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Crisis de pánico, problema solucionado.

Narrador Omnisciente:

Las manos de Mina comenzaron a sudar en el instante que quedó frente a la puerta principal, sus labios se sacaron mientras que su garganta se sellaba, estaba asustada, le aterraba la idea de saber que su madre ya no le quería, ¿Qué pasaría con ella? ¿Dónde se iría? ¿A qué lugar huiría? Preguntas tras preguntas bombardearon con crueldad lo pensamientos de la joven provocando que, por un par de segundos perdiera la estabilidad física, sus piernas flaquearon mientras que sus muslos comenzaban a temblar como si de gelatina se tratase. Mina jadeo cerrando por un par de segundos sus párpados, rápidamente entreabrió sus secos labios intentando inhalar todo el oxígeno que el mundo podía ofrecerle, lentamente sentía que se sofocaba, de un momento a otro, sentía que, con mayor desesperación sus pulmones se contraían impidiéndole nuevamente el paso de la oxigenación.

La japonesa se encorvó llevando sus dos palmas contra las rodillas, su caja torácica comenzaba a ejercer presión contra sus pulmones y corazón, la muchacha firmemente pensó que moriría, sentía que, todos sus órganos comenzaban a fallar, ¿Era su fin? Se cuestionó sintiéndose aterrada por preguntarse aquello. De repente, sus rodillas colisionaron contra el suelo logrando apoyar sus dos palmas contra el suelo, nuevamente entreabrió sus labios intentando tomar bocanadas de aire, estaba sola, y aquello era lo que más le dolía.

Comenzó a jadear sintiendo que, lentamente su vista se nublaba, y sus hombros colapsaban, estaba casi segura que se desmayaría. Chilló, o eso creyó, intentó de una forma desesperada buscar ayuda pero sus extremidades no estaban dispuestas a ayudarla. Se recostó en el sucio suelo dejando que las lágrimas descendieran por las esquinas de su rostro, Mina no quería morir, no deseaba que fuese de aquella manera.

De repente, su cuerpo ya no podía resistir la falta de oxígeno, no soportaba la presión de su pecho ni muchos menos los fuertes mareos que la dejaban a la deriva. Se quedó ahí, aclamando por piedad, pero, ¿A quién se lo estaba pidiendo en realidad? La muchacha ni siquiera estaba siendo consciente del ataque de pánico que le había golpeado con tanta violencia.

Mina cerró sus ojos dejando su boca abierta; respiraba entre jadeo siendo este sonido completamente entrecortado, ni siquiera lo hacía por la nariz, sentía que se ahogaba más de la cuenta. Su corazón se detuvo por una milésima de segundos a la vez que la sangre se volvía fría; había sentido unas manos, están eran suaves y cálidas, por instinto abrió sus párpados topándose de golpe con la dulce mirada de la castaña.

—Respira, Minari, respira con calma—pedía Nayeon mientras tomaba asiento al lado de la joven pelinegra—solo respira—susurró tomando la cintura de la contraria para apegarla a su pecho, recostando la cabeza de la japonesa contra su clavícula—estoy aquí y no te dejare morir—admitió a la vez que, lentamente acariciaba el suave cabello ajeno.

La extranjera negó mientras las lágrimas descendían con fuerza; se estaba ahogando, Nayeon la ahogaba. Para la sorpresa de la coreana la pelinegra fue más fuerte logrando liberarse de su agarre. Mina con algo de brusquedad empujó a la castaña logrando tener espacio personal, la joven cerró sus ojos agachando su rostro, continuaba tomando grandes bocanadas de aire a la vez que sentía el sudor recorriendo su espina dorsal.

—M~Me, Me a~ahogo—susurró Mina en un suave tartamudeo al mismo tiempo que se llevaba ambas manos a su pecho mientras que, de un movimiento desesperado comenzaba a tirar del cuello de su camiseta, exponiendo el sudor de su esternón—N~Nayeon—llamó ante la desesperación que la envolvía—n~no... no quiero m~morir—admitió en el instante que su mirada chocaba con la nombrada.

La coreana mordió su labio sin saber qué hacer, por instinto se colocó nuevamente de rodillas tomando a la japonesa de los hombros.

—Respira—ordenó siendo completamente en vano sus palabras—vamos, Mina me estas asustando—confesó sintiendo sus manos temblar bajó las fuertes sacudidas que los hombros de la japonesa estaban ejerciendo—vamos Nayeon, piensa en algo—se dijo a si misma teniendo rápidamente una idea—espero que funcione—susurró armándose de valor para estampar con fuerza sus suaves labios con los ajenos.

La pelinegra abrió sus párpados mientras su respiración quedaba atrapado en su tráquea, con desesperación apoyó sus manos sobre el abdomen de la contraria comenzando a empujar aquella zona para que la castaña la soltase-ahora sí que Mina creía que moriría-. Nayeon cerró sus ojos presionando con mayor vehemencia sus carnes contra la suavidad de lo ajeno, por instinto llevó sus dos manos hacia la quijada de la japonesa apoyando su pulgar en el mentón de la joven, de un solo movimiento bajó la quijada de la menor logrando entreabrir los labios de la extranjera. Mina jadeó en el instante que sintió la húmeda lengua de Nayeon invadiendo su boca, lentamente comenzaron una suave dance intentando que este movimiento fuese lo más erótico posible.

—Oh... vaya—exclamó una voz ajena logrando que la castaña soltara los labios de la japonesa sintiendo su corazón a punto de abandonar su pecho.

—Señora Myoui—susurró Nayeon con la respiración atrapada en su garganta.

Era el turno de la coreana en tener una crisis de pánico.

Mientras tanto, Mina comenzó lentamente a respirar con normalidad agradeciendo mentalmente a la susodicha a su lado por salvarla de la muerte.

—Veo que están ocupada, más tarde hablo contigo Mina—habló Sachiko girándose sobre sus talones para ingresar en el interior de su hogar.

La japonesa tragó saliva observando por sobre su hombros como la figura de su madre desaparecía por el umbral de puerta. Los ojos de la muchacha se desviaron hacia el sonrojado rostro de la coreana, por instinto sonrió sintiendo aquellas malditas mariposas revoloteando por su abdomen-realmente odiaba esa sensación-.

—Gracias—comentó Mina observando como los enrojecidos labios de Nayeon se elevaban en una risueña sonrisa.

—Siempre me puedes llamar—insinuó Nayeon haciendo un provocativo guiño para luego acercar su rostro en dirección de la japonesa—me alegro de ser yo quien te haya quitado el aliento—comentó observando las mejillas sonrojadas de la contraria.

—D~Debo, debo entrar—contestó Mina notando como la coreana movía sus cejas de forma sugerente—¡No hablo de eso! Tengo que arreglar las cosas con mamá... yo, yo lo he jodido todo—confesó sintiendo las cálidas palmas de la castaña posarse en sus mejillas.

—¿Quieres que te acompañe?—preguntó Nayeon creyendo inocentemente que la japonesa debía aclarar el delicioso beso que se habían entregado.

La pelinegra negó estirando su mano para tomar las muñecas ajenas.

—No, tengo que resolver esto por mi cuenta—confesó Mina sonriendo con sinceridad en dirección de la castaña—Nayeon—llamó logrando que la muchacha la observara en silencio—de verdad gracias por estar aquí—admitió sintiendo la suficiente  vergüenza para no besar los labios ajenos—no sé que hubiese sido de mi sin tu llegada—susurró para luego besar la mejilla de la coreana—luego nos vemos—se despidió sin esperar una respuesta por parte de la contraria, dejando a una sonrojada Nayeon sentada en la entrada de su hogar.

Mina caminó por el pasillo de su hogar sintiendo el incómodo silencio envolviendo las paredes del lugar, la joven apretó su quijada introduciendo sus manos en el interior de sus jeans, su oscura mirada se posó por diferentes sectores de la espaciosa habitación principal en busca de su madre. Su cuerpo rápidamente reaccionó al ver a la joven mujer sentada en el sofá de cuero con una pequeña taza sobre su muslo izquierdo, sus músculos se contrajeron mientras que las suelas de sus zapatos se adherían al suelo en el momento que observó la oscura mirada de la señora Myoui fija en sus facciones, como si la estuviese juzgando- más bien analizando-.

Mina tragó saliva para luego ingresar en el lugar, sus muslos temblaban como pequeñas gelatinas, mientras que sus manos se hallaban aferradas en la tela interna de los bolsillos de sus jeans. Sacó lentamente su lengua relamiendo la sequedad de sus carnes, se sentía intimidada, desconocía aquella fría, parecía que otra persona de había apoderado del cuerpo de su madre.

—M~Mam...—intentó Mina hablar siendo rápidamente callada por el dedo índice alzado en su dirección—...—tragó el inexistente nudo que se mantenía adherida a su tráquea mientras que, lentamente caminaba hacia el otro sofá libre posicionado al frente de su madre.

—Perdón—se disculpó Sachiko mientras que sus bonitos ojos se cristalizando logrando sorprender a la joven japonesa.

—¿Eh?—exclamó Mina completamente estupefacta de oir aquellas palabras desbordando de los labios de su madre—¿Por qué te disculpas?—cuestionó confundida notando como la mujer se secaba con el pulgar las lágrimas que se delizaban por su piel.

—T~Tú... tú guardaste por tantos años la ira que las palabras de tu padre te causaron... Y yo, yo lo sabía, muy en fondo sabía que tu lo solías escuchar—confesó la mujer llevándose las dos manos a sus adultas facciones para esconder el llanto que la envolvía—¿S~Soy una mala madre, verdad?—preguntó logrando que su pequeña hija se levantara de su asiento para prácticamente correr hacia su lado.

—No, mamá no digas eso—contestó Mina pasando una de sus manos por sobre los hombros de la mujer para apegar su cuerpo con el de ella—has sacado a tus dos hijos adelante sin la ayuda de nadie, ¿Entiendes que significa eso? Jamás, mírame mamá, jamás serás una mala madre—respondió estirando una de sus manos para tomar las manos ajenas logrando ver la dulce mirada de su progenitora posada en sus ojos—Tae y yo somos muy afortunados de tenerte—confesó mientras dejaba que las lágrimas descendieran por su rostro—y~yo... —no pudo continuar con sus palabras a causa del nudo en su garganta.

Se quedaron en silencio llorando en el hombro ajeno, sintiendo sus brazos aferrados entre sus cuerpos siendo está acción tan maternal que Mina sentía que en cualquier momento se desmayaría. Pasaron un par de minutos donde lo único que se oía era el llanto chocando contras las paredes del lugar. La madre de la menor acariciaba el cabello de la joven intentando reconfortarla, pero, ¿Cómo lo lograría si sus lágrimas seguían descendiendo?

—Madre—susurró Mina en el instante que sintió su respiración normalizada.

—¿Sí?—preguntó Sachiko sin dejar de acariciar el lacio cabello de su pequeña.

—¿Donde esta Taehyung? Debo disculparme con él—preguntó Mina mientras se alejaba del cuerpo de su progenitora para ver el nerviosismo envuelto en su mirada—ma, ¿Qué sucede?—pocas veces perdía su formalidad y esta al parecer era una de esas ocasiones.

—Bueno...—comenzó Sachiko siendo completamente consciente de los sentimientos de su hijo por la joven coreana—la familia Im nos invitó hoy a cenar a su casa y como tú no aparecías Tae fue por nosotras—contestó observando a la japonesa asintiendo con su cabeza, como si estuviese aceptando lo que sus pensamientos le advertían.

—O sea que Tae está con Nayeon,  genial—murmuró Mina levantándose del sofá—vamos, no debemos ser descortés y rechazar su invitación—habló mientras caminaba en dirección de la salida.

Sachiko la observó deteniéndose en los peldaños de la escalera, en el fondo la mujer era más que consciente que la pelinegra era conocedora de los sentimientos de su hermano menor por la hija de los Im.

La señora Myoui deseaba de todo corazón que sus hijos no lucharan por la misma mujer, que no se enamoraran de Im Nayeon.

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