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Discusión, arrepentimiento y confesión.

Narrador omnisciente:

Mina suspiró observando su plato de comida como si fuese la mayor entretención de esos momentos, hizo una mueca en el instante que tomó el tenedor de plástico enterrando la punta de este en la ensalada, no tenía apetito, su cerebro estaba muy concentrado en el recuerdo de Nayeon como para tomarse la molestia de sentir hambre. La pelinegra apoyó uno de sus codos sobre el frío metal de la mesa llevando rápidamente su palma contra su mejilla, se quedó de aquella forma; con el peso de su cabeza sostenida con la parte dura de su mano mientras que la yema de sus dedos se adhería a en su lacio cabello negro.

De repente, una fuerte discusión la sacó de su pequeño trance alzando velozmente la quijada en dirección del ruido; grande fue su sorpresa al ver a la coreana ingresando en el comedor con las manos alzadas mientras que, sus apetecibles labios se movían al compás de sus desbordantes palabras. Mina frunció el ceño teniendo el inevitable sentimiento de curiosidad al notar quien había sido el idiota en enfurecer a Nayeon. Por instinto la japonesa sonrió al ver como el rostro Do Kyungsoo hacia acto de aparición dejando a la vista del público el cuadro de arte que la pelinegra había creado con sus puños.

La japonesa rio entre dientes llevando su dedo pulgar a los labios, lo estaba disfrutando, le agradaba la idea de saber que solo ella había sido la creadora del nuevo rumor que se estaba formando en el comedor, "¿Quién lo golpeó?" "debió ser un chico mayor que él, quizás" "no quiero pensar como quedo su rival" "se lo merece es un idiota" y un sinfín de comentarios más comenzaron a murmurar por lo bajo logrando que Mina simplemente observara a la pareja con sus ojos brillando en diversión. La joven no lo iba a negar, se sentía intrigada por la discusión, aun cuando estos se limitaban en alzarse la voz la extranjera no era capaz de entender muy bien el conflicto principal.

—¡Eres una zorra!—escupió Kyungsoo con furia mientras daba uno que otro paso en dirección de su novia—una puta barata, ¡Eso es lo que eres Im!—su deseo por humillarla no tenía límites.

Mina al oír las claras palabras del pelinegro no pudo evitar apretar sus puños, con rapidez su quijada se tensó observando como el pelinegro le propinaba un fuerte empujón al hombro de la joven, sus pulmones se estrujaron provocando que tuviese que entreabrir sus labios para inhalar una cantidad exagerada de oxígeno, no lo estaba soportando, realmente no podía ver como él humillaba a la castaña. A pesar de querer levantarse y terminar de golpear el amoratado rostro del coreano, la extranjera no ejerció ningún movimiento, se quedó en su asiento con su caliente mirada posada en la pareja, no era capaz de alzar la voz, de correr donde Nayeon y envolverla en sus brazos, no podía cuando los recuerdos del daño que ella le causó golpeaba sus pensamientos.

La voz de Kyungsoo retumbaba con fuerza en el lugar logrando erizar la piel a más de alguno. La japonesa en cambio siguió en su mismo estado neutral sintiendo una que otra mirada curiosa posada en su cuerpo, por alguna extraña razón comenzaba a sentirse cohibida, ¿A caso la discusión era su culpa? No le caía otra duda en esos instante, la forma que los testigos la observaban le dieron a entender que, efectivamente su nombre tenía una relación con la pelea. Mina intentó esconderse agachando su rostro, anhelaba sentir que el plato era más interesante que la discusión en sí.

—¡Nadie me deja, y meno lo harás tú!—vociferó el pelinegro siendo acompañado por el seco sonido de una bofetada.

Mina alzó su mirada notando a Nayeon de rodilla contra el suelo del comedor; antes de siquiera poder reaccionar, un par de muchachos se acercaron donde el pelinegro reteniéndolo entre sus brazos para que este no se abalanzara contra el cuerpo de la coreana. La japonesa parpadeó al ver como uno de los jóvenes se acercaba donde la castaña tomando con suavidad el brazo de esta. La extranjera apretó nuevamente su quijada sintiendo la ira consumiendo sus pensamientos; debería ser ella y no él.

Su oscura mirada observó como Nayeon comenzaba a correr hacia la salida del comedor siendo rápidamente seguida por las miradas de los demás estudiante. Mina no lo pensó, simplemente se levantó de su asiento y corrió detrás de la muchacha, sin tener un motivo claro de que haría cuando la tuviese de frente.

La japonesa le dio un fuerte golpe a las puertas del comedor girando su rostro hacia los lados, con rapidez fue capaz de percibir la bonita melena castaña moviéndose de un lado hacia el otro al ritmo de las piernas de Nayeon. Sin esperar más, la extranjera comenzó a correr en la misma dirección de la mayor, su respiración chocaba contra el aire a la vez que sus fuertes pisadas llamaban la atención de Nayeon.

—¡Vete, largo!—gritó la coreana mientras se encerraba en una de las desocupadas aulas del pasillo.

Mina se detuvo con la respiración agitada y su pecho comprimiéndose ante las palabras de Nayeon. Su oscura mirada se posó en las letras escritas sobre el marco de la puerta: "Salón audiovisual" sus ojos viajaron hacia el lado leyendo en grande "Remodelación" la japonesa suspiró estirando su mano para girar la perilla de esta, aun, cuando en sus pensamientos le gritaban que diera media vuelta y dejará a la castaña con su karma, Mina no fue capaz de oír a la razón, simplemente actuó como el ser humano estúpido que era, se dejó llevar por el latido de su corazón, que por la sabiduría de su cerebro.

Rápidamente la muchacha de cabello oscuro ingreso en el aula posando su mirada por el sucio lugar, sus ojos viajaron por la habitación en busca de una melena castaña. Guardo silencio en el instante que vio a Nayeon sentada en una de las esquinas del cuarto, se veía ida, sus mejillas húmedas ante el llanto, su maquillaje corrido a causa de las lágrimas, realmente se veía desastrosa, pero, ¿Por qué Mina la seguía viendo como lo más bello del mundo?

La japonesa suspiró caminando con lentitud en dirección de la mayor, en el instante que llegó se quedó de pie frente a la castaña observando como esta apretaba con mayor fuerza sus brazos alrededor de sus flexionadas piernas, en un vano intento por resguardarse de la dura mirada que Mina le estaba proporcionando.

—Te ves del asco—mintió Mina intentando no demostrar sus verdaderas intenciones.

La coreana alzó su mirada posándola por un par de segundos en las facciones de la menor, queriendo asegurarse que, de verdad ella estuviese de pie observándola con determinación.

—Que observadora eres Myoui—contestó Nayeon con sarcasmo rompiendo con velocidad la comunicación visual que las unía—ahora que descubriste el secreto del universo puedes lárgate—sus ácidas palabras cargadas con ironía y sarcasmo no pasaron por alto para la extranjera.

Mina suspiró maldiciendo en sus adentro al verse a sí misma dar un par de pasos hacia el lado para luego tomar asiento junto con la castaña, la joven pudo notar los tensos brazos de la mayor causado por su cercanía, logrando que, aquella sonrisa de felicidad intentase asomarse en su rostro.

—¿Por qué han discutido?—preguntó la pelinegra sin tener verdadera curiosidad por lo sucedida, en realidad deseaba oír la voz de la castaña, cualquier cosa era mejor que escuchar su llanto.

Nayeon rio entre dientes dejando salir su lado burlón.

—Como si te importara, ya me dejaste en claro que me querías fuera de tu vida, y eso es lo que he estado haciendo—contestó la coreana con un deje de dolor disfrazado en sus duras palabras—vete Minari, quiero estar sola.

La japonesa la observó en silencio sin saber muy bien que responder, limitándose a delinear con su mirada el bonito perfil de la contraria, rápidamente continuó con sus labios sellados en un vano intento por encontrar las palabras esenciales en su mente, queriendo ser lo suficientemente sincera con respecto a sus sentimientos.

—No sé qué decirte—confesó Mina queriendo golpearse contra la pared—digo. . .—intentó retractarse ante la mirada incrédula de la contraria—tengo que decirte muchas cosas, pero en sí, no tengo ni la menor idea del por qué estoy aquí, solo sé que tenía que asegurarme de que estuvieses bien—confesó recostando su cabeza contra la pared—soy consciente que sigo con rencor, que, cada vez que te veo siento ira, pero por alguna maldita razón no puedo verte triste—susurró—simplemente no puedo.

Era el turno de Nayeon en guardar silencio intentando asimilar las palabras de la pelinegra.

—Lamento tanto el confundirte—admitió la coreana observando de forma fija las cejas alzadas de la extranjera—la verdad tenía miedo de perderte, pero no sabía cómo dejar a Kyungsoo sin salir lastimada en el proceso, así que pensé estúpidamente que, si te enamoraba no ibas a dejarme—confesó sintiéndose de lo peor por ser tan egoísta—. . . que idiota fui—suspiró entrelazando sus propios dedos por sobre su abdomen mientras estiraba sus tensas piernas—sé que no me perdonaras con esto, pero creí que merecías oír mis disculpas.

Mina asintió con su cabeza girando su rostro hacia el lado contrario de la mayor en un vano intento por no toparse con la intensa mirada de la joven castaña.

—En el fondo sabía que no había forma de dejar esa relación sin salir herida, así que me arme de valor y lo deje hoy. . . por eso, ya sabes—continuó con su explicación apuntando su hinchada mejilla—supongo que me lo merezco.

La japonesa giró su rostro posando su mirada en la mejilla izquierda de la mayor notando el enrojecimiento de la zona, por instinto estiró su mano atrapando la piel lastimada de Nayeon, con lentitud comenzó a trazar pequeños círculos sobre aquella zona observando como la coreana simplemente cerraba sus ojos dejándose llevar por el suave tacto de la menor.

—Él no tiene derecho a golpearte—replicó Mina mientras alejaba su tacto del cuerpo de la castaña, por seguridad intentó alejarse para no confundir más su corazón—espero que no vuelvas con él.

—No volveré con él—contestó Nayeon abriendo rápidamente sus párpados, sin esperar más, posó sus ojos sobre los de la contraria de una forma suplicante por sentirla nuevamente cerca—me gustas tú—confesó notando a la cabello oscuro esquivando su mirada.

—Tus palabras dejaron de tener el mismo efecto en mi—respondió Mina mientras le daba la espalda sintiendo su alocado corazón bombeando con fuerza en el interior de su caja torácica —si te gusto, demuéstralo con acciones.

Y sin decir más, la japonesa comenzó a caminar hacia la salida, teniendo la necesidad de huir de aquella habitación.

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