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Un par de sinceridades nocturnas.

Narrador Omnisciente:

Luego de aquella incómoda situación que Mina debió pasar por culpa de Nayeon, la joven se había encargado de guardar las pertenencias de la muchacha sin importarle verdaderamente si la coreana se molestaba por aquello, en aquellos instante a la japonesa le importaba bien poco si la castaña se enojaba con ella, prefería con verdadera sinceridad que la odiaría a que siguiera viviendo bajo el mismo techo que su padre y el señor Im. Ahora, Mina se encontraba sentada sobre su escritorio observando en silencio como Nayeon descansaba sobre la cama aferrando sus delgados dedos sobre la almohada, la noche había caído llevándose consigo el sueño profundo de la castaña, la japonesa no podía dormir al pensar que alguno de los hombres que atormentaba su vida pudieran interrumpir su descansado arrebatandole las dos personas más importante en su vida-dejando de lado a su madre claro está-. La extranjera mordió su labio inferior para luego soltar un suave suspiró, la joven se levantó de la mesa caminando sin hacer mayores ruidos hacia la salida, al salir Mina arrastró sus pies por el pasillo sintiendo sus hombros pesados, el pensamiento de que Do, había estado en un momento tan maravilloso como lo fue el saber si Nayeon estaba o no embarazada le hacia burbujear la sangre producto de la ira, la castaña le ha arrebatado de las manos uno de sus posible mejores momentos, y aquello, Mina jamás se lo iba a poder perdonar.

La extranjera bajó hacia el primer piso dirigiéndose hacia la cocina, cuando llegó rodeó la mesa de mármol caminando en dirección de los muebles, de aquel lugar sacó una pequeña taza oscura dejando el objeto sobre la mesa, volvió a girarse estirando su mano hacia el hervidor, Mina necesitaba tranquilizar sus pensamientos de alguna forma, cualquier cosa le servia en aquellos instante. Luego de un par de minutos donde observó como, lentamente el vapor desprendía del hervidor, por fin el objeto había hecho aquel peculiar sonido que solía hacer cuando avisaba que el agua estaba lista para su consumo. Mina tomó su taza al igual que el mango del objeto vertiendo el agua caliente en el interior de la taza.

La joven se quedó en la misma posición al oír unos suaves pasos arrastrándose hacia su dirección, con el corazón desbocado y apunto de desbordar el agua del pequeño objeto que sostenía, Mina dejó el hervidor y la taza sobre la mesa girando su cuerpo para ver quien era el osado que estaba por ingresar en la cocina.

—Hola cariño—saludó su madre en el instante que sus ojos se encontraron, provocando un gran alivio en la joven pelinegra.

Mina suspiró apoyando sus dos brazos sobre la mesa, rápidamente se inclinó escondiendo su cabeza entremedio de ambas extremidades, sintiéndose verdaderamente aliviada de saber que la intrusa era su madre y no Nayeon.

La extranjera sintió su cuerpo estremecerse en el instante que los suaves dedos de su progenitora acariciaron su nuca brindandole un suave masaje que solía ejercer cuando ella era pequeña.

—¿Estas así por el bebé?—cuestionó Sachiko con preocupación, notando rápidamente como su pequeña se reincorporaba negando con su cabeza—¿Entonces?—preguntó confundida observando como la pelinegra se revolvía su cabello oscuro con la mirada apagada fija en sus facciones.

—El bebé es el menor de mis problemas, solamente... es que no puedo dejar de pensar que Nayeon se hizo la prueba en la clínica sin mi, ¿Entiendes Madre? si yo no la busco ella no me hubiese avisado siquiera que esta esperando un hijo mio—contestó Mina con la frustración desprendiendo de sus poros a la vez que un suave suspiro brotaba de sus labios en un vano intento por calmar aquel inminente llanto, la joven necesitaba una respuesta del por qué lo hizo, por qué confío en su ex y no en ella.

La señora Sachiko apretó sus labios estirando nuevamente su mano para acariciar el cabello de la menor, la mujer la observó con una clara muestra maternal rebosando en su castaña mirada.

—¿Y si estaba asustada? es una niña al fin y al cabo, ambas lo son, fueron niñas haciendo cosas de adultos, eso no es fácil de asimilar—Sachiko intento defender las razones inexplicable de la coreana notando como la japonesa la observaba con confusión, como si estuviese replanteando aquella posibilidad—cuando yo me embaracé, estuve esquivando a tu padre durante los primeros meses, porque lo amaba tanto que me daba pavor el perderlo, ¿Entiendes cariño? estoy segura que Nayeon tiene una buena explicación y te las dará cuando todo se calme, pero tu también debes pon de tu parte y escucharla—apaciguó el malestar de la menor notando como la joven asentía con su cabeza—compréndela y no la dejes sola, al fin y al cabo tu no eres la que tiene que pasar por todo el tormento de los nueve meses, ¿Bien?.

—Esta bien—contestó Mina posando sus ojos sobre la taza que se hallaba a su lado—¿Quieres un té?—preguntó observando como su madre negaba con la cabeza—arreglaré esto y me iré a dormir.

Sachiko estiró su mano atrapando el brazo de la japonesa, con el ceño fruncido y la clara expresión de confusión Mina la observó por sobre su hombro notando la bonita sonrisa de la mujer.

—Lo haré yo, tú ve a descansar—avisó la señora Myoui dándole un par de palmadas a su hombro mientras que observaba como su pequeña japonesa simplemente asentía con su cabeza sin estar del todo convencida en sus palabras.

—Buenas noches mamá—se despidió Mina a la vez que estiraba su rostro plantando un suave beso en la mejilla ajena.

—Descansa cariño—contestó la mujer mientras veía como su pequeña caminaba hacia la salida hasta perderse por el umbral de la puerta.

La japonesa subió las escaleras sintiéndose verdaderamente relajada por las palabras de su madre, tal vez estaba siendo demasiado egoísta en solo pensar ella, quizás su progenitora tenía razón, debía pensar en Nayeon y en el pequeño bebé que crecía en su interior. Mina al llegar al segundo piso se encaminó hacia su habitación, sintiendo su corazón con aquel característico bombeo inusual que solía sentir cuando se trataba de la cercanía de la castaña. La joven rápidamente ingresó en la habitación intentando hacer el menor ruido posible para no despertar a la coreana, sus oscuros ojos se mantuvieron en todo momento fijos en la mayor, sintiendo su pecho estrujarse ante lo frágil que se veía.

Mina cerró la puerta tras de sí, mientras que, simplemente bajaba sus manos hasta tomar el borde de su camiseta para luego despojar la prenda de su piel sin mayores inconvenientes, rápidamente hizo lo mismo con sus zapatos y pantalones, quedando simplemente con su sostén deportivo y la ropa interior. La japonesa caminó hacia su clóset abriendo las puertas de madera para ver que se pondría aquella noche, la desgraciada de Nayeon se había apropiado de su camiseta y shorts para dormir dejándola sin que ponerse. La pelinegra agradeció que su madre no se hubiese tirado sus antiguas prendas para hacer deporte, velozmente la muchacha estiró sus manos al encontrar los viejos trapos tomando un camiseta blanca-desteñida- y unos cortos pantalones oscuros. Al quedar con la ropa coloca la joven arrastró sus pies tomando asiento en el pequeño espacio que la coreana había decidido en dejarle, la pelinegra observó como la joven mantenía su torso doblado con su cabeza en unos bordes de la cama mientras que, todo lo demás se encontraba hacia su dirección. Mina rió completamente enternecida por la imagen de la castaña.

—Nayeon... oye, hazme un espacio—susurró la japonesa mientras estiraba su mano presionando su dedo índice sobre la espalda de la menciona—vamos, cariño, no seas egoísta—continuó hablando en voz baja logrando luego de un par de minutos que la castaña fuese capaz de moverse—gracias—rápidamente la extranjera envolvió sus brazos sobre la cintura de la mayor apegando todo su cuerpo con la espalda de la castaña, por instinto posó con delicadeza sus palmas sobre el estómago de Nayeon queriendo refugiar a su pequeño del frío de la noche—descansen.

Mina cerró sus ojos sintiendo como la coreana se giraba posando por un par de segundos sus labios sobre su quijada, para luego simplemente esconder su rostro en el cuello de la menor aferrando sus dedos sobre el cuerpo ajeno.

—Es mi bebé, y lo quiero lejos de Do Kyungsoo—habló la joven con un toque posesivo en sus palabras, sintiendo lentamente como la coreana asentía con su cabeza.

Mina luego de aquello guardó silencio aferrando sus dedos en el cuerpo ajeno, deseando poder quedarse en aquella posición todo el tiempo de su mundo.

A la mañana siguiente Nayeon fue la primera en despertar, sus manos buscaron a tientas aquel calor que desprendía de lo ajeno sintiendo como el dorso de su mano se rozaba con la tela de lo desconocido a la vez que sus palmas se adherían contra una suave piel. Sus párpados se ampliaron observando el rostro pacífico de la japonesa, guardó silencio tomándose el atrevimiento de subir aquella mano peligrosa en el Interior de la ropa de la joven, su castaña mirada observaba como las cejas de la pelinegra se juntaba a causa de su ceño fruncido, Nayeon estaba disfrutando despertar a la menor de aquella manera, de forma inocente pero sin llegar a rebasar aquel sentimiento.

Mina despertó de golpe, sus oscuros ojos rápidamente hicieron contacto con el brillo juguetón de la coreana.

—¿Qué estás haciendo?—cuestionó la japonesa mientras veía como la coreana atrapaba su propio labio inferior y alzaba su ceja castaña, dándole aquella provocativa imagen que hizo que su piel ardiera como el infierno—no me provoques tan temprano Nayeon—habló a la vez que tomaba la muñeca de la joven impidiendo que está siguiese subiendo por su abdomen.

—Te he echado de menos—contestó Nayeon a la vez que soltaba su labio para hacer un mohín—ademas la última vez no te he escuchado quejarte cuando lo hicimos por la mañana... o bueno, te quejaste pero de una forma erótica—contraatacó notando como la japonesa comenzaba a reírse.

Mina detuvo su risa colocándose de lado para apoyar su codo sobre el colchón, su palma rápidamente se adherió contra su mejilla mientras que, su mano libre se dirigía hacia el abdomen de la coreana. Nayeon se sonrojó con sus hombros completamente tensos en el instante que sintió las yemas de la menor marcando pequeños círculos sobre la expuesta piel de su plano vientre. La coreana le avergonzaba la forma en que la japonesa le veía, porque era la primera vez que alguien la observaba como si fuese lo mejor de su mundo.

—No más mentiras Nayeon, ¿Bien? Y menos si tienen que ver directamente conmigo—rompió el silencio la japonesa subiendo su mirada para conectar con la coreana.

Nayeon asintió con su cabeza sintiendo su tráquea cerrarse ante aquellas lágrimas que pedían a gritos el exponerse, y quizás solo quizás, aquello era lo que más odiaba la coreana, el no poder controlar sus cambios de ánimos, sentir que, en cualquier momento saltaba sobre el cuerpo ajeno ya sea para un par de horas de buen sexo o simplemente el darle uno que otro golpe que quizás, ni siquiera le tendría merecido.

Y para la sorpresa de la coreana, su cuerpo se estremeció al sentir los labios de la japonesa chocando contra la piel de su cuello, rápidamente soltó un suave jadeó sintiendo como su anatomía se envolvía por el calor abrasador del cuerpo ajeno. Mina velozmente se subió sobre el cuerpo de la castaña colocando sus dos manos sobre el colchón soportando todo su cuerpo en aquellas extremidades. La coreana abrió sus piernas permitiendo que la japonesa se acomodara entre ellas, la joven anhelaba el sentir a la extranjera en todo su esplendor.

Mina entreabrió sus labios sacando a relucir su húmeda lengua, aquella suave carne se encargó de deslizarse por la blanquecina piel de la coreana sintiendo sus oídos sumergidos por los suaves jadeos de la contraria, la japonesa aprovecho el hecho de que Nayeon estuviese echando su cabeza  hacia atrás para atrapar con sus dientes la piel ajena succionando sin ningún tipo de pudor aquella zona.

—¡MINA!—gritó Taehyung desde el pasillo del segundo piso provocando que la japonesa gruñera alejándose del cuerpo de la coreana.

—Lo mato, juro cortarle las bolas y dárselo a Kyungsoo—murmuró Mina siendo lo suficientemente fuerte y coherente para que la castaña comenzara a reír por escuchar sus ideas.

La japonesa se levantó de la cama acomodándose sus pantalones cortos al sentir que algo duro comenzaba a hacerse notar, con las mejillas sonrojadas y el peor humor que pudo tener, la muchacha caminó hacia la puerta estirando su mano para atrapar la manilla. Rápidamente sus ojos se encontraron con la mirada preocupada de su hermano, el joven Taehyung observaba con pavor a su mayor teniendo el impulso por ver sobre su cabeza el cuerpo de Nayeon.

—Será mejor que la escondas, el señor Im está furioso abajo y nuestra madre no podrá detenerlo por más tiempo—confesó el coreano percatándose de la quijada marcada de la japonesa.

—Llévala a tu habitación—ordenó Mina mientras salía de aquel lugar sin antes tomar con fuerza la camiseta del menor—la tocas o haces algo estúpido y te lo juro Taehyung, conocerás mi ira—amenazó notando como el muchacho tragaba saliva para luego simplemente asentir con su cabeza.

Y Mina no mentía, estaba dispuesta a cuidar a su pequeña familia con garras y dientes si era completamente necesario, la joven no permitiría que nadie los lastimara.

La japonesa le dió un último vistazo al cuerpo de la coreana notando la preocupación en vuelta en el par castaño que la mayor poseía.

—No bajes, ¿Me has oído? Acepta las órdenes de este imbécil, solo por un par de minutos—pidió Mina para luego simplemente caminar por el pasillo bajando rápidamente las escaleras al ver el cuerpo de su madre en el suelo—¡¿Mamá?!—preguntó saltando el último escalón para correr hacia su progenitora—lo mataré—gruñó furiosa al ver la sangre bajando por la nariz de la mujer.

—¡¿Dónde mierda tienes a mi hija?!—bramó el señor Im desde el pequeño pasillo que daba en dirección de la habitación de su madre—¡Te he hecho una pregunta imbécil!—comentó con fuerza a la vez que terminaba de acercarse a la joven para golpear con su gruesa palma el hombro de la muchacha.

Y Mina enfureció, con rapidez la joven se giró tomando con brusquedad la mano del mayor, a pesar de que le doblegaba en edad y era el triple de fuerte que ella, la japonesa no se dejó abatir mandándole un certero puñetazo que le dió justo en su delgada nariz. La pelinegra soltó la muñeca del hombre observando con completa satisfacción como él tambaleaba perdiendo con totalidad su equilibrio.

—Nayeon tiene la edad suficiente para decidir que hacer con su vida, y si se ha querido mudar aquí, es su maldito problema, pero no vuelvas a tocar a mi madre bastardo—habló Mina mientras que, sus puños nuevamente se cerraban estrellando sin mayor preocupación sus nudillos sobre el pómulo del señor Im—lárgate, y no vuelvas—ordenó pateando con fuerza el muslo del hombre sintiéndose realizada al oír el gemido de dolor desprendiendo de los labios ajenos—y dile al desgraciado de mi padre...—comentó tomando con brusquedad la camiseta del mayor— si vuelve a mirar a Nayeon como la hecho la última vez, le cortaré las bolas y te las daré de comer.

Aquello era nuevo, pero es que todo había cambiado en la vida de Mina, y ya no podía darse el lujo de dejarse lastimar, su bebé era su nueva prioridad, y si tenía que amenazar a medio mundo e ir por la vida cortando genitales lo iba a hacer.

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