Capítulo 09. Decepción.
arriba un gif del precioso divino hermoso Ben Barnes / Sirius Black
***
Priscilla recorrió la mesa con la mirada, sin mucho éxito. No había rastro de Sirius, y para ser franco, de ninguno de los otros Merodeadores. Y no es como si disfrutara estar de mal humor, pero una parte de ella detestaba esperar como una idiota a alguien que no planeaba aparecer. Así que volvió la vista a sus tortillas y les echó un poco de chocolate derretido.
— ¿Me pasas el zumo de calabaza? —pidió Mary, y antes de que Priscilla pudiera hacerlo, Marlene cogió la jarra y se la pasó.
— ¿Escuchaste lo de Marchbanks y Rosier? —murmuró Marlene, y le echó una mirada a la chica de séptimo año que se sientan al final de la mesa de Ravenclaw.
— ¿Qué ha pasado? —Priscilla no pudo evitar interesarse.
—Se le ha declarado durante las vacaciones de Pascua —Marlene bajó la voz—. Se casarán en invierno.
— ¡Pero si ella ni siquiera se ha graduado! —soltó Priscilla.
—Y estoy casi segura de que él es un mortífago —continuó Mary.
—Quita lo de "casi". Yo te lo confirmo —Marlene puso los ojos en blanco—. Mi abuela dice que todo es sobre las alianzas entre mortífagos, que son muy cruciales ahora. Y como Marchbanks está en Ravenclaw, no es muy famosa entre ellos.
Mary hizo una mueca. Desde la desagradable broma que le había gastado Mulciber, cada mención de esa pandilla de Slytherins le sentaba mal.
— ¿Oísteis lo de Alice y Frank? —preguntó Priscilla para cambiar el tema, y porque no había visto a su amiga en toda la mañana.
—Ah, sí. Una pena —afirmó Marlene—. Especialmente porque ahora a Frank le llueven las cita y aunque está colado por Alice, es un chico al fin y al cabo.
— ¿Y qué? ¿No se mantienen quietos? —sonrió Mary de mejor humor.
—Les encanta ocupar toda tu atención. Y hacer tonterías que te vuelvan loca para continuar siendo el centro de tu cabeza. O al menos cuando tienen esta edad —explicó Marlene, y Priscilla sospechó que eso también se lo había dicho su abuela— ¿Por qué crees que Frank no deja de poner celosa a Alice? ¿O por qué Potter sigue siendo tan tonto aún cuando sabe que Lily no saldrá con él?
—Porque las vuelven locas —respondió Priscilla en voz baja.
—Exacto. También es por eso que hablan tan mal de una chica que les devuelve la jugada.
Priscilla apretó los labios. Escuchó unas risas en la entrada del Gran Comedor, pero no sé permitió voltear a ver de qué se trataba. Por el contrario, estaba demasiado ensimismada en sus pensamientos como para notar que Marlene puso los ojos en blanco.
—Por dios, si James y Sirius siguen molestando a Snape, Lily nos quitará todos los puntos —bufó con rabia— ¡Cómo si los prefectos de Slytherins les dijeran algo a esa pandilla cuando se meten con estudiantes de otras casas! Y ya fue suficiente con lo que hizo Black la otra noche...
— ¿Qué hizo? —se interesó Priscilla.
Sus amigas le dirigieron miradas perplejas.
— ¿No te has enterado?
Priscilla se sintió como una tonta cuando negó con la cabeza.
—No. Pero acabo de darme cuenta de que nos oímos como unas viejas chismosas —notó y Mary sonrió un poco.
Marlene estaba un poco más impaciente.
—La otra noche Snape se metió en el túnel del Sauce Boxeador por sugerencia de Black... Ya sabes que está prohibido acercarse; es muy peligroso —explicó—. Y James Potter tuvo que ir detrás de él y sacarlo a rastras. No sé que hay allá abajo, pero todos dicen que le salvó la vida.
— ¿Que se metió por sugerencia de Sirius? —repitió Priscilla.
—Fue toda una imprudencia —negó Mary tristemente—. Si a Snape le hubiese pasado algo, ¡Sirius estaría metido en un buen lío!
—Ya, pero a Snape no le vendría mal unos buenos sustos —replicó Marlene, y sus ojos dorados se enfocaron en Priscilla—. Si yo fuera Black y su pandilla, también estaría harta de él. Siempre anda dos pasos detrás de ellos intentando ver qué traman. ¡Es un fastidio!
—O tal vez quiere ser su amigo —propuso Mary.
—No —repuso Priscilla en tono lúgubre y amargo—. Está obsesionado con saber cada cosa que hacen. No piensa en nada más.
«Nada más que no sean los mortífagos»
— ¿Black no te dijo de la broma que tenía planeada? —notó Marlene de repente. Había sacado un espejo de su bolso y se retocaba el bálsamo labial.
—No —volvió a decir Priscilla, y puso los ojos en blanco. Notaba una molestia creciente por todo el cuerpo, y ya no sabía si era por la broma o porque Sirius la hubiese plantado; como si ella no tuviese nada más que hacer que esperarle—. Teníamos que vernos ayer por la noche, pero se esfumó. Supongo que estaba haciendo sus tonterías.
Marlene alzó una ceja— ¿Te oigo celosa?
—Solo me molesta que jueguen con mi tiempo —la cortó Priscilla.
—Eso es lo que hacen —repuso Mary, que parecía haber aprendido mucho en quince minutos—. Juegan con tu mente, para volverte loca.
—No hay que genelarizar. Hay algunos chicos bastante decentes —intervino Marlene con una sonrisa maliciosa, sin dejar de ver a la pelinegra enfurruñada que tenía delante—. Pero Sirius definitivamente es de los que mencionó Mary.
— ¿Y a mí que más me da? No está volviéndome loca —bufó Priscilla—. Y él tampoco tiene motivos para querer hacerlo. Así que déjate de suposiciones.
—Suenas algo frenética —notó Mary, y comenzó a recogersd el cabello castaño en una trenza.
[...]
Priscilla se dirigió a los invernaderos con pasó calmado. No tenía clase aún, pero con permiso de la profesora Sprout había comenzado a cultivar un par de plantas que la ayudaban mucho en pociones. Por los momentos, probaba con la Tármica, un planta que usada en filtros podía agrandar y ofuscar el cerebro del que la ingiere. Priscilla esperaba que, si en vez de beberla se aplicaba junto a otros ingredientes en el cabello, podría hacerlo crecer con mayor eficacia y grosor.
Apenas cerró la puerta tras si, una gran bola de masa verde pasó zumbando a su lado y se estrelló en la pared. Priscilla soltó un grito, y un chico salió de entre las mesas. Llevaba delantal, guantes y una espátula cubierta con pus seco de bubotubérculo. Además, el cabello lo tenía recogido con una bandana estampada con el icono de Guns N' Roses.
— ¡Floyd! —la saludó Sirius con entusiasmo, pero ella se tapó la nariz y corrió a ponerse detrás de una mesa, lejos del muchacho—. Vaya, sé que huele fatal, muchas gracias.
—Estás goteando sobre el suelo —notó Priscilla.
—Vaya, algo más que limpiar. Y todo a mano —bufó Sirius al darse cuenta—. Es que Sprout me decomisó la varita hasta que termine el castigo.
Sin decir nada, Priscilla extendió la varita y limpió el suelo, así como los restos de pus en la espátula (por los momentos). Notaba cierta incomodidad en el cuerpo, no sabía si por el resentimiento de haber sido plantada o porque, muy en el fondo, desaprobaba completamente lo que había hecho Sirius. Y un poco más abajo, tenía ganas de ir corriendo a ver a Severus y preguntarle cómo se encontraba.
— ¿Por qué estás castigado? —cuestionó, y dejó el bolso sobre los bancos que estaban a lo largo de las paredes del invernadero.
—James y yo pusimos unos cuantos explosivos por el despacho de Filch, y los bolsos de ciertos chicos de segundo año... Me sorprende que no te hayas enterado —explicó él.
Cómo respuesta, Priscilla se encogió de hombros. Sabía que Sirius estaba mintiendo.
— ¿Como está Remus? Lo vi ayer cuando en la Sala Común. Se veía algo mal —comentó Priscilla, y tomó asiento junto a su bolso.
Sirius cuadró los hombros al oír esas palabras.
— ¿Remus?
—Cabello castaño claro, ojos amables, tu mejor amigo, ya sabes...
— Sí, está muy bien.
— ¿Seguro?
—Absolutamente.
—No lo vi hoy en clase.
—Está descansando —aclaró Sirius, y luego alzó una ceja— ¿Por qué el interés?
—Solo me llamó la atención —explicó Priscilla, dándose por vencida—. Creí que tal vez por eso no habías ido ayer a la biblioteca.
— ¡Rayos! Lo olvidé por completo —exclamó Sirius, y estuvo a punto de darse en la frente con la palma de la mano; se contuvo al último momento, recordando que aún llevaba los guantes manchados de pus—. Lo lamento, te juro que no fue intencional —fue lo único que dijo, sin dar explicaciones.
—No te preocupes, a cualquiera le pasa —Priscilla se encogió de hombros—. Sobre todo si estabas ayudando a un amigo —dejó caer, cómo si no supiera la verdad.
En realidad, ¿qué quería hacer? ¿Regañar a Sirius, acaso? No era su madre, y con Severus se habían ido todas sus ganas de controlar lo que sus amigos hicieran o no para herir sus sentimientos. Tal vez lo que quería era oír su versión de los hechos, para poder constatar que él no era en realidad una mala persona.
Priscilla se puso en pie y se acercó hasta las plantas que crecían en las estanterías. Unas semanas más y la Tármica estaría lista. Mientras evaluaba sin apuro su maceta, Sirius no despegó la mirada de su nuca.
— ¿Por qué te comportas como si no me creyeras? —dijo Sirius a su espalda.
Priscilla se volvió y le dirigió una mirada curiosa. Aunque no lo pretendía, con los meses sus gestos de volvían más altivos; como si nadie mereciera estar bajo el foco de aquellos ojos azules tan impresionantes.
—No. Tú actúas como si tuvieras un secreto —concluyó.
***
— ¿Cómo puede alguien proponerse ser Inefable? —preguntó Alice, tirando un folleto más a la mesa—. Digo, no es como que alguien amanezca y piense "Vaya, quiero dedicarme a..." ¿A qué? ¡Si nadie sabe lo que hacen!
—Creo que es más una cuestión de si ellos te admiten, a de si tú quieres entrar —comentó Priscilla.
Lily estaba a un lado terminando su trabajo de Herbología, porque se negaba a tomar prestadas las notas de Priscilla. Desde luego, ella no necesitaba ver los folletos ni las solicitudes que amanecían todos los días en la cartelera de la Sala Común, pues sabía muy bien que quería volverse auror.
—De todas maneras, me gustaría conseguir los TIMOs suficientes para poder elegir con libertad —Alice cogió un panfleto de Gringotts—. En los exámenes teóricos me irá genial, pero me pongo nerviosa al momento de conjurar algo frente a mucha gente...
—Pero eres buenísima con la varita —la contradijo Priscilla—. Y si acaso te llegas a equivocar, tienes unos reflejos estupendos para corregirlo al instante.
Alice esbozó una sonrisa agradecida. Estaba ruborizada por los nervios y llevaba el cabello algo desordenado, pero continuaba teniendo el mismo rostro dulce de siempre, con grandes ojos castaños y mejillas redondeadas.
—Eres la mejor subiéndome el ánimo —agradeció.
— ¿Qué hay de ti, Pri? —cuestionó Lily. No había levantado la vista del pergamino.
Priscilla apretó los labios, consciente de que sus amigas la escuchaban atentamente. Llevaba meses escondiendo el deseo en el fondo de su corazón, demasiado asustada del momento en que las notas llegasen y de repente descubriera que no era apta para lo que quería hacer. Pero se dió cuenta que, si a Alice o a Lily o a cualquiera de sus amigas les sucediera algo similar, ella estaría allí como consuelo y soporte. Y si ahora resultaba que era Priscilla la que fracasaba, tuvo la certeza de que sus amigas harían lo mismo por ella.
—No quiero hacerme ilusiones aún —comenzó, igual como había hecho con Sirius—. Pero me gustaría... Quisiera ser sanadora.
Lily alzó la cabeza, y cuando fijó su mirada verde en su amiga, Priscilla vio que sonreía.
—Estoy segura que serás una excelente sanadora —murmuró, y lo decía de corazón.
Priscilla bajó el rostro, algo abrumada ante las sonrisas confiadas que le dirigieron sus amigas. Incluso parpadeó un par de veces, no fuera a ser que se ponía sentimental.
—Sí, bueno, primero tengo que recibir los resultados —balbuceó con los ojos cristalizados—. Pero gracias.
Alice y Lily intercambiaron una mirada divertida. Harían todo lo posible porque Priscilla cumpliera sus sueños, y en el camino, estuviera más consciente de sus habilidades.
***
Priscilla caminaba por el pasillo en dirección a su clase de Encantamientos cuando un par de libros voladores pasaron zumbando a su lado. La chica se agachó y dio un paso a un lado, evitando por poco el golpe en la cara que se habría llevado.
Cuando volvió a enderezarse, alcanzó a notar al otro lado del pasillo a un chico de Slytherin, Rookwood, mirándola con una sonrisita burlona. Priscilla contuvo un bufido exasperado; estaba en séptimo año y era bien conocido por lanzar hechizos a diestra y siniestra a los nacidos muggle.
— ¡Eh! ¿De qué te ríes? —exclamó un chico tras de ella— ¡Levicorpus! —y de repente, Rookwood estaba suspendido en el aire boca abajo.
Priscilla giró el rostro y descubrió a James Potter acercándose con una sonrisa hacia ella.
— ¡Floyd! —la saludó el chico. Llevaba el cabello despeinado y las gafas algo torcidas.
—Los Merodeadores tienen la extraña costumbre de llamarme por mi apellido —notó ella en tono amable.
—Ah, eso es porque no te hemos conseguido un apodo.
— ¿Es necesario?
—Por supuesto. Cualquier amiga de Canuto es parte del grupo —James le guiñó un ojo—. ¿Has notado que cuando te das vuelta tu cabello baila como una cortina? Tiene un efecto encantador.
Priscilla alzó una ceja, pero tardó un segundo en comprender que James solo estaba tomándole el pelo. En cambio, volvió a ver a Rookwood colgando de un pie. En otros tiempos, le habría molestado. En otros tiempos, jamás se habría imaginado siendo Cortés o agradecida con James Potter. Pero ahora pensaba que, exceptuando las veces que se metía con algún inocente que no le habían hecho nada, lo que es igual, no es trampa.
— ¿Lo vamos a bajar? —cuestionó.
James se llevó una mano a la barbilla con gesto de fingido interés.
—Me parece que no. Tenemos una clase a la cual llegar, y cuando nos vayamos le lanzará libros a alguien más. De todos modos, en un rato la maldición perderá efecto —resolvió el chico, y emprendieron el camino hacia su clase con el profesor Flitwick.
—Gracias por eso.
—No fue nada —respondió James, y echó un vistazo alrededor—. Creo que Sirius se perderá la clase. Le cayó una buena bronca por lo del otro día ¿Te enteraste?
—En Hogwarts no se puede tener un secreto —sonrió Priscilla. Sus amigas no eran las únicas chismosas—. Aunque Sirius no ha hecho ningún comentario.
—Bueno, no lo admitirá en voz alta —James puso los ojos en blanco—, pero sabe que lo que hizo fue una tontería. Especialmente cuando Lunático... —se cortó.
—Así que, ¿es verdad? ¿salvaste a Snape? ¿A Quejicus? —Priscilla alzó una ceja.
—No soy su admirador número uno, y jamás lo seré en tanto siga chiflado por las artes oscuras —bufó James de inmediato—. Pero sí. Ahora tiene mucho que agradecerme.
—Primero adopta una mandrágora antes que eso —rió la pelinegra.
— ¿Vosotros érais amigos, no? —notó James de repente.
Priscilla apretó los labios— Hace mucho. Cuando no era un completo imbécil.
James esbozó una sonrisa juguetona.
—Lamento decírtelo, Floyd, pero no hay un solo momento de su vida en que Quejicus no haya sido un idiota.
***
—No estoy ocultando algo —anunció Sirius.
Se dejó caer en una butaca frente a Priscilla. Esta había movido su propio sillón junto a una de las ventanas de la sala común, para que la ligera brisa de mayo que soplaba la refrescase un poco. Alzó la vista de su libro de DCLAO, que junto a los que esperaban en su regazo, había estado repasando frecuentemente para los TIMOs que se aproximaban, y examinó a Sirius con la miraba. Unos días tensos entre ellos habían pasado desde su conversación en el invernadero.
—Es una curiosa manera de hacérmelo saber —comentó esbozando una sonrisa.
—Ya. Pero como no estoy ocultando nada, puedes dejar de mirarme como si lo hiciera —pidió Sirius, y le extendió una bolsa de papel marrón—. Toma.
Priscilla marcó el libro y lo cerró, para luego coger la bolsa y examinar su contenido. Adentro habían un montón de galletas surtidas (y esperaba que rellenas también).
— ¿Un regalo? —dijo con falso tono sorprendido— ¿Y a qué se debe, si no has hecho nada malo?
—Priscilla... —se quejó Sirius como un niño de siete años.
—Mira, sabes que ya sé lo que pasó —soltó Priscilla— Pero no te he reclamado nada. No soy tu tutor ni algo por estilo para decirte qué hacer. Entonces, ¿cuál es el problema?
Sirius apretó los labios, incapaz de responder de inmediato, y se pasó las manos por el cabello un par de veces. Lo llevaba un poco más largo y le caía sobre la frente con soltura. Priscilla se preguntó cómo hacia eso siempre; ofrecer un aspecto descuidado pero elegante, cómo si fuera algún miembro de la realeza y no importaba en qué condiciones se encontrase, siempre estaría guapo.
—Es cierto que no me has dicho nada —aceptó el chico a regañadientes—. Pero sigues mirándome con esos ojos acusadores. Y como si reprobases en silencio mi comportamiento.
—Oh, puedes estar segura que te repruebo en silencio —bromeó Priscilla. Se inclinó hacia adelante y dos mechones de oscuro cabello le enmarcaron el rostro, mientras miraba a Sirius con un gesto mucho más dulce—. Sirius, te preguntaré un par de cosas, y entonces dejaré de mirarte con mis "ojos acusadores". Y quiero que seas honesto conmigo.
—Vale —asintió él.
— ¿Hiciste a Snape ir debajo del Sauce Boxeador?
Sirius cabeceó, pero como Priscilla descubriría más tarde, no podía mentirle si ella le daba "esa mirada".
—Puede que le haya dicho que, si se acercaba, descubriría algo muy interesante.
— ¿Y ese algo pudo poner en peligro su vida?
—Sí —admitió Sirius—. Pero yo lo tenía todo bajo control. No le hubiera pasado nada. Solo se iba a llevar un buen susto.
—Ahora, la última —anunció Priscilla, un poco más aliviada por saber qué no quería causar verdadero daño— ¿Por qué te estresa tanto que yo no te haya regañado?
—No sé —bufó Sirius, y se le soltó la lengua—. Cualquier otra chica me habría gritado, ya sabes, sobre mi inmadurez e inconsciencia. Eso fue lo que hizo McGonagall —añadió—. Pero tú pareces decepcionada y eso me vuelve loco.
Priscilla se sonrojó, aunque no supo porqué. Por un momento, estuvo tentada a contarle a Sirius todo sobre su amistad con Severus, todo sobre cómo habían peleado y lo que él le había hecho. Quiso decirle que ya había estado una vez en esa situación: rechazando las acciones de un amigo, y que juró nunca más dejar que aquello le quitase su paz mental. Que jamás se había esperado algo así de su parte y eso le dolía en el corazón. Pero no lo hizo. No estaba lista para revisar sus heridas y darse cuenta de que todavía no sanaban, aunque había hecho un buen trabajo al resistir las ganas de ir a ver a Severus.
—Creo que mientras haya un sincero arrepentimiento, debe haber perdón —explicó Priscilla, más sonrojada aún—. Pero tienes que estar consciente de que tus acciones no sólo te afectan a ti. Pudiste hacer que otros se lastimasen —concluyó Priscilla.
Sirius tragó saliva y bajó la mirada.
— Está bien. Tienes razón —y luego, haciendo una mueca, como si le arrancasen las palabras con tenazas, añadió— Y no quiero que pienses que soy un irresponsable o algo por el estilo... Sé que cometí un error. La cosa se me salierond de las manos. No soy ese tipo de persona.
—Sé que no —le confirmó Priscilla con dulzura—. Si lo fueras, no seríamos amigos.
Priscilla sonrió y volvió a abrir su libro. O lo intentó, porque al cabo de unos segundos Sirius se tiró junto a ella y la empujó hacia un lado, abriéndose un espacio en la butaca.
— ¿Qué lees? —preguntó el chico con naturalidad, y Priscilla soltó una carcajada.
—Repaso un poco las lecciones de Defensa Contra las Artes Oscuras —explicó— ¿Te hace falta?
—Podría ser —contestó Sirius, echándole una mirada inocente con sus ojos grises que se podían ver muy bien con la cercanía—. Vamos, ¿por qué no me lees un poco?
Priscilla se giró hacia su libro. Notaba la rodilla de Sirius contra la suya, y un ardor a lo largo de toda la pierna que estaba pegada a la del chico. No hacía tanto calor, de todos modos, así que carraspeó y comenzó a leer sin mucho problema. No era distinto a las otras veces, en realidad, solo que ahora sabía que, para Sirius, su opinión era importante.
***
bueeeeno casi se me pasó el domingo pero aquí estoy y aquí estamos. recordad dejar vuestra estrellita y algún comentario, aunque somos pocos os aprecio en serio
ah, la parte del final me gusta y es algo curiosa, especialmente porque aunque priscilla pueda ser una buena persona y tenga una alta moral, lo que hizo sirius no estuvo bien, así como tampoco está bien todo lo que severus ha hecho con sus amigos de slytherin. ambos chicos son bastante criticables
creo que si dejamos de lado las películas, y nos ponemos a leer entre líneas los libros, snape le guardaba rencor a los merodeadores por haberlo acosado, es cierto, pero el también pertenecía a un grupo que acosaba y humillaba a otros alumnos, como le dijo lily en una ocasión. y a diferencia de James, no parece que haya recapacitado, por cómo trataba a sus alumnos. aún así, se derrotó a Voldemort en parte gracias a él. aunque no me agrada, como personaje es increíble
la verdad es que nada es ni blanco ni negro, la vida es una gama de tonos grises
30/05/2021, 23:22
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