¿Estamos a mano? las amenazas de la rubia.
Narrador Omnisciente:
Habían transcurrido tres días; sesenta y dos horas desde la última vez que Nayeon tuvo algún tipo de contacto con la pelinegra, para su mala suerte, su padre la había castigado arrebatándole su teléfono móvil, con muchísima suerte se las pudo ingeniar para contactar con Momo y las demás chicas, la joven necesitaba hablar con alguien, necesitaba desahogarse con todo lo que había sucedido entre ella y la japonesa. La castaña anhelaba un par de brazos reconfortante, necesitaba un poco de cariño, de seguridad, anhelaba tener a Mina a su lado.
Nayeon escuchó el timbre indicando la salida, con lentitud se levantó de su asiento recogiendo sus pertenencias, los días se habían vuelto aburridos, completamente agotadores ahora que no podía ver la bonita figura de la extranjera. La coreana abandonó el aula manteniendo su mirada fija en el suelo, los pensamientos comenzaron a jugarle una mala pasada, y aunque no lo quisiese aceptar, aquello comenzaba abrumarla, ¿Cómo era posible que todo se hubiese ido por el desagüe? ¿En qué pensaba en el momento que enfrentó a su padre? A veces, como estos días, la joven se maldecía por ser tan impulsiva, por no pensar en las consecuencias que sus decisiones fueron capaces de causarle.
Escuchó un par de risas a lo lejos, por instinto la muchacha alzó aquel par castaño topándose con la oscura mirada de su ex novio; el joven Kyungsoo la observaba con fijeza mientras que, sus gruesas manos se mantenían aferradas en las caderas una chica de cabello rojizo, el muchacho le sonrió con arrogancia a la vez que notaba aquel sutil guiño bromista, como si realmente le estuviese diciendo con tan solo verla "Que ella se lo había perdido" Nayeon no pudo evitar el reír, provocando que la mirada del joven rápidamente se posaran en la desconocida que mantenía entre sus brazos, a la coreana le divertida aquella situación; si tan solo el coreano supiera que ella jamás fue capaz de amarlo, aquel pequeño ego masculino que él poseía ahora mismo ni siquiera estaría existiendo.
Nayeon siguió de largo pasando por completo de la mirada de odio que su ex le estaba proporcionando, siguió su camino sin importarle siquiera el saber que el pelinegro ahora mismo se encontraba insultando su vida, su existencia más que nada. La coreana abandonó el pasillo chocando con una que otra persona eufórica por huir de aquellas cuatro paredes que llamaban instituto, la castaña llevó una de sus manos a la frente haciendo de visera para poder ver el panorama sin sentir que sus ojos quemaban por la intensidad del sol.
Rápidamente la joven se topó con una melena morada seguida de un par rubio y otra verdosa, a veces se sorprendía como aquellas cuatro chicas pasaban su tiempo juntas, como si verdaderamente no tuvieran vida social. A la primera que pudo identificar fue a Dahyun; la pelimorada llevaba un bonito top negro junto con un short color mezclilla, su compañera, Momo llevaba el cabello amarrado como un tomate y un llamativo crop top verdes con rayas blancas siendo acompañado por un short del mismo color. Sana y Tzuyu estaban vestida casi de la misma forma, con la única diferencia que la peliverde llevaba pantalones oscuros y Sana una atractiva falda a cuadros de color rosa pastel.
Nayeon emprendió caminó hacia las cuatros jóvenes, sintiendo como su mirada velozmente se desviaba en una mata de pelo castaña, por instinto la joven giró su rostro observando con determinación como Taehyung conversaba con tranquilidad con un par de muchachos de su misma edad. La coreana apretó sus puños sintiendo la ira a flor de piel; él se encontraba ahí de pie, completamente sano, mientras que su amada debía estar pasándola jodidamente mal en su hogar, todo por su maldita culpa.
La castaña no pudo evitarlo, sus tobillos se giraron en dirección del menor tomando sus piernas rápidamente posesión de sus acciones.
—¡Taehyung! —la voz de la joven salió completamente colérica llamando por completo la atención del susodicho como también el de la mitad de los estudiantes que se hallaban por el estacionamiento.
El japonés giró su rostro observando por sobre su hombro como aquella coreana furiosa se acercaba hacia él, su cuerpo se tensó a la vez que quedaba de frente con la mayor.
—Y~Yo, lo sie...—sus torpes disculpas quedaron atrapadas en su garganta en el instante que el fuerte puño de la coreana se dio de lleno contra su mandíbula.
—¡Nayeon! —llamaron las cuatro chicas completamente sorprendidas de ver a lo lejos a su vieja amiga golpeando a un pobre muchacho indefenso.
—No vuelvas a tocarla, imbécil—ordenó Nayeon en el instante que el joven sintió la sangre caliente brotando desde el interior de su boca—con esto estamos a mano—aclaró levantando su pierna para golpear con la suela de su zapato el muslo del menor, escuchando su chillido de dolor.
Tzuyu fue la primera en llegar envolviendo sus brazos sobre la cintura de la coreana, con un toque de fuerza levantó la delgada anatomía ajena alejando a la castaña del cuerpo abatido del menor.
—Maldición, ¿Qué te ocurre? —bramó la taiwanesa con molestia mientras que giraba sobre sus talones en dirección del vehículo, siendo rápidamente seguida por las japonesas y la pelimorada.
Nayeon no dijo nada al respecto, ni siquiera intentó liberarse del fuerte agarre ajeno, simplemente lo dejó pasar, se sentía tan bien consigo misma que no le importaba en lo más mínimo que aquello le trajera repercusiones.
Tzuyu la bajó en el instante que quedó frente a la puerta del vehículo, con amabilidad estiró su mano tomando la perilla de esta, para luego simplemente abrir la puerta, haciendo un suave ademan dándole la posibilidad de que la coreana ingresara en el interior del automóvil. Nayeon se adentró sentándose sobre los asientos de cuero, su cuerpo se tensó en el instante que escuchó a las demás chicas ingresando en el pequeño lugar, quedando Dahyun y Momo a cada lado de su cuerpo, mientras que la taiwanesa y Sana se sentaba adelante.
La coreana mantuvo sus ojos fijos en sus enrojecidas manos y aquellas peculiares manchas oscuras adornando sus nudillos, rápidamente lo sucedido minutos atrás volvieron a invadir sus pensamientos, aun podía sentir la dura mandíbula ajena retumbando sobre sus nudillos mientras aquel suave jadeo de suplicio se colaba en sus tímpanos.
—¿Por qué lo has golpeado? —cuestionó Momo mientras que apoyaba su espalda entre la esquina de la puerta y el asiento.
La castaña suspiró posando sus manos entremedio de sus piernas, intentando que las cuatro chicas restantes no fuesen capaces de ver la magnitud del daño en sus nudillos.
—Se lo merecía—contestó Nayeon mientras se encogía de hombros restándole por completa importancia a lo acontecimiento que la envolvían con el joven japonés.
—¿Se lo merecía? Por Dios, Nayeon, ese chico no tendría más de doce—contestó Tzuyu desde el asiento copiloto—estoy casi segura que ni siquiera se sabe defender, sería una completa suerte de que pudiese caminar con normalidad luego de la salvajería que le has hecho—agregó con molestia mientras que la rubia al volante estiraba una de sus manos para atrapar el dorso de la morena.
Nayeon apretó sus puños elevando la quijada, su ira se podía notar en aquel par castaño como también en su quijada firmemente marcada.
—Tiene catorce, a punto de cumplir los malditos quince—bramó Nayeon con molestia sintiendo la penetrante mirada de la morena fija en sus ojos—y créeme, ese maldito demonio, lo tenías más que merecido—aclaró desviando su oscuro par de ojos hacia el espejo interno chocando con la mirada curiosa de Sana—¿Puedes llevarme a un lugar? —preguntó casi sonando con desesperación.
—Claro, ¿A dónde te llevo? —preguntó la rubia con tranquilidad.
Y así fue como Nayeon junto con las demás chicas se dirigieron hacia el hogar de Mina, la coreana se mantuvo callada mientras que Dahyun intentaba a toda costa romper el incómodo silencio que se había creado en el ambiente.
Luego de un par de minutos más de incomodidad, Sana estacionó su vehículo sobre la acera. Nayeon esperó con calma a que Momo descendiera del automóvil para ella hacer lo mismo después. Las cinco chicas se encontraban fuera del auto, la castaña fue la primera en reaccionar comenzando a caminar hacia la entrada del hogar de Mina.
Las cuatro restantes siguieron su caminó en un completo silencio observando con curiosidad como la castaña estiraba su lastimada mano tocando con la suavidad de sus nudillos la fría madera.
Pasaron un par de minutos hasta que la puerta se abrió dejando a la vista el sorpresivo rostro de una mujer adulta.
—¿Nayeon? No deberías estar aquí—habló Sachiko sonando más duro de lo que tenía planeado sonar—digo, no es que no te quiera en mi hogar, solo considero que a tu padre no le agradará la idea de que su hija visite a... bueno, ya sabes cómo le dice—contestó sintiéndose un tanto incomoda de las miradas de las desconocidas.
Nayeon suspiró cruzándose de brazos.
—Me da igual lo que piense él, no puede alejarme de Mina—contestó la castaña mientras que observaba como la señora Myoui sonreía con alegría—¿Podemos ver a Sharon? —cuestionó logrando que la joven mujer diera un paso hacia al lado abriendo la puerta por completo.
—Claro, está en su habitación—contestó Sachiko observando como la coreana ingresaba a su hogar seguida de las cuatro restantes—un gusto, soy Sachiko Myoui, pero ustedes pueden llamarme Sachiko—se presentó con amabilidad notando como las jóvenes desconocidas velozmente hacían una reverencia.
—Un gusto señora Myoui—hablaron las cuatro a la vez ganándose una carcajada por parte de la mayor.
—Sachiko, la rubia con cara de perdida en la vida es Momo, la otra rubia es Sana, la peliverde con rostro de modelo es Tzuyu y la cara de bebé de revista es Dahyun—presentó con rapidez Nayeon mientras que caminaba en dirección de las escaleras.
—El gusto es mío, siéntanse como en su casa—habló la señora Myoui a la vez que, con rapidez giraba sobre sus talones—yo seguiré con lo mío—avisó perdiéndose entre el pasillo y la entrada de la cocina.
Nayeon y las demás chicas subieron las escaleras siendo la castaña la primera en llegar a la segunda planta.
—Tzuyu, ¿Quieres saber por qué lo golpee? —preguntó la coreana mientras que detenía sus pasos frente a la primera puerta del pasillo—por esto—aclaró estirando su mano, para luego atrapar la manilla y girarla, dejando a la vista el cuerpo abatido de una semidesnuda japonesa sobre su cama.
La coreana ingresó en la habitación escuchando un jadeo de sorpresa salir de los cuatro pares de labios ajenos. Los ojos de Nayeon se posaron en el cuerpo de la pelinegra, observando como su abdomen estaba al descubierto al igual que su pierna malherida. La castaña alzó su quijada intentando desviar su mirada del color verdoso que envolvía las costillas de su amada.
—¿Quién? —preguntó Momo mientras caminaba en el interior de la habitación observando las marcas moradas adornando la piel de Mina—¿Quién es capaz de lastimar a una persona de esta manera? —cuestionó posando sus ojos en el sereno rostro de la joven.
Los ojos de la rubia se desviaron del rostro de la pelinegra hacia la mirada cristalizada de la castaña.
—El pobre e indefenso niño de doce años—contestó Nayeon con sarcasmo mientras que sus ojos se posaban en las tres restantes, notando rápidamente como Dahyun se sentaba sobre la cama—intenta no despertarla—pidió observando como Sana tiraba de la mano de la morena para sentarse ambas sobre el borde del colchón.
Nayeon terminó por acercarse, sentándose sobre el pequeño espacio que se había creado entre el borde de la cama y el cuerpo de la japonesa.
—La golpeó tanto que ni siquiera fue capaz de levantarse por sí misma—comentó la joven estirando su mano para acariciar el sedoso cabello de la pelinegra—lo peor de todo, es que el cobarde fue tras mi padre—su voz cada vez fue perdiendo más fuerza terminando por volverse un suave susurro—él la lastimó más... y yo, yo no fui capaz de protegerla—admitió a la vez que llevaba el dorso de su mano libre hacia su rostro intentando limpiar aquellas resbaladizas lágrimas.
Mina lentamente comenzó a moverse provocando que Dahyun junto con Sana y Tzuyu se levantara de la cama sintiéndose un tanto incomoda de ver como la joven malherida comenzaba a despertarse.
—¿Nayeon?—cuestionó Mina con confusión sintiendo el pavor lentamente subir por su anatomía provocando que, por instinto se sentara sobre el colchón—m~mierda—jadeó al sentir una fuerte punzada en su abdomen y muslo—vete, no deberías estar aquí—habló logrando sorprender a las demás testigos. Los ojos de la japonesa velozmente se posaron en los rostros conocidos provocando que frunciera el ceño—¿Qué hacen ellas acá? Maldición Im, ¿Quieres que tu padre te asesine? —cuestionó llevando sus dos manos hacia el cobertor para tirar de aquello hacia sus caderas.
—Quería verte—admitió Nayeon escuchando un adorable "Aww" por parte de Dahyun y Sana siendo rápidamente seguido por un "Lo siento, chicas" de ambas jóvenes.
—Y yo te quiero viva—bramó Mina con molestia, mientras que, rápidamente sus ojos se desviaban en la figura que pasaba con lentitud por el pasillo—¿Taehyung? —cuestionó completamente sorprendida ganándose una mirada de sorpresa por parte del mencionado.
—Esta mierda se prendió—exclamó Momo quien, velozmente fue golpeada por la palma de la pelimorada—lo siento—se disculpó acariciando su lastimada nuca.
—Debe ser una maldita broma—gruñó Tzuyu completamente sorprendida de ver al joven de doce años arrastrando su pie malherido—¿Qué hace él aquí? —cuestionó observando como la pelinegra se levantaba de la cama empujón un poco el cuerpo de la castaña.
—Agh... e~es mi hermano menor—admitió Mina sintiendo el intenso dolor de su muslo haciendo acto de presencia—¿Quién fue? —preguntó con ira mientras se acercaba hacia el aun sorprendido castaño—¿Quién mierda fue Taehyung? —bramó llevando sus dos manos hacia los hombros del pequeño, notando como este simplemente agachaba su mirada.
—Fueron unos chicos de ultimo año—mintió el joven intentando a toda costa el no mirar en el interior de la habitación de la mayor—de todas formas de igual—respondió dando un paso hacia atrás logrando que las manos de la pelinegra se alejara de su cuerpo—yo te golpee y ellos lo hicieron por ti, así que supongo que estamos a mano—se encogió de hombros restándole importancia al asunto—ahora, déjame en paz.
Mina apretó sus dientes, dejando que el castaño se alejara por el pasillo.
—Idiota, trato de protegerlo y se comporta de esa forma—gruñó la joven mientras giraba sobre sus talones caminando con dificultad hacia el interior de su habitación.
La pelinegra agradeció el hecho de que estuviese usando unos shorts lo suficientemente anchos para que nada extraño sobresaliese de ellos, ya tenía suficientes problemas para agregar aquella incómoda situación a su lista.
—Mina, vuelve a la cama—ordenó Nayeon observando como la joven nombrada continuaba con su ceño fruncido.
Y quizás en otra ocasión Mina la hubiese mirada de forma descarada soltando algún estúpido comentario morboso, pero en estos instantes, se encontraba tan molesta consigo misma que no podía pensar en nada más que lastimar a los responsables que hirieron a su pequeño.
—¿Sabes quién lo lastimó? —preguntó la pelinegra en el momento que se recostó sobre las suaves sabanas de su cama, sintiendo como la coreana velozmente la intentaba arropar con el cobertor de esta—Nayeon, te he preguntado algo—habló al percatarse que la joven la estaba ignorando.
—No lo sé, Minari, y sinceramente no me importa en lo más mínimo el saberlo, él se merecía algo más que un par de golpes—contestó Nayeon sintiendo la penetrante mirada de la pelinegra fija en sus facciones.
—Eso no te da derecho el golpearlo Nayeon—contraatacó Mina a la vez que sus ojos se posaban en los lastimados nudillos de la joven—deberías ponerte hielo, te dolerá más tarde.
Nayeon entreabrió los labios sorprendida mientras giraba su rostro observando a las cuatro chicas restantes viéndola en un completo silencio.
—Se lo merecía—fue lo único que atinó la coreana en responder escuchando el gruñido salir desde la garganta de la japonesa.
—Aunque se lo mereciera, no debías, mierda Im, ¿A caso eres como él? Solucionando las cosas a golpes, ¿Ese es tu maldito plan? —cuestionó Mina mientras se despeinaba su lacio cabello.
La castaña negó intentando el no volver a llorar en aquellos instantes.
—C~Como tu golpeaste a Do—contraatacó Nayeon sintiendo como la pelinegra atrapaba con fuerza el cobertor para apretar sus puños en él.
—Es completamente diferente, yo soy el fenómeno, no tú—respondió Mina con simpleza mientras que, con rapidez soltaba un cansado suspiro—no le vuelvas a golpear, ¿Esta bien? —ordenó con suavidad elevando su mirada para mirar los cristalizados ojos de la mayor—...—giró su rostro posando su mirada en el pequeño reloj que se hallaba apoyado sobre la mesilla de noche notando lo rápido que había pasado el tiempo—deberías volver a tu hogar, no quiero que tengas problemas por mi culpa.
Nayeon se levantó en un completo silencio girando su cuerpo hacia la puerta, con rapidez la joven salió de la habitación murmurando un suave "Adiós Minari" siendo completamente inaudible para la japonesa.
Mina cerró sus ojos echando su cabeza hacia atrás, completamente decidida se levantó sin siquiera importarle que su pierna siguiese constantemente jodiendole la existencia.
—Oye—llamó la pelinegra estirando su mano para atrapar el brazo de una de las rubias—¿Momo? O ¿Sana? —preguntó confundida.
—¡Momoring! —contestó la rubia con emoción perdiendo por un par de segundos el bonito color de sus ojos por culpa de sus regordetas mejillas.
Mina rio entre dientes para luego proseguir.
—¿Me harías un favor? —preguntó notando como la rubia asentía con su cabeza—¿Puedes asegurarte de que Nayeon llegue bien a su casa? —pidió en un susurró observando como la joven estiraba su mano dejando al descubierto su teléfono—¿Eh? No me malinterpretes, eres bonita, pero estoy enamorada de Nayeon.
Fue turno de la rubia en reír mientras que negaba con su cabeza.
—Tu no malinterpretes las cosas, anota tu número para que estemos en contacto, así será más fácil poder hablar contigo si algo sale mal—respondió Momo a la vez que se encogía de hombros.
La pelinegra le sonrió estirando su mano, rápidamente atrapó el aparato tecnológico apretando los números sobre la pantalla táctil.
—Estaremos en contacto, Myoui—se despidió Momo girando sobre sus talones para seguir los pasos de sus amigas—ah sí—giró su rostro observando por sobre su hombro para ver los penetrantes ojos ajenos posado en los suyos—le rompes el corazón a Nayeunnie, y créeme que eso en la pierna no será nada comparado con lo que te haré—amenazó dándole un despreocupado guiño para luego seguir su camino hacia la salida.
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