un papel y luego lo memorizó, me pidió disculpas por nuestra pelea del año pasado. Ya sabéis, cuando el examen de Encantamientos —sus amigas asintieron, inmersas en el relato—. Dijo que se había comportado como un tonto, a lo que estuve de acuerdo, y luego se ofreció a compensarme de la forma en que yo quisiera.

— ¿Y qué le dijiste? —saltaron las cuatro al mismo tiempo.

—Pues que no quiero nada que tenga que ver o que venga de él. Así se lo dice y lo aceptó. Aunque estuvo bien de su parte disculparse —culminó la pelirroja, con una expresión tan seria como si estuviese informando sobre un examen final.

— ¿Y?

—No hay nada más que decir.

— ¡Vamos, Lily! —Marlene sonrió— ¿Qué hay de cuando admitirás que Potter y tú haríais la pareja más linda del año?

—Jamás va a pasar. Ya dije que saldría primero con el calamar gigante.

—Además, Mar —saltó Alice—, la semana pasada dijiste que la pareja más linda serían Sirius y Priscilla.

— ¡Oye! —saltó la mencionada—. Ya os he dicho...

—Sí, sí, que solo sois amigos —bufó Marlene con un ademán.

—A pesar de que os brillan los ojos cuando os miráis el uno al otro —añadió Mary.

—Los de Sirius son casi plateados, y los míos son muy oscuros como para brillar...

—Buenos días, señoritas.

     El cotilleo de las cinco amigas se detuvo con el nuevo invitado en su mesa. Todas alzaron al mirada al mismo tiempo.

     Junto a su mesa se hallaba nada más y nada menos que Roger Fawcett, el prefecto, alumno de Ravenclaw, que cursaba séptimo año y le arrebató de forma justa a Frank Longbottom el Premio Anual. Todas le observaron sin decir palabra, tomando un momento para procesar su intromisión. Durante el verano se había vuelto más alto y fuerte, y sus rizos desordenados lucían adorables sobre su rostro. Aún así, su mayor atractivo seguía siendo la sonrisa de dientes blancos y labios proporcionados que les ofreció e hizo a las cinco chicas tener un mini ataque al corazón.

—Buenos días, Roger —le saludó Priscilla, esbozando una sonrisa educada. Recordaba su breve charla en el último partido de Quidditch del curso anterior— ¿Cómo estás?

—Muy bien ¿Puedo sentarme?

—Por supuesto —ella recogió su bolso y se lo colocó sobre las piernas, agradecida de poder mantener la compostura. Roger se acomodó entre ella y Mary, que hizo un sonido estrangulado.

— ¿Qué hacían?

     Marlene carraspeó.

—Repasando apuntes. Cada año hay más deberes —rio con suavidad.

—Ya lo creo. Apenas y puedo respirar entre las tareas y los entrenamientos de Quidditch —comentó el chico con naturalidad, como si fuesen amigos acostumbrados a charlar siempre.

—Oí que fuiste nombrado capitán. Felicidades —comentó Alice.

—Gracias. Esperaba que Frank fuera el de Gryffindor, pero Potter es algo increíble sobre la escoba. Lo lleva merecido.

—Es cierto —Lily bromeó—. Aunque podría quitarle cabeza al Quidditch y ponerla en otras cosas.

—Eso no lo niego —Roger soltó una risa— ¿Que hay de ustedes? ¿Nunca pensaron en entrar al equipo?

—Uf, no. Me ocupo demasiado en las tareas como para pensar en nada más —se excusó Lily.

—El vuelo es pésimo para mi cabello —siguió Marlene—. Me lo enreda y esponja. Perdería demasiado tiempo arreglándolo después.

—A Mary y a mí nos dan miedo las alturas —explicó Alice, y la castaña hizo un leve asentimiento con la cabeza.

     Priscilla se encogió de hombros, ante la mirada inquisitiva de Roger. Sintió que se sonrojaba poco a poco.

—No tengo ningún tipo de coordinación para lanzar, parar o batear una pelota. Y ni hablar de perseguir algo tan pequeño como la snitch —esbozó una sonrisa entretenida—. Pero me gusta volar. La sensación de la brisa contra la piel, y cómo se acelera el corazón cuando vas cayendo...

—Entiendo. Es justo lo que amo de volar —coincidió Roger, inclinando la cabeza hacia ella—. Tal vez podríamos dar una vuelta en el campo de Quidditch algún día.

     Priscilla supo que estaba refiriéndose solo a ella, no a sus amigas. La respiración comenzó a fallarle un poco.

—Supongo que estaría bien —aceptó, su voz serena a pesar de lo mucho que flaqueaba su mente— ¿Has pensado en continuar una carrera en el Quidditch profesional? —preguntó. El gesto simpático de Roger le animó a no ponerse demasiado nerviosa.

—Tal vez, sino fuese un antecedente horrible para mí futura carrera de leyes mágicas.

—Ah, pues eso es cierto —aceptó la pelinegra—. Sobre todo porque el Wizengamot está lleno de magos ancianos. No te verían con buenos ojos.

—Eres la primera persona que lo comprende al instante —los ojos ámbar de Roger resplandecieron cuando ladeó la cabeza.

     Priscilla se encogió de hombros, absorta en la conversación.

—Es la verdad. Y seguro quieres velar por tu futuro —explicó—. Es como si yo me formase una reputación de persona imprudente y luego esperase que las personas confiaran en mi sin reparos para sanar sus enfermedades. No, hay que hacer las cosas con cuidado.

—Es como si me leyeras la mente.

— ¿Cómo sabes que no lo estoy haciendo?

—Pareces demasiado educada para eso. Aunque claro, no me opondría —añadió con picardía.

     Priscilla sintió como el latido de su corazón aumentaba gradualmente, y las manos le sudaban sobre la tela de la túnica ¿Estaba Roger coqueteando con ella, de forma tan descarada?

—De todos modos, solo estaba de paso —anunció el chico, poniéndose en pie. Sus mejillas tostadas por el sol se veían algo rojas—. Fue un gusto verlas, señoritas.

     El castaño esperó dos segundos a recibir una despedida, y entonces se alejó de allí con pasó algo apresurado. Priscilla lo vio marchar, con la respiración un poco más normalizada. Iba tan rápido que se tropezó con James Potter, quién caminaba junto a Sirius. Priscilla tragó saliva, esperando que su mejor amigo enfocase la vista en ella, a mitad de la placita, pero éste siguió su camino con James. Seguro no la había visto.

     La pelinegra se volvió hacia las chicas. Descubrió que todas la miraban fijamente.

— ¿Qué pasa?

     Marlene alzó las cejas.

—Oh, nada. Nada además de que os encerrasteis en una burbuja.

—Fue de lo más curioso. Y lindo —añadió Lily.

     Priscilla se mordió el labio.

— ¿Estoy siendo egocéntrica o parecía interesado en mí?

— ¿Interesado? —Alice rio— Le doy dos semanas para que te invite a salir. Después, claro, de haberte encontrado un millón de veces de forma "accidental" por los pasillos.

—Vale, pues no sigáis o se me van a subir los humos.

     Mary repasó las hojas de su libro, distraída.

— ¿Por qué solo hablamos de chicos? —preguntó, molesta. Recogió sus cuadernos, los metió en su bolso para luego colgárselo al hombro y salir pitando de allí.

     Sus amigas vieron sorprendidas el lugar por el que la castaña se marchó, entre sorprendidas y sin palabras.

— ¿Acaso olvidó que pasamos media hora haciendo tareas? —bufó Lily—. No soy partidaria de estar enredadas siempre con chicos, pero aún así... Hay que buscar con qué entretenerse. Y no descuidamos los estudios, que es lo importante.

—No le prestes atención —Marlene hizo un ademán con la mano para restarle importancia—. Se pone así de vez en cuando. Ya se le pasará.

— ¿Crees que le guste Roger? —preguntó Priscilla, cuyo interés por el Ravenclaw pasó a segundo plano.

—Creo que le gusta alguien más —dijo Alice de súbito, colocando las manos sobre la mesa—. Pero no le está yendo nada bien. Desde las vacaciones que está decaída ¿Qué piensas tú, Marlene?

     La rubia parpadeó, y luego frunció sus cejas rubias y oscurecidas por el maquillaje.

—Digo que la dejemos en paz. Ya se le pasará —repitió, casi enojada.

—Hablaré con ella —anunció Alice, y se puso en pie.

     Priscilla y Lily compartieron una mirada de ojos entornados y caras confundidas. Ambas eran los suficientemente listas para saber que algo se les escapaba en esa conversación.

— ¿Entonces? —saltó Marlene de repente, componiendo una sonrisa— ¿Qué te pondrás para tu cita con Roger?

— ¿Qué cita?

— ¡La que tendréis algún día! Luego hablaremos sobre Lily.

— ¡No saldré con Potter!

— ¿Y quien mencionó a ese cuatro ojos? Yo pensaba en hacerte aceptar a Nolan Vance... Aunque claro, si pensaste en Potter, por algo debió ser.

*****

     Estaba yendo a ver a Sirius al campo de Quidditch cuando una chica de Ravenclaw la interceptó y preguntó sobre su poción para el cabello.

     Al principio, Priscilla quedó un poco sorprendida, y Abigail –la Ravenclaw en cuestión– procedió a explicarse. Su familia tenía una especie de criadero de criaturas mágicas y durante ese verano se había quemado la espalda con algún tipo de veneno no demasiado letal. En San Mungo habían tratado la corrosión de la piel y todo lo demás, pero su cabello quedó chamuscado y se volvió quebradizo. Gracias a Marlene McKinnon, con quién compartía el gusto por el maquillaje y los artículos de belleza, supo cómo se habían regenerado sus cejas de la manera más saludable. Y entonces decidió acudir a Priscilla Floyd en busca de su poción para el cabello.

     Así, la pelinegra se halló ofreciéndole un frasco de los que tenía en su reserva con el mismo orgullo y temor que había sentido cuando se lo dio a Alice. Aunque Abigail quiso insistir, Priscilla no le permitió que le pagase ni un solo galeón. Después de todo, ella no era ningún tipo de pocionera o sanadora certificada, y sus cremas estaban aún en fase de pruebas. Si no le causaba ningún tipo de reacción desfavorable a la chica –quien estuvo de acuerdo en correr el riesgo– ya saldría ganando. Y si, de alguna afortunada manera, se corría la voz y más chicas se mostraban interesadas, entonces pensaría un precio.

     Esperaba que el colegio no tuviera algún tipo de norma contra los negocios entre estudiantes. A Priscilla no le haría ninguna gracia terminar en el despacho de McGonagall, siendo acusada por la venta ilícita de pociones no certificadas.

     Mierda, seguro tenía que registrar una patente.

— ¿Sabes cómo se hace eso? —preguntó a Lily, al cabo de unos días, cuando volvían a la torre de Gryffindor.

     La pelirroja torció el gesto. Su melena había crecido y ahora era como una cascada de fuego sobre su espalda.

—Podríamos escribirle a la madre de Marlene y preguntar. Es mucho más amable que sus abuelas —añadió.

—Es una buena idea —aceptó su amiga—. Porque Alice sugirió que fuera a preguntarle a Roger. Como si fuésemos amigos.

     Lily sonrió.

—No tiene remedio esas dos. Así las queremos, de todos modos —cogió a Priscilla de la mano y evitó que cayera rodando por las escaleras cuando un escalón desapareció— ¿Y no quieres hablar con Roger?

—Creo que me da igual —repuso Priscilla, en lo que reanudaban el paso—. Es decir, es lindo, y simpático, y empecé a sudar cuando me sonrió. Pero no me ha ocupado el pensamiento desde entonces. Si me gustase, lo hubiera hecho.

—Que práctica eres.

—Es la verdad —Priscilla se encogió de hombros, al tiempo que recordaba a Ludwig y cómo el alemán apenas si había pasado por su mente desde el verano. Claro que se hablaban por cartas, y Priscilla lo apreciaba como a un amigo, pero no sentía cosquillas al pensar en él. Y estaba segura de que si Roger o Ludwig le gustasen, a ella no le habrían hecho sentir tan indiferente sus imágenes en la mente.

     Mierda ¿Acaso había algo mal con ella? O tal vez era capaz de sentir todo eso por alguien, pero no la persona adecuada...

— ¿Y si te invita a salir?

—Supongo que aceptaría, pero solo porque parece una buena persona con la que sería interesante mantener una conversación —Priscilla le echó un vistazo a Lily—. Y contigo es lo mismo. Ni Nolan Vance ni ningún chico te atrae de manera romántica.

—Es cierto —aceptó Lily con un suspiro—. Soy mucho más feliz pasando una tarde charlando con ustedes que pensando en aceptar una cita de cualquier chico.

     Priscilla apretó su mano.

—Creo que a Marlene y Alice los chicos les provocan algún tipo de felicidad. Es decir, los besos, y los abrazos...

—Y los cuchicheos —añadió la otra—. Cuando vuelven de estar con ellos, es como si flotasen en una nube por un rato.

—A Alice solo le pasa con Frank, mientras que Marlene suele cambiar de citas con frecuencia —continuó Priscilla—. Creo que solo quieren que nosotras también experimentemos esa felicidad. Como cuando Mary probó aquellas conservas durante sus vacaciones a Irlanda y entonces nos trajo una a todas.  Para que pudiésemos compartir su felicidad.

     Lily cabeceó.

—Si pudiese elegir quién me gusta, escogería a alguien como ustedes. Es decir, no ustedes, pero algún chico parecido. Que sea bueno para conversar, valiente para defender a los que ama y gentil de corazón —enumeró Lily, pisando el último escalón—. Hubo un tiempo en que dudé si en realidad no me gustaban los chicos, pero ya sé que no es así. Simplemente no he conseguido al adecuado. Nunca me he sentido viendo a una chica como lo hago con mi afiche de Brian May y John Deacon.

— ¿Qué dices? El más guapo de todo Queen es Roger Taylor —negó Priscilla, arrancando una carcajada a Lily. Ella misma no pudo reírse. El recuerdo de cómo se había sentido siendo sostenida por los brazos de Sirius el verano pasado, sobrepasaba mil veces cualquier emoción que un tonto afiche le pudiera causar.

     Entonces le atraían los chicos. Y Sirius era un chico, y uno guapo, y ella no iba a ignorar eso. Pero tampoco le gustaba. Cierto era que pensaba en el con frecuencia, y se preocupaba por su bienestar y era feliz pasando las horas a su lado, a diferencia de lo que sucedía con Roger y Ludwig, pero esto se debía a que Sirius era su mejor amigo. Cómo pasaba con Alice y el resto de las chicas. Solo que, a diferencia de ellas, Sirius era un chico y era atractivo. Esa era la conclusión conseguida.

     Y sería ridículo dudarlo.

— ¿Quieres que hagamos el trabajo de Transformaciones juntas? Me vendría bien compartir las notas —se ofreció Priscilla en lo que recorrían el último pasillo hacia la torre.

—Ya lo terminé. Aunque podría pasarte los... —la voz de Lily comenzó a ser un sonido lejano y distorsionado, al que Priscilla no le prestó demasiada atención cuando su vista enfocó a dos personas que charlaban tranquilamente junto a uno de los barandales de piedra del castillo.

     Ella era una guapa chica de quinto curso, con cabello castaño y rizado, que con una mano apoyada en el brazo del chico frente a ella, le sonreía mientras él hablaba. Priscilla sintió un retorcijón en el estómago cuando la chica respondió algo y la el muchacho respondió con una carcajada natural y graciosa, como todas las suyas. Se inclinaron el uno al otro, sin pasar a nada más allá de una charla, pero dejando atrás el terreno casual. El malestar de Priscilla aumentó y subió hasta la boca de su estómago.

— ¿Sirius y Elina? ¿Estarán saliendo? —preguntó Lily con tono neutral, incapaz de saber lo enferma que se sentía la chica junto a ella.

     Los pies de Priscilla continuaron el curso hacia el retrato, y su mirada eventualmente se despegó de la escena dejada atrás.

—Es probable, por cómo hablaban —respondió Priscilla al cabo de un segundo, tomando una honda inhalación. Su tono le sonó sereno y lejano como un planeta.

—Mm. Supongo que también los chicos solo piensan en chicas —repuso Lily encogiéndose de hombros—. Bueno, toma una mesa, iré a buscar mi trabajo.

     Priscilla hizo lo dicho con naturalidad y fluidez, pero su mente estaba en otro lado. Mientras avanzaba hasta tomar asiento, sintió que esta daba vueltas alrededor de la imagen obtenida, repasando una y otra vez el escenario cuya primera impresión le había dejado tan descolocada ¿Estaría Sirius saliendo con Elina? Su respuesta en voz alta fue positiva, pero fue por inercia. En realidad, no sabía. Él no había dicho nada, aunque tampoco debería. Ellos dos no tenían la costumbre de compartir sus sentimientos románticos o intereses por otras personas. Y Priscilla no tenía derecho a saber, de todos modos. Ella había mantenido el secreto de Ludwig encerrado bajo llave.

     ¿Qué pensaría Sirius si lo supiera? ¿Le daría igual, como a Priscilla le había sucedido con las conquistas anteriores de su mejor amigos?  ¿O se quedaría pasmado, tal como ella en ese momento?

     Priscilla apretó los labios, demasiado ofuscada en sus propias cavilaciones, en lo que sacaba unos rollos de pergamino y mojaba la pluma en tinta. Sirius y su probable novia no era más importante que su tarea, al menos, por lo que el tema fue pasando a segundo plano mientras Priscilla escribía sin cesar.

*****
capítulo corto y tarde pq la universidad me consume aaaa, lo bueno es que con las vacaciones de agosto podré sentarme a escribir un buen rato, lo malo es que ya casi no me quedan capítulos preparados y espero llegar a finales de julio

me gusta este cap, amo el 18 y me morí escribiendo el 19 jijiji. opiniones¿¿

chau

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