Número desconocido
Narrador Omnisciente:
Los rayos del sol rápidamente comenzaron a colarse a través de las persianas de la habitación, Mina gruñó sintiendo un peso sobre su brazo de derecho, intentó vanamente el dejarlo pasar pero de repente no solo la sobre carga en su extremidades comenzaba inquietarla, sino que esta vez se trataba de algo más, se trataba de una caliente respiración para ser más específico.
El cuerpo de la joven se tensó por completo en el momento que sintió una húmeda presión adhiriéndose contra la piel de su cuello, su espalda se estremeció ante el frío tacto de unos dedos ajenos, sintiendo a su vez como su abdomen se contraía a causa de las caricias de aquellas provocadoras yemas. Mina no fue capaz de soportarlo, rápidamente tuvo el instinto de abrir sus párpados mientras se reincorporaba sobre la cama, su desnudo pecho subía y bajaba de forma entrecortada mientras que sus ojos se mantenían posados en la sonrisa burlona de Nayeon.
—¿Q~Qué haces? Me has asustado—admitió la pelinegra llevando una de sus manos hacia el centro de su pecho.
Nayeon rio entre dientes a la vez que se sentaba al lado de la japonesa, su castaña mirada se mantuvo posada en las facciones ajenas teniendo aun el deseo de dejarse coger por aquella bonita japonesa. La coreana no lo entendía, debía admitir que no comprendía que le estaba sucediendo a sus hormonas, desde lo sucedido horas atrás no había sido capa de detener aquellas ganas por volver a sentir el cuerpo de Mina, queriendo que esta tocara cada recóndito espacio de su cuerpo hasta que sus dedos y olor quedasen impregnado en su ser.
Mina entreabrió sus labios en el momento que observó como la castaña osaba en subirse a horcajadas sobre sus muslos, teniendo la preocupación de no posar su peso sobre aquel muslo aun resentido por la paliza que recibió semanas atrás. La japonesa se quedó sin aliento en el instante que sus oscuros ojos se posaron en la desnudez de la coreana. Rápidamente tragó saliva estirando sus dos manos para atrapar las sábanas de la cama, la pelinegra no podía concentrarse, no cuando tenía la suave intimidad de la castaña adherida contra la zona baja de su abdomen.
—Nayeon...—intentó la pelinegra alejarla de su cuerpo, sintiendo como la mencionada se presionaba con mayor vehemencia contra su torso.
—Te necesito—admitió la coreana escondiendo su rostro en el cuello ajeno—vamos Minari... hagámoslo de nuevo—susurró entreabriendo sus labios para encajar sus dientes en la piel de la muchacha.
La japonesa jadeó subiendo sus palmas hasta tocar la espalda desnuda de la muchacha, sus ojos se cerraron con fuerza en el instante que sintió como la castaña comenzaba a mecerse sobre su cuerpo rozando su intimidad contra su abdomen y miembro. La pelinegra se había agotado, literalmente sentía que en cualquier instante caería rendida sobre la almohada, pero aunque intentase alejar a la castaña una parte de ella no quería hacerlo.
—Minari—murmuró Nayeon estampando sus labios contra el cuello y clavícula de la mencionando pasando sus manos por el abdomen de la joven mientras que, sus cortas uñas se dedicaban a rasguñar por cada zona que tocaba.
Mina en aquel momento perdió por completo la razón, con fuerza la muchacha encajó sus dedos sobre la cintura de la castaña tirando de la joven hasta presionar los senos ajenos contra sus clavículas. Nayeon rio apoyando sus palmas contra la quijada de la japonesa obligando a que la muchacha la observara.
—No sabía que eras insaciable—se mofó la pelinegra siendo rápidamente callada por los labios ajenos.
A pesar que era por la mañana, que sus bocas se habían mantenido selladas por un par de horas prolongadas y que tal vez su sabor no era el más exquisito, a Mina y Nayeon, les dio por total igual aquello, comenzando velozmente una batalla por quien mantendría el control de aquel fogoso beso.
Nayeon jadeo enterrando sus dedos en el sedoso cabello ajeno obligando a la japonesa el profundizar el beso. Mina bajó sus palmas encajando sus uñas sobre las nalgas de la joven sintiendo como la castaña soltaba su labio inferior para jadear contra su boca.
—Mierda Nayeon—gruñó Mina sintiendo como la coreana estiraba una de sus manos hacia la mesilla de noches—¿Por qué guardas los condones ahí? —se cuestionó sintiendo su miembro punzar ante el suave roce de la intimidad ajena.
Nayeon sonrió abriendo el cajón para luego deslizar la madera hasta ver los pares de sobres esparcidos en el interior, rápidamente tomó uno al azar para luego simplemente volver a su posición inicial observando con verdadera determinación la oscura mirada de la japonesa.
—Para que me folles sin que tengas que ir al baño a buscar uno—contestó la castaña con simpleza encogiéndose rápidamente de hombros para dar por finalizado aquella conversación.
Mina apretó su quijada en el momento que observó como la coreana rasgaba con sus uñas el envoltorio azul, la joven notó la mirada lasciva desbordando de los ojos ajenos sintiendo como, rápidamente su espalda se erguía ante las frías manos de Nayeon atrapando su punzante tronco de piel. La japonesa siseo al sentir como su miembro se enfundaba por aquella capa transparente untada en lubricante, podía notar cuan ansiaba la coreana con frotarse sobre su intimidad, y para que se iba engañar, ella también estaba anhelando el poder penetrarla.
—Te follaré tan duro que lamentaras el haberme despertado, cariño—y por primera vez Mina mostraba cuan egocéntrica podía ser observando con verdadero interés el bonito sonrojo de la contraria.
La joven no era tonta, a pesar de que Nayeon había intentado ocultarlo bien, la muchacha sabía a ciencia cierta que sus palabras lograron excitar a la coreana.
Sin esperar más, Mina tiró del cuerpo de la contraria provocando que su espalda se adhiriera contra el suave colchón, rápidamente se subió sobre el cuerpo de la castaña agarrando de forma posesiva sus delicados muslos, fue brusca pero sobre todo bruta, con fuerza la japonesa abrió las piernas ajenas deslizando sus calientes palmas por los muslos ajenos envolviendo sus dedos sobre las nalgas de la joven, Mina escuchó el suave jadeo desprender de la garganta ajena logrando que todo su sentido se pusieran alerta.
—Mina... por favor—suplicó Nayeon con una sensualidad torturadora, el cuerpo de la japonesa rápidamente comenzó a burbujear ante la excitación provocando que, cambiara por completo de opinión.
—Date vuelta—ordenó Mina observando con sus pupilas completamente dilatadas como la coreana simplemente se mordía su labio inferior—te he dicho que te voltees—gruñó envolviendo sus palmas sobre uno de los muslos ajenos tirando de su cuerpo hacia el otro lado, teniendo un eficaz resultado—siempre me ha gustado tu cintura, es pequeña a comparación de tu trasero—admitió subiéndose a horcajadas sobre los muslos de Nayeon obligando a la joven que cerrara por completo las piernas.
Mina bajó sus manos rozando sus dorsos contra el colchón sintiendo con la yema de sus dedos el tenso abdomen de Nayeon. Con fuerza la joven elevó aquella zona colocando el lindo trasero ajeno cerca de su cuerpo.
—Si yo fuera tú, me quedaría en aquella posición—comentó Mina observando los pliegues húmedos de la castaña firmemente unidos—me encantas—admitió estirando su dedo índice para deslizarlo por aquella humedad—eres una guarra, ¿Te gusta que sea una perra contigo, verdad? —cuestionó en el instante que se apoyó contra sus rodillas sobre el colchón dejando su erecto miembro quedara cerca de la entrada de Nayeon—¿Tienes ganas de coger, cariño? —seguía haciendo sus preguntas acercándose cada vez más hacia la rosada entrada de la joven—¿Qué quieres que te haga? Vamos Conejito, pídemelo—era la primera vez que utilizaba un apodo pero por el ronco gemido que la mayor soltó supo que aquello le había encantado.
—Dios... q~quiero, ¡Minari! —lloriqueó Nayeon apegando una de sus mejillas contra el colchón mientras que su trasero seguía firmemente elevado a disposición de la japonesa—por favor—suplicó relamiendo su labio inferior en un vano intento por relajar el calor que envolvía todo su ser—fóllame.
Y con tan solo aquellas palabras bastaron para que el erecto miembro de la pelinegra se sumergiera entre las firmes paredes de la coreana sintiendo como su dura carne sin hueso se envolvía contra la humedad ajena.
Mina comenzó a embestirla con lentitud escuchando como Nayeon ahogaba sus gemidos contra las sábanas, la joven enterró sus dedos sobre las nalgas de la coreana sabiendo muy bien que sus huellas quedarían firmemente adheridas contra aquella suave piel. La japonesa se inclinó sin dejar de mover sus caderas de a dentro hacia afuera, lentamente expuso su lengua pasando aquella húmeda carne por la columna vertebral de la castaña sintiendo como la muchacha se estremecía bajo su tacto.
—M~Minari~i...—jadeó Nayeon a la vez que tragaba saliva queriendo ordenar a la joven que se moviera con mayor fuerza.
La japonesa sonrió alejando sus palmas de las nalgas ajenas, su mirada brilló en satisfacción al notar sus dedos firmemente marcados sobre la blanquecina piel.
—Lo sé—fue lo único que dijo la pelinegra en el momento que apoyó sus dos palmas a cada lado de la castaña comenzando un fuerte vaivén.
Rápidamente los gemidos y maldiciones por parte de ambas jóvenes envolvieron aquella sofocante habitación siendo seguidos por el obsceno sonido de las nalgas y pelvis chocando entre sí. Mina jadeo escuchando el respaldo de la cama golpeando con fuerza contra la pared, mientras que los músculos de sus hombros y espalda se contraían a causa de su sobre esfuerzo. La pierna de la japonesa comenzó a pedir un descanso logrando que la pelinegra gruñera por culpa del intenso dolor.
—Maldición—bramó Mina a la vez que se salía de la caliente intimidad ajena escuchando el jadeo frustrado desprendiendo de la garganta de Nayeon—mi muslo—avisó observando como la castaña se levantaba girando su cuerpo.
—L~Lo, lo siento—se disculpó Nayeon con su cuerpo completo chillando por frustración sexual, había quedado tan cerca, a tan solo un par de segundos de su máxima plenitud.
Mina negó sin borrar su sonrisa lasciva, con rapidez la joven apoyó su húmeda espalda contra el respaldo de la cama observando con su oscura mirada el sudoroso rostro de la castaña, sintiéndose verdaderamente ardiendo de lo excitante que podría llegar a verse Nayeon en aquella situación.
—Discúlpate cuando te vengas sobre mí—aclaró la pelinegra estirando sus manos para envolver la cintura de la coreana—ahora ven, y móntame que, de seguro lo haces de maravillas—su voz sonó completamente rasposa mientras que sus oscuros ojos observaban con deleite los endurecidos pezones ajenos.
A pesar de que Nayeon no quería lastimar el lastimado muslo de la japonesa, no pudo contra sus impulsos por terminar su tan anhelado orgasmo, así que, sin pensarlo dos veces se subió a horcajadas sobre el cuerpo de Mina deslizando su entrada por el grueso y firme miembro de la pelinegra.
—Dios... sí—jadeó la castaña apoyando su frente contra el hombro de la japonesa, mientras que esta simplemente siseaba llevando sus delgados dedos hacia la cintura de la mayor.
—Muévete para mí—susurró Mina sintiendo como su miembro se fundía en la vagina de la castaña—mierda—gruñó con los dientes apretados mientras echaba su cabeza hacia atrás.
La coreana se movía con fuerza sobre su intimidad volviendo los obscenos sonidos de sus húmedas pieles colisionando entre sí. La japonesa sintió la boca de Nayeon chocando contra su mentón para luego bajar lamiendo y mordisqueando su cuello, Mina tensó sus brazos intentando lograr que la entrada de la coreana llegara a rozar su pelvis, deseando de todo corazón que su tronco se hundiera en ella por completo,mientras que, sus desenfrenados movimientos osaban con continuar ejerciendo mayor fuerza contra la cintura ajena.
El teléfono de Mina resonó en la habitación, por una milésima de segundos estuvo tentada en contestar, pero al ver los mechones castaño de Nayeon adheridos contra su húmeda frente mientras que sus sonrojadas mejillas hacían juego con sus hinchados labios entreabiertos, desechó toda idea de detenerla.
—¡Minari! —gimió la coreana con tanta fuerza que la mencionada estaba casi segura que medio vecindario debía estar al tanto de lo mucho que le había gustado a la castaña.
Mina hizo una media sonrisa observando como los bonitos pechos ajenos rebotaban a causa de sus fuertes movimientos, un par de embestidas más y la japonesa terminó por llenar el condón en el interior de la coreana.
Ninguna dijo nada al respecto, simplemente se quedaron en la misma posición observándose con los ojos rebosando en éxtasis.
Nuevamente el teléfono sonó provocando que esta vez la coreana fuese capaz de levantarse del cuerpo ajeno, ambas muchachas soltaron un fuerte jadeo a causa de sus sensibles intimidades separándose. La coreana tragó saliva dejando que Mina observara en completo silencio su cuerpo desnudo, la japonesa relamió su labio inferior sacudiendo su cabeza en un vano intento por detener los impuros pensamientos.
Nayeon hizo una mueca sintiendo un poco de dolor en sus caderas, aquella acción no llegó a pasar por alto en la pelinegra, quién, observaba completamente embelesada la bonita figura de la mayor.
—Ten, es un número desconocido—aclaró la coreana en el instante que tomó entre sus dedos aquel aparato, para luego simplemente volver hacia la cama sentándose junto con la exhausta japonesa.
Mina frunció el ceño aceptando su teléfono, sus ojos observaron con completa confusión el número desconocido sintiendo a su vez, como la coreana se apoyaba contra su hombro dejando que sus pieles nuevamente se tocaran. La japonesa deslizó su pulgar sobre la pantalla aceptando la llamada sintiendo como su mal presentimiento osaba en hacer acto de presencia.
—¿Sí? —cuestionó Mina con un toque de nerviosismo en su voz, rápidamente su cuerpo se tensó mientras traga aquel nudo inexistente que se había formado velozmente en su garganta—¿T~Tae? —susurró en tono de pregunta sintiendo como la coreana atrapaba su mano—¿Qué sucede? ¿Dónde estás? Espera... espera Tae, no puedo entenderte—admitió con un toque de desesperación—¿Quién? ¿Quién te lastimó?—preguntó a la vez que se levantaba tirando del condón que aún se mantenía envuelto en su miembro.
Rápidamente la japonesa comenzó a vestirse caminando de un lado hacia el otro mientras recogía su ropa anteriormente esparcida por el suelo. La joven se encontraba tan concentrada en el llanto del menor que no pudo evitar el ignorar la presencia de Nayeon, quien, simplemente se había dedicado a observar como su amada se llevaba una de sus manos a la cabeza, mientras que su rostro plasmaba una firme preocupación.
Las piernas de Mina se detuvieron por completo en el momento que escuchó el llanto de Taehyung, "Papá peleará por tu custodia, lo siento Noona" a pesar que sus palabras fueron algo confusa por culpa de su hipo, la japonesa aun así fue capaz de entender a la perfección lo que había comentado "Te llevará a Japón, nos llevará junto con mamá" agregó el sollozante muchacho provocando que la pelinegra girara sobre sus talones observando a una confundida Nayeon. Mina quiso morir, realmente deseó que aquello no estuviese sucediendo.
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