꒰🍓꒱ 14
Al día siguiente, después de estar sobrepensando toda la noche, el pelirosa aún no sabía qué hacer.
Pero si algo tenía en claro era que debía cumplir con la misión que le asignaron.
Jimin se había vestido con esmero, cuidando cada detalle para mezclarse entre la élite sin llamar demasiado la atención. Intentó domar su cabello rosa, un rasgo demasiado llamativo que temía lo delatara, y eligió un traje elegante y oscuro que acentuaba su porte sin sobresalir demasiado.
La fiesta, como esperaba, estaba repleta de figuras influyentes, todos conversando en círculos exclusivos, rodeados de risas y murmullos que se perdían en el eco de la música suave. Entre ellos, el de cabello rosa fingía una sonrisa mientras un hombre mayor, algo ebrio, se acercaba a intercambiar unas palabras.
—¿Eres de por aquí, cariño? —preguntó el hombre, tambaleándose un poco por el alcohol.
Jimin forzó una sonrisa y asintió levemente, manteniendo la distancia.
—Jamás había visto a alguien tan guapo como tú... —continuó el hombre, mirando de arriba abajo a Jimin—. Sabes, podrías trabajar para mí. Hoy es tu día de suerte; solo contrato chicos atractivos.
El pelirosa sintió ganas de vomitar, pero se contuvo. Reprimió una mueca, sin perder la sonrisa falsa.
—¿Ah, sí? —respondió, fingiendo interés—. ¿Y de qué tipo de trabajo estamos hablando?
El hombre soltó una carcajada horrible y se acercó un poco más de lo que Jimin habría preferido.
—Algo que te haría ganar mucho dinero, ¿qué dices? No todos tienen la suerte de que yo les ofrezca esto.
Jimin sintió la incomodidad apretando en su pecho, pero decidió mantener la calma. Lanzó una mirada rápida alrededor, buscando una oportunidad para escapar. Pero, en medio de aquella búsqueda, algo capturó su atención a lo lejos.
Entre la multitud, vislumbró una cabellera negra familiar y una sonrisa encantadora: Jungkook. Estaba allí, de pie, riendo despreocupado, con esa misma sonrisa de conejo que Jimin empezaba a reconocer en cualquier lugar.
Pero no estaba solo; a su lado, una mujer elegante vestida con un conjunto rosa se encontraba colgada de su brazo y le devolvía la sonrisa, rozando su hombro de manera íntima.
Cómo si fueran algo más que solo compañeros de fiesta.
—¿Por qué no vamos a una habitación y vemos si eres digno de trabajar para mí? —sugirió el hombre, con una sonrisa que hizo que Jimin sintiera un escalofrío de disgusto.
Sin molestarse en responder, Jimin giró sobre sus talones, ignorando al hombre y mirando en dirección de Jeon.
El pelirosa sintió un nudo de rabia y algo más en su pecho. Su mandíbula se tensó al ver la escena, y, por un momento, la misión desapareció de su mente. Sin pensarlo, comenzó a moverse entre la gente, avanzando en dirección a Jungkook, sus pasos firmes y decididos, guiados por una mezcla de celos y furia que le nublaban el juicio.
Jimin se sentía miserable, como si cada paso hacia Jungkook pesara con vergüenza. No podía evitar sentirse patético, como si buscar refugio en él fuera una debilidad, algo que no debería estar haciendo. Una parte de él quería darse la vuelta y fingir que no le importaba, pero sus pies seguían adelante, llevándolo hacia Jungkook casi sin permiso.
Cuando estaba a solo unos metros de distancia, Jungkook levantó la vista y sus ojos se cruzaron. Hubo un instante de tensión en el que ambos parecían atrapados en sus propias emociones. Jimin respiró hondo, intentando controlarse, pero sus palabras salieron cargadas de resentimiento:
—Vaya, veo que te estás divirtiendo —dijo en voz baja, pero lo suficientemente firme para que Jeon lo escuchara sobre la música.
El pelinegro, sorprendido, soltó el brazo de la mujer y clavó sus ojos en Jimin, quien mantenía su expresión dura. Ambos se miraron durante unos segundos eternos, en los que ni el ruido de la fiesta ni la multitud parecían existir, solo una batalla silenciosa entre ellos.
El silencio tenso fue interrumpido por la mujer junto a él. Con una sonrisa enigmática, la chica miró a Jimin de arriba abajo, claramente evaluándolo, antes de preguntar con una voz falsamente dulce:
—¿Y quién es él, Jungkook?
El pelinegro no respondió de inmediato, sus ojos todavía fijos en el pelirosa, intentando descifrar la emoción detrás de su mirada. Con un suspiro casi imperceptible, apartó su atención de Karina y, sin ofrecerle ninguna explicación, dijo simplemente:
—Ya vuelvo, Karina.
Antes de que Jimin pudiera reaccionar, Jungkook le tomó del brazo y, con una firmeza que no dejaba espacio para rechazos, lo guió lejos de la multitud, entre susurros y miradas curiosas. A medida que avanzaban por el salón, Jimin intentaba ocultar la mezcla de rabia y nerviosismo que lo invadía. Finalmente, Jungkook lo llevó hasta un rincón apartado, donde la música y las voces apenas llegaban, y soltó su brazo, enfrentándolo.
Jeon lo miró con una expresión seria, aunque sus ojos mostraban una chispa de sorpresa e irritación.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, su voz apenas contenida.
Jimin, que ya había preparado mentalmente varias excusas, se cruzó de brazos, desviando la pregunta sin responderle directamente.
—¿Y esa chica? —dijo, lanzando una mirada en dirección a la fiesta, donde había quedado Karina—. Parecían bastante cercanos. ¿Acaso tienes novia y te has estado burlando de mí todo este tiempo?
Jungkook soltó una risa baja y algo burlona. Negó con la cabeza mientras lo observaba, con una mezcla de incredulidad y diversión en su expresión.
—No tengo por qué darte explicaciones, Jimin.
El pelirosa sintió un pinchazo en el pecho ante las palabras de Jungkook. ¿Dónde había quedado aquel chico dulce y atento que lo llamaba "fresita"? El cambio en su actitud lo descolocaba y, al mismo tiempo, lo enfurecía.
—¿Así que no tienes que darme explicaciones? —soltó Jimin con un tono más ácido de lo que pretendía—. Pues, perdona si interpreté mal todo esto, pero pensé que significaba algo. Parece que estaba equivocado.
Jungkook alzó una ceja, claramente irritado por el reclamo de Jimin.
—¿Equivocado? —respondió, su voz cargada de sarcasmo—. ¿Y qué te hace pensar que te debo una explicación por cada persona que tengo cerca? No eres mi… —se detuvo, dudando por un segundo antes de añadir—: No eres nada mío, Jimin.
Las palabras golpearon a Jimin como un jarro de agua fría, y antes de poder detenerse, dio un paso adelante, empujándolo levemente con el dedo en el pecho.
—¡No me vengas con eso, Jungkook! ¿Así que sólo estabas jugando? ¿O es que te diviertes viéndome quedar como un idiota?
Jungkook mantuvo la calma, pero sus ojos reflejaban un atisbo de desafío.
—Solo estoy haciendo lo que tú pediste, ¿no? —dijo, con una leve sonrisa que a Jimin le pareció cruel—. Dijiste que no querías que fuéramos nada. ¿O ya se te olvidó?
Jimin apretó los labios, sintiendo cómo el enojo y la decepción se mezclaban en su pecho.
—¿De verdad vas a usar eso en mi contra? —respondió, con voz tensa—. Fuiste tú quien me detuvo cuando intenté terminarlo en primer lugar. Y claro, no fue nada, ¿verdad?
Su tono irónico no lograba ocultar la herida que esas palabras le habían dejado. Para él, lo que había compartido con Jungkook había significado algo importante, su primer paso en una intimidad que nunca había explorado hasta entonces. Aunque no lo quisiera admitir en voz alta, aquella conexión le había dejado una marca.
Jungkook lo observó, y por un segundo, su expresión pareció suavizarse, como si entendiera lo que Jimin estaba sintiendo. Pero en lugar de decir algo, simplemente suspiró, negando con la cabeza.
—A veces, creo que ninguno de los dos tiene claro lo que quiere —murmuró, como si hablara más consigo mismo que con el pelirosa.
Jimin soltó una risa amarga, mirando a Jungkook con frustración y decepción en sus ojos.
—Debí saberlo desde el principio —dijo, su voz cargada de resentimiento—. Tu intención siempre fue jugar conmigo, con el hijo del enemigo, ¿no? Solo querías pasar el rato y yo… fui un idiota al creer que significaba algo.
Jungkook abrió la boca para responder, sintiendo cómo el peso de sus propias palabras lo alcanzaba. Sabía que la había cagado, que su orgullo y sus malas decisiones lo estaban hundiendo más de lo que esperaba.
—Park, espera… —intentó decir, tocando su brazo, tratando de detenerlo antes de que se alejara por completo.
Pero Jimin apartó su brazo con brusquedad, sin darle oportunidad de continuar. No estaba dispuesto a escuchar más excusas.
Necesitaba cumplir su misión.
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