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꒰🍓꒱ 09

Al día siguiente, Jimin estaba sentado en una pequeña cafetería en el centro de la ciudad, vestido de negro de pies a cabeza, tratando de pasar desapercibido. Una gorra oscura y unas gafas de sol completaban su look. A pesar de sus esfuerzos, sentía que el peso de la noche anterior aún lo seguía, como si las palabras de su padre lo persiguieran a donde fuera. La taza de café humeante entre sus manos no lograba disipar el frío que sentía en el pecho.

Afuera, el bullicio de la ciudad seguía como si nada, pero dentro de la cafetería el ambiente era más tranquilo, casi íntimo. Park se inclinó ligeramente sobre la mesa, intentando relajarse. Su mirada iba de la taza a las personas que caminaban por la calle, buscando algo de distracción.

De repente, el sonido de una silla arrastrándose frente a él lo sacó de sus pensamientos. Levantó la mirada detrás de sus gafas y, antes de que pudiera decir una palabra, una figura igualmente vestida de negro, con gafas oscuras, se acomodaba en la silla frente a él.

—¿En serio? —La voz baja y familiar de Jungkook lo hizo sonreír.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Jimin en un susurro, intentando sonar serio, pero sintiendo cómo una mezcla de emoción y nerviosismo crecía en su interior.

—¿No es obvio? —replicó Jungkook con una media sonrisa mientras se quitaba las gafas de sol, revelando esos ojos intensos que Jimin no podía olvidar—. Vine a verte, fresita.

Jimin rodó los ojos, pero no pudo evitar que una leve sonrisa tirara de sus labios.

—Esto no es una película de espías, Jungkook —dijo en tono bajo, tomando un sorbo de su café para ocultar la sonrisa.

—Tal vez no, pero así es más divertido. —Jungkook se inclinó hacia él, apoyando los codos en la mesa, como si el resto del mundo no existiera.

La presencia de Jeon parecía llenar el pequeño espacio entre ellos. Jimin intentó mantener la calma, pero la adrenalina volvía a recorrer su cuerpo. Estaba en peligro, lo sabía, pero el peligro tenía una forma tan tentadora que le resultaba imposible apartarse.

—No deberías estar aquí —dijo Jimin, aunque su voz no sonaba convencida ni mucho menos firme.

—Ya te dije, me gusta el peligro —respondió Jungkook, su tono bajo y lleno de desafío, sus ojos nunca apartándose de los de Jimin.

El de cabello rosa se inclinó un poco más hacia él, hasta que sus rostros estuvieron peligrosamente cerca.

—Eres un idiota —susurró Jimin.

Jungkook soltó una suave risa, su mano rozando apenas la de Park sobre la mesa.

—Tal vez lo soy —concedió Jungkook—, pero no puedo evitarlo. No puedo alejarme de ti. De verdad quiero conocerte.

Esas palabras cayeron como una bomba en el pecho de Jimin. Sabía que lo que estaba haciendo era peligroso, que su vida familiar pendía de un hilo, pero en ese momento, todo lo que importaba era la cercanía de Jungkook, la chispa que existía entre ellos y lo inevitable de lo que vendría después.

—Esto no va a terminar bien —murmuró Jimin, sin apartar la mirada de él.

—No tiene que terminar—dijo Jungkook, con esa sonrisa traviesa que siempre lograba desarmarlo.

Jeon dejó que sus dedos rozaran suavemente la mano de Jimin, esa caricia ligera que al principio parecía inocente, pero que se volvía más intensa con cada segundo que pasaba. Jimin, al sentir el contacto, se tensó ligeramente, su respiración volviéndose un poco más irregular. Trataba de mantener la compostura, pero el simple toque de Jungkook lo desarmaba de una manera que ni él mismo entendía.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó en un susurro casi inaudible, sus ojos fijos en las manos tatuadas de Jungkook que seguían acariciando las suyas.

—¿Qué crees que estoy haciendo? —respondió Jungkook con una sonrisa enigmática, sus dedos comenzando a deslizarse lentamente por el brazo de Jimin, subiendo por la manga de su chaqueta negra.

Jimin se estremeció, sus manos temblando ligeramente mientras intentaba no perder el control de la situación.

—Jungkook… —intentó decir algo más, pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta. Su mente estaba hecha un caos, y su cuerpo, que solía responderle siempre con precisión, ahora parecía no obedecerle.

El tatuado notó cómo el de cabello rosa se ponía más rojo, y su sonrisa se ensanchó. Le divertía ver cómo su simple cercanía hacía que el pelirosa perdiera el control, y eso solo lo animaba a seguir.

—¿Te pones nervioso, fresita? —bromeó en voz baja, su tono provocador mientras sus dedos acariciaban ahora el cuello de Jimin, dejándole un rastro de calor en la piel.

Jimin apartó la mirada, incapaz de sostener esos ojos oscuros y sabiendo que su corazón estaba a punto de explotar de la mezcla de nervios y deseo que lo invadía. Pero justo cuando pensó que no podría soportarlo más, Jungkook retiró la mano y se levantó de la silla.

—Vamos, acompáñame —dijo de manera casual, como si lo que acababa de pasar entre ellos no hubiera sido lo suficientemente intenso.

—¿A dónde? —preguntó Jimin, su voz temblando un poco mientras trataba de recomponerse.

—Es una sorpresa —respondió Jungkook, lanzándole una mirada traviesa por encima de las gafas de sol antes de volver a colocárselas.

Jimin dudó por un segundo, pero la tentación de saber qué planeaba Jungkook, de seguir ese rastro de peligro que tanto lo atraía, fue más fuerte. Asintió lentamente y se levantó de la mesa, siguiéndolo hacia la salida de la cafetería.

Afuera, el aire fresco de la ciudad le ayudó a despejar un poco su mente, pero el peso de la presencia de Jungkook a su lado no le permitía relajarse del todo. Caminaron en silencio hasta que llegaron al auto de Jungkook, un coche oscuro que parecía tan misterioso como su dueño.

—Sube —dijo Jungkook, abriendo la puerta del copiloto para Jimin.

El pelirosa lo miró por un instante, preguntándose qué estaba a punto de suceder, pero finalmente se dejó llevar y se subió al auto. Jungkook lo rodeó y se sentó al volante, encendiendo el motor con un rugido suave. Sin decir una palabra más, arrancó el coche y se adentraron en las calles de la ciudad.

El viaje fue silencioso, pero la tensión entre ellos era palpable. Jimin no podía dejar de preguntarse a dónde lo llevaba Jungkook y, más importante aún, qué iba a suceder cuando llegaran.

Después de lo que parecieron unos largos minutos de manejar por las calles principales, Jungkook tomó un desvío que los llevó a un camino más aislado.

La ciudad parecía desaparecer detrás de ellos, y la sensación de que estaban entrando en un territorio desconocido solo hacía que el corazón de Jimin latiera más rápido.

Finalmente, Jungkook detuvo el auto en lo que parecía un lugar apartado con una pequeña cabaña, lejos de las miradas curiosas de la ciudad. Jimin miró por la ventana, notando que estaban rodeados de árboles y una tranquilidad casi inquietante.

—¿Dónde estamos? —preguntó Jimin en voz baja, sin dejar de mirar alrededor.

Jungkook apagó el motor y se giró hacia él con una sonrisa en los labios, esa que siempre lo hacía sentir como si estuviera a punto de saltar al vacío.

—Un lugar secreto, solo para nosotros —dijo, su voz suave pero cargada de intención.

El de cabello rosa sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras Jungkook se inclinaba hacia él, y en ese momento supo que, dondequiera que estuvieran, estaba a punto de cruzar una línea que ya no podría deshacer.

—Jungkook... ¿estás seguro de esta locura? —preguntó, con los ojos ligeramente entrecerrados, sintiendo el calor de su cuerpo, incapaz de mantenerse quieto.

Jeon, sin perder su mirada segura y desafiante, se inclinó aún más cerca, hasta que sus labios quedaron a escasos centímetros de los de Jimin. Sonrió de lado, esa sonrisa que había empezado a causar que el pelirosa sintiera un nudo en el estómago.

—Cállate —murmuró Jungkook en un tono bajo, casi ronco, sin apartar los ojos de los de Jimin.

Y, antes de que Park pudiera responder o procesar lo que sucedía, Jungkook cerró el espacio entre ambos y lo besó. No fue un beso suave o vacilante, fue decidido, lleno de la intensidad que ambos habían estado conteniendo durante tanto tiempo.

Los labios de Jungkook se movieron contra los de Jimin con una urgencia que hacía que todo el mundo desapareciera.

El cuerpo de Jimin reaccionó instintivamente, sus manos buscando apoyo en los hombros de Jungkook mientras su mente se rendía al caos. Un suspiro tembloroso escapó de su garganta mientras el calor de ese beso lo consumía.

El beso se hizo más profundo, más intenso, y Jimin sintió que su mundo giraba alrededor de ese momento. Las manos de Jungkook se deslizaron por su cintura, atrayéndolo más hacia él, mientras el de cabello rosa se aferraba a él como si temiera que todo aquello pudiera desvanecerse.

Finalmente, cuando el aire comenzó a faltar, ambos se separaron ligeramente, respirando de forma agitada, pero sin alejarse demasiado el uno del otro. Jungkook apoyó su frente contra la de Jimin, su respiración aún descompuesta, pero sus ojos oscuros fijos en él.

—No tienes ni idea de cuánto te deseo—dijo Jungkook con una sonrisa traviesa, su voz entrecortada por la falta de aire.

Jimin, todavía procesando lo que acababa de pasar, sonrió débilmente, el rubor en sus mejillas aún más intenso que antes. No sabía si reír o gritar, pero una cosa era segura: ya no había vuelta atrás.

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