꒰🍓꒱ 16
Jimin se tensó, su mente corriendo a toda velocidad mientras analizaba sus opciones. La mano que lo sujetaba era fuerte, pero la voz no parecía la de Hoseok. Esta era mucho más grande y áspera que la del chico Jung. Eso solo aumentó su confusión y temor. Respiró hondo, tratando de calmarse, y se quedó quieto por un momento, esperando un movimiento de su captor.
—Si te calmas, no te haré daño —dijo la voz, esta vez un poco más clara, como si quisiera tranquilizarlo.
El pelirosa dejó de forcejear, pero su mirada se llenó de desconcierto. El agarre se relajó ligeramente, lo suficiente para que pudiera girar un poco la cabeza y ver quién era. Su respiración se detuvo al reconocerlo.
—¿Jungkook? —susurró con incredulidad.
El chico de ojos oscuros lo miraba sin ninguna expresión en su rostro. Sus facciones estaban endurecidas, pero sus labios formaban una línea tensa, como si estuviera tratando de contener algo.
—¿Qué estás haciendo aquí, fresita?
Jimin tragó saliva, tratando de recuperar la compostura. No podía mostrar debilidad, no frente a él.
—¿Debería preguntarte lo mismo? —respondió, alzando el mentón con desafío y separándose rápidamente del Jeon.
Aunque su voz no sonó tan firme como hubiera querido.
Jungkook dejó escapar un suspiro pesado, como si estuviera cansado de algo más que esta conversación. Lo dejo separarse por completo y se cruzó de brazos, mirándolo con intensidad.
—¿Estás jugando conmigo o realmente no tienes idea del peligro en el que te estás metiendo? —dijo en voz baja.
Jimin lo observó en silencio sin saber que hacer. La última vez que habían hablado, que fue hace menos de media hora, Jungkook lo había tratado con desdén, casi como si no significara nada para él. Pero ahora, esa mirada parecía decir otra cosa. Algo que no podía descifrar.
—No necesito tu protección, Jeon. Sé perfectamente lo que estoy haciendo —respondió finalmente, manteniendo la fachada de seguridad.
El pelinegro apretó la mandíbula y dio un paso hacia él, acortando la distancia entre ellos.
—¿Ah, sí? Porque desde aquí parece que te estás metiendo en problemas que no puedes manejar. Y déjame decirte algo, Jimin: esta gente no juega limpio.
El pelirosa dio un paso atrás, chocando contra el escritorio detrás de él, pero no apartó la mirada.
—Eso no es asunto tuyo. No necesito que vengas a salvarme. No te metas.
Jungkook dejó escapar una risa amarga, aunque sus ojos seguían clavados en los de Jimin, duros pero con un brillo de preocupación que él no podía ignorar.
—Entonces, dime, ¿qué estabas buscando aquí? ¿O es que solo querías seguir coqueteando con Jung para conseguir lo que sea que te interese?
Jimin sintió cómo la sangre subía a su rostro, pero no por vergüenza, sino por rabia. Se acercó a Jungkook, empujándolo levemente con ambas manos en el pecho.
—¿Y qué si lo hacía? ¡Eso tampoco es tu problema! —espetó, su voz cargada de enojo.
Jungkook lo tomó de las muñecas, no con fuerza, pero lo suficiente para mantenerlo en su lugar. Se inclinó hacia él, sus rostros a pocos centímetros de distancia.
—Es mi problema si alguien como tú termina muerto por no saber cuándo detenerse.
Jimin dejó escapar un bufido incrédulo, cruzándose de brazos mientras lo miraba con desafío.
—¿No será que estás celoso?
La respuesta cayó como una bomba. Jimin observó con detenimiento cómo el rostro de Jungkook cambiaba en cuestión de segundos: de una expresión seria y dura a una que recordaba a la de un cachorro sorprendido. Por un instante, sus ojos se abrieron más de la cuenta, y su mandíbula pareció tensarse en un intento desesperado por recuperar la compostura. Pero el cambio, aunque fugaz, no pasó desapercibido para el pelirosa, quien sonrió apenas, triunfante.
El de cabello rosa dio un paso hacia él, acortando la distancia entre ambos, con la mirada fija en esos ojos que ahora intentaban ocultar su desconcierto.
—No tienes derecho a estar celoso —espetó con voz firme, aunque teñida de una amargura que no podía ocultar—. No después de cómo me trataste frente a tu amiguita.
Las palabras cayeron como un latigazo, haciendo que Jungkook retrocediera ligeramente, como si lo hubieran golpeado en pleno rostro. Jimin no se detuvo; estaba decidido a hacerle saber cómo se sentía.
—¿Te divierte jugar conmigo, Jeon? ¿Humillarme cuando te conviene? —continuó, cruzándose de brazos, su tono cargado de reproche—. Porque eso es lo que hiciste. Me trataste como si no significara nada, como si fuera... basura.
Jungkook abrió la boca para responder, pero no encontró palabras. Su mirada oscilaba entre el arrepentimiento y la terquedad, como si una parte de él quisiera justificarse, pero la otra supiera que no tenía excusa.
—Y ahora vienes con esa actitud, como si de verdad te importara lo que me pase —añadió Jimin, dando un paso atrás, con una sonrisa sarcástica en los labios—. ¿Por qué no vuelves con ella? Estoy seguro de que estará encantada de verte jugar al caballero preocupado.
El silencio que siguió fue abrumador. Jimin sintió cómo su corazón latía con fuerza, no de miedo, sino de rabia contenida. Pero no iba a quedarse ahí esperando una disculpa que sabía que no llegaría.
—No necesito que me protejas, Jungkook. Menos aún después de cómo me has tratado —finalizó, dándole una última mirada cargada de reproche antes de girarse para marcharse.
Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso, Jungkook lo sujetó suavemente por la muñeca. Su toque era firme, pero no agresivo, y cuando Jimin lo miró, vio en sus ojos algo diferente.
—Espera, yo... —comenzó Jungkook, su voz más baja, casi un susurro. Pero se detuvo, como si las palabras se le atoraran en la garganta.
El pelirosa lo miró, frunciendo el ceño con impaciencia. Lo esperaba, pero el silencio fue la única respuesta. Con un suspiro exasperado, soltó su muñeca del agarre de Jungkook y dio un paso atrás, con una mezcla de frustración y desdén en su mirada.
—Cobarde... —murmuró para sí, aunque sabía que Jungkook lo había escuchado.
Sin embargo, justo cuando estaba a punto de girarse para marcharse, un instante extraño los envolvió. La mirada de Jungkook descendió fugazmente hacia sus labios, y el aire pareció cargarse de una tensión que hizo que el corazón de Jimin se detuviera por un segundo. Sus respiraciones estaban sincronizadas, entrecortadas, como si ambos fueran conscientes del momento, pero ninguno supiera cómo actuar.
El hechizo se rompió cuando un ruido en el pasillo los obligó a reaccionar. Jungkook giró la cabeza hacia la puerta y, como si nada hubiera ocurrido, recuperó esa máscara fría y distante que tanto comenzaba a irritar a Jimin.
—Sal de aquí ahora, Park. Y no vuelvas a meterte donde no te llaman —susurró con urgencia, con un tono que raspaba tanto como un golpe.
Jimin lo observó un instante más, queriendo gritarle, exigirle explicaciones, pero algo en la seriedad de su mirada lo detuvo. Con un gesto rígido, se dio la vuelta y salió, sintiéndose más irritado consigo mismo que con Jungkook.
Mientras caminaba por los pasillos de la mansión, intentó calmar su respiración. A su alrededor, las luces y las voces de la fiesta en el salón principal parecían un eco lejano. Necesitaba salir de allí antes de perder el control.
Cuando llegó a la salida, empujó las puertas con más fuerza de la necesaria. Afuera, el aire fresco le golpeó el rostro, ayudándolo a despejarse. Entonces, mientras metía las manos en los bolsillos de su chaqueta, notó algo.
Era pequeño y duro.
Frunció el ceño, deteniéndose en medio del camino, y lo sacó para examinarlo. Era un USB.
El recuerdo lo golpeó de inmediato. Durante el forcejeo con Jungkook, había deslizado una mano dentro del bolsillo de su pantalón, un movimiento instintivo y rápido que apenas recordaba. Ahora, al ver el dispositivo en su mano, se dio cuenta de que había tomado algo importante.
Una sonrisa satisfecha curvó sus labios.
Ni siquiera Jungkook se dio cuenta.
Con el USB apretado en su mano, levantó la vista hacia la mansión, que ahora se alzaba silenciosa bajo la noche. Por un segundo, un pensamiento fugaz cruzó su mente: ¿qué haría Jungkook cuando descubriera lo que había hecho?
Sin embargo, no había tiempo para preocuparse por eso. Era su turno de tener ventaja.
Con confianza, guardó el USB en su bolsillo y se alejó hacia la calle, sintiendo por primera vez que la partida había cambiado de manos. Si Jungkook quería jugar, Jimin estaba más que listo para demostrarle quién era el verdadero maestro del juego.
Esta vez, él tenía el control.
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