Feliz por ti, triste por mi.
Narrador omnisciente:
Mina dejó de correr al percatarse que nadie la seguía, con rapidez se detuvo encorvando sus hombros en un vano intento por recuperar el oxígeno perdido, sus ojos nuevamente se cristalizaron ante las duras palabras de la mayor; Fenómeno, fenómeno, ¿Por qué saliendo de su boca dolía tanto? La pelinegra soltó un suspiro para luego enderezarse, debía olvidarla, debía sacar de su mente a Im Nayeon.
De repente, al comenzar nuevamente su caminó sus ojos intranquilos viajaron hacia la calle de al frente notando una figura conocida, entrecerró sus ojos observando fijamente como aquella melena oscura se movía al compás de su caminar, inevitablemente se le hizo imposible el no fruncir su ceño en un vano intento por reconocer aquella mujer. Pasaron los minutos y la japonesa aun no podía despegar sus oscuros ojos de aquel bonito cuerpo, hasta se había planteado la idea de cruzar la calle-aunque rápidamente desechaba la idea por inapropiada-. El corazón de la extranjera comenzó a latir de forma desenfrenada al notar el rostro de la desconocida; Son Chaeyoung se hallaba del otro lado sonriendo de aquella forma tan malditamente adorable para el gusto de la mayor, los labios de la pelinegra se entreabrieron al notar a la pequeña sentarse sobre un incómodo-o eso creía ella- banco frente al bonito parque infantil.
Aun sabiendo que no debería cruzar sus piernas no pensaron lo mismo, retomando sin siquiera obedecer las órdenes de su cerebro. Mina dio un par de pasos en dirección de la calle deteniéndose de forma brusca en el instante que sus ojos se posaron en la desconocida de cabello castaño; la joven pudo notar lo alta que era, sus definidas piernas se veía muy bien envueltas en ese pequeño shorts mezclilla dándole un pequeño toque sexy pero tierno a su vez. La japonesa entreabrió sus labios al notar como la muchacha se sentaba al lado de Chaeyoung posando de forma tímida un bonito ramo de rosas azules, era un lindo detalle, algo que ella posiblemente jamás hubiese pensando en obsequiar. La pelinegra de repente se había sentido incomoda, no por el hecho de ver a la pequeña acompañada de otra mujer, sino más bien, por el hecho de sentir que estaba invadiendo su zona de burbuja amorosa.
A pesar de haberse regañado mentalmente por seguir observando las interacciones de la menor con la desconocida, Mina no fue capaz de huir de aquella escena, tenía una extraña necesidad de asegurarse que Chaeyoung estaba sintiéndose cómoda con aquella chica, que, realmente estuviese disfrutando de su compañía. De repente, luego de un par de minutos la extranjera no pudo evitar esbozar una bonita sonrisa al notar como la joven castaña se tomaba el atrevimiento de robarle un inocente beso a la menor, el bello color de sus ojos se escondieron debajo de sus pestañas en el momento que la curvatura de sus labios hincharon sus mejillas. Mina era consciente que la coreana había correspondido el beso, y aquello no podía hacer más feliz a su lastimado corazón.
Chaeyoung la estaba olvidando, por lo menos una de las dos podría abrazar el significado de amor, del amor correspondido.
Había logrado su objetivo, pudo ver como la coreana se sentía cómoda al lado de la castaña, así que Mina ya no tenía mayores razones para seguir observando sus interacciones.
Rápidamente la joven pelinegra retomó su andar alejándose de la vista de su amiga, caminó sintiendo un pequeño alivio envolviendo sus sentimientos, aquella agonía que había estado instalada desde ya hace un buen tiempo, por fin se había desvanecido, por fin se había extinguido de su corazón. Ahora le quedaba actuar a ella, de arreglar su vida amorosa y comenzar de cero, lo más alejada posible de Im Nayeon.
¿A quién intentaba engañar? Nayeon era su primer amor, a pesar de todo, a pesar del daño constante que ella le ejercía, aquella mujer era la única capaz de desordenar su sistema, de derribar todas las paredes que colocase en frente, no importaba que barrera pusiese, que palabras dijese en su contra, cuantos insultos soltara en su mente, no había forma de borrar la bonita sonrisa de Nayeon de sus pensamientos.
Mina suspiró agachando su rostro, por inercia la joven mordió su labio inferior soltando un fuerte jadeo al sentir el rozamiento de sus dientes contra la herida que Do Kyungsoo le creó, la japonesa rápidamente soltó aquellas carnes llevando una de sus manos hacia la zona adolorida, maldijo en sus adentros al sentir la humedad de su dedo índice- no tenía que ser una genio para saber que era-. La joven suspiró observando la sangre envuelta en su dedo, nuevamente el enfado vino a ella, la molestia por sentir que no había sido suficiente paliza el que recibió el pelinegro, la parte cruel de sus pensamientos anhelaba retroceder el tiempo y repetir como un jodido bucle sus puñetazos impactando contra el rostro del coreano, una y otra y otra vez, hasta que se sintiese que la impotencia había decidido abandonar su cuerpo.
Una pequeña sonrisa retorcida se instaló en su rostro, el deseo por cumplir su anhelo cada vez se intensificaba con mayor vehemencia, llegando a pesar seriamente en golpear al coreano.
Luego de un par de minutos la joven por fin pudo llegar a su casa, se introdujo en su hogar cerrando la puerta detrás de ella, sin esperar más se quitó sus zapatos dejándolos al lado de la entrada-grave error, el no mirar los zapatos ajenos-. Caminó arrastrando sus pies en el frío suelo de madera-su madre la materia al ver la suciedad de sus calcetines blancos-.
—¡He llegad…—exclamó Mina con exageración guardando rápidamente silencio al ver a su pequeño hermano conversando con tranquilidad con aquella peligrosa mujer—¡¿Qué haces aquí, Im?!—vociferó completamente rabiosa de ver a la castaña sentada cómodamente sobre su sofá favorito.
La nombrada dio un brinco del susto sintiendo su corazón a punto de salir de garganta.
—M~Minari—susurró Nayeon sintiendo los nervios a flor de piel, aquella dura mirada por parte de la japonesa, realmente la estaba intimidando.
—Creí que te había mandado al infierno Im—murmuró la pelinegra con sus puños completamente cerrados, estaba furiosa, enrabiada con la presencia de la mayor—¡Largo de aquí!—ordenó dando un fuerte pisotón a la madera como si fuese una niña pequeña berrinchuda—¡Largo!—repitió notando como su hermano tomaba el brazo de la joven antes de que esta pudiese levantarse del sofá—Tae…—susurró completamente incrédula de ver como el castaño había protegido a la mayor—¿Es que eres tonto?—cuestionó notando la dura mirada del menor—sep, realmente eres tonto… aléjate de ella imbécil.
Mina estaba más que sorprendida de notar la forma en que su pequeño hermano la estaba observando, la joven rápidamente entrecerró sus párpados intentando entender con su intimidante mirada que era lo que reflejaba aquel peculiar brillo en sus claros ojos.
—…—la japonesa entreabrió sus labios dando un paso hacia atrás, sin poder llegar a creer que, efectivamente sus conclusiones eran correctas—¡No me jodas Myoui Taehyung!—exclamó furiosa al saber que, su hermano estaba enamorada de la mismísimo diablo.
Irónico el hecho de que ella también lo estuviese.
La pelinegra negó con su cabeza riendo entre dientes ante sus ocurrencias, él no podía amar a Im Nayeon, ni siquiera sabía utilizar correctamente el microondas como para tener si quiera un conocimiento previo de que era el amor.
—Mocoso ve a tu habitación, los adultos tenemos que hablar—ordenó Mina alzando una ceja al oír la carcajada del castaño.
—¿Adultos? Mina unnie, tu eres de todo menos adulta—se mofó Taehyung sintiéndose velozmente intimidado de la oscura mirada de su hermana—está bien ya me voy—susurró levantándose del sofá sin antes tomar el atrevimiento de besar la mejilla de la mayor—adiós Nayeunnie—se despidió sintiendo su corazón aletear ante la bonita sonrisa que la susodicha le había brindado.
Mina rodó los ojos tomándose la libertad de propinarle un ligero golpe en la cabeza de su hermano en el instante que este paso por su lado, el joven simplemente gruñó para luego seguir su recorrido olvidando por completo la existencia de la japonesa-Nayeon lo había colocado de buenas-.
—No sé qué mierda le has metido en la cabeza, pero conmigo no te funcionará—aclaró la pelinegra mientras caminaba en dirección del pequeño sofá de una pieza—mi hermano piensa con la polla, en cambio yo no, así que ahórrate tu numerito de seducción—continuó sonando completamente fría en sus palabras, aunque en el fondo ella mentía de una manera muy descarada.
—No vengo a seducirte—admitió Nayeon mientras soltaba un suave suspiro recostando su espalda contra el respaldo del sofá—eres mi amiga Mina, no quiero perderte por mi antiguo comentario.
Mina alzó una ceja completamente incrédula, quiso reírse de las palabras de la mayor, mofarse en su rostro por ser lo suficientemente estúpida de creer que ella se había sentido lastimada por sus hirientes palabras, aquellas, no eran nada en comparación con todas las acciones que Nayeon cometió a lo largo de su "amistad".
—Ay Nayeon—susurró Mina mientras la observaban con diversión—no creo que seas tan estúpida para creer que te odié por tus palabras, esa mierda no es nada a comparación de tus acciones—confesó notando la mirada incrédula de la mayor—te odio por confundirme, por besarme y luego decirme que somos amigas, por ignorarme en el instituto, por actuar como si realmente estuvieses enamorada de tu mascota—admitió a la vez que se colocaba de pie caminando en dirección de una sorprendida castaña— te odio porque yo también caí en tus estúpidos encantos—susurró en el momento que quedó frente a la joven, sus ojos se encontraron con rapidez notando la brillosa mirada de la contraria y sus bonitas mejillas sonrojadas—te detesto de la misma forma que detesto verte con el cerebro de maní—terminó de hablar siendo rápidamente callada por los suaves labios de la castaña colisionando contra los suyos.
Mina abrió sus párpados sin poder creer que Nayeon la estuviese besando. No pudo evitarlo, no pudo ir en contra de sus impulsos, aquellos malditos impulsos que la obligaron corresponder el beso, de envolver sus brazos en la cintura de la coreana siendo este movimiento completamente desesperado. La mayor jadeo al sentir el fuerte agarré de la contraria aferrando sus caderas. De repente para su sorpresa se vio a sí misma en el aire siendo sostenía por el fuerte agarré de la extranjera. Mina caminó sintiendo las piernas de la coreana aferrada en sus caderas, sin esperar más caminó por la habitación en dirección de la salida.
—…—Mina soltó los labios de Nayeon a la vez que deshacía su agarre en el cuerpo de la mayor—eres realmente estúpida Im—se mofó sintiendo un pinchazo en su corazón que pudo ocultar con facilidad—¿Realmente creías que un estúpido e insignificante beso arreglaría las cosas?—preguntó de forma burlona observando las lágrimas acumulándose en los bonitos ojos de la castaña—lárgate Nayeon, y no olvides cerrar bien la puerta principal—comentó girando sobre sus talones sin siquiera importarle si la coreana estaba por llorar.
Mina subió las escaleras con su mentón alzado, no podía dejarse ver débil, no podía derrumbarse ante la intensa mirada de Nayeon. Luego de un par de segundos la japonesa se escondió en el pasillo llevando sus dos manos a la boca mientras las lágrimas descendían de su rostro.
La joven lloraba porque la amaba, lloraba porque se odiaba.
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