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11.

El aire era fresco y el cielo se teñía de un suave azul cuando Heeseung y yo llegamos a la pista de patinaje. Las luces brillaban sobre el hielo, y el sonido de los patines deslizándose creaba una melodía que resonaba en mi corazón.

—Ey, Chris, él es mi novio Jeongin —anunció Heeseung con una sonrisa radiante.

Me giré hacia Chris, quien me miraba con una expresión amigable. Su sonrisa era contagiosa, era un rubio de cabello rizado.

—¡Hola, Jeongin! Es un placer conocerte —dijo, extendiendo su mano —Aunque ya sabía quien eras...

—Ah, ¿sí? —respondí, sintiéndome algo tímido. —¿Cómo sabes quién soy?

—Te vi en la televisión, en la competencia de patinaje. Eres increíble, sobre el hielo. —dijo Chris, y me sentí sonrojarme un poco.

La conversación fluyó de manera natural entre nosotros, y mientras Heeseung se movía para atarse los patines, haber conocido a Chris fue algo que sin duda necesitaba. Fue durante uno de esos momentos difíciles en mi carrera, cuando las entrevistas eran constantes y las amistades escasas. Había sido educado en casa, aislado en un mundo donde el patinaje era casi todo lo que conocía. De repente, Chris apareció en mi vida como un rayo de luz, y desde entonces nos habíamos vuelto amigos cercanos.

(***)

—Buenass, ya llegué —anuncié al entrar a la habitación universitaria de Chris y Heeseung unos días después. Pero para mi sorpresa, solo estaba Chris.

—Heeseung salió a hacer unas cosas —me explicó mientras se acomodaba en su silla.

Asentí y me dejé caer al lado de él. Ambos sonreímos, pero la alegría se desvaneció rápidamente cuando Chris me preguntó cómo había ido la competencia.

—No quiero hablar de eso —respondí con un suspiro.

—¿Lo sabes? —preguntó Chris con curiosidad.

—¿Qué cosa?

—¿Heeseung?

—Sí—admití, sintiéndome cansado. A estas alturas, no me importaba si Heeseung me era infiel. Tenía demasiadas cosas en las que pensar.

Chris asintió comprensivamente. —Deberíamos ir a la pista más tarde. Tal vez eso te ayude a despejar la mente.

—Me siento mal por robarle el mejor amigo a tu novio —dije con una sonrisa forzada.

Sin embargo, el silencio se instaló entre nosotros. Fue entonces cuando Chris se acercó y me besó con delicadeza. La sorpresa me recorrió como un escalofrío, pero antes de que pudiera reaccionar, se apartó rápidamente.

—No sé por qué hice eso —murmuró avergonzado.

Sin pensarlo dos veces, lo tomé de la nuca y lo besé con fuerza. Sentí su sorpresa transformarse en deseo mientras me subía a su regazo. Moví mis caderas lentamente contra él, buscando una conexión que había estado ausente durante tanto tiempo.

El beso se volvió más intenso, fogoso, como si ambos supiéramos que estábamos cruzando una línea peligrosa. Pero antes de que pudiéramos profundizar más en ese momento, la realidad nos golpeó con fuerza.

Un mes después, todo cambió. Tuve mi accidente.

Recuerdo ese día claramente. Estaba en casa, sumido en mis pensamientos oscuros cuando escuché un golpe en la puerta. Era Chan. Al abrirle, lo miré con sorpresa.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté, tratando de ocultar mi vulnerabilidad.

—Solo quería saber como estabas —respondió con sinceridad.

—¿Y cómo crees que estoy? —le repliqué con sarcasmo mientras desviaba la mirada hacia los periódicos esparcidos por la mesa. Eran artículos sobre mi accidente, sobre cómo había caído del pedestal en el que había estado durante tanto tiempo.

—Debes dejar de leer eso o te vas a enfermar —dijo Chan con preocupación genuina.

Reí sarcásticamente. —Déjame en paz. No es tu problema, igual voy a dejarlo.

—¿Dejarlo?¿Te volviste loco?

—No Chris, podrías preocuparte un poco por mi lesión, te escuchas igual a mi mamá.

—¿Acaso crees que no me preocupo por ti? —exclamó Chan, su voz llena de frustración.

—¡Cállate! No sabes nada. Si tan solo me entendieras un poco... Pero tú y Heeseung son iguales —me quejé, sintiendo cómo la rabia se acumulaba en mi pecho. —Creí que tú de todas las personas lo entenderías.

—¿Entender qué? ¿Que eres un cobarde? —respondió Chan sin titubear —¿Por que piensas dejarlo?

Las palabras me hirieron más de lo que esperaba.

—Te odio... —murmuré, sintiendo cómo el dolor se transformaba en lágrimas contenidas.

Chan guardó silencio por un momento antes de acercarse a mí. Tomó mi rostro entre sus manos y me obligó a mirarlo a los ojos.

—Dime que me odias —dijo con firmeza.

Me quedé callado, incapaz de pronunciar esas palabras. En lugar de eso, nuestras bocas comenzaron a acercarse lentamente de nuevo. Pero justo cuando estaba a punto de ceder a esa conexión prohibida, me alejé.

—Espero que tengas un accidente y sientas lo que yo estoy pasando... —le dije con una mezcla de rabia y tristeza.

—No lo dices en serio —replicó Chan, su voz temblorosa ante la idea.

—Lárgate de mi casa... —le ordené mientras sentía cómo las lágrimas amenazaban con caer.

—bien.

(***)

Quizás si lo hubiera escuchado... No me sentiría tan culpable...

Me levanté bruscamente de la cama, sintiendo un dolor punzante en la pierna. Quizás eran los clavos que aún estaban dentro de mí; aún así dolía como si me estuvieran atravesando una y otra vez. Perdí el equilibrio y caí al suelo.

Con manos temblorosas, tomé mi teléfono y llamé a Jisung. Necesitaba ayuda, me sentía tan débil, ¿Enserio como te puede gustar alguien como yo Hyunjin?

—¿Diga? —Respondio Jisung

—¿Podrías venir? —dije, mi voz sonando más débil de lo que pretendía. —No sé qué sucede, pero no puedo caminar yo... Félix está lejos así que...

—Voy en camino —respondió rápidamente, y aunque su voz me tranquilizó un poco, la ansiedad seguía presente.

Mientras esperaba, el frío se apoderó de mí. Intenté cubrirme con la manta, pero incluso eso parecía no ser suficiente. Mi mente divagaba entre pensamientos confusos y preocupaciones. ¿Qué pasaría si esto era algo serio? ¿Y si no podía recuperarme pronto?

Finalmente, escuché el sonido de pasos que se acercaban. La puerta se abrió y, para mi sorpresa, no era Félix quien entró. Era un doctor, con una expresión profesional pero amable.

—Hola, Jeongin. ¿Cómo te sientes? —preguntó mientras se agachaba a mi nivel.

—Solo tengo frío... —murmuré, sintiéndome un poco avergonzado por la situación.

El doctor asintió, examinándome brevemente. —Parece que solo es un resfriado. No te preocupes, estarás bien. Solo asegúrate de tomar estos medicamentos.

Me entregó un pequeño frasco y un receta que Jisung tomó rápidamente. Mientras él se preparaba para salir a comprar lo que necesitaba, sentí una mezcla de alivio y cansancio. Todo iba a estar bien.

—Gracias, doctor —dije con una sonrisa débil.

—Descansa un poco —me aconsejó antes de marcharse.

Una vez que el doctor se fue, me dejé caer en el sofá, sintiéndome un poco más tranquilo pero aún inquieto. Sin embargo, había algo más en mi mente que no podía ignorar. No podía dejar de pensar en Hyunjin. Su imagen aparecía en mi mente una y otra vez, aquella mirada suplicánte.

Decidí intentar cerrar los ojos y descansar un poco. Pero en lugar de encontrar paz, me encontré en un sueño vívido. Estaba patinando sobre hielo, riendo y disfrutando del momento. A mi lado estaba Hyunjin, mientras realizábamos piruetas y giros.

La sensación de libertad era abrumadora, y por un momento olvidé completamente el resfriado y la debilidad que sentía. Pero entonces, un sonido interrumpió el sueño: el timbre de la puerta.

Desperté abruptamente, con el corazón latiendo rápidamente en mi pecho. Me costó un momento orientarme, pero cuando finalmente lo hice, me di cuenta de que tenía que abrir la puerta. Con esfuerzo, me levanté del sofá y me acerqué tambaleándome a la entrada.

Al abrir la puerta, ahí estaba Hyunjin. Su presencia iluminó instantáneamente la habitación. Llevaba una chaqueta gruesa y su cabello caía desordenadamente sobre su frente.

—hyunjin...

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