꒰🍓꒱ 12
Después de unos veinte minutos, Jungkook redujo la velocidad al acercarse a una esquina dos calles antes de la casa de Jimin. Miró hacia él con una sonrisa pícara, claramente con intención de alargar la despedida.
—¿Seguro que no quieres que te deje en la puerta? —preguntó Jungkook, con esa mezcla de burla y genuino interés.
Jimin negó con la cabeza y sonrió, inclinándose hacia él para despedirse.
—Mejor aquí. No quiero que papá nos vea —dijo, riéndose suavemente.
Jungkook se inclinó hacia él, con los ojos fijos en sus labios, pero justo cuando estaba a punto de besarlo, Jimin giró la cara con un movimiento juguetón.
—Eso te toca ganártelo, Jeon. Te llamo en la noche —murmuró, guiñándole un ojo antes de bajarse del auto.
Jungkook sonrió, divertido y un poco frustrado, viendo cómo Jimin se alejaba con ese andar seguro y provocador. Cuando dobló la esquina, se despidió con un gesto antes de dirigirse a su casa.
Al llegar, una de las señoras de la servidumbre le abrió la puerta, mirándolo con una mezcla de nervios y respeto.
—El señor Park lo está esperando en la sala, joven Jimin —le informó con voz suave.
Jimin exhaló lentamente y caminó hacia la sala, mentalizándose para otra conversación con su padre. Al entrar, lo encontró sentado en el sofá, impecablemente vestido con un traje oscuro y unas gafas que parecían darle aún más autoridad.
—¿Me buscabas? —dijo Jimin, tratando de sonar despreocupado.
Su padre se levantó, mirándolo con una expresión severa y escrutadora, como si intentara adivinar dónde había estado.
—Jimin —dijo, su tono firme y autoritario—, ¿acaso no escuchas lo que digo? Tenemos asuntos de la familia que discutir. Ve a cambiarte rápido, iremos a un lugar.
Jimin se cruzó de brazos, lanzando una mirada desafiante a su padre, pero finalmente suspiró, comprendiendo que no podía escapar de esta situación.
—Claro, papá. Dame cinco minutos —contestó, dándose la vuelta para ir a cambiarse mientras reprimía un suspiro de resignación.
Jimin subió a su habitación con paso lento, y en cuanto cerró la puerta, exhaló largamente. Miró su reflejo en el espejo y, con desdén, comenzó a prepararse para la velada que su padre había planeado.
"Si quiere que me ponga elegante, pues lo haré a mi estilo", pensó, con una sonrisa ladina.
Se dirigió al armario y eligió uno de sus trajes favoritos: un conjunto negro de corte moderno que resaltaba su figura. La chaqueta se ceñía perfectamente a sus hombros y el pantalón caía con elegancia, dándole un aire sofisticado y un toque de misterio. Abotonó la camisa hasta el cuello, eligiendo una en tono oscuro que contrastaba con su cabello rosado, y agregó una delgada cadena plateada como único accesorio dejando los tres primeros botones de su camisa abiertos.
Antes de salir, se acercó al espejo para asegurarse de que cada detalle estuviera en su lugar. Peinó su cabello hacia atrás, dejando algunos mechones sueltos que enmarcaban su rostro, y se aseguró de que el perfume que llevaba fuera lo suficientemente sutil como para no delatar el aroma a colonia masculina que Jungkook había dejado sobre él. Con una última mirada y una sonrisa de satisfacción, salió de la habitación.
Al bajar las escaleras, encontró a su padre esperando en la entrada, revisando su reloj. Al levantar la vista, su padre lo observó de arriba abajo con un leve asentimiento de aprobación, aunque sin mostrar emoción alguna.
—Al menos te ves presentable —comentó sin mirarlo directamente.
Jimin contuvo un suspiro y se limitó a asentir.
—¿A dónde vamos? —preguntó, intentando no sonar molesto.
Su padre le abrió la puerta y lo invito a salir sin responder a la pregunta. Jimin salió de la casa después de que este le abrió la puerta, sin más opción que obedecer. Se dirigieron hacia un auto negro que los esperaba frente a la entrada. Jimin, acostumbrado a las reservas de su padre, intentó no hacer más preguntas, pero no pudo evitar pensar en la ausencia de alguien.
—¿Taehyung no irá? —preguntó, buscando disimular su creciente incomodidad.
Su padre solo lo miró de reojo antes de responder.
—En el camino te explico.
Jimin se hundió en el asiento del copiloto, mientras su padre se subía al auto y arrancaba. La seriedad con la que manejaba, el silencio prolongado entre ellos… Todo eso comenzaba a inquietarlo. Era raro que su padre se mostrara así de hermético, y Jimin no podía dejar de preguntarse a qué se debía tanta tensión.
Finalmente, después de un rato de silencio, su padre decidió hablar, con un tono tan serio que hizo que Jimin sintiera un escalofrío recorrerle la espalda.
—Tu madre me ha hablado desde Dubái —comenzó, sin apartar la vista de la carretera—. Dice que ha notado algo extraño respecto a los Jeon.
Al escuchar ese nombre, Jimin sintió cómo le temblaban las manos. Intentó disimular, pero no pudo evitar que su voz se quebrara un poco.
—¿Q-qué cosa?
Su padre no pareció notar su nerviosismo, o quizá lo ignoró a propósito.
—Al parecer, el imbécil de Jeon ha decidido comprar más de la mitad del armamento a los Kim. Y, por lo que me han comentado, no es una simple transacción. Planean algo. Un ataque, y no hace falta ser muy listo para saber contra quiénes.
El de cabello rosa sintió como si el mundo se detuviera por un instante. Las palabras de su padre resonaron en su mente, mientras trataba de procesarlas. Sin embargo, Jimin debía controlar sus emociones. No podía permitir que su padre notara nada sospechoso.
—¿Y qué piensas hacer? —preguntó Jimin, esforzándose por mantener la voz tranquila.
Su padre le lanzó una mirada fría sin dejar de conducir.
—Por ahora, observar. Pero quiero que recuerdes algo, Jimin. En esta familia, la lealtad y la prudencia son lo único que nos mantiene vivos. No olvides quién eres y a quién perteneces.
Jimin asintió, sintiendo que la advertencia llevaba un peso mayor del que su padre podría imaginar.
El auto avanzaba en silencio por la carretera desierta, iluminada solo por los faros que se deslizaban en la penumbra.
La hora se hizo eterna. Cada kilómetro que avanzaban, Jimin sentía cómo la ansiedad se mezclaba con el miedo, preguntándose si su padre de alguna manera sospechaba de su juego con Jungkook.
Finalmente, el auto giró hacia un camino secundario, estrecho y bordeado de árboles altos que cubrían casi toda la luz del atardecer. La sensación de incomodidad creció cuando el lugar comenzó a parecerle cada vez más extraño. No había casas, ni edificios… solo oscuridad y silencio. Tras otro desvío, llegaron a una construcción antigua, casi oculta entre los árboles. Era una mansión vieja, de aspecto imponente, rodeada de una verja oxidada.
Su padre apagó el motor y lo miró de manera fija antes de hablar.
—Hemos llegado.
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