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Capítulo 06. Plantando cara.

Las chicas siguieron comportándose raro el resto del día y la mañana siguiente también. Priscilla fingió tener un poco de dolor de estómago para tardar más en arreglarse y así poder bajar sola. Se detuvo en la puerta de su habitación a ver si oía a alguien más por el pasillo, más al no hacerlo, bajó resueltamente las escaleras. La sala común estaba desierta y sólo se consiguió con Sirius, que venía bajando sus respectivas escaleras, con la túnica colgada al hombro y luchando una batalla a muerte con su corbata.

—Buenos días, Sirius —saludó ella avanzando hacia él.

—Amiga —correspondió en tono estrangulado sin poder terminar con el nudo. Al final se dió por vencido, y dejó una tela arrugada a la altura de su cuello.

— ¿Y bien? ¿Qué es eso que todo el mundo comenta?

Sirius alzó una en su dirección. El cabello largo se le veía más desordenado por las mañanas, mientras que su mirada gris parecía ver a través de cualquiera chica. A Priscilla no le sorprendía que tuviera tantas chicas locas por él.

—Que directa. Ni un buenos días, ni preguntas cómo estoy —fingió pesar—. Sólo te importa el chisme.

—Vamos, Sirius —el tono de la chica fue más suave—. Ayer me salté la cena porque las chicas de la Casa siempre están viéndome raro.

— ¿Es en serio? —preguntó con falso tono escéptico, a lo que Priscilla asintió rápidamente sin percibir el sarcasmo—. A ver, Floyd, tú eres muy inteligente ¿Qué crees que sea lo que todos dicen de nosotros?

Priscilla se echó hacia atrás confundida— ¿Nosotros?

—Así es. Hemos llamado la atención los últimos días, me parece.

—Yo no he oído nada —refutó. Aunque bien era cierto que las únicas con las que hablaba eran sus amigas y éstas venían actuando como si tuviera un tercer ojo de repente, así que no añadió nada más.

—Ya, pero yo sí —Sirius sonrió— ¿Qué crees que se está diciendo de nosotros? —repitió.

— ¿Pero que habría de decirse?—replicó exasperada—. La única diferencia entre este trimestre y el pasado es que ahora somos amigos, y eso no tiene nada de extraño.

—Lo sé, pero a todo el mundo le gusta ver gigantes cuando sólo es la sombra de un enano.

Priscilla frunció el ceño, buscando en Sirius alguna otra respuesta. Esa mañana estaba de peor humor que el día anterior y su cerebro no quería pensar respuestas ni analizar refranes. Pero la respuesta era tan obvia que no tuvo que esforzarse. Y por un momento, horrorizada, se dio cuenta de lo que podría estar pensando Severus, y Lily, y todas las demás sobre ella.

—No me digas que la gente cree que tú y yo estamos... —se inclinó un poco— saliendo —añadió en susurro.

Para su gran pesar, Sirius esbozó una sonrisa.

—Efectivamente.

Priscilla se quedó pálida de pronto, no sabía si por la impresión o el susto. Ella que no había dado más de un beso en toda su vida, ¿ahora tenía un rumor sobre sí misma con Sirius Black? Tomó aire unos segundos, mientras el pulso de su corazón se volvía irregular y abrumador.

—Pero, ¿por qué? —alcanzó a decir.

—Porque no tienen nada mejor que hacer —murmuró el chico. Había vuelto a intentar resolver el tema de su corbata y tenía la cabeza inclinada hacia abajo.

—Pero, yo jamás... Por Merlín, si nunca he... —Sirius no parecía prestarle atención, por lo que Priscilla soltó un bufido exasperado—. Dame eso —exclamó, dando un paso al frente y tomando la corbata del chico entre sus manos.

Para Sirius fue algo raro, aunque Priscilla no se dió cuenta. Se le había formado una arruga en medio de las cejas y adoptó una expresión de extraña concentración, mientras que sus manos delgadas pequeñas se movían demasiado cerca de la piel del chico, acomodando la corbata roja y amarilla.

— ¿Quién ha comenzado a decir eso?

—Me parece que las chicas que nos vieron hablando en el pasillo del tren —Sirius se guardó las manos en los bolsillos del pantalón—. Se percataron que nos encerramos solos en un compartimento y bueno... ¡Ay, me asfixias!

—Disculpa —masculló Priscilla en tono brusco.

—Por supuesto que le he dicho a mis amigos que es una vil mentira —prosiguió Sirius un poco ofendido—, y a cualquiera que haya tenido el valor de preguntarme. Aunque no son muchos, te sorprendería que la mayoría prefiere creer el rumor en vez de verificar su veracidad.

—Sí, ya veo —repuso recordando con amargura la escena con Severus. Hizo un último nudo en la corbata del chico y murmuró—. No te muevas.

En vez de soltarle, Priscilla deslizó sus manos con suavidad desde la corbata hasta el pecho de Sirius, donde apoyó ambas para echar la cabeza hacia atrás, y poder ver mejor los resultados de su nudo. El pecho de Sirius era cálido y un poco endurecido bajo su contacto, y se encontró a sí misma con las manos cosquilleando debido al contacto. En realidad, ella jamás había tocado a un chico tan de cerca, ni tan... abiertamente.

—Si empiezas a tratarme así yo también me creeré los rumores, Floyd —comentó el chico evidentemente divertido.

Ella alzó la mirada de inmediato, casi temiendo que Sirius hubiese leído el hilo de sus pensamientos. Sus pálidas mejillas se sonrojaron, y levantó las menos del pecho de Sirius como si el contacto de le quemase.

—Quedó bien —murmuró con voz enroquecida. Priscilla se aclaró la garganta, sin perder el tiempo, y se echó un mechón de cabello detrás del hombro— ¿Bajamos a comer?

—Te sigo.

     Apenas habían avanzado unos cuantos pasos cuando un grupito de Ravenclaw pasó a su lado soltando risas.

— ¿Y qué haremos ahora? —preguntó la chica mientras bajaban las escaleras—. No es cierto, pero si la gente va por ahí mirándome raro...

—Déjalos —la interrumpió Sirius—. Tú y yo somos amigos y actuamos como amigos. Eventualmente se darán cuenta.

— ¿Tú sugieres que simplemente lo ignore? —repitió Priscilla, incrédula. Se detuvo frente a Sirius a sólo un pasillo del Gran Comedor— ¿Y que digan lo que sea de nosotros?

     Sirius frenó su andar entonces, y regresó sobre sus pasos hasta detenerse frente a la chica. Eran casi de la misma altura (a diferencia de Remus, Sirius aún no pegaba el estirón), pero la expresión seria de la chica la hacia parecer mucho mayor que él. A Sirius hacia mucho que no le preocupaba lo que pudieran decir otras personas de él, si era de las primeras cosas que se había dado cuenta al venir al colegio, y al comparar el comportamiento de tantos magos y brujas buenos con los de su familia, los Black. Las malas críticas le debían resbalar como jabón. No servía de nada hacer caso a personas con oídos sordos. Sin embargo, comprendía que para ella pudiera resultar más estresante.

—Escucha —la tomó de los hombros como había hecho en el tren—. La manera más rápida de que se olviden del tema es que hagas como que no te has enterado de nada. A fin de cuentas, nada es lo que ha sucedido. Si te llegan a preguntar si es verdad y te molestas al responder, parecerá que es porque sí es cierto. Tú solo di la verdad y actúa lo más calmada posible. Sí, ya se que es incómodo que vayan por ahí inventado mentiras —agregó al ver que Priscilla se disponía a replicar—. Pero honestamente, dulzura, ¿cuántos rumores falsos te han inventado antes? Yo sé de esto.

     La chica seguía con el ceño fruncido, pero cerró la boca. Oyeron pasos aproximarse por las escaleras y antes de que Sirius pudiera saber qué sucedía, Priscilla se escondió tras una armadura. Dos chicas de Hufflepuff pasaron delante de él y le sonrieron un poco.

— ¿Y eso a qué ha venido? —preguntó el de ojos grises cuando ella por fin se dignó a salir de su escondite.

—Pues que si nos ven solos podrían imaginarse algo que no es —explicó Priscilla sacudiendo polvo imaginario de su falda.

— ¡No hay nada que imaginar! —replicó él— ¿Acaso escuchaste algo de lo que te dije?

—Si, ya sé —Priscilla le ofreció una sonrisa apenada que hizo a Sirius relajarse—. Lo siento.

—No te preocupes —Sirius se pasó una mano por la cara—. Sólo no le des demasiada importancia.

     Priscilla estuvo a punto de replicar, pero ya sabía que difería con Sirius y no tenía sentido insistir. Trataría de seguir su consejo, a ver qué tal le resultaba.

— ¿Sigue en pie la reunión del domingo en la biblioteca? —preguntó en cambio.

—Por supuesto —alzó una mano—. Sólo si vas a verme a los entrenamientos de quidditch.

     Priscilla intentó no reírse.

— ¿Por qué quieres que vaya?

— ¿Por qué quieres que estudiemos?

—Ya, pero estoy segura de que muchas chicas irán a verte —atajó la chica—. Y estudiamos porque somos amigos.

—Bueno, yo jamás he tenido una amiga chica —refutó el—, y ahora que sí, no estaría mal darle uso.

—Como si fuera un cachivache —ella puso los ojos azules en blanco—. Vale, iré a verte. Ahora tengo que irme.

     Sirius frunció el ceño, pero Priscilla ya había echado a andar en dirección contraria.

— ¡Pero ni siquiera has desayunado!

— ¡No tengo hambre!

— ¿Tiene esto que ver con que no quieres que nos vean a los dos solos entrando al comedor? —Sirius puso los brazos en jarra—. Estás muy delgada, Priscilla, no vale la pena que dejes de comer por esto.

     Priscilla se dió vuelta sin dejar de caminar, y le ofreció una sonrisa inocente que borró toda posibilidad de que Sirius se hubiera molestado.

—En lo absoluto —y entonces reanudó su trote por el pasillo.

***

      Mientras que Alice seguía rasgando el pergamino con su pluma para terminar el montón de tarea que había dejado atrasar, Priscilla se acercó hasta una de las ventanas de la sala común para abrirla y dejar que una ligera y fresca brisa de finales de enero inundara la habitación. Luego volvió a su lugar en el sillón frente a su amiga, se dejó caer en él y dobló las piernas hacia un lado encima del mueble.

     Apenas habían un par de personas en la sala común. Lily y Marlene, por ejemplo, se encontraban en los jardines junto a otras chicas desde hacía un rato, aprovechando la poca nieve que había caído, y otros chicos simplemente se tomaban el día para deambular por ahí. Priscilla no tenía muchas ganas de salir, por lo que acompañaba a Alice de forma silenciosa. Al menos por unos momentos.

Pst —siseó al cabo de un rato, queriendo llamar la atención de su amiga.

— ¿Qué? —preguntó ésta sin levantar la vista del pergamino.

     Priscilla se mordió el labio, y entonces dijo en voz baja.

— ¿Quieres ir a ver los entrenamientos de quidditch?

     Alice se echó hacia atrás pero sólo para contemplar mejor su tarea. Parecía estar pensando las dos cosas al mismo tiempo. Su amiga pelinegra esperó durante unos segundos hasta que se encogió de hombros.

—Tal vez.

— ¿En serio?

—Necesito distraerme un poco y echarle un ojo a chicos guapos en escobas siempre... —entonces levantó la vista hacia Priscilla como si hubiera comprendido algo—. Espera, ¿por qué quieres ir tú?

     Priscilla vaciló un momento. Había meditado las palabras de Sirius una y otra vez, ya que como él mismo había dicho, tenía más experiencia en esos temas, y decidió seguir su consejo al menos hasta que viera si éste traía resultados positivos o negativos. Así que su respuesta sería la misma que si sus amigas hubieran aceptado desde diciembre que era solo la amiga de Sirius Black.

—Un amigo del equipo me invitó —dijo con voz clara.

     Alice asintió lentamente, aún sin lucir convencida.

— ¿Segura?

—Sí. —Echando un vistazo al reloj de la pared, Priscilla se puso en pie— ¿Vamos?

     La chica guardó sus cosas sin mucho cuidado dentro de la mochila y entonces se levantó, sacudiendo su corto cabello color café.

—Fui a visitar a Frank por Navidad —comentó Alice cuando bajaban las escaleras—. Tiene un montón de tíos viejos. Y su madre es muy curiosa. Lleva un largo sombrero pero parece poder desarmarte en cuestión de segundos.

— ¿Y su padre?

—Es muy simpático, pero la señora Longbottom no lo deja hablar —se encogió de hombros.

     Llegaron a la salida del castillo. Ese día no había nevado, pero el aire seguía siendo helado y para cuando las chicas llegaron al campo de quidditch, había empezado a caer una ligera llovizna. Priscilla sacó unos guantes de su bolso para cubrirse la punta de los dedos congelados, y le ofreció a Alice su bufanda de Gryffindor.

—Oye, ¿donde está ese chico tan raro de Slytherin que es amigo tuyo y de Lily? —preguntó Alice al tiempo que llegaban al campo de quidditch—. ¿Quejicus? No te he visto con él desde hace tiempo.

—Severus —corrigió Priscilla con voz cansada—. Y ya no somos amigos. Nunca debimos haberlo sido.

— ¿No? Pues qué alivio. Marlenne y yo os lo hemos dicho muchas veces. Y tú misma viste lo que le pasó a Wyatt. Él y todos sus amigos se la pasan haciendo bromas con magia oscura a los nacidos muggle, y hablando en los rincones sobre cómo se unirán a Quien-tú-sabes cuando salgan del colegio —la voz de Alice era muy seria—. Y insultando con esas dos palabras tan feas... No sé qué le viste para hacerte su amiga en primer lugar, Pri.

—Yo tampoco —su tono era apagado. Al principio había creído que las razones por las que ya no era amiga de Severus no tenían nada que ver con sus delirios de sangre pura, pero después de lo que había dicho de ella en las mazmorras... No estaba segura de que alguna vez lo hubiera conocido.

     Tomaron asiento en unas gradas a la mitad de la tribuna y Alice soltó un suspiro distraído.

—Ojalá Spinnet se cayera de su escoba —comentó viendo al campo. El viento le alborotaba el cabello—. Digo, que no le pasara nada grave... Pero así Frank entraría a jugar.

—Estoy segura de que el año que viene será parte del equipo —animó Priscilla. La nariz ya se le había puesto roja y causaba un gracioso contraste con su piel pálida y el azul violeta de los ojos.

     Recorrió el lugar con la mirada. Habían otras personas curiosas en las gradas, en su mayoría Gryffindor que aprovechaban la fortuna de que uno de los entrenamientos de su equipo hubiera coincidido con un sábado para poder verlos sin problemas, así que nadie se percató de Priscilla y ella se alegró.

     En el campo estaba todo el equipo reunido, mientras Wood, el capitán, parecía indicarles jugadas y demás. Wood estaba en el último año. Sus dos hermanos mayores, que ya se habían graduado, también fueron parte del equipo en su debido momento. Eran unos grandes jugadores y ése año estaban firmados por los Chudley Cannons. El resto del equipo se componía de un pequeño chico de tercer año que hacía de buscador, Lira Collins y Jesse Spinnet, que eran mejores amigos y golpeadores, y Elizabeth Moore de cazadora (los tres eran de sexto año).

     Por último, y Priscilla se alegró al ver que podía distinguirlo bien, James y Sirius, que eran cazadores. Su nuevo amigo tenía el cabello recogido con una liga de pelo para despejarse los ojos, y el pequeño moño le hacía ver un poco más guapo, mientras que el viento le movía los mechones rebeldes. Tenía el mentón alzado mientras escuchaba las órdenes de su capitán y desde lejos parecía más alto de lo que en realidad era.

     En cierto punto, Sirius movió la mirada hacia las gradas buscando a su amiga, y al reconocerla con su larga melena oscura, esbozó una sonrisa. Levantó el brazo y la saludó sin discreción alguna. Así, Priscilla supo que si nadie se había dado cuenta de que estaba allí, ahora sí, y que el saludo de Sirius no pasó muy desapercibido, porque Alice hizo un sonido estrangulado. Sin embargo, tuvo que forzarse a sí misma a parecer lo más relajada posible, como él había recomendado, por lo que alzó la mano tímidamente para saludarlo y la bajó casi de inmediato.

— ¡Hola, chicas! —una voz alegre hizo que Priscilla y Alice giraran la cabeza.

— ¡Frank! —la más alta tomó a su novio del cuello de la camisa y lo atrajo para dejar un rápido beso en sus labios. Cuando se separaron, él sonrió a Priscilla y tomó asiento al lado de su novia.

— ¿Cómo están? —preguntó pasando un brazo sobre los hombros de Alice.

—Bien. Esperando que ganemos la copa este año —Priscilla se encogió de hombros.

—Por supuesto que lo haremos —Alice sonrió y se apoyó en el hombro del chico.

— ¿Terminaste tu ensayo? —se interesó Frank.

     Un poco incómoda por como la pareja comenzaba a darse mimos y hablar entre ellos, Priscilla volvió la vista al frente y se centró en el entrenamiento. El viento seguía soplando y le revolvía los mechones de cabello oscuro, por lo que se los apartó con impaciencia. para poder ver mejor. Wood sopló un silbato y todos se montaron en sus escobas.

     Seguro que Priscilla había asistido a otros partidos de quidditch, como buena hincha de Gryffindor que era, pero jamás había prestado especial atención a Sirius. El chico volaba casi sin esfuerzo, de forma descuidada, y tenía unos buenos reflejos, parecía preveer cualquier pase de James y a su mejor amigo le pasaba igual. Priscilla se halló sonriendo cada que Sirius hacia un pase, y disfrutando del viento contra su rostro y la sensación de calmada emoción que recorría las gradas.

     Era de esos días curiosos en Hogwarts, donde cualquier problema que pudiera existir en el mundo mágico quedaba alejado del castillo por cada protección a su alrededor.

***

Frank y Alice se habían adelantado (como cosa rara) y Priscilla volvía al castillo a paso lento y calmado. Era un bonito día a finales de enero, a pesar del frío húmedo que pudiera hacer al ser todavía invierno. Sin embargo, por la lluvia no podía quedarse a fuera leyendo y la única dirección a la que iba cuando estaba sola se encontraba muy clara.  Llevaba unos cuantos pasos cuando alguien llamó su nombre. Y unos segundos después un chico con cabello hasta los hombros y ojos grises y felices llegaba trotando hacia ella.

— ¡Floyd! —le saludó Sirius. Antes de que pudiera detenerlo, el muchacho le revolvió el cabello— ¿Ya te vas?

Priscilla se encogió de hombros, tratando de ignorar algunas personas que pasaban a su lado. En cambio, intentó acomodar las hebras de cabello que Sirius había desordenado.

—Sí. Voy a la biblioteca a devolver unos libros y sacar otros —explicó.

—Te acompaño —anunció Sirius sin reparo.

— ¿No tienes unas groupies a las que firmar autógrafos? —preguntó ella alzando una ceja.

Sirius sonrió— Estoy seguro de que pueden esperar a la cena.

Antes de acompañarla, Sirius giró la cabeza y se despidió de alguien con la mano. Al seguir la dirección de su mirada, Priscilla descubrió a James Potter varios metros más allá, rodeado de un grupo de sus amigos. Él los veía con el ceño fruncido, y algo aturdido, se despidió de su amigo para luego irse caminando con otros de sus compañeros.

Priscilla desvió la mirada, algo compugnida. Si no se equivocaba, a James tampoco le agradaba demasiado su reciente cercanía, tal vez porque, al igual que la mayoría de las personas de su año, sabían que era amiga de Snape. En el pasado, Priscilla había estado segura de la valía de su amigo e ignoraba sin ton ni son las críticas contra él... Ahora, no estaba segura de si alguna vez hubo algo que defender.

—Vámonos entonces —aceptó Priscilla, y emprendieron el camino.

Al cabo de unos quince minutos, Sirius seguía en silencio a Priscilla alrededor de las estanterías de la biblioteca, mientras ella examinaba sin apuros los títulos expuestos. No tenía una lista de los que quería, más bien los escogía por cuál le llamase más la atención. En ese momento, estaba fascinada con los libros de hechizos y encantamientos y quería memorizar cuántos pudiera; llevaba ya varios cuadernos repletos con notas y consejos para utilizarlos.

—Tienes la misma expresión que James cuando compramos su escoba en agosto —murmuró Sirius, cuando la chica hubo devuelto un libro a su lugar—. Fue todo un ritual.

Priscilla le echó un vistazo de reojo, divertida.

—Bueno, Potter solo puede volar una escoba a la vez y yo sólo puedo sacar cierta cantidad de libros —explicó ella—. La mejor forma de tomar una decisión es con paciencia y calma, para estar seguro de que no te arrepentirás.

—Pero si te tomas demasiado tiempo, evaluarás cada pro y contra —rebatió Sirius, y cogió una enciclopedia de dragones por pura curiosidad—. Entonces la decisión la tomará tu cabeza y no tu corazón.

— ¿Y no es eso mejor? —sonrió Priscilla— ¿Ser racionales e inteligentes en nuestras elecciones?

Ella continuaba viéndolo mientras Sirius examinaba sin verdadero interés la enciclopedia. El cabello le caía descuidado y al mismo tiempo elegante sobre la frente, y sobre la fina línea de su nariz y la mandíbula la caía un haz de luz de una de las farolas en el techo.

—Creo que la vida sería muy aburrida de llevar todo con tanta premeditación —repuso Sirius, alzando la mirada. Al verse capturada, Priscilla desvió la mirada y se sonrojó—. Lo mejor es lanzarse al vacío sin pensarlo dos veces, sin saber qué te espera en el otro lado.

Seguían caminando por las estanterías, aprovechando lo vacío de la biblioteca. Nadie se habría perdido aquel día templado por estar escondido en un lugar tan lúgubre.

—Aunque no siempre es tan fácil —murmuró Sirius, distraído, pasando los dedos sobre los lomos de los libros—. Algunas cosas deberían requerir más cabeza. Como tener hijos —vaciló, e inconscientemente se llevó la mano a la herida en su cuello que comenzaba a volverse cicatriz.

Priscilla apretó los labios con aprehensión, consciente de que, si bien a ella le reconfortaba el contacto físico, no sucedería lo mismo con Sirius. No tenían la suficiente confianza, de todos modos, como para proporcionarle un amigable apretón de manos o un fuerte abrazo. Así que escogió las palabras con cuidado.

—Los padres pueden ser bastante inconscientes —aceptó Priscilla, aunque consideraba que ella tenía los mejores en todo el mundo—. Pero creo que, desde que nacemos, ellos dejan de importar... Y a pesar de lo que nos hayan hecho, o dicho, cada decisión recae en nosotros.

Una sonrisa vaciló en los labios de Sirius, y el color volvió a su rostro, sencillo, apuesto y joven.

—Me preguntaba por qué no habías terminado en Ravenclaw, pero ya está muy claro —murmuró Sirius, y devolvió la enciclopedia a su lugar. La foto del colacuerno húngaro en la cubierta echó fuego antes de desaparecer en la oscuridad.

***

palabras: 3800
Disculpad lo tardes, estuve enviciada con FMAB y olvidé que era domingo jaja.

En fin, qué tal el capítulo?

Algún anime que me recomienden? Dejad una pequeña descripción

Nos leemos el próximo domingo❤️

10/05/2021, 12:13

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