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Dudas e insinuaciones de mal gusto.

Narrador omnisciente:

Habían transcurrido una semana justa desde la última vez que la japonesa tuvo algún tipo de contacto con su padre, la joven no se iba a engañar, se sentía completamente inquieta con la misteriosa desaparición de su progenitor, una parte de ella se mantuvo las veinticuatro horas del día en completa alerta negándose rotundamente el bajar su guardia, Mina era consciente que, aquel hombre con sonrisa burlona y mirada desafiante solo estaba creando su malévolo plan para atacarla, o peor aún, a su familia.

Mientras tanto, Nayeon se encontraba sentada sobre su cama observando con completo disgusto como Momo y Sana se alimentaban, más bien, tragaban como si no tuviesen un mañana. La coreana tuvo la mala idea de llamar a sus amigas, aquel día había despertado con la extraña sensación de querer sentir amor, por algún motivo que, la castaña seguía desconociendo sus sentimientos estaba por completa flor de piel, volviéndola más sensible que de costumbre.

La castaña arrugó el puente de su nariz sintiendo verdadero asco ante el sonido que los labios de Momo creaban al succionar el viscoso fideo. Nayeon sintió escalofríos al oír a Sana acompañando los grotescos sonidos de su amiga, la coreana no pudo soportarlo, el solo hecho de oírlas le había causado nauseas.

—Basta, ¿Pueden comer como la gente normal? —cuestionó la castaña observando como las dos japonesas le miraban como si le hubiese salido una segunda cabeza.

Nayeon frunció el ceño a la vez que se cruzaba de brazos sintiéndose verdaderamente ofendida por la forma en que sus dos amigas le estaban observando. Momo fue la primera en ponerse de pie, la joven rubia dejó su platillo sobre la cama sin antes apuntar con su dedo índice el cuerpo de Sana, amenazando a la pobre japonesa en silencio. La muchacha alzó sus manos intentando demostrar de aquella manera que ella jamás haría una cosa tan vil y rastrera como robarse la comida ajena.

La rubia se acercó a la castaña dejando a Sana recostada sobre el colchón con su platillo de comida reposando sobre su vientre. Momo observó a Nayeon con preocupación, la joven estaba actuando de manera extraña, parecía como si le hubiese llegado el peor "Andrés" de su vida.

—¿Te sientes bien? Actúas como si hubieses discutido con... espera, ¿Discutiste con Mina? —cuestionó Momo luego de caer en cuenta que, la joven castaña solía colocarse de aquella manera cuando tenía algún tipo de problema con la pelinegra. Nayeon rápidamente negó con su cabeza arrastrando sus pies en dirección de la cama—¿Entonces estás en tus días feos? —preguntó queriendo llegar a una respuesta lo suficientemente concretada para entender su forma de comportarse.

La coreana nuevamente negó provocando que ambas rubias suspiraran de forma frustrada.

—Momoring, quizás solo tiene hambre—comentó Sana mientras estiraba sus brazos ofreciendo amablemente su platillo de comida—es Kimchi, tu favorito—habló moviendo sus bonitas cejas de forma sugerente.

La coreana apretó sus labios esquivando su mirada del plato, por alguna extraña razón ver aquello le había causado nauseas.

—Aleja esa cosa de mí, sino quieres que vomite encima tuyo—habló Nayeon mientras que, hacia todo lo posible por aguantar las arcadas.

Momo y Sana observaron en un completo silencio como la castaña corría en dirección del baño expulsando todo el contenido de su estómago. Momo caminó hacia el grotesco sonido que la garganta de Nayeon creaba, la joven abrió la puerta observando a la coreana con sus brazos envuelto alrededor del retrete, lentamente la rubia se colocó de cuclillas frente a su amiga estirando sus dos manos para atrapar el cabello de la joven mientras que, el mal presentimiento hacia acto de aparición erizando por completo su piel.

Sana dejó su comida a medias, oír a Nayeon le había quitado sorprendentemente el apetito. La joven se levantó de la cama caminando en dirección del minúsculo baño que compartían en aquellos momentos Momo y la coreana, la rubia arrastró sus pies hasta llegar al umbral de puerta, donde simplemente se quedó de pie con su hombro izquierdo apoyado contra el marco de la madera.

—¿Qué has comido? —preguntó Sana interesada observando como la espalda de la castaña se encorvaba siendo seguidos por el eco que sus vómitos causaban. Ambas rubias hicieron una mueca de desagrado sintiéndose ahora ellas un poco mal del estómago—eso no es una respuesta—aclaró notando como la castaña alejaba su rostro del retrete para sentarse sobre el suelo recostando su espalda contra la pared.

Momo y Sana observaron las mejillas sonrojadas de la castaña y como, con un toque de cansancio pasaba el dorso de su mano por sus húmedos labios.

—Me he alimentado de la misma forma que he hecho siempre—contestó Nayeon mientras inhalaba por su nariz para luego simplemente expulsarlo por la boca, repitió aquella acción un par de veces en un movimiento casi desesperado por no volver a vomitar—supongo que me resfriaré—comentó restándole por completa importancia al asunto.

Sana observó como Nayeon se levantaba del suelo pasando casi por encima del cuerpo de Momo, ambas rubias observaban como la castaña comenzaba a cepillarse sus dientes con una mirada intranquila posada en el mármol del lavamanos.

—Bueno... sino supiera que eres la homosexualidad hecha persona, juraría que estas embarazada—comentó Sana con una maldad palpable, la joven quería ver la reacción de la castaña, y como lo sospechaba, sus pensamientos estaban en lo correcto—Nunca te acostaste con Do ¿Verdad? —cuestionó notando como ahora Momo también observaba con cierta curiosidad el rostro inexpresible de la coreana.

Momo comenzó a reír al notar como Nayeon palideció.

—Relájate Nayeon, Sana solo bromea, lógicamente a ti no te va eso que cuelga entre las piernas masculinas—comentó Momo dándole un par de palmadas a la espalda de la coreana—por algo esta con Mina, ¿No? Que caso tendría salir con una chica si te van los penes—sus conclusiones solo empeoraban el malestar de la castaña, quien, simplemente había cerrado los ojos negándose rotundamente a creer las estupideces de sus amigas.

Sana iba continuar con sus "ideas locas" si no fuese porque el timbre resonó en el lugar, Nayeon aprovechó aquello para huir de la habitación intentando tener por un par de segundos aire fresco. La coreana bajó casi corriendo por las escaleras mientras que, era capaz de oír las voces de Sana y Momo charlando de lo que tanto le aterraba.

Nayeon comenzaba a cansarse de aquella actitud que Sana había osado en tomar, ¿Ella? ¿Embarazada? Imposible, la simple idea le parecía surrealista, ella se cuidaba y Mina también, pero a pesar de que estuviese realmente intentando hacerse la idea de que un bebé no era lo que ella padecía, no podía quitarse aquel pequeño y casi minúsculo pensamiento de que aquella idea no podía ser del todo descartable.

La coreana en el instante que llegó estiró sus manos sin saber que, del otro lado estaría uno de sus mayores problemas. El cuerpo de Nayeon se paralizó en el instante que observó a la japonesa frente a sus ojos, Mina le sonrió a medias dejando en total exhibición su labio amoratado y su pómulo enrojecido, los párpados de la coreana se expandieron al notar las huellas de un par de dedos firmemente dibujadas sobre la piel de su cuello.

—¡Oh por Dios! —Exclamó Nayeon mientras que sus ojos se llenaban de lágrimas, la pelinegra observó completamente preocupada como la coreana se había abalanzado hacia su lastimado cuerpo comenzando a sollozar sobre su pecho, aquello era nuevo, algo que Mina no conocía en la actitud de la joven—¿P~Por qué? ¿P~Por qué fuiste? —su voz salió completamente ahogada bajo su descontrolado llanto.

—Tae no me causó esto—confesó Mina sintiendo como el calor de Nayeon rápidamente se esfumaba de su abdomen.

Nayeon le planto una firme bofetada que la hizo dar un par de pasos hacia atrás, Mina lo admitía, estaba aterrada por esta nueva actitud de la coreana, parecía alguien nuevo, alguien peor que la original.

—¿Qué te sucede?! —preguntó Mina con un claro tono de molestia.

La castaña guardo silencio mientras que se cruzaba de brazos, en su interior ella también se estaba haciendo esa pregunta, ¿Por qué lo hizo? Se cuestionó la joven sintiéndose verdaderamente culpable por lastimar el ya herido rostro de su pelinegra. Los párpados de la coreana se expandieron en el instante que recordó que ella y Mina no tenían una relación formal, la muchacha apretó sus puños frunció el ceño a la vez que sentía como su cuerpo burbujeaba de la ira.

Fue el turno de Mina el fruncir el ceño en el instante que notó como la coreana le daba la espalda.

—¿Qué haces aquí? —una voz masculina provocó que el cuerpo de Mina se paralizara por completo.

Mientras tanto, Sana y Momo observaba completamente confundidas al extraño hombre que miraba a la pelinegra como si estuviese a punto de reventarle su rostro a puñetazos.

—Akira, ella es Mina y ya se iba—presentó la coreana olvidando por completo que aquel hombre era el padre biológico del amor de su vida.

Y, sinceramente Mina no podía culparla, Nayeon era una niña que llegó a ver no más de cinco veces al bastardo de su progenitor, era lógico que su mente había suprimido- al igual que ella- la existencia de aquel hombre en sus vidas.

—Largo—ordenó la joven con una ira preocupante, el hombre de traje alzó una de sus cejas a la vez que llevaba una de sus manos hacia el cabello de su hija acariciando con suavidad sus mechones—he dicho que te largues—la inseguridad era palpable para los oídos ajenos provocando que su padre simplemente sonriese con total diversión.

Mina estaba aterrada, las pocas veces que Nayeon tuvo la mala suerte de estar en su hogar con él presente, ella jamás permitió que la muchacha estuviese a solas con su padre, lo conocía muy bien para saber que era capaz de hacer muchas cosas para lastimarla, a pesar, de que aquello conllevase lastimar a Nayeon.

—Vivo aquí, pequeño cisne—comentó Akira disfrutando por completo como su hija palidecía para luego negar con su cabeza.

La japonesa sintió como si aquellas palabras le hubiesen golpeado la boca de su estómago, su padre no podía vivir en aquel lugar, no podía estar en el mismo techo que su Nayeon.

La castaña frunció sintiendo verdadero disgusto al oír las palabras del amigo de su padre, ¿Cisne? Se cuestionó mientras se acercaba al cuerpo de la japonesa. Nayeon se dejó llevar por los celos envolviendo de forma posesiva sus brazos sobre la cintura de la pelinegra, tirando a su vez del  cuerpo de la menor contra su pecho para que el Señor Akira alejase sus sucias manos del cabello de Mina.

—Pequeña... solo quería conocer a tu amiga—comentó el hombre observando a la coreana.

—Pues ya la conoce, se llama Mina y es mi novia—aclaró Nayeon sin siquiera ser completamente consciente de que acababa de cavar su propia tumba.

Mina abrió sus párpados observando como su padre elevaba sus comisuras sonriendo con verdadera maldad, la japonesa pudo notar como se hizo el sorprendido llevando sus dos manos al pecho.

—¿Novia? Pues pequeña, déjame decirte que tienes un excelente gusto—y sus insinuaciones no se detenían logrando que Nayeon apretara su agarre mientras que la pelinegra mordía su lastimado labio intentando con todas sus fuerzas el no lanzarse contra el rostro de su progenitor.

—Nayeon y yo, ya nos vamos—avisó Mina girando su rostro para ver por sobre su hombro como Momo y Sana observaban con confusión la escena—ustedes igual, vamos—ordenó a la vez que bajaba sus manos tomando con un poco de fuerza el dorso de la coreana.

Nayeon salió de su hogar pasando por el lado del amigo de su padre, la joven estaba confundida y aquella sensación aumento al ver como la japonesa osaba en mantenerse en el interior de su hogar.

—Bonitas chicas, ¿Sabes cuáles son sus nombres? —preguntó Akira tomando con un toque de fuerza el brazo de la pelinegra deteniendo a la joven antes de que fuese capaz de huir de aquel hogar.

—Se llaman... Mantén tus jodidas manos alejadas de ellas sino me quieres ver furiosa—contestó Mina zafándose con eficacia del agarre de su padre.

El hombre apretó los puños para luego simplemente bufar.

—No amenaces a un Myoui, bastarda—gruñó Akira mientras intentaba atrapar nuevamente el brazo de la joven.

Mina se giró tomando la perilla de la puerta, a la vez que sus oscuros ojos conectaron con la mirada asesina de su padre.

—Lo mismo digo—respondió la joven para luego simplemente cerrar con fuerza la puerta.

La japonesa soltó el aire que había retenido en todo ese lapso de tiempo, su corazón latía con fuerza a la vez que el sudor descendía por su columna vertebral. Mina no iba a permitir que Nayeon viviese con aquel monstruo, no permitiría que él le hiciese lo mismo.

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