Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 05. Los rumores.

     Las vacaciones navideñas fueron como un soplo de aire: rápido y fresco. Priscilla se envió cartas con Marlenne, quien enviaba su lechuza puesto que estaba muy lejos, y con Alice, que se olvidaba de responder todo el tiempo. Un día se reunió con Lily y Mary en el centro de Londres, vieron una película y tomaron chocolate caliente, las tres con la varita escondida entre la ropa por si se presentaba cualquier eventualidad. Cierto era que estaría penado su uso, puesto que aún eran menores de edad, pero con los tiempos tan oscuros que corrían...

     En su casa la situación era calmada, como siempre. No podía hacer magia fuera de Hogwarts, por lo que aunque su padre quería verla practicar algún hechizo, no tuvo oportunidad. Su abuela se burlaba de él por la ilusión que le hacía el mundo mágico. Solamente los padres de Priscilla y la abuela Serena conocían de su cualidad especial. Esta última parecía estar muy bien informada sobre el mundo mágico y las cualidades que su nieta poseía, si bien siempre había esquivado con gran ingenio las preguntas que hacía Priscilla respecto a su inesperado conocimiento y naturalidad ante la noticia.

     Como ya era costumbre en Navidad, Priscilla esperó recibir algún recado de Severus, el que había sido su confidente y compañero por tantos años, pero eso no sucedió. Su amistad parecía irrevocablemente rota. Priscilla le tenía aún gran aprecio, jamás lo negaría, sin embargo si él quería tomar una actitud tan infantil, no le iba a insistir.

     Priscilla también consideró enviar alguna carta a su nuevo amigo Sirius Black, pero no sabía dónde vivía y aunque Drianda, su lechuza, consiguiera llegar a donde estaba a donde estaba Sirius, eso podría ser muy lejos. Tal vez se había ido de vacaciones con sus padres a algún lugar extravagante, como solían hacer las familias de sangrepura con sus fortunas centenarias.

     Sin embargo, apenas unos días antes de volver a Hogwarts, una lechuza marrón se detuvo frente a la ventana de su habitación, como expectante a que ella abriera. Priscilla estaba leyendo en ese momento, pero el aleteo la hizo alzar la cabeza. Entonces, aunque no reconocía de quién podría ser, se apresuró a abrir la puerta.

—Buen clima para viajar —notó ella. La nieve cubría aún las calles, pero el sol brillaba débilmente para proporcionar un poco de calor. Se volvió hacia la lechuza, que había ido a posarse sobre su escritorio. Priscilla abrió su cajón y sacó la bolsa con migajas de bizcocho que guardaba para Drianda—. Toma, seguro te gustará —dijo poniendo un puñado sobre su mesita de noche, que no estaba tan llena de cosas.

     El ave esperó pacientemente que Priscilla deshiciera el nudo que sostenía una carta a su pata y entonces voló hacia donde su recompensa lo esperaba.

     Frunciendo el ceño ante el pergamino, se sentó en una esquina de su cama y lo estiró.

     Querida amiga, Priscilla.

     Después de aquel día en el comedor, que te ví tan animada, me alegró que estuvieras mejor. Espero que las galletas hayan contribuido. Sin embargo, llorabas con tanto sentimiento en el pasillo que he creído que tal vez sigues triste pero no se lo dices a nadie. Yo no le he dicho a nadie, para que lo sepas. Así que cuando llegué a casa, de inmediato pensé en escribirte, pero el aire ha sido tan frío estos días y la nieve tan implacable que no quería que mi lechuza terminará congelada en una acera. Hoy las nubes se han quitado finalmente, por lo que me apresuré a escribir esto, no fuera a ser que el sol vuelva a ocultarse en cuestión de segundos (la tinta está algo corrida por eso). Entonces, ¿cómo estás?

pd: ¿ya planeaste nuestras primeras reuniones de estudio?

pd: puedes enviar tu respuesta con mi lechuza sin problemas (vivo en Londres).

Tu nuevo amigo, Sirius Black.

     Priscilla sintió una gran alegría al terminar de leer la carta. De algún modo, las palabras de Sirius le habían reconfortado; se preocupaba por ella. Y en realidad, Sirius era el único tercero que sabía lo que había sucedido.

     Tras echarle otro puñado de migajas a la lechuza, Priscilla se apresuró a tomar su pluma y redactar una respuesta para su amigo. Le habría gustado que su caligrafía quedase mejor, y haber alargado su respuesta un poco más, pero al igual que Sirius, temía el pronto cambio del clima. Así que se sentó y escribió con rapidez.

     Querido amigo Sirius.

     Me ha puesto muy feliz recibir tu carta. También había pensado en escribirte (es lo que hago con todos mis amigos en vacaciones), pero no sé dónde vives ni si estarías fuera del país por navidades. En fin. Estoy bien, en realidad. Me siento protegida cuando estoy con mi familia, un desamor no podría ponerme triste a su alrededor. Y el chico del que te hablé no me ha enviado ni una misiva, por lo que supongo que nuestra amistad no era tan cercana como yo creía, al fin y al cabo. Además, ahora tengo un nuevo amigo que me da pañuelos y galletas y eso es muy bueno.

     ¿Qué hay de ti? ¿Disfrutas las vacaciones? Creo que sí, con todo lo que comen Potter y tú en los banquetes, los dulces de Navidad deben ser un completo festín.

pd: por supuesto que sí las he organizado, con una copia de tu horario podríamos hacer que coincidieran mejor. y tengo un puñado de cuentos nuevos cuya lectura quisiera compartir con alguien. Son muggles, pero prometo que te gustarán.

Te desea un feliz año nuevo, tu amiga Priscilla Floyd.

     Para cuando terminó, la lechuza marrón ya la veía con malos ojos, como impaciente por terminar su labor. Priscilla enrolló el papel y ató a su pata con rapidez, todo mientras su madre la llamaba a cenar.

***

1976.

     Sirius y James estaban lanzándose pequeños hechizos de desarme, sólo para matar el aburrimiento cuando el primero vio pasar a una chica por la puerta de su compartimento. Lunático leía un libro, como era costumbre, y Colagusano se había quedado dormido hacia rato ya, con la varita que Sirius le había puesto entre los labios a ver si la mordía al despertarse.

—Ahora vuelvo —le dijo a su mejor amigo, y se puso en pie. Aunque era extraño que se fuera así como así, James lo dejó pasar y en cambio se alborotó el cabello, como de costumbre.

     Cuando Sirius salió al pasillo, no le costó mucho localizar con la mirada a Priscilla, que no había llegado todavía al otro vagón. Estaba más ocupada en desenredar una masa negra que se había apropiado de su cabello que en caminar, en realidad.

— ¡Floyd! —llamó Sirius, acercándose a la chica en un par de pasos.

     Priscilla se dió vuelta, aún con las manos en la cabeza. Tenía la mirada azul vibrante, y las mejillas un poco más rojas de lo habitual, tal vez por el esfuerzo. Y a la altura de los hombros, tan patético que Sirius tuvo que esforzarse por no reír, en el cabello se le había formado un nudo grandísimo, como si se hubiera pasado horas enredando cada hebra para que se viera lo peor posible.

— ¿Qué tienes? —preguntó Sirius deteniéndose frente a ella con el ceño fruncido.

—Qué no tengo —replicó la chica con un hondo suspiro—. Estaba dormida cuando pasó la señora del carrito, y tengo mucha hambre, así que vine a buscarla en cuanto me desperté. Pero cuando por fin pude alcanzarla ya iba por donde se sientan todos esos Slytherins —puso los ojos en blanco—. En cuanto ella se fue, Avery me ha hechado algún maleficio en el pelo. Naturalmente dejé la varita en el compartimento, no esperaba un duelo con nadie. Tendré que pedirle a Lily que me lo arregle; es prefecta y no tendrá problema...

     Pero Sirius ya había alzado la varita y con un simple movimiento de muñeca, el cabello de la chica volvía a caer largo e imperturbable hasta su cintura.

—Muchas gracias —sonrió la chica. Entonces lo vio de arriba a abajo— ¿Qué hay de ti? ¿Cómo pasaste las navidades? ¿recibiste mi carta?

     Sirius hizo una mueca ante la mención del mensaje, que había desatado tal caos en su casa.

—Bueno...

— ¿Qué tienes ahí? —le interrumpió la chica.

     Antes de que pudiera apartarse, Priscilla se inclinó hacia él, con lo que Sirius pudo oler su jabón de lavanda, y le pasó los dedos tibios por el cuello solo por un momento, porque luego le tomó el cabello. Movió un mechón a un lado para dejar a la vista una gran marca roja que le cruzaba desde la clavícula hasta el oído derecho, pasando por todo el lateral derecho de su cuello. Antes había quedado oculto por las sombras de su cabello.

     Alguien soltó un gritito ahogado, y Priscilla giró el rostro sólo un momento. Ambos descubrieron que amontonadas en el vagón a su lado, estaban un grupo de chicas de tercer año, aplastadas contra la ventana y muy pendiente de lo que hacían los dos. Desde su posición no podían notar el corte de Sirius, por lo que debían suponer que estaban tan cerca por otras razones.

     Priscilla se echó hacia atrás de inmediato.

— ¿Sirius? —llamó.

—Ah, sí. Me lo hice peleando con unos muggles —dijo en voz alta para que las curiosas oyeran. Luego, sin importarle lo que dijeran, tomó a la chica de la mano y la arrastró hacia el final del vagón, donde había visto un compartimento vacío. O casi—. Sal, por favor. Sólo serán unos minutos —dijo al chico de segundo año que había estado leyendo solo.

     Ni bien lo hubo visto, el pequeño salió apresuradamente.

— ¿Peleando con muggles, en serio? —preguntó Priscilla, sin darse el tiempo de quejarse por como había corrido al niño.

—Vale, lo dije sólo porque teníamos público —admitió Sirius.

— ¿Te han atacado mortífagos? —se alarmó ella. Sirius soltó una risa ronca ante lo irónico del tema.

     Pero el tema ya no le causaba ninguna molestia, así que lo dijo.

—Me preguntaste si recibí tu carta, y así fue, pero el problema es que no pude leerla. No hasta después de un rato, al menos, cuando conseguí juntar los pedazos rotos —explicó él. Priscilla no entendía qué tenía que ver eso con el zarpazo en su cuello—. Imagino que habrás oído de mi familia y su... Opinión respecto a los magos y los muggles.

     La chica ahora tenía el rostro serio, y asintió.

—Bellatrix me ha dicho alguna cosa o dos por los pasillos —dijo.

—Bueno, el caso es que cuando volvió Rigel, mi lechuza, con la carta, mi ventana estaba cerrada, así que entró por otra de las que hay en la casa. Y mi madre la cogió primero y le dió un vistazo. Todo bien, hasta que llegó a la parte de las novelas muggles —la voz de Sirius era monótona, pero a Priscilla el corazón le dió un vuelco asustado—. Dedujo por sí solita que eras hija de muggles y la carta era para mí, porque soy la única deshonra en la familia —puso los ojos en blanco.

—No comprendo —negó Priscilla, aunque no porque no se imaginaba el escenario, sino porque se negaba a creer que algo así pudiera haber causado su herida— ¿Qué tan malo puede ser...?

—Oh, bastante malo, en realidad — el muy cínico de Sirius Black esbozó una sonrisa— ¿Cómo me atrevo yo, el primogénito de los Black, una familia tan antigua y honorable, a ensuciar su casa con correspondencia de una nacida muggle?

— ¿Esa es la palabra que han usado? —Priscilla estaba pálida.

     Fue por fin el momento en el que Sirius quitó el tono entretenido de su voz. Había una palabra tacita entre los dos que Sirius jamás se atrevería a pronunciar, mucho menos delante de la chica que lloraba sólo por perder una amistad.

—No. No en realidad —Sirius apretó los labios, pero debía germinar de hablar—. Por eso me gané esto, que en comparación a cómo estaba antes, ahora se ve bien.

—Por Merlín —ella se llevó las manos a la boca—. Lo siento tanto, Sirius. No tenía ni idea... Yo jamás habría...

—Hey, no es culpa tuya —dijo él. La tomó por los hombros sólo para sacudirla un poco, pero Priscilla tenía los ojos brillantes.

—Lo siento —repitió, como si se disculpara por ponerse sensible—. Nunca hubiera pensado que... es decir, se hay magos prejuiciosos, pero...

—No te preocupes, hace mucho que me da igual. Tampoco soy ningún santo —agregó Sirius.

Priscilla asintió lentamente, mientras pensaba sus próximas palabras. Sirius agradeció que no se hubiera echado a llorar, y no porque le molestara, sino que no tenía ningún pañuelo a la mano.

— ¿Seguro que estás bien? —preguntó—. Podría llevarte con Madame Pomfrey después de la cena.

Sirius negó y luego le guiñó un ojo con picardía.

—Es sólo un rasguño.

La chica se echó hacia atrás, y tomó asiento aún aturdida. Sin mirar a Sirius a los ojos, llevó una mano a su cara y se guardó un larguísimo mechón de cabello detrás de la oreja. Parecía estar meditando algo, con la mirada azul fija en la ventana que mostraba el paisaje yendo a toda velocidad al lado de ellos. Finalmente, volvió a ver a Sirius.

—Entenderé si después de esto prefieres que ya no hablemos más —dijo con voz seria—. Vaya, que no duró ni un mes...

—Espera —la detuvo Sirius— ¿Por qué no querría que sigamos siendo amigos?

—Bueno, pero mira lo que te ha pasado sólo por una carta...

—Ya ¿y crees que cuando quedé en Gryffindor me mandaron una caja de bombones? —replicó—. Mi familia es una mierda, Priscilla, envueltos en todo ese barullo de la pureza de la sangre y las artes oscuras. No me importa. En cuanto cumpla la mayoría de edad me iré de allí y ya no podrán molestarme.

Priscilla estaba horrorizada, pero se esforzó por no hacerlo notar. Sirius estaba de pie, y sus ojos grises no se habían despegado de ella y en ese momento parecían de acero, brillantes y determinados.

Sirius era muy valiente, se dió cuenta.

Ella jamás habría creído que un chico al que su familia era capaz de tratar así fuera el mismo que ella veía en Hogwarts rodeado de amigos, sorprendiendo a los profesores en clase y con una sonrisa inmensa cada vez que jugaba quidditch.

—Vale —asintió—. Ha sido una tontería de mi parte.

—Por otro lado —agregó el chico—, si quieres compensarme, ¿qué hay de las galletas que me habías ofrecido?

La tensión en los hombros de la chica se relajó por fin, y esbozó una sonrisa calmada.

—Las tengo en una caja en mi baúl, para que no se vayan a estropear —dijo—. Si me esperas en la sala común después del banquete, las buscaré para dártelas.

—Excelente —Sirius se sentó frente a ella y subió las piernas en su asiento, aunque dejando los zapatos por fuera— ¿Cómo pasaste las vacaciones?

—Como es costumbre. Lo que más me llevó tiempo fue el trabajo para McGonagall, pero aún no creo que haya quedado del todo bien, tendré que hacerlo de nuevo...

***

Esa noche Priscilla durmió como un bebé. Después del banquete había buscado en su baúl el regalo de Sirius, una caja verde con un lazo dorado puesto ella misma y una etiqueta, que rezaba Para: Sirius. Priscilla no se arrepintió por haber decorado así la caja; después de lo dicho por Sirius sospechaba que difícilmente habría tenido algún regalo. Sirius esperaba al pie de las escaleras como había asegurado, y ya que la sala común aún bullía llena de gente mientras Remus y Lily intentaban hacer que todos subieran a dormir, podía oír las risitas y murmullos de las alumnas de tercer año sentadas cerca de él. Eso era muy común, y se ponía peor cuando James aparecía (si se revolvía el cabello, hasta soltaban suspiros).

Sin embargo, Priscilla fue muy rápida, ya que tenía un sueño abrasador. Le entregó el paquete a Sirius, y ambos se desearon buenas noches y esforzaron en ignorar los murmullos que habían aumentado al verlos juntos. A Priscilla le parecía de mala educación, pero no dijo nada.

A la mañana siguiente el ambiente era tan feliz como de costumbre en Hogwarts, aún cuando se hubieran acabado las vacaciones. Una capa blanca de nieve cubría los jardines y patios, algunos estudiantes se habían puesto bufandas y uno que otro suéter debajo de la túnica para protegerse del frío aire que se colaba entre las ventanas de los pasillos.

Priscilla agradeció no tener Pociones ese día, primero porque no tenía ningún deseo de congelarse en las mazmorras gélidas y segundo, porque mientras más tiempo pudiera evitar ver a Severus, mejor. Así también podía retrasar el momento en que Lily se diera cuenta que sus amigos ya no se hablaban.

Priscilla entró al Gran Salón con sus amigas a la hora del desayuno, cogió dos magdalenas de chocolate de la mesa y luego salió corriendo sin siquiera detenerse a ver si su nuevo amigo estaba cerca, en dirección al aula de Herbologia, donde la profesora Sprout la esperaba para ayudarle con los arreglos de la clase de ese día. Los invernaderos quedaban un poco apartados del castillo y la nieve aún no se había derretido, por lo que cuando Priscilla llegó al salón tenía las medias empapadas y la punta de sus pies completamente entumecidos.

—Justo a tiempo —saludó la profesora Sprout, que se ponía los guantes, en cuanto Priscilla abrió la puerta del invernadero 8.

La chica tragó el último trozo de su escueto desayuno y entonces se puso manos a la obra.

—He leído mucho sobre la planta que recogeremos hoy —comentó Priscilla a la profesora mientras despejada un poco las mesas—. Díctamo. Unas increíbles cualidades curativas.

—Así es —sonrió Sprout—. Hablé con el profesor Slughorn y parecía encantado de usar lo que consechemos para enseñaros unas nuevas pociones curativas

Eso iba a darle un montón buen trabajo a Priscilla, tal vez incluso un par de puntos. En unos meses tendría la orientación académica antes de los TIMOs y más le valía irse despertando para poder tener al menos una S en todas sus materias, para tener libertad de escoger sus EXTASIS relajadamente.

Estaba quitándose los guantes cuando el resto de sus compañeros llegó a la clase. Las chicas tomaron una mesa y justo cuando se disponía a sentarse, entraron unos muchachos gritando y formando un aborto; ella reconoció el cabello negro y desordenado de Potter y la figura delgada y largirucha de Remus. Entonces llegó Sirius, que paseaba la mirada gris por toda el aula, cuando se topó con Priscilla sonrió, alzó el brazo y lanzó algo por el aire para que ella lo cogiera; otra magdalena.

Gracias —susurró al chico, llevándose el dulce a su mesa.

Estaba demasiado ocupada con su Magdalena y haciendo la lección de Sprout para notar las miradas extrañas de sus amigas, y mucho menos para oír los curiosos murmullos que se esparcían por el invernadero. En realidad, Priscilla no tenía idea del chisme que recorría los salones de quinto año en ese preciso instante.

***

Pasaron unos días antes de que alguna de sus amigas se atreviera a decirle algo sobre ése rumor.

     Para entonces, ya Priscilla se había dado cuenta de que algo extraño ocurría. Ciertas chicas de su año cuchicheaban cuando la veían por el pasillo y era imposible no darse cuenta de que cada vez que Sirius la saludaba o compartían unas pocas palabras, se les quedaban mirando sin aparente disimulo. Intentaba no hacer caso a ello, no tenía tiempo para preocuparse por chismes que no le concernían, pero llegó el día en que fue imposible ignorar la situación.

     Priscilla había bajado antes al aula de Pociones después de un almuerzo más que ligero, con la esperanza de alargar su trabajo antes de entregarlo. La puerta estaba cerrada para su disgusto, por lo que recostó la espada en la fría pared de piedra a esperar que el profesor Slughorn bajara.

     Unos pasos apresurados llamaron su atención, y un segundo después vislumbró a Severus acercándose a ella con la cara arrugada y a punto de estallar de la rabia.

—No me esperaba esto de ti —masculló el muchacho, deteniéndose frente a ella.

     Priscilla se apretó contra la pared mientras su corazón comenzaba a martillear con fuerza contra su pecho. En otra circunstancia de habría sentido muy nerviosa viendo a Severus después de tanto tiempo sin tener noticias suyas, cuando habían sido tan cercanos y su última conversación constaba de una confesión muy vergonzosa, pero en ese momento sólo pudo fruncir el ceño ante el inmenso desagrado que mostraba el rostro de su antiguo amigo.

— ¿De qué estás hablando? —preguntó por fin.

     Severus soltó una carcajada ronca.

—Ah, ¿vas a fingir que no sabes nada? —replicó al instante. Seguía mirando a Priscilla con profundo desprecio, como ella jamás había esperado.

— ¿Saber qué? —insistió, pero Severus ya no la escuchaba.

—Creí que te conocía bien —dijo en cambio—. Fuimos amigos durante tanto tiempo que... y con lo que me dijiste antes de las vacaciones... Pero no —su voz era amarga—, no eres quien yo pensaba. Vas por ahí arrastrándote por la atención de alguien como Black... no puedo esperar nada mejor de una simple sangresucia.

     Demasiado estupefacta para hablar, Priscilla alzó un brazo y le cruzó la cara a Severus de una cachetada que resonó por todo el pasillo. Tenía las mejillas arreboladas y aunque sus ojos pedían derramar unas cuantas lágrimas para drenar su frustración, consiguió mantener el dolor a raya. Respiraba de forma entrecortada, intentando procesar lo que había dicho Severus.

     El chico que ella pensaba que era callado, tímido y dulce... Él alzó la vista, estupefacto ante lo que acababa de suceder, mientras sus mejilla iba poniéndose roja e hinchada.

—No vuelvas a llamarme así más nunca —dijo con la voz tensa.

     Severus abrió la boca dispuesto a replicar de un tirón, cuando se oyó el ruido de un montón de pasos que bajaban las escaleras. Un segundo después la marea de estudiantes de Pociones de esa hora apareció con Slughorn a la cabeza, y como éste venía hablando con un chico de su club de Eminencias, no se percató de los dos adolescentes al lado de la puerta del salón que parecían querer saltar encima del otro, sino que abrió la puerta del salón y el resto lo siguió.

     Priscilla se giró hacia Severus una última vez, sus ojos tan brillantes como zafiros.

—No vuelvas a acercarte a mí —dijo con voz frágil—. Tú tampoco eres quien yo creía.

     Decir que no pudo concentrarse bien sería quedarse corto. Priscilla escogió uno de los asientos del final y se encogió en su lugar para esquivar la vista de Slughorn, que siempre parecía encantado con las intervenciones de ella en sus clases. Lily y el resto de sus amigas, por el contrario se sentaron adelante,  pero Priscilla pudo notar que le echaban miradas furtivas de vez en cuando. Venía sucediendo desde el inicio de clases y si la situación ya le estaba cansando, lo de Severus era el colmo...

     No sabía cuántas más sorpresas sobre él le esperaban. Primero con su completa diferencia ante la ruptura de su amistad, y ahora él desprecio tan profundo de sus gestos cuando le había insultado. Todo el cariño y la ilusión que Priscilla pudiera haber tenido hacia Severus parecía ahora algo muy lejano, separado por sus recientes acciones.

     Estaba revolviendo el líquido en su caldero sin mucho interés cuando un trozo de pergamino doblado aterrizó a un lado de su cuaderno. La chica alzó la mirada azul para buscar al responsable, creyendo por un momento que sería Severus con más críticas, cuando se topó con los ojos grises de Sirius. Él señaló la nota y le hizo una seña para que contestara.

     Priscilla se echó el cabello hacia atrás y abrió el papel.

"qué tal, amiga? oíste los nuevos rumores? Mckinnon y tu grupo me echan miradas fulminantes todo el rato"

     De repente se sintió muy irritada. Harta. Tomó su pluma y garabateó lo más rápido que pudo por la molestia.

"no me han dicho nada, y honestamente no sé porqué hay tanta gente mirándome raro. sabes de qué va todo eso?"

"jaja, puede ser que sí. tengo que hacer algo después de la clase, así que baja más tarde mañana a desayunar y nos reunimos en la sala común para decirte de las buena nuevas"

     Sobra decir que Priscilla habría preferido enterarse del fulano rumor lo antes posible, pero prefirió esperar, para sentir que no estaba dándole tanta importancia.

***

02/05/2021, 22:58
4101


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro