El frío del hielo se sentía como un abrazo helado en el aire, pero la tensión entre Jeongin y Hyunjin era aún más palpable. Jeongin se detuvo, sus ojos ardían con frustración mientras miraba a Hyunjin, que intentaba ejecutar un salto con gracia, pero el resultado era todo lo contrario.
—¡No! —gritó Jeongin, su voz resonando en el vacío del rink—. ¿No puedes hacerlo mejor?
Hyunjin se detuvo, girándose hacia él con una mezcla de confusión y irritación.
—Explícame qué es lo que estoy haciendo mal —respondió, cruzando los brazos sobre su pecho.
Jeongin respiró hondo, sintiendo cómo la frustración le subía por la garganta.
—Todo está mal —replicó, dejando escapar un suspiro exasperado—. Si no le vas a poner esmero a esto, entonces mejor déjalo. El patinaje artístico no es simplemente subirse al hielo y ya.
Hyunjin frunció el ceño, incapaz de entender la magnitud de la decepción en la voz de Jeongin.
—No entiendo —dijo, su tono defensivo—. Desde que llegamos al entrenamiento, me estás tratando mal.
Jeongin alzó una ceja, su mirada afilada como un cuchillo.
—Deja de hacerte la víctima y empieza desde cero —dijo, su voz firme y decidida.
Con un refunfuño, Hyunjin volvió al centro del rink, comenzando a patinar de nuevo. Pero a pesar de sus esfuerzos, su cuerpo estaba agotado. Habían estado practicando durante horas, y la tensión emocional solo añadía peso a sus piernas. La actitud de Jeongin lo confundía; no podía concentrarse en los movimientos ni en la coreografía que habían trabajado juntos.
De repente, sus piernas fallaron y cayó al suelo con un golpe sordo. Un quejido escapó de sus labios mientras se tocaba el tobillo.
Jeongin se acercó rápidamente, su rostro pálido de preocupación.
—¿Estás bien? —preguntó, casi gritando—. ¿Te duele algo? ¿Cómo te sientes?
Hyunjin podía notar la desesperación en la voz de Jeongin, pero no dijo nada. Se limitó a cerrar los ojos y tratar de calmarse.
—Es solo una dobladura de tobillo —murmuró finalmente—. Está hinchado, pero va a estar bien. Solo necesita reposo.
El doctor asintió mientras examinaba el tobillo de Hyunjin. Jeongin observó atentamente, asintiendo con cada palabra del médico. Sin embargo, su mente estaba en otro lugar; el silencio entre ellos era abrumador.
Justo entonces, Heeseung apareció en la puerta de la enfermería, con una expresión preocupada en su rostro.
—¿Todo está bien? —preguntó, mirando a ambos con atención.
—No te preocupes, entrenador Lee —respondió Hyunjin rápidamente, intentando restarle importancia a la situación.
Jeongin permanecía en silencio, su mirada fija en Heeseung. Finalmente, rompió el silencio.
—Necesitamos hablar en privado —dijo, su tono grave.
Heeseung asintió y salió con Jeongin afuera de la enfermería. Hyunjin sintió un nudo en el estómago; no podía evitar sentirse celoso al ver cómo Jeongin se alejaba con Heeseung. Se levantó de la camilla y se acercó a la puerta, tratando de escuchar lo que decían.
—Si lo sabías... ¿por qué no me lo dijiste? —escuchó la voz de Jeongin, tensa y cargada de emociones.
—Venga, no es para tanto —soltó Heeseung con desdén.
—Otra vez siendo un insensible —replicó Jeongin—. Igual que cuando estábamos en la relación, siempre piensas en ti.
Hyunjin contuvo el aliento al escuchar esas palabras. La tensión entre ellos era palpable y se preguntaba si realmente había algo más profundo detrás de esa conversación.
—Soy un insensible de mierda —dijo Heeseung—. Pero cuando quieres follar no tardas en llegar a mi casa. Si yo soy un insensible, tú eres un cobarde... y encima un mentiroso.
Hyunjin sintió que su corazón se hundía al escuchar esas palabras. Sabía que había algo entre ellos que no podía ignorar.
—No voy a seguir haciendo esto —dijo Jeongin, su voz resonando con determinación—. Entrénalo tú. Ya no puedo verle la cara.
—no puedes dejarlo así como así, como siempre rindiéndote tan fácil.
—¡Cállate! No sabes nada, nunca has sabido nada y jamás has respetado mis decisiones, solo acepte por qué Jisung me dijo pero desde un principio jamás quise saber nada del patinaje...
—Y tu solución es huir, como siempre...
—Jodete.
Los pasos se acercaron y Hyunjin rápidamente volvió a la camilla antes de que Jeongin entrara nuevamente. Cuando el chico regresó, su expresión era seria.
—Heeseung se encargará nuevamente de ti —dijo Jeongin sin rodeos —Yo...
Hyunjin negó con la cabeza, sintiendo cómo una ola de desesperación lo invadía.
—No... quiero que seas tú quien me entrene —suplicó, acercándose a él—. Por favor, Jeongin.
Jeongin lo miró fijamente, sus ojos reflejando una mezcla de emociones que Hyunjin no podía descifrar.
—Es mejor así —respondió Jeongin con firmeza—. No quiero que esto sea más complicado de lo que ya es.
—¿Por qué? —Hyunjin sintió que su voz temblaba—. Me gustas...
Jeongin negó con la cabeza, su expresión endureciéndose.
—No es así. Solo es una ilusión. Tienes que seguir adelante, que te llame la atención alguien mayor es normal, peor no podemos tener nada, lo siento, además saldré del país
La súplica en los ojos de Hyunjin era evidente mientras tomaba las manos de Jeongin entre las suyas.
—Por favor... quédate —dijo, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza ante el contacto—. No me dejes solo en esto...
Pero Jeongin soltó su agarre y se dio media vuelta, saliendo de la enfermería sin mirar atrás. Hyunjin sintió cómo su corazón se rompía en mil pedazos mientras veía a Jeongin alejarse. La confusión y el dolor lo envolvieron como una tormenta imparable.
(***)
Jeongin caminaba por el sendero de piedra, sus pasos resonando en el silencio. Cada vez que visitaba aquel lugar, sentía una mezcla de paz y tristeza que lo envolvía. Hoy, sin embargo, la tristeza parecía más pesada que nunca.
Se detuvo frente a una tumba adornada con flores marchitas y una placa de mármol que llevaba un nombre que nunca dejaría de resonar en su corazón: Chris. Se sentó, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con asomarse a sus ojos. Sacó un cigarrillo de su bolsillo, lo encendió y dio una calada profunda, dejando que el humo se desvaneciera en el aire frío.
—No sé qué hacer, Chris —susurró, su voz quebrada por la emoción—. Todo está tan complicado.
Miró la tumba, como si esperara que su amigo le respondiera. La verdad era que desde la muerte de Chris, todo había cambiado. Las decisiones parecían más difíciles, las emociones más intensas. La presión de ser el mejor patinador que fracasó, de cumplir las expectativas de todos, le pesaba en el pecho.
—Hyunjin... —continuó, dejando escapar el humo lentamente—. No puedo dejar de pensar en él. Cada vez que lo pienso... todo lo que hacemos estará destinado a fracasar. Y yo... yo solo quiero hacerlo bien... Aunque nisiquiera se que hacer.
Jeongin se pasó la mano por el cabello, sintiendo cómo la frustración se acumulaba dentro de él. Había algo en Hyunjin que lo atraía, pero también lo aterraba. La forma en que se miraban, y su sonrisa ; todo eso lo hacía sentir vivo, pero también vulnerable.
—No sé si debería seguir adelante con esto —dijo, mirando al suelo—. A veces creo que sería más fácil si simplemente me alejara. Pero no puedo dejarlo así. No puedo dejarlo solo. Chris, siempre has sido mi apoyo —continuó—. ¿Qué debo hacer ahora?
Se quedó en silencio por un momento, permitiendo que sus pensamientos fluyeran libremente.
—Tal vez debería hablar con él —murmuró, refiriéndose a Hyunjin—. Pero tengo miedo de arruinarlo todo. Lo último que quiero es lastimarlo.
Jeongin tomó otra calada del cigarrillo, sintiendo cómo la nicotina calmaba un poco sus nervios. Se recostó contra la fría piedra de la tumba y cerró los ojos, imaginando a Chris sentado a su lado.
Finalmente, apagó el cigarrillo y lo dejó caer al suelo, aplastándolo con la punta de su zapato. Se levantó lentamente, sintiendo una mezcla de determinación y tristeza.
—¿Por que tenía que ser tu hermano?
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