Recuerdos suprimidos.
Narrador Omnisciente:
Mina observó a su padre sintiendo las inmensas ganas de reír, aquel sentimiento lentamente comenzaba a propagarse por todo su ser, teniendo la desgracia de no poder retenerlo, la joven terminó por descojonarse frente a toda su familia logrando que la molestia fluyera por las venas de su progenitor. La situación le parecía surrealista, ¿En serio? Se cuestionó al oír la forma en que aquel hombre había osado en saludarla, ¿Qué mierda se creía? Se preguntó sintiendo la ira envolviendo cada fibra de su cuerpo. La japonesa guardo silencio luego de aquel repentino ataque de risa, sus labios dejaron de estar curvados en aquella sonrisa arrogante para darle paso a su característico semblante serio, ¿Volver? ¿En serio? La simple idea le parecía estúpida, ¿Por qué razón volvería? Se cuestionó observando el rostro ensangrentado de su hermano, la muchacha jadeó ante la sorpresa que le causa su propio pensamiento, no podía creer que, ella había pensado que su pequeño hermano lo tenía malditamente merecido. Su mirada se desvió al labio partido que su progenitora mantenía, Mina sintió la culpa invadiendo sus pensamientos, debió estar ahí, debió estar con su madre y protegerla.
—Cisne... he vuelto por mi familia—habló el hombre de buen vestimenta observando con completa superioridad a las personas que conformaban su "Familia". El cuerpo de la pelinegra se paralizó por completo al sentir la posesiva mano del desgraciado posándose con firmeza sobre su delicado hombro izquierdo—¿Volverás a bailar ballet para mí? —cuestionó con suavidad en el momento que se inclinó para que su asquerosa insinuación fuese captada solo para los oídos de la joven japonesa.
Aquello era su más oscuro secreto, su razón del por qué había aborrecido por tantos años su única y deseosa pasión, él le arrebató eso y muchas cosas más que, a pesar de los años Mina no ha podido olvidar . Mina tragó saliva para luego dar un par de pasos hacia atrás, el vivido recuerdo de aquellas desastrosas tarde de niñez golpearon sin pudor alguno contra sus pensamientos provocando que su cuerpo se estremeciera por completo.
Flashback:
La pequeña Mina de siete años intentaba sostener su peso con una de las puntas de sus delicados pies mientras que, con la otra extremidad la mantenía firmemente anclada contra el tuvo de metal que se sostenía en la pared. La pequeña deseaba llorar, quería suplicar a su padre que le diese su merecido descanso, pero el hombre era perfeccionista, él quería que saliese todo a la perfección, por qué a el le gustaba las cosas bien hechas... No como ella.
—Baila Cisne, ¡Vamos, compórtate como una señorita! —habló el hombre que alguna vez llamó papá sintiendo sus ojos llenándose de lágrimas al sentir el primer latigazo dando de lleno contra su delicado muslo, el cual, ya estaba completamente mal herido—maldigo el puto día que decidí darte en el gusto, eres una jodida aberración bastarda, no mereces tener nada de mi—bramó tomando las frágiles caderas de su hija para luego simplemente mandarla al suelo, sin importarle el seco sonido que su delgado cuerpo causó contra la madera —asquerosa fenómeno...—escupió con un odio malditamente palpable, el hombre le observó un par de segundos para luego chasquear su lengua— esto es culpa de la puta de tu madre.
Y luego de soltar otro par de insultos hacia aquella pobre e inocente alma, el hombre abandonaba la habitación, en busca- de lo más seguro- de la señora Myoui. Mina jadeó mordiendo sus labios en un vano intento por no sollozar, él se lo había dejado en claro, "Los niños no lloran".
—Puedes salir TaeTae—avisó la pequeña niña mientras se sentaba con mayor comodidad en el frío suelo de madera, sintiendo sus muslos punzar ante las heridas anteriormente infringidas por su progenitor.
Un pequeño niño de cabello castaño salió desde su escondite llevando consigo el dragón de color verde que su madre le había obsequiado cuando Mina tenía tan solo cinco años, la japonesa giró su rostro observando al pequeño japonés mordisqueando su chupete mientras que lo sostenía con esos adorables puños que, en aquellos tiempo la joven de cabello castaño solía adorar. Mina dejó que el menor se sentara sobre sus piernas apoyando su espalda contra su anatomía, el niño le estiró su juguete preferido sabiendo que, muy en el fondo de su consciencia su hermana mayor realmente necesitaba que el señor Trixie la protegiese del monstruo que convivía con ellos.
Mina sonrió enternecida de lo adorable que solía ser su pequeño hermano, a pesar de ser tan ajeno a la realidad que la consumía, él siempre intentaba hacerle entender que el señor Trixie iba a cuidar de los dos.
—Trishi—habló el joven Taehyung tirando de su muñeco hacia el rostro de la japonesa, queriendo brindarle su viejo amigo hacia su lastimada súper heroína.
—Te juró por el señor Trixie que te protegeré con mi vida, pequeño TaeTae—comentó Mina de una forma tan sincera, que, para sus tan solo siete años era algo digno de admirar.
Fin del Flashback.
Mina parpadeó completamente abrumada ante los recuerdos que azotaron sus pensamientos, la joven sintió como su padre envolvía su brazo sobre sus hombros bajando su mano peligrosamente hacia la mitad de su espalda. Sus dedos eran gruesos y la palma, a pesar de que estuviese sobre la tela de su chaqueta, la muchacha podía sentir su áspera piel rozando sus omóplatos.
Ahora la japonesa era capaz de recordar la forma de ser de aquel animal, la forma en que se expresaba hacia su persona o el de su madre, como ignoraba la presencia del pequeño Taehyung, y las sinfín de veces en que se armaba de valor para interponerse entre aquella alma oscura y la pureza del castaño. Mina comprendía la verdadera razón del por qué no recordaba aquellas cosas, su cerebro se había encargado de suprimir todos esos malos recuerdos, dejando simplemente los bonitos momentos que solía pasar con su madre o el pequeño Tae.
Mina derribó el maceteado cuerpo de su progenitor logrando sorprender a todos los presentes, su puño dolía ante el arder que envolvía sus nudillos como si lo estuviese metiendo en el fuego vivo, sus ojos se posaron en la sangre emanando desde las heridas que ella misma ejerció contra el labio de su padre. La japonesa sonrió con arrogancia, ver que ella había sido la encargada de marcar de la misma forma que él había marcado el rostro de su madre le había hecho sentirse de maravilla.
—Me da exactamente igual quien mierda seas ahora... Padre—habló Mina con calma escupiendo las últimas palabras con total aberración—pero no vuelvas a tocar a mi familia, porque lo pagaras caro—amenazó observando como el gran hombre se levantaba del suelo plantando firmemente su palma contra su mejilla.
—¡Tu no me das órdenes, tú no eres nada aquí! ¡Está es mi puta casa! —bramó el señor Myoui envolviendo su gruesa mano en el cuello de la japonesa, levantando el delicado cuerpo de la joven sin mayor esfuerzo.
Mina gruñó y jadeó, en el instante que sintió la falta de oxígeno en sus pulmones, su rostro enrojeció mientras que, de un movimiento desesperado intentaba patear el abdomen del hombre, buscando de alguna manera el poder liberarse de sus fuerte agarre.
El cuerpo de la japonesa chocó contra la pared en el momento que Taehyung derribó la cintura de su progenitor, su movimiento fue estúpido, sin mayor esfuerzo el fornido hombre pateó el abdomen del menor logrando que este rodara por el suelo.
Mina se levantó sintiendo como su cuerpo busca en desesperación la forma de volver a recuperar el oxígeno faltante. La japonesa observó cómo su madre se levantaba intentando de una forma dolorosa de ver, el levantar el abatido cuerpo de su pequeño bebé.
—¡Basta ya! —bramó Mina acercándose con pasos seguros en dirección de su padre—¡¿Quién mierda te crees?! —cuestionó estampando sus palmas contra los hombros del mayor—¡TE LARGASTE, TE FUISTE DE NUESTRAS VIDAS, ASUMELO! —su gritó salió con intensidad en una forma desesperada por detener aquel intenso momento—tú no eres mi padre, eres el bastardo que puso de su existencia en mi madre, nada más que eso—aclaró sintiendo su labio arder por el puñetazo de su progenitor—golpeándome no cambiara lo que pienso, no eres bienvenido en este lugar, así que lárgate—ordenó volviendo a empujar al fornido hombre.
—Esto no quedará así—amenazó su padre mientras limpiaba su labio partido—no debiste contradecirme, cisne, a papi no le gusta eso—aclaró logrando estremecer el cuerpo de la japonesa a causa de aquel incómodo apodo que él mismo había osado en colocarse.
Y sin mayores palabras el hombre salió del lugar provocando que Mina junto con su madre fueran capaces de respirar con completa tranquilidad. La japonesa giró su rostro limpiando el puente de su nariz y su labio partido, sus oscuros ojos se posaron en el menor quien, simplemente se encontraba en silencio acariciando su dolorido abdomen.
—Esto es tu culpa—aclaró Mina siendo por primera vez verdaderamente consciente del responsable de su miseria—¡Nadie más que tú tiene la maldita culpa! ¡Mamá te lo dio todo y yo te protegí! —escupió echando en cara todos los años que vivieron cuidando del menor—¿Y esta es tu puta forma de pagar? Mírala Tae, ¡Mírala! —ordenó acercándose hacia el menor tomando con brusquedad su quijada, escuchando de fondo como su madre suplicaba porque todo acabase entre los hermanos Myoui—Nuestras estupideces la lastimaron, él la golpeó y tú, bastardo cobarde no hiciste nada para impedirlo—gruñó soltando el mentón ajeno para luego simplemente levantarse.
Mina se acercó donde su madre colocándose cuclillas para ver con mayor comodidad el moretón que comenzaba a formarse sobre el labio inferior de la mujer, el corazón de la japonesa se estrujó a la vez que sus ojos se cristalizaban, la muchacha realmente odiaba ver a su madre lastimada, detestaba saber que ella estaba sufriendo por cosas que estaba a fuera de sus manos.
—Él no volverá a tocarte, te lo prometo—y Mina hablaba malditamente en serio, ella iba hacer todo lo posible por protegerla de aquel animal, aun si aquello significase ponerse en peligro.
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