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Miedo y desagrado.

Narrador Omnisciente:

Mina se hallaba en el auto de su madre con sus pensamientos viajando en Im Nayeon, por costumbre atrapo su labio inferior posando sus ojos en el exterior queriendo distraerse en el bonito paisaje que la zona le estaba otorgando, la muchacha era capaz de sentir los nervios en cada fibra de su cuerpo, la ansiedad tomando lentamente posesión de sus pensamientos mientras que, el miedo, aquel desgraciado se encargaba de joderle la existencia, repetidas veces se preguntó el causante de su temor, el responsable de que sus pensamientos se mantuviesen distraídos en aquella bonita castaña, pero para su desgracia siempre obtenía el mismo resultado; "El beso" aquel jodido contacto de cerezos la estaba atormentado más de la cuenta, y es que ni siquiera entendía la razón de su nudo en el estómago, ni mucho menos la resequedad en su tráquea, ¿Por qué ahora? ¿Por qué se estaba sintiendo de aquella manera, justo en estos instante? Ni que fuese su primer beso, maldición, claro que no era el primero.

La japonesa echó su cabeza hacia atrás suspirando, sus ojos continuaron fijos en las afueras del vehículo a la vez que, sentía aquella característica humedad envuelta en sus palmas, Mina rápidamente bufó frustrada limpiando sus manos en los bonitos jeans negros que había decidido usar.

—¿Cariño, estas bien? —preguntó la señora Myoui completamente preocupada de notar por el rabillo de sus ojos como los huesos que se reflejaban en el cuello de su pequeña subían y bajaban al tragar sonoramente saliva.

Y es que aquella pregunta por parte de su madre la había congelado por un par de segundos, ¿Qué si estaba bien? ¡No! Claro que no lo estaba, maldición, hasta la pregunta le había ofendido un poco, pero ¿Qué culpa tenía ella? Mina era más que consciente que no podía enojarse ni mucho menos vociferar grosería en un vano intento por relajar su ansiedad, así que tan solo se mantuvo con el rostro entumecido de la angustia mientras que, sus intranquilos ojos viajaban al compás de la velocidad del automóvil.

La joven se tomó su tiempo en responder, exhaló con lentitud tomando rápidamente el oxígeno faltante, continuó con aquellos monótonos movimientos hasta que, lentamente su cuerpo comenzó a aceptar las ordenes de su cerebro logrando tranquilizarse. Mina, un poco más relajada decidió girar su rostro observando como su madre le dedicaba un par de miradas para asegurarse de que ella estuviese bien, por instinto, le sonrió de aquella manera fingida, intentando demostrar de corazón que, absolutamente todo se encontraba a la perfección, a pesar de ese pequeño e inocente tiritón en su párpado izquierdo.

—Lo estoy—mintió la japonesa de forma descarada sintiendo una fuerte bofetada invisible dándole con brusquedad a su realidad, su pobre madre, aquella mujer estaba confiando en sus falsas palabras.

Sachiko sonrió complacida, como si oír la seguridad en las palabras de la pelinegra fuese lo suficiente para calmar su preocupación. Para la mala suerte de la japonesa, sintió como su madre comenzaba a reducir la velocidad en el instante que dobló en la calle que daba la dirección de la coreana, su corazón revoloteo como las alas de un pájaro, indicándole de aquella manera que ya no había marcha atrás; debía encontrarse por segunda vez en el mismo día con la mujer que revoluciona sus hormonas.

Su madre se estacionó frente a la casa de la castaña para luego apagar el motor de su vehículo, la japonesa se mantuvo con los labios entreabiertos y su espalda adherida en el respaldo de su asiento, mientras que, sus oscuros ojos se mantenían fijos en cada movimiento que su progenitora ejercía para liberarse del cinturón de seguridad. Mina no lo había logrado, a pesar de sus palabras hacia Nayeon indicándole que, muy en su interior se moría de ganas por qué ella cambiase y le demostrase cuanto la amaba, la joven seguía aterrada de verla nuevamente.

—Será mejor entrar antes de que tu hermano muera de vergüenza—comentó su madre logrando que la japonesa abriera sus párpados soltando un fuerte jadeo de preocupación.

¿Cómo había sido tan estúpida de olvidar la existencia de Taehyung? Aquella sanguijuela... lo había dejado a solas con su Nayeon. Mina estaba casi-mentira-, estaba completamente segura que el pequeño demonio debía estar haciendo de las suyas para caerles bien a los señores Im-a pesar de que estos lo conocieran desde que tenía pañales-, es que la japonesa lo conocía como la palma de su mano; debajo de esa capa de vergüenza y su rostro 100% sonrojado se hallaba un pequeño diablito descarado.

Sin dudarlo más, la pelinegra abandonó el vehículo trotando velozmente en dirección de la entrada principal, la joven podía oír la carcajada por parte de su burlesca madre, como si estuviese disfrutando la idea de saber que sus hijos se morían por la misma mujer.

Ansiosa, Mina tragó saliva limpiándose por segunda vez en menos de cinco minutos el sudor en los jeans, suspiró con un toque entrecortado, rápidamente sacó su lengua un par de centímetros pasándola por su labio inferior para luego subir hacia el superior, con tan solo aquel movimiento involuntario la muchacha logró sacarse el nerviosismo de sus hombros para dar paso a la seguridad invadiendo su cuerpo. La japonesa no estaba del todo segura cuanto tiempo se mantuvo con la mirada fija en la madera, de lo único que era completamente consciente era de que su madre ya había llegado a su lado observándola por el rabillo de su ojo con una clara diversión reflejada en aquel peculiar brillo, la pelinegra frunció el ceño completamente ofendida de notar como aquella mujer pasaba de su existencia estirando su mano para atrapar con su dedo índice el botón del timbre.

La respuesta no se hizo esperar, sus pies quedaron completamente anclada en la entrada al ver como el cuerpo de Nayeon hacia acto de aparición abofeteando con fuerza sus inoportunos pensamientos; se veía bien, que bien, se veía perfecta, pero aquello no era algo de que sorprenderse, Nayeon solía verse perfecta con lo que sea que se colocase, hasta una maldita bolsa de basura se vería genial en su bonito cuerpo.

Mina apretó su quijada notando como sus piernas perdían fuerzas terminando por convertirse en masas de gelatina, ¿Cómo era posible que aquello le estuviese sucediendo? La pelinegra entreabrió sus labios sintiendo un pequeño hormigueo pasar por sus cerezos, recordó vivamente la sensación de los labios ajenos chocando contra los suyos, ese mismo día la coreana le había arrebatado el aire-literal- aquella bonita chica le había quitado; el aliento, corazón, cerebro, diablos, Nayeon era una ladrona en serie y recién ahora la japonesa se había percatado de aquello.

—Hola Señora Myoui... Minari—saludó Nayeon de forma formal haciendo una pequeña reverencia para luego darle una bonita sonrisa a la menor—llegaron justo a tiempo, todavía no hemos comenzando a cenar—agregó dejando pasar a las invitadas.

La pelinegra frunció el ceño al percatarse que su madre le había mentido o bien, simplemente había exagerado la información, de lo único que estaba completamente segura era que aquellos celos no serían algo bueno para la cena.

Mina mantuvo su mirada seria al recordar que Nayeon debía conquistarla, pero, ¿A quién intentaba engañar? Si, cada vez que la joven posaba su bonita mirada contra su rostro cada célula de su organismo se derretía por completo, aquello simplemente pasaba, y aunque a la japonesa le doliese admitir; le fascinaba que solo la castaña fuese capaz de provocarle aquellas burbujeantes sensaciones.

La japonesa dio un pequeño brinco al sentir los dedos de Nayeon aferrándose a su antebrazo, por instinto dejó de caminar observando como su madre se perdía en la habitación principal-aquel lugar, donde se hallaban los demás visitantes- Mina rápidamente giró su rostro alzando su mentón con seguridad, estaba a punto de protestar por lo que sea que intentaba hacer la coreana, pero para su mala suerte, lo único que fue capaz de soltar fue un suave jadeo ahogado por los labios ajenos.

Nayeon le dio un rápido beso, con los labios sellados pero firmemente posados sobre los suyos, como si le estuviese indicando que aquellos cerezos les pertenecían en totalidad.

Mina se mantuvo con los párpados completamente abiertos mientras que, de sus entreabiertos labios simplemente se dedicaba a jadear ante la sorpresa que la envolvía ante aquella peligrosa maniobra por parte de la joven frente a ella.

—Vamos—comentó Nayeon tirando del inerte cuerpo de la contraria en dirección de la habitación principal.

La pelinegra seguía estando completamente sumergida en sus pensamientos, es que aquel beso, maldición, había sido muy corto para su gusto, necesitaba de más. Mina se dejó llevar por la coreana quien velozmente la ingreso en la habitación junto con sus padres.

La japonesa párpado en el instante que sintió la usencia de la cálida palma de Nayeon contra su brazo, sus ojos traicioneros fueron en busca de la bonita mirada por parte de la castaña, pero para su jodida mala suerte, sus ojos terminaron por toparse con los oscuros de su hermano menor, el pobre la observaba con un odio poco usual en su mirada, parecía realmente enfado por la cercanía que estaba teniendo con la coreana. Mina perfectamente pudo esquivar su mirada y tomar asiento de forma pacífica al lado de él, pero aquella parte, aquel instinto burlesco de hermana mayor salió a relucir provocando que, simplemente caminara tomando asiento al lado de Nayeon, queriendo a toda costa que su hermano notara su mirada desafiante-debía asegurarse de que él entendiera que no tenía posibilidades con Im Nayeon-.

Era turno de Mina de joder la existencia de la castaña, así que, sin tener mayor preocupación por lo que pudiese suceder a su vida íntegra, posó una de sus fuertes palmas contra el muslo de la contraria escondiendo sus dedos en la parte interna de las piernas de Nayeon, la sintió removerse bajo su tacto logrando que, de un solo movimiento sus dedos quedaran aún más adheridos a sus carnes, dejándola peligrosamente cerca de la intimidad de la joven.

Mina sonrió con confianza escuchando atentamente la banales palabras que soltaba su hermano en un vano intento por crear conversación con la castaña, quiso reírse en su rostro, restregarle el hecho de que ella tenía a Nayeon como deseaba, pero la parte racional de sus pensamientos se lo impidieron.

—I~Iré... yo iré allá—avisó Nayeon mientras rápidamente daba un pequeño brinco de la silla logrando que la palma de la pelinegra perdiera contacto con su muslo.

La japonesa mordió su mejilla interna intentando por todos los santos el no reírse, es que se le notaba lo caliente que se hallaba la castaña, aquella mirada y sus mejillas levemente enrojecidas le indicaban que, sus traviesos dedos habían hecho de las suyas logrando una jodida excitación por parte de la mayor. Mina apoyó sus codos sobre la mesa observando como su madre y la señora Im se levantaba de sus sillas caminando en dirección de la cocina-en busca de los platillos faltantes-.

La pelinegra entrecerró sus párpados al notar como el señor Im se acomodaba en una de las esquinas de la mesa observando con fijeza las facciones de su hermano menor.

—Ahora que se han ido podemos seguir platicando jovencito—habló con ese maldito tono de voz provocando que algo en interior de la japonesa se removiera por completo.

A Mina no le había agrado la forma en que el señor Im se había dirigido a su hermano, no por el hecho de que le estuviese por dar la bronca de su vida, sino más bien, porque sonaba como la típica charla amenazante que se les daba a los futuros novios de sus hijas, y aquello era lo que realmente le aterraba.

—Por fin mi pequeña dejó al idiota de su novio, así que Taehyung no seas bobo y conquístala campeón—animó el señor Im logrando que el estómago de la pelinegra se revolviese por completo.

¿Conquistarla? Debía tratarse de una maldita broma, es que no era posible, Mina se rehusaba a creer eso.

—¿Es una broma? —bramó Mina un tanto disgustada de oírlo hablar, rápidamente se llevó las miradas inquisidoras por el señor Im y su hermano—¡Es un niño, por el amor a Jesucristo! Solo tiene catorce años, ni siquiera el culo sabe limpiárselo bien—exclamó completamente molesta observando el tono carmesí envuelto en los pómulos del castaño mientras que, el mayor de los tres la observaba con un toque de molestia—Señor Im...—llamó soltando un suave suspiro mientras que, sus delgados dedos se dirigían al puente de su nariz—¿Usted es consciente que su hija pasaría a ser pedófila por estar con un menor de edad?

—No es pedofilia si es consensuado por ambos padres, además Tae ya es parte de la familia, mi hija será feliz con él—contestó el señor Im con los puños apretados sobre la mesa, queriendo dar un fuerte golpe a la madera para relajar la ira que le había consumido parte de sus pensamientos.

Aquella discusión camuflada en charla hubiese seguido con su rumbo sino fuese porque la creadora del problema había hecho acto de aparición. Mina rápidamente agachó la mirada queriendo abofetear al progenitor de la castaña, la joven fue capaz de sentir como Nayeon acercaba su silla hacia la suya logrando que sus hombros se rozaran.

—¿De que hablaban? —preguntó Nayeon con inocencia estirando por debajo de la mesa su mano para hacer contacto con la de la menor.

—De nada importante—contestó el señor Im, fingiendo desinterés—oh—exclamó logrando que la japonesa alzara su mirada para encontrarse con su mirada—maldición, se me ha olvidado comprar café—insinuó logrando que Mina mantuviera su quijada completamente tensada—¿Cariño... seria mucha molestia que fueses a comprarme café?—preguntó logrando que la japonesa supiese sin necesidad de ver su rostro para saber que aquello simplemente era una estúpida excusa para dejar a solas a su hija con su hermana.

—Claro—contestó Nayeon un tanto confundida por el pedido de su progenitor, rápidamente la joven giró su rostro observando a la japonesa a su lado—¿Quieres ir conmigo? —preguntó escuchando rápidamente una respuesta para nada parecida a la que tenía en mente.

—Mina, tiene que ayudar a su madre —mintió el señor Im, desviando su mirada hacia el rostro del japonés— ¿Por qué no la acompañas Taehyung? —propuso con una sonrisa maliciosa envuelta en sus rostro.

El castaño simplemente asintió colocándose de pie, Nayeon se quedó un par de segundos en silencio intentando entender el extraño comportamiento que su padre y la japonesa estaban manteniendo.

Mina guardo silencio, teniendo aquel impulso masoquista de girar su rostro para ver por sobre su hombro como su hermano posaba su mano sobre la espalda de la mayor, de una forma protectora... Protectoramente desagradable de ver.

—Quiero pensar que estás preocupada por mi hija, y no que en realidad estás enamorada de ella—la voz del señor Im rompió el incómodo silencio que se había creado en la habitación—acepto tus gustos porque no eres mi hija, pero Nayeon no es como tú, así que deja las cosas como están, ella merece ser feliz al lado de Taehyung—pidió con amabilidad dejando por completo de lado el hecho de que tenía una fuerte homofobia camuflada.

Y en aquel momento la pelinegra estuvo realmente tentada en gritarle que su hija estaba enamorada de ella, y que nadie más que Myoui Mina iba a ser capaz de hacerla feliz, pero no lo hizo, ¿Por qué? Pues porque era cobarde y temía que Nayeon saliese lastimada.

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