¿Estéril?
Narrador Omnisciente.
Mina se encontraba en su habitación con sus piernas estiradas en dirección de la pared mientras que, entre sus manos sostenía una pelota de color azul, se dedicó a lanzar aquel objeto hacia el techo teniendo la mala suerte de, más de una vez recibir el impacto contra su rostro. La muchacha bufó en el instante que sintió como las manos de Nayeon hacían acto en arrebatarle su juguete distractor, molesta la japonesa bajó sus piernas acomodándose sobre su cama para hacerle frente a la coreana. Cuando tuvo el valor de girar su rostro su cuerpo se tensó a la vez que sus pensamientos se quedaban como piedra; frente a ella estaba el ser más hermoso que jamás en su vida había sido capaz de observar,-o tal vez estaba demasiado enamorada para creer que Nayeon era perfecta-.
La castaña comenzó a reír en el instante que notó la ausencia mental de la menor, de pura maldad la joven se levantó colocándose a horcajadas sobre la pelinegra dejando su intimidad muy próxima a la de extranjera. Mina jadeo abriendo sus bonitos ojos ante la sorpresiva actitud de la coreana, rápidamente entreabrió sus labios intentando de una forma fallida y vergonzosa en alejar a la muchacha de su cuerpo. La japonesa al percatarse de la cruel fricción que Nayeon intentaba ejercer por la única necesidad de joderla tomó la decisión de darle un pequeño empujón para que, de aquella manera ella fuese capaz de levantarse y tranquilizarse.
—¿Qué haces? ¿Estás loca?—preguntó Mina completamente molesta mientras que, por instinto se llevaba sus dos manos hacia la intimidad—mi madre esta abajo, y tú estás pensando en coger, ¿Me estas jodiendo Im?—sus palabras salieron de forma brusca, realmente la joven estaba furiosa por las acciones de la mayor.
Nayeon alzó una de sus cejas sintiendo la molesta reflejándose en sus facciones al oír las palabras de la pelinegra, rápidamente la joven se cruzó de brazos dando un paso hacia la dirección de la japonesa. Mina frunció el ceño al notar como la coreana se relamía su labio inferior asomando una lasciva sonrisa burlesca.
—¿Me llamaste loca?—preguntó la joven al mismo tiempo que atrapaba con sus dientes su labio inferior soltando aquellas carnes con rapidez, para que así, de aquella manera esa provocativa imagen se quedara rondando en los pensamientos de la contraria—esto haría una loca—aclaró llevando sus dos manos hacia sus bonitos pechos para luego echar su cabeza hacia atrás—¡Dios sí, Minari sí!—gimió en alto logrando que la japonesa se abalanzara contra su cuerpo llevando sus dos manos hacia su sucia boca lasciva.
La japonesa, con el corazón desbocado tackleo (tío Google dijo que así se escribe) la bonita anatomía de la coreana logrando que ambos cuerpos terminaran sobre el suave colchón. Rápidamente Mina intentó retener a la castaña quien, velozmente intentaba destapar sus labios para continuar con sus provocativos gemidos.
—Cállate, ¿Acaso eres estúpida?—preguntó la pelinegra arrepintiéndose con rapidez al ver a la contraria elevando sus dos cejas para luego sentir aquel fuerte e agonizante calor subir desde su entrepierna hasta la zona baja de su abdomen—ñjh… hija—calló las últimas palabras ante el dolor que envolvía su miembro.
Mina la soltó llevándose por instinto sus dos manos hacia la zona del golpe, rápidamente se removió sobre la cama maldiciendo entre dientes ante el dolor que Nayeon le había provocado. La creadora de su sufrimiento se sentó en la esquina de la cama observando completamente divertida la agonizante palabras de la extranjera sintiéndose bien consigo misma por causar aquel daño.
La sonrisa de la coreana se borró en el instante que vio las pequeñas lágrimas descendiendo por los bonitos ojos de la menor, con rapidez la culpa comenzó a consumirla obligándola a colocarse de pie para acercarse a la joven lastimada.
—Me llamaste estúpida, Minari, tu sabes que nadie puede llamarme de esa forma—se excusó la joven estirando una de sus manos hacia el cabello de la pelinegra, brindándole suaves caricias a su cuero cabelludo—a la próxima mide tus palabras—aconsejó alejando su tacto para apoyar sus palmas sobre la cama—¿Tanto duele?—preguntó de forma burlesca sintiendo la penetrante mirada de la japonesa posada en sus facciones.
La coreana tragó saliva a la vez que daba un paso hacia atrás, para su mala suerte Mina se recompuso con rapidez levantándose del colchón para dirigirse donde la castaña-poco le importó el dolor que aun sentía en su entrepierna-. Nayeon retrocedió observando como la japonesa se acercaba de forma peligrosa hacia su cuerpo, su oscura mirada velozmente se posó en su preocupada mirada sintiendo como, con tan solo aquella simple acción su corazón comenzó un frenético bombeo.
—Minari—llamó la joven en el instante que su espalda chocó contra la fría madera de la puerta.
La nombrada golpeó con suavidad sus palmas contra los hombros de la coreana obligando a la joven en mantenerse en aquella posición. La pelinegra bajó sus manos posicionándolas de forma posesiva sobre la cintura de la coreana, demostrándole con aquel simple tacto quien de las dos mandaba en ese instante.
—Dime—respondió la nombrada alejando una de sus manos para subirla hacia la quijada de la castaña—me sigue doliendo la entrepierna por tu culpa… ¿Lo disfrutas, verdad?—preguntó cambiando de forma drástica la conversación.
Nayeon volvió a tragar saliva sintiendo el calor de su zona intimida cubriendo cada centímetro de su cuerpo, la joven se veía incapaz de negar aquello que solo Mina era capaz de provocar con tan solo una mirada y sus suaves palabras.
—Tu madre…—intentó la joven usar como pretexto ante lo inevitable.
La japonesa alzó una de sus cejas riendo ante las palabras de la castaña, tomando el valor de ser ella quien disfrutaba la incomodidad.
—Mi madre está por ahí, en algún lugar de la casa, así que será mejor que no hagas ruido—avisó Mina estrujando su mano contra la cintura de la contraria.
La castaña se quedó en silencio observando la forma en que la japonesa la veía, a pesar de que esta estuviese molesta por lo que le había hecho, por aquel duro golpe que le había proporcionado, la joven aun así, era capaz de ver el reflejo de cariño oculto entre aquellas largas pestañas y mirada marrón que Mina poseía.
—No me harás nada—desafió Nayeon deseando muy en el fondo que la japonesa la dominara de todas las formas posible.
Mina sonrió acercando de forma peligrosa aquellos apetecibles labios que tanto Nayeon deseaba probar, sus labios estaban a unos escasos centímetros de ser probados, de ser succionando con una vehemencia envidiable, pero para la mala suerte de ambas- o tal vez solo para Nayeon-, la voz de la madre de la pelinegra resonó desde la planta baja.
—¡Minari, la linda Chaeyoung te busca!—avisó la mujer logrando que la coreana le diera un fuerte golpe a la entrepierna de la pelinegra.
Mina jadeo cayendo de rodillas al suelo, maldiciendo su nombre.
—¿Sabías que esa idiota iba a venir?—preguntó Nayeon sin siquiera importarle ver a la extranjera retorciéndose de dolor en el frío suelo de madera—¡Responde Myoui!—exigió completamente molesta de saber que casi permite acostarse con ella.
—C~Creo, creo que me quedé estéril—avisó la nombrada deseando a todos los santos terminar con aquel agonizante sufrimiento que su entrepierna le proporcionaba a todo su cuerpo.
Nayeon gruño girando sobre sus talones para tomar la perilla de metal.
—Cuando decidas la mierda que estás jugando me llamas—avisó abriendo la puerta para luego salir de la habitación, echando humo por sus orejas ante la imagen de la pequeña coreana en la primera planta conversando de forma animada con la mujer que debería ser su suegra—puta barata—insultó entre dientes en el momento que debió pasar al lado de ambas mujeres.
—¿Tan temprano te vas Nayeon?—preguntó la señora Myoui un tanto sorprendida de ver el visible enojo de la joven.
—Sí, mi madre me llamó, lo siento por no poderme quedar Sachiko—contestó la castaña con confianza para luego acercarse hacia la madre de la menor para plantar un suave beso en la mejilla de la señora Myoui—otro día invado su casa—comentó escuchando una carcajada por parte de la mujer y una mirada incomoda por parte de la pelinegra intrusa.
—Mándale saludos a tu madre—pidió la señora Myoui mientras que veía a la castaña salir de su casa—ay, esa Nayeon, un día de estos la veré instalada en la casa, y no habrá forma de sacarla—comentó hacia la nada girando rápidamente su cuerpo para caminar hacia su recamara—ah sí, Chaeyoung—habló girando su rostro para ver sobre su hombro a la joven nombrada—mi hija está en su habitación, ve a verla—animó dándole un sutil guiño para luego simplemente caminar hacia su propia habitación.
La joven coreana tragó saliva sintiendo la sangre instalándose en sus mejillas, completamente avergonzada la muchacha caminó hacia las escaleras comenzando a subir con lentitud cada peldaño, hasta llegar al segundo piso, no fue difícil hallar la habitación de la mayor, con tan solo caminar un par de pasos sus suaves quejidos le indicaron el lugar exacto donde ella se encontraba.
Chaeyoung estiró su mano tomando la manilla de la puerta para luego tirar de esta hacia la entrada de la habitación.
—Hija de puta, me terminará por dejar estéril—gruñía Mina por debajo notando rápidamente la existencia de la pelinegra—Oh, ¿Chae? Ams, ¡Hola!—saludó sintiendo su entrepierna punzar ante el estúpido movimiento que había ejercido—ñjh…ah—jadeó ante el dolor que seguía golpeando su cuerpo.
—¿Qué le ha pasado unnie?—preguntó la pelinegra mientras se acercaba hacia su mayor tomando asiento a su lado.
Mina gruñó recostando su mejilla en el hombro de la pequeña, para su sorpresa rápidamente sintió que, aquella posición le había aliviado el dolor de su entrepierna, logrando que fuese capaz de suspirar agradecida.
—Es una larga historia—contestó Mina cerrando sus ojos por un par de segundos para descansar de aquella agotadora sensación que Nayeon le había causado a su miembro.
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