꒰🍓꒱ 04
Jungkook despertó con una punzada en la cabeza. Había pasado la noche soñando con un chico que parecía una fresita, de cabello rosa y labios llamativos. Era uno de esos sueños que parecen tan reales que al despertar te preguntas si fue verdad. Fue entonces cuando el dulce aroma a su lado le hizo darse cuenta de que, quizás, no todo había sido un sueño. Abrió lentamente un ojo y allí estaba, el chico que había conocido la noche anterior: Jimin, profundamente dormido en su almohada.
Jeon emitió un pequeño sonido nasal al ver la expresión tierna en el rostro del joven, quien dormía con un leve puchero en los labios y soltaba pequeños quejidos, como si fuera un bebé. Sin embargo, Jeon sabía que Jimin estaba lejos de ser inocente, al menos en actitud.
Recordó claramente la forma en que el chico de cabello rosa se le había acercado la noche anterior: descarado, seguro de sí mismo, sin ningún rastro de timidez. Y, aunque el chico fresita era virgen, no había nada de inocente en su manera de coquetear. Ese pensamiento hizo que Jungkook se cuestionara su edad. ¿Sería más joven que él? El pelinegro, con sus veinticinco años, esperaba que Jimin tuviera al menos la mayoría de edad, aunque no podía evitar preguntarse cuánto más joven sería.
Perdido en sus pensamientos, Jungkook comenzó a contar las pequeñas pecas en el rostro del de cabello rosa, las cuales le daban un aspecto tierno y parecido al de una linda fresa.
Jeon solo pudo concentrarse cuando de repente este se removió en la cama y se dio la vuelta, interrumpiendo su inspección silenciosa. Jungkook sonrió suavemente y se estiró, tratando de aliviar el dolor de cabeza que lo aquejaba. Pero, al sentir que Jimin comenzaba a despertarse, decidió cerrarse de nuevo al mundo, haciéndose el dormido, esperando ver cómo reaccionaría el chico al descubrir que seguían juntos.
Jungkook sintió cómo el colchón a su lado se hundía y luego volvía a alzarse lentamente. Jimin se estaba moviendo, con pasos cuidadosos para no despertarlo. Mantuvo los ojos cerrados, escuchando el suave ruido de la ropa deslizándose y las respiraciones contenidas mientras el chico de cabello rosa se vestía. Los segundos parecían alargarse, y finalmente, escuchó el leve crujido de la puerta al abrirse y cerrarse con cuidado.
El pelinegro permaneció inmóvil un rato más, procesando lo que acababa de suceder. Jimin se había ido, sin una palabra, sin siquiera mirarlo una última vez. Lo había dejado ahí, solo en la cama. La sorpresa lo golpeó primero. Nunca le había sucedido eso. Normalmente, él era el que salía de las habitaciones en silencio, dejando a sus conquistas sin explicaciones, siempre el que se marchaba antes de que el día pudiera volverse incómodo.
No podía culparlo. Sabía muy bien cómo eran esos encuentros casuales, cómo no había promesas ni compromisos. Fresita simplemente había hecho lo que Jungkook había hecho tantas veces antes. Y, aun así, no pudo evitar sentirse decepcionado. Quizá porque, en el fondo, había esperado que esta vez fuera diferente.
Se sorprendió de sí mismo. Nunca antes había tenido esas expectativas, nunca había deseado que alguien se quedara. Pero Jimin lo había hecho, y ahora, por primera vez, era él quien se quedaba atrás, solo en una cama fría.
Jungkook sacudió la cabeza, intentando despejarse de sus pensamientos. Sabía que atormentarse por lo que había pasado no lo llevaría a ningún lado. Buscó su celular en la mesita de noche y, al encender la pantalla, vio varios mensajes de Namjoon.
Namjoon
¿Cómo la pasaste anoche, JK? Espero que no te quedaras solo en el bar. Yo me fui con unas chicas locas a una orgía. ¡Estuvo salvaje! *Emoji de fuego*
Una risa involuntaria escapó de los labios de Jungkook, aunque no le parecía tan divertido. A veces, la forma despreocupada en que Namjoon trataba el sexo le parecía ajena.
Jungkook
¿En serio tuviste una orgía? *Emoji de asco*
Y no estuve solo.
Namjoon
¿La pusiste? *Emoji coqueto*
Se detuvo un momento, sopesando si debía contarle sobre el pelirosa. No era un tema que quisiera compartir. La forma en que se había sentido, sentía que Jimin no merecía eso, se sintió raro. Era algo que quería guardar para sí mismo.
Así que optó por un simple.
Jungkook
No te importa, mejor dime si usaste condón. Algún día se te va a caer el pene por meterlo en tantos agujeros.
Guardó el celular y se sentó en la cama soltando una risa nasal. Luego se puso a sobrepensar, sintiendo confusión.
Había algo en el fresita que lo había atraído más de lo que había anticipado, y eso lo desconcertaba.
—Solo fue un pequeño polvo, ni siquiera me lo folle realmente —se dijo a si mismo tratando de tranquilizarse.
Jungkook se levantó de la cama con un leve suspiro, decidido a dejar de pensar en el chico de cabello rosa. Se metió en la ducha, dejando que el agua caliente lo envolviera y lo ayudara a despejar su mente. Mientras el vapor llenaba el baño, intentó concentrarse en la rutina: el sonido del agua, el aroma del gel de ducha. Sin embargo, cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Jimin regresaba a su mente, sonriendo con ese puchero adorable y gimiendo mientras lo tocaba.
Se enjabonó el cabello, intentando disuadir esos pensamientos persistentes, pero la memoria de sus labios y su risa juguetona era difícil de ignorar. "Solo fue un pequeño momento de placer", se repitió mentalmente, tratando de convencerse de que no había nada más en eso. Pero incluso mientras se decía eso, una parte de él sabía que había algo especial en Jimin, algo que lo había atraído más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Al salir de la ducha, se secó rápidamente y se vistió con un traje, pero su mente seguía dando vueltas. Cada prenda que se ponía parecía recordarle lo efímero de su encuentro. Al mirarse al espejo, se pasó la mano por el cabello y se encontró pensando en qué estaría haciendo Jimin en ese momento. Era una distracción que no podía permitirse, especialmente antes de ir a ver a su familia y discutir asuntos tan serios.
Finalmente, salió de su apartamento, pero incluso al cerrar la puerta detrás de él, la imagen del fresita persistía, como una sombra que lo seguía.
—Tengo cosas más importantes en las que pensar —se dijo, pero no pudo evitar preguntarse si volvería a verlo y si esa chispa se encendería de nuevo.
Jungkook, como heredero de una de las familias mafiosas más poderosas, había aprendido a navegar en un mundo donde la diversión y el peligro a menudo se entrelazaban. A pesar de su juventud, tenía responsabilidades que asumía con seriedad: uno de sus roles era investigar a los idiotas que intentaban robar la mercancía de su padre. Era un trabajo arriesgado, pero le gustaba. La adrenalina corría por sus venas cuando se enfrentaba a aquellos que pensaban que podían jugar con la familia.
Mientras conducía hacia la mansión, recordaba algunas de sus últimas misiones. Había algo emocionante en seguirle la pista a los que creían que podían salirse con la suya. Sin embargo, la tensión de lo que podría suceder siempre lo mantenía alerta. Sabía que una decisión equivocada podía tener consecuencias fatales, tanto para él como para quienes lo rodeaban.
Al llegar, fue recibido por el guardaespaldas de su padre, que lo condujo hacia el estudio donde lo esperaba. La habitación era amplia, decorada con lujo, pero lo que más le impactaba era la seriedad que emanaba del lugar. Su padre estaba sentado detrás de un enorme escritorio, revisando documentos.
—JK —lo saludó su padre con una mirada penetrante—. Necesito que te encargues de un asunto. Algunos de esos listillos han estado haciendo ruido últimamente. No podemos permitir que se acerquen a nuestra mercancía.
Jungkook asintió, sintiendo que el peso de la responsabilidad se intensificaba. Era un juego peligroso, pero era su mundo, y sabía cómo jugarlo. Sin embargo, incluso en medio de la seriedad del encuentro, no podía dejar de pensar en el fresita y en cómo esa conexión inesperada lo había dejado desconcertado. Era un recordatorio de que, a pesar de su vida en la mafia, había un lado de él que anhelaba algo más que solo poder y peligro.
JK se acomodó en la silla frente a su padre, sintiendo la tensión en el aire. El señor Jeon, vestido con un traje elegante que reflejaba su autoridad, lo miró con seriedad.
—Estos tipos no son cualquier amenaza, Jungkook. Son los Jung.—comenzó su padre, su voz grave resonando en la habitación—. Son enemigos nuestros, y si no actuamos rápido, los Park se encargarán de ellos antes que nosotros.
Los Park eran la mafia enemiga por décadas de su familia.
—¿Qué quieres que haga? —preguntó Jungkook, tratando de mantener la calma a pesar de la presión.
—Necesitamos que sigas su pista —dijo el señor Jeon, entrelazando los dedos sobre la mesa—. Los Park están interesados en el dinero de la mercancía robada, y no podemos permitir que se lleven ese beneficio. Si ellos logran adelantarse, no solo perderemos dinero, sino que también perderemos territorio y poder.
Jungkook asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Había algo más que solo dinero en juego; era la reputación de su familia.
—He estado escuchando rumores sobre un par de contactos de los listillos. Podría acercarme a ellos, obtener más información —sugirió Jungkook, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a fluir por sus venas nuevamente.
—Hazlo, pero con cuidado —advirtió su padre—. No quiero que te involucres más de lo necesario. Estos tipos son peligrosos, y la última vez que subestimamos a un enemigo, casi nos cuesta caro.
—Entendido —respondió Jungkook, manteniendo la mirada fija en su padre—. Me aseguraré de ser discreto.
El señor Jeon se recargó en su silla, evaluando a su hijo.
—Recuerda, JK, en este negocio no hay lugar para la compasión. Debemos ser más astutos que los Park y más fuertes que esos tipos, los Jung. Si queremos mantener nuestro lugar en la cima, no podemos permitir que nadie se interponga en nuestro camino.
—Lo sé, padre. Haré lo que sea necesario —prometió Jungkook, sintiendo el peso de la responsabilidad aplastarlo mientras se preparaba para la misión que lo esperaba.
[...]
Jeon recargó su arma, sintiendo el frío metal contra su mano, mientras se ajustaba el pasamontañas en la cabeza. A su lado, Namjoon hacía lo mismo, su expresión seria reflejando la tensión del momento.
—Recuerda, tenemos que ser rápidos y precisos —dijo Namjoon, revisando su equipo con una mirada concentrada—. No podemos permitir que esto se complique.
El pelinegro asintió, sintiendo la adrenalina bombeando en su pecho. La misión era clara: interceptar a los listillos antes de que tuvieran la oportunidad de escapar con la mercancía robada. Sabía que había un alto riesgo, pero también sabía que el éxito significaría un golpe fuerte a sus enemigos y un refuerzo a la reputación de su familia.
—Tú vas por la derecha, yo por la izquierda. Nos encontramos en el punto de extracción —explicó Jungkook, su voz firme y controlada. La planificación era crucial en este tipo de operaciones.
Namjoon asintió, su mirada llena de determinación.
—Ten cuidado, JK. No subestimes a estos tipos.
Con un último intercambio de miradas, ambos se movieron silenciosamente hacia el lugar donde habían rastreado a los listillos. Jungkook sintió el corazón acelerado, no solo por la emoción del enfrentamiento inminente, sino también por el peso de su papel como heredero. Cada paso lo acercaba a la confrontación, y con cada paso, se sentía más decidido a proteger lo que era suyo.
Jungkook se detuvo frente a la mansión abandonada, una estructura imponente cubierta de hiedra y sombras. Las ventanas estaban sucias y algunas de ellas rotas, dejando entrever el interior oscuro y polvoriento. A pesar de su aspecto desolado, el pelinegro sabía que el lugar ocultaba secretos peligrosos. Había rumores de que en el subterráneo se almacenaban mercancías ilegales, un escondite perfecto para quienes operaban fuera de la ley.
No veía a nadie a simple vista, pero la falta de actividad era engañosa. La mansión, con su aura de abandono, parecía callada, pero Jungkook sentía que estaba repleta de personas al acecho. Su instinto le decía que cada rincón podía estar vigilado, cada sombra podía ocultar a uno de los listillos que habían estado rastreando.
—Es aquí —murmuró el Jeon, mientras miraba a su alrededor, buscando la entrada al subterráneo. Sabía que tenía que ser cuidadoso; cualquier movimiento en falso podría alertar a los demás.
Con Namjoon a su lado, se acercó a la entrada lateral, cubierta de maleza. La puerta crujió al abrirse, revelando un pasillo oscuro que descendía hacia las profundidades. La tensión se intensificó mientras bajaban, el aire se volvía más denso y húmedo. El pelinegro sacó su arma, el sonido del metal preparándose resonando en el silencio.
Mientras avanzaban, el murmullo distante de voces y el eco de pasos resonaban en las paredes. Su corazón latía con fuerza; sabía que estaban a punto de encontrarse con los peones.
Mientras Jungkook y Namjoon se adentraban más en el subterráneo, el ambiente cambió abruptamente. Un grito rompió el silencio, seguido de disparos que resonaron en las paredes de hormigón. Jungkook sintió la adrenalina inundarlo mientras se lanzaba a cubierto detrás de una pila de cajas.
—¡Namjoon! —gritó, intentando localizar a su amigo entre el caos. El sonido de las balas zumbando llenaba el aire, y una de ellas impactó en una de las cajas cerca de él, levantando astillas y polvo.
Al girar la cabeza, vio a Namjoon atrapado en el fuego cruzado, tratando de regresar el disparo. Un disparo lo alcanzó en el abdomen, no llevaba chaleco anti balas. Jungkook vio en cámara lenta como su cuerpo cayó al suelo con la sorpresa y el dolor grabados en su rostro.
—¡No! —Jungkook sintió un golpe en el estómago, una mezcla de miedo y rabia. En un impulso desesperado, corrió hacia su amigo, ignorando el peligro que lo rodeaba. Las balas silbaban a su alrededor, pero no podía permitir que Namjoon quedara expuesto.
De repente, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al ver que un enemigo apuntaba su arma directamente hacia su cabeza. En ese instante, el tiempo pareció detenerse. Se recriminó por ser tan tonto, por dejarse llevar por la emoción y el deseo de ayudar a su amigo.
Cerró los ojos, aceptando el inevitable y tonto final. Pero justo cuando sintió que todo se desvanecía, un grito desgarrador resonó en sus oídos. Abrió los ojos a tiempo para ver cómo alguien más, un desconocido con una agilidad sorprendente, se lanzó hacia el tirador y le enterró una navaja en el costado.
El hombre cayó al suelo, dejando caer su arma. Jungkook parpadeó, aturdido por la repentina aparición de su salvador. Sin perder tiempo, se arrodilló junto a Namjoon, que yacía en el suelo, pálido y herido.
—¡Namjoon! —gritó, sintiendo la urgencia y el pánico inundar su voz—. ¿Puedes oírme?
La confusión en sus ojos se convirtió en determinación. Tenía que salir de allí, que se jodan los Jung. No iba a dejar que su amigo muriera sin luchar.
Sin embargo, el desconocido que los había "salvado" se acercó a ellos y, con un empujón inesperado, hizo que Jungkook tropezara hacia atrás. Aunque el extraño parecía pequeño y delgado, su fuerza era engañosa.
Jeon no podía ver su rostro por el pasamontañas que cubría su cara, y el contrario tampoco podía verlo a él.
—¡Sal de mi camino! Este lugar será saqueado por mí, no por un estúpido Jeon —declaró, su voz resonando con confianza y desafío.
Jungkook se detuvo en seco, el impacto de esas palabras lo golpeó como un puñetazo en el pecho.
—¿Eres un Park? —preguntó, la incredulidad mezclándose con una creciente rabia.
El desconocido sonrió, la expresión retadora en su rostro confirmando las sospechas de Jungkook.
—Así es. Y no pienso dejar que tu familia interfiera en los planes de la mía —el chico Park lo apuntaba con un arma blanca —Y si no colaboras, mi cuchilla atravesará tu cuello.
La tensión aumentó entre ellos, la rivalidad histórica entre los Jeon y los Park llenando el aire.
—No me importa tu apellido —replicó Jungkook, apretando los dientes—. Si algo le pasa a mi amigo, te las verás conmigo.
El desconocido lo miró con desdén, pero su mirada también mostraba un destello de respeto.
—¿Acaso yo le disparé a tu amigo? —preguntó, la provocación evidente en su tono.
Jungkook sintió que la frustración lo invadía. La situación era crítica, y no podía permitirse perder tiempo en disputas.
—No me importa —dijo Jeon, la frustración saliendo a flote—. Me iré y tú haz lo que quieras con la mierda de los Jung.
Justo cuando estaba por dar la vuelta, un estruendo de disparos resonó en el aire. Jungkook apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir un dolor leve de una bala rozando su pierna. Cayó al suelo, junto a Namjoon por el susto.
El desconocido, sin dudarlo, lanzó un cuchillo con una puntería impresionante. El arma voló por el aire y se clavó en el pecho del atacante, derribándolo de inmediato. Jungkook lo miró con asombro, sus ojos muy abiertos ante la habilidad del extraño.
—¿Qué demonios? —logró decir, todavía adolorido y sorprendido.
—Es que tú eres idiota —respondió el desconocido, con una calma impresionante mientras se movía hacia Jungkook.
El desconocido se acercó rápidamente a Jungkook, quitándole el pasamontañas de un tirón. Con un cuchillo presionado contra la mejilla de Jungkook, su mirada era feroz y desafiante.
—¿Quién eres? —preguntó, pero al ver el rostro de Jungkook, su mano flaqueó.
Jungkook aprovechó el momento. Con un movimiento ágil, lo derribó al suelo y se colocó sobre él, el cuchillo ahora en su propia mano. Sin pensarlo, le quitó el pasamontañas al desconocido.
Al mirar esos ojos rasgados, que la noche anterior habían hecho derramar lágrimas de placer, Jungkook se quedó perplejo.
—¿Jimin? —murmuró, la incredulidad llenando su voz.
Ambos se quedaron inmóviles, mirándose a los ojos en un silencio tenso que solo era interrumpido por el eco de los disparos lejanos. Jungkook sentía una mezcla de incredulidad y confusión al reconocer a Jimin, y la mirada del chico revelaba lo mismo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Jungkook, su voz apenas un susurro, mientras la tensión entre ellos crecía.
Jimin frunció el ceño, la incredulidad reflejada en su expresión.
—N-no puedo creer que seas tú —respondió, su voz temblando por la sorpresa. —Esto no tiene sentido.
Jungkook se dio cuenta de que no solo estaban en un enfrentamiento físico, sino en una lucha mental. En sus miradas había preguntas sin respuestas, recuerdos de la noche anterior, y una conexión que ambos habían tratado de ignorar.
Ambos sabían que sus mundos eran opuestos, pero la atracción y la complicidad de su encuentro se volvían más difíciles de ignorar.
—No puedo creer que tú seas un Park —dijo Jungkook, totalmente incrédulo.
—Y tú eres un Jeon —respondió Jimin, su mirada fiera—. Pero eso no importa ahora. Tu amigo se está desangrando... Jungkook...
Namjoon, que yacía a un lado, levantó la cabeza con dificultad y, entre risas, escupió sangre.
—¡Tranquilos! No se preocupen por mí, estoy bastante entretenido aquí —dijo, intentando mantener el humor a pesar de la gravedad de su situación —Sigan con lo suyo.
Jungkook, aún en tensión sobre Jimin, giró su cabeza para mirar a su amigo, su preocupación aumentando.
—¡Namjoon! ¿Por qué no te quedas quieto? —exclamó, frustrado.
—Relájate, tengo más aguante que eso —replicó Namjoon, aunque su voz era débil y su respiración entrecortada.
Jimin miró a Jungkook con una mezcla de emociones que no sabía cómo manejar del todo.
El recuerdo de lo que había pasado entre ellos aún estaba fresco en su mente, la forma en que Jungkook lo había tocado, haciéndolo sentir de una manera que lo desconcertaba, vulnerando su habitual control.
Como hijo del jefe de los Park, Jimin no podía permitirse parecer débil, y mucho menos dejar que otro hombre lo tuviera en sus manos de esa manera. Sin embargo, por alguna razón, con Jungkook, las reglas de su mente eran distintas.
—Te propongo una alianza temporal — dijo finalmente, su voz firme, aunque sus pensamientos estuvieran lejos de estarlo.
Park no podía confiar completamente en Jeon, pero sabía que no podía atacarlo tampoco. No después de lo que habían compartido, y tal vez no se conocían de nada, pero las sensaciones en su cuerpo y los recuerdos de la noche anterior lo habían atormentado todo el día.
Quizá una alianza fuera lo suficientemente fría y estratégica para mantener las cosas bajo control. Al menos por el momento.
Jungkook lo observaba en silencio, sabiendo muy bien lo que estaba pasando por la cabeza de Jimin. Su pequeño encuentro había dejado una marca en ambos.
Para el Jeon, el control era algo que siempre tenía que tener en sus manos, pero en ese momento olvidó todos sus principios y no se percató que cualquier cosa que le propusiera el pelirosa, el diría que si.
—Acepto, fresita —respondió Jungkook, con una sonrisa astuta.
Jungkook no podía negarse. No después de lo que habían compartido. Algo en Jimin lo desarmaba, lo desafiaba. Y por mucho que ambos se movieran en un mundo de poder y peligro, Jungkook estaba dispuesto a arriesgarse, aunque fuera temporalmente, para ver hasta dónde podían llegar juntos.
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