
35. Mi alfa🔞🔥
🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten
Cuando sonó el timbre, Hyunjin estaba en la buhardilla, con un pantalón de chándal viejo y una camiseta llena de manchas de pintura que nunca saldrían. No pudo más que limpiarse pobremente las manos en un trapo y dejar el pincel en un vaso con agua. Bajó corriendo los tres pisos, porque quien quiera que fuese era demasiado insistente. Solo esperaba que Jisung no hubiera tenido una pelea con Minho cuando apenas llevaban una semana viviendo allí.
Al llegar a la puerta principal, todavía sonaba el maldito timbre, ni siquiera comprobó quien era en la cámara de seguridad porque esas eran las estupideces que solo Han podría hacer. ¿Quién iría a una casa ajena a las diez de la noche si no fuera un tarado hormonal que viviera a diez metros de distancia?
El estómago se le cayó a los pies y volvió a subir con una pirueta artística. Sus orejas se calentaron y fue consciente de lo mal vestido que estaba en cuanto observó ante él al ser humano más hermoso del mundo llevando un traje a medida perfectamente almidonado.
—¿Estás solo? —Ni "buenas noches", ni "¿cómo estás?", ni siquiera un "hola". Su pregunta fue directa al grano y su voz sonaba gastada. Y... maldito fuera, su olor brillante estaba colándose en su casa en ese momento.
—¿Sí? —contestó, confundido.
La mano de Jeongin fue hasta su camiseta y tiró de él con fuerza, se estrelló contra sus labios dolorosamente, con los dientes chocando. Lo tomó completamente desprevenido, como un río desbordándose y arrasando con todo, particularmente, con el control de Hyunjin.
No pudo evitar seguirlo, sus labios se abrieron, tan acostumbrados como estuvieron a la forma de los contrarios. Recordaba cada espacio de su boca, como la abría con avidez para meter su lengua dentro, como sus salivas se mezclaban, como lo hacía jadear cuando mordía su labio inferior y, sobre todo, como su olor lo envolvía todo.
Sus brazos lo rodearon, sin recelos, sin arrepentimientos: si eso era un sueño, si se había quedado dormido en el estudio y todo estaba en su imaginación, lo aprovecharía hasta el último aliento. La cintura estrecha de Jeongin se sentía perfecta bajo la lana del traje. Quería arrancárselo de encima, desnudarlo y follarlo contra la pared del recibidor, no podía esperar a tener sus manos sobre su piel.
Jeongin lo empujó, con su puño todavía sujetando la camiseta, se separaron y aprovecharon para respirar pesadamente, sus alientos se mezclaban entre las bocas. Lo miró fijamente, sus ojos afilados brillaban y el deleite del cuerpo duro del omega contra el propio lo hizo suspirar. Dio un paso dentro, arrastrando al chico con él, llevándoselo lejos de las miradas curiosas, del aire frío de finales de invierno y del mundo exterior. Se escuchó un portazo y el golpe sordo de algo pesado cayendo al suelo, pero no importó porque volvía a tener a Jeongin sobre su boca, devorándolo con el mismo ansia que él sentía.
Mordió los labios del omega mientras el chico soltaba la coleta de Hyunjin para enredar sus dedos en los mechones. El primer agarre lo hizo gemir, apartándolo de la boca ajena. Cerró los ojos con el placer apretándole el bajo vientre. Jeongin lo empujó contra la pared, parecía desesperado por trepar sobre su cuerpo, su mano libre serpenteó debajo de la camiseta manchada, como si no importara que estuviera sucia y vieja, como si él no llevase un traje absolutamente divino de Tom Ford o Alexander McQueen.
Las uñas romas rascaron su costado y el alfa se estremeció, echando la cabeza hacia atrás. Maldito fuera Yang Jeongin por conocer exactamente dónde estaban cada uno de sus puntos débiles. Como en ese instante en el que enganchó su boca a la glándula de olor y chupó con fuerza. Hyunjin casi se corre en los pantalones con un simple roce de sus bultos.
—Aegiya*... —jadeó con deleite. Porque ese era su sueño y él en sus sueños llamaba a Jeongin de un montón de formas que nunca se atrevería a decir en voz alta. Un montón de apodos cariñosos que había utilizado años atrás y ahora eran solo recuerdos que salían a la luz cuando estaba demasiado cansado o, en este caso, demasiado cachondo.
*N/A: Aegiya/ Aegi significa bebé.
El omega se apartó apenas de su cuerpo para desabrochar la chaqueta del traje. Lo ayudó a quitársela, arrancando la lana de sus brazos para lanzarla sin cuidado al suelo. Sus zapatos salieron justo después y Hyunjin tiró de la corbata para sacarla de su cuello también. Se miraron durante treinta segundos, el chico tenía las mejillas encendidas y el pelo empezaba a alborotársele, quería verlo completamente hecho un desastre.
Hyunjin no esperó más. Esa vez fue él quien se lanzó, sujetándolo de la cabeza y la cintura para comerle la boca. Los dirigió a trompicones por el espacio del salón, tropezando con una silla del comedor, sin apartarse más de un segundo de esos labios que extrañaba con angustia. Sabía a chicle de menta y todo a su alrededor olía como una intensa niebla de maracuyá y sándalo. Estaba tan excitado por sentirlo allí, por tenerlo entre sus brazos, que ni siquiera le importó que tal vez fuera un sueño. Solo pensó que tenía que darse prisa, que si se iba a despertar quería hacerlo cuando estuviera enterrado dentro de él.
Lo empujó contra el sofá, arrodillándose entre sus piernas, Jeongin respiraba como si hubiera corrido una maratón. Desabrochó el cinturón y los pantalones sin cuidado, con tirones impacientes bajó el tejido hasta sus tobillos, acarició sin pensárselo la polla dura que tensaba los calzoncillos negros. El omega gimió, resbalándose más en el sofá, entregándose como un sacrificio divino.
Hyunjin besó los muslos pálidos, acariciando los costados de Jeongin bajo la camisa blanca. El chico abrió torpemente los botones mientras el alfa acercaba su boca hasta los calzoncillos y lamía una raya de saliva sobre la tela oscura. Pasó a sus abdominales, recorriendo los cuadrados magros con los labios, mordió un pedazo de piel en su cadera y el chico dio un saltito por la impresión. Sus manos siguieron tocando la erección enfundada.
Todo olía a él, cada pedazo de ese espacio que había estado vacío, ahora estaba lleno de la respiración de Jeongin, del sonido de los besos, de sus feromonas sexuales y del espeso olor a maracuyá recién cortado.
Sin más dilación, agarró el elástico de los calzoncillos, liberando de sus confines el eje del omega. Estaba duro, con la punta rojiza y una gota de líquido preseminal goteando. Con su dedo índice, la extendió por el glande. Jeongin tembló bajo su toque, dos segundos después, estaba tragándoselo como si estuviera hambriento. De hecho, lo estaba, había ayunado durante tanto tiempo que lo único en lo que podía pensar era en que la polla de Jeongin le llenase la boca hasta que se ahogara.
El omega gimió en voz alta, sus manos fueron directamente a su pelo, apretándolo contra su ingle, con la punta rozando peligrosamente su úvula. La sacó con un plop sonoro, la saliva cubría el miembro, goteando sobre la mano con la que Hyunjin limitaba sus empujes. La sacudió tres veces antes de volver a tragársela. Sentía el peso, la circunferencia y el sabor salado de su líquido preseminal. Estaba tan cachondo que probablemente se correría intacto si seguía escuchándolo jadear de esa manera.
Jeongin también parecía estar cerca, a juzgar por los espasmos de sus caderas y como su voz se volvía más aguda cada vez que Hyunjin subía y bajaba sobre él. Movió su lengua sobre el tronco, rozó con sus dientes la punta rojiza y envolvió sus labios para sorber sonoramente. Quería que se corriera, recordar a qué sabía su esencia, que le llenara la boca, que goteara hasta su barbilla...
El tirón en su pelo fue tan doloroso que tuvo que gemir. Jeongin lo apartó de él con una mano y con la otra se envolvió a sí mismo, apretando la base con fuerza.
—Basta, voy a correrme si sigues así —ordenó el chico. Y ya no parecía un sueño, no sintiendo esa picadura en su cuello cabelludo, con la saliva mojando sus propios labios y ese chico ante él.
—¿Qué haces aquí? —susurró, desconcertado.
Jeongin no contestó, solo lo empujó sin cuidado contra el suelo. Hyunjin cayó en la alfombra, apoyado en sus codos y completamente confuso por lo que estaba pasando. El omega se puso de pie sobre él, quitándose con prisa el pantalón y los calzoncillos que se amontonaban en sus pantorrillas. Se agachó, arramblando con los pantalones y la ropa interior del alfa, ni siquiera se la quitó del todo, acumulándola en sus rodillas.
Cuando las manos grandes y huesudas del chico rodearon su polla, gimió impíamente, dejando caer la cabeza con un golpe sobre la alfombra. Definitivamente, eso no era un sueño, ningún sueño podía ser tan vívido. Cuando soñaba, no dolía, no sentía el apretón de los dedos sobre su escroto, no lo masturbaba como si quisiera hacerlo llorar; nunca había experimentado tanto placer soñando, en realidad, solo había sentido ese placer estando a merced de Yang Jeongin.
Como estaba justo en ese momento.
Una de las manos del chico desapareció de su cuerpo y lo escuchó gemir. Levantó los ojos para verlo tocarse mientras seguía meneando la mano sobre Hyunjin. El aroma de su lubricación se extendió por la habitación. Cerró los ojos de nuevo, concentrándose en no correrse demasiado rápido, procurando con todas sus fuerzas no derramarse en la siguiente sacudida. No habían pasado ni dos minutos de tortura cuando su polla se cubrió con una sustancia resbaladiza y caliente que, para su mala suerte, conocía perfectamente.
Fue demasiado, era demasiado: su nudo se hinchó en la base, a punto de explotar, cuando Jeongin lo presionó con tanta fuerza que lo hizo jadear por aire.
—No te corras. Todavía no. —Era imposible no obedecer cuando sabía perfectamente que lo que vendría después sería muchísimo mejor que cualquier paja.
—Sí, sí —gimoteó, asintiendo con la cabeza a ciegas. Temía que si abría los ojos su polla dejaría de obedecerlos a ambos y estallaría por todas partes.
Con su mano envuelta como una prensa alrededor de su nudo en ciernes, Jeongin siguió gimiendo. Fuera lo que fuera que estaba haciendo, estaba llenando la cabeza de imágenes del chico tocándose a sí mismo, preparándose para su polla, haciendo todo lo que Hyunjin no podía hacer porque era solo un pedazo de carne tirada en la alfombra de su salón.
A Jeongin le gustaba jugar rudo, torturar al alfa hasta que no podía aguantar más, hacerlo mendigar por un respiro. ¡Eso es!
—Por favor, aegiya, por favor —rogó, sujetando con ambas manos la muñeca de Jeongin. El chico lo miró con los ojos vidriosos. Tenía la boca entreabierta y una pequeña capa de sudor en su frente.
Hubo un reconocimiento visceral, algo profundo y lejano que no eran ellos mismos, tal vez sus lobos, aunque el suyo no hacía más que aullar a quien consideraba su luna. Los pedazos maltrechos de su corazón latieron con fuerza, reventando contra su pecho. Las manos de Jeongin estaban bajo su camiseta un segundo después; sucias, húmedas, esparciendo su olor y los restos de su lubricación natural por la piel. Las uñas rastrillaron sobre las costillas de Hyunjin mientras el chico escalaba su cuerpo.
Le quitó la prenda del cuerpo con un tirón, lanzándola lejos. Sus dedos recorrieron sus clavículas y clavó los pulgares en sus glándulas de olor, sentándose sobre sus caderas. Hyunjin sintió que sus pupilas se iban hacia dentro de su cabeza mientras el placer y el dolor se entremezclaban en su centro. Sus pollas se rozaron juntas y Jeongin acalló sus quejas besándolo una vez más.
Molieron el uno contra el otro. Hyunjin se aferró a los muslos del chico cuando los dientes ajenos trincaron su labio inferior y los pulgares frotaron su sensible cuello. No entendía una mierda, no sabía qué estaba pasando. Si eso no era un sueño, no había ninguna razón para que el chico estuviera en ese momento sentado sobre su polla, restregándose como si quisiera sacar chispas del roce. No podía siquiera imaginar un motivo para que estuviera desarmándolo como un puzle, dejándolo caer en una caja como un montón de piezas inconexas.
—Por favor —repitió contra su boca, enajenado por la dicha. Ni siquiera sabía lo que estaba pidiendo, pero tenía que hacerlo. Le rogaría mil veces más con tal de tenerlo el resto de su vida de esa manera.
Dejó un beso suave en sus labios que contrastaba con el resto de sus acciones. Jeongin se elevó sobre su cuerpo y agarró su polla, le dio dos sacudidas más que lo hicieron temblar. Un segundo después lo sintió todo, como si hubiera salido de la Tierra para recorrer los 4,3 años luz que lo separaban de Alfa Centauri.
Su eje entró en el cuerpo de Jeongin lentamente, convirtiendo a Hyunjin en un cuásar que atravesaba la galaxia. En medio del vasto vacío, solo existía el calor del interior del omega envolviéndolo, su miembro enviándole descargas eléctricas al resto de su cuerpo, su nudo inflamándose cada vez más hasta que estuvo completamente enfundado dentro del chico.
El sonido que se escapó de su pecho iba a caballo entre un sollozo y un gruñido. Sus dedos se clavaron en las caderas ajenas, introduciéndose tan profundamente como podía. Jeongin jadeó por aire, sosteniéndose en el pecho del otro clavando sus dedos en la carne trémula.
«Mío, mío, mío, mío», ladró su lobo, perdiendo completamente la coherencia. Hyunjin estaba a punto de perderla también. De hecho, su raciocinio se fue a la mierda cuando el joven meneó sus caderas. El primer bote le sacó todo el aliento de los pulmones, al tercero ya casi se había olvidado de su propio apellido.
No recordaba que fuera tan bueno, o tal vez sí, pero la abstinencia había hecho estragos en su memoria. Era perfecto: con su voz retumbando en las paredes y el cuerpo lleno de músculos del hombre al que amaba saltando sobre su polla. La humedad se filtraba desde su entrada y mojaba a Hyunjin, las manos de Jeongin se arrastraban sin vergüenza sobre su torso, tocando cada rincón de piel que alcanzaran.
Parecía que no tenía suficiente de él, que lo había extrañado tan profundamente como el alfa lo había hecho. Ávido, se sostuvo con más firmeza y se movió con determinación. Su miembro brincaba entre ellos, goteando sobre el vientre de Hyunjin, en un ataque de decisión, lo acarició torpemente. Jeongin corcoveó, perdiendo el empuje y se dejó caer, apoyándose en el pecho de Hyunjin.
—No, no, me correré —se quejó. El alfa sonrió, exhausto, y lo masturbó con más fuerza mientras empujaba por sí mismo contra su centro—. ¡Hyunjin! —gritó, clavando las uñas en el pectoral.
Gruñó sonoramente, pero solo lo hizo ajustar el ángulo para golpear exactamente donde quería. En el primer choque entre su polla y la próstata de Jeongin, un graznido agudo se escapó de la garganta del omega. Cuando repitió el movimiento un par de veces más, la mano libre de Jeongin le rodeó el cuello y se dejó caer sobre su cuerpo, jadeando pesadamente.
—Aegiya... —gimió, sintiendo la presión de las paredes internas a su alrededor—, estoy cerca... —acompañó la confesión con una caricia dura a la punta de la polla de Jeongin y el omega gimió, abandonándose al deseo por completo.
Cuando el muchacho se corrió, lo hizo entre sollozos de placer, con su mano sujetando firmemente la garganta de Hyunjin y sus dedos clavándose en su glándula de olor. La presión lo volvió loco, le picaron los dientes y su boca estaba llena de saliva. Su lobo le ordenó morder el cuello ajeno, dejar su marca allí como tanto había querido, que luciera una preciosa cicatriz que le demostrara al mundo entero que Hyunjin había atravesado el universo para orbitar a Jeongin.
—Muérdeme —gimió el chico, todavía temblando sobre su cuerpo—. Márcame, Jinnie —rogó, apretando la cabeza de Hyunjin contra su piel. Hyunjin quería llorar. Lamió con calma el espacio y dejó un beso suave, haciendo acopio de todo el autocontrol que tenía—. Hazlo —insistió.
—No lo voy a hacer —replicó. Jeongin se separó lo suficiente para mirarlo a los ojos, todavía empalado en su polla. Su aroma se volvió agresivo y sus cejas se fruncieron.
—¿Es por ese doctor? —preguntó. Hyunjin lo miró confundido, sin entender de qué mierdas estaba hablando—. Tú eres mi alfa y yo soy tu omega. Ese hombre no tiene nada que hacer contigo —escupió con rabia. Sus dedos se clavaron con fuerza en ambas glándulas y el mayor gimió, derritiéndose—. Él no puede hacer esto, nadie puede hacerlo —susurró, lamiendo su boca—. Solo tú puedes hacer que me corra así, solo yo puedo hacer que te deshagas —Puntualizó la afirmación moviendo en círculos las caderas, torturando la dolorida polla de Hyunjin en sus entrañas— . Múerdeme, has querido hacerlo durante años...
—Jeongin...
—No me llames Jeongin —interrumpió, tomándolo del pelo con firmeza.
—¿Estás borracho? —cuestionó, cada vez más confuso. Su lobo, en cambio, estaba tan excitado que sus manos temblaban y sus feromonas posesivas se escapaban de su cuerpo, delatándolo.
—No he tomado ni una gota de alcohol. Quiero que me marques ahora y sigas follándome hasta que no pueda levantarme —murmuró contra su oído, dejando un reguero de besos húmedos en el camino—. Quiero tu marca, quiero que me muerdas ahora mismo, hasta que sientas la sangre en tu boca, quiero ser tu omega, solo tuyo. Soy solo tuyo, Jinnie.
—Basta, por favor —rogó, con la garganta llena de sentimientos contradictorios y su cuerpo temblando por el placer—, deja de hacerme esto.
Era su sueño, lo que siempre había querido y, al mismo tiempo, sentía que algo estaba mal, que tenía que hablar sobre esto tranquilamente, cuando no estuviera follándolo, cuando su vientre no estuviera manchado por el semen del otro, cuando su nudo no estuviera a punto de estallar para unirlos durante unos buenos diez minutos.
—¡Márcame de una vez! —exigió, cerniéndose de nuevo sobre su cara.
Parecía determinado, como si esa fuera la última gran hazaña de su vida, como si no estuviera pidiéndole al hombre que abandonó que lo atara a él para siempre, como si no fuera a casarse en un mes...
—Vas a casarte.
—Contigo.
—No, vas a casarte con alguien más... —sollozó, cerrando los párpados. Sintió las lágrimas acumulándose en sus ojos, el dolor sordo de su pecho confundido con el placer crudo de estar dentro del hombre que amaba después de tanto tiempo.
—Voy a casarme contigo, Hwang Hyunjin. Nos casaremos, tendremos un montón de cachorros y pintarás miles de cuadros que muestren lo muchísimo que me amas. —Parecía una mentira, como si hubiera cogido todas las cosas que imaginó que le diría y las hubiera puesto en su boca. El propio Hyunjin parecía haber escrito el guion que el muchacho estaba soltando ahora. Y todavía se cernía sobre ellos la sombra de Yang Doyun, el terrible e ineludible abuelo del omega que le ordenaba categóricamente que lo marcara.
—Tu abuelo...
—Mi abuelo ya no puede hacernos daño. Ya nunca más voy a permitir que nadie te haga daño, Jinnie, te lo prometo... Por favor, creéme —Tuvo que abrir los ojos porque no se lo creía, pero lo que vio no le gustó. Jeongin tenía las mejillas húmedas por las lágrimas y su único instinto fue secarlas con los pulgares—. Tienes que creerme...
—Aegiya... —susurró, sus labios estaban muy cerca, tan cerca que se rozaban cuando hablaban—, no puedo hacer eso, tienes que pensarlo bien, no se puede tomar una decisión...
—Llevo queriendo tu marca desde el día que me besaste por primera vez. Quería que me mordieras el día que me follaste en la cama después de ir a ver aquella obra de teatro tan mala sobre un hombre que quería casarse con un tenedor. Quise tu marca cuando me pintabas desnudo, cuando te tumbabas detrás de mí en el sofá, cuando íbamos al parque de atracciones, cuando hacíamos la compra, cuando salíamos con tus amigos, cuando me abrazabas después de visitar a mi abuelo... Cuando te dejé y cada día después de ese momento. Nunca he dejado de querer que me marques...
—Joder...
—Por favor, márcame —reiteró—, márcame y déjame compensarte por todo lo que te he hecho sufrir. Déjame pasar el resto de mi vida reparando todos los errores que he cometido contigo.
Maldito fuera el destino y sus jugadas crueles. Si eso no era un sueño, se parecía mucho al más recurrente de Hyunjin. Era todo lo que necesitaba escuchar, todo lo que podía desear: Jeongin sobre su cuerpo, con la camisa blanca abierta, con su polla enterrada muy profundamente dentro de su culo, sus ojos brillantes, sus labios rojos por los besos, sus dedos enredados en su pelo, el semen haciendo un desastre entre ellos, pidiéndole insistentemente que lo marcara...
Si a Hyunjin le hubieran preguntado cuál era su fantasía sexual más deseada, hubiera descrito exactamente ese momento.
—Si te marco será para siempre —susurró, apartando los mechones de pelo sudados de la frente del omega. El chico ronroneó, moviendo ligeramente sus caderas. Hyunjin tuvo que apretar los dientes para no soltar un indecoroso gemido.
—Muérdeme, alfa... —dijo una vez más, presionando su cuello contra su boca.
Su olor se hizo más intenso, abrumándolo completamente. No quedaba ni un espacio en el cerebro de Hyunjin para algo que no fuera Jeongin, la columna de su garganta ante su boca, sus ruegos, su agujero apretado y su intensísimo aroma cubriéndolos a los dos.
Su lobo explotó en una sarta de sonidos guturales incomprensibles, sus encías se inflamaron hasta el punto del dolor. Lamió con avidez sobre la glándula del muchacho, casi podía saborear el maracuyá. Todavía dudó un segundo, tratando de que su cuerpo obedeciera a su cerebro, pero fue imposible cuando Jeongin gimió un ruego más: —Hazme tuyo para siempre.
«Mío», gruñó el animal, tomando el control por completo de los instintos de supervivencia de Hyunjin. Abrió la boca y clavó sus dientes en la piel tersa y pálida. Sus colmillos desgarraron la carne y Jeongin gritó. Algo reventó dentro de su cabeza y vio puntitos blancos en el momento en el que saboreó la sangre en su boca: metálica y caliente, con un extraño regusto a frutas que le recordó al propio aroma de Jeongin.
Las manos del omega se aferraron a su pelo con fuerza y su canal onduló, Hyunjin se corrió como en su vida, volando por los aires, recorriendo el espacio exterior. Su nudo se hinchó dentro del cuerpo del omega y lo sintió llegar al clímax. Gruñó sonoramente desde su pecho, sin soltar la presa a la que se aferraba entre sus dientes, abrazándolo, queriendo abrirse las costillas para meterlo dentro.
Sus olores se mezclaron en el aire y sobre ellos, estaba convencido de que nadie sabría quien era Jeongin y quien era él. El espacio y el tiempo desaparecieron, solo existía su semilla descargándose dentro del chico, la mordida que los unía para siempre y una sensación de hormigueo bajo la piel, como si, por primera vez en mucho, muchísimo tiempo, una herida abierta se hubiera cerrado.
Había vuelto a casa, estaba en su hogar, estaba completo, estaba en el lugar en el que quería estar por el resto de su vida.
Hyunjin acarició con la nariz la nuca de Jeongin. Olfateó el pedazo de piel magullada en el lateral de su cuello y lo miró fijamente. El amanecer se colaba por las cortinas abiertas mientras se abrazaban sobre la alfombra. La camisa blanca yacía hecha una bola frente a ellos, manchada de sangre, sudor y semen. Una manta cubría sus cuerpos desnudos y descansaban sobre algunos cojines que logró alcanzar antes de desmayarse allí.
¿Cuántas horas había dormido? ¿Dos, tres? No lo recordaba bien, todo lo que pasó después de morder al chico estaba borroso. Como si alguien más hubiera estado en su cuerpo, follándolo contra el sofá, sobre la mesa del salón, de pie contra la cristalera. Sonrió al descubrir las marcas de sus cuerpos en el vidrio de la puerta.
Temía que la mañana lo hiciera arrepentirse, que pensara que había cometido el peor error de su vida al pedir la marca. Estaba asustado, temblando como un niño, aferrándose al vientre ejercitado del omega. Como si eso pudiera retenerlo aquí, nada podría hacerlo. Tenía la certeza de que ni siquiera esa cicatriz lo obligaría a quedarse con él.
—Buenos días —murmuró Jeongin, volteándose para enterrarse en el pecho de Hyunjin y suspirar sonoramente.
—Bu... Buenos días —balbuceó, apoyando la cabeza en el cojín. Se atrevió a acariciar el pelo del chico.
—¿Qué hora es?
—No lo sé...
—¿Tienes que ir a trabajar?
—Hoy es sábado, Jeongin —informó. El chico se apartó de su escondite para mirarlo con el ceño fruncido—. ¿Qué pasa? —cuestionó, cagado de miedo.
—No me llames Jeongin —ordenó, volviendo a su lugar, con su boca contra la clavícula de Hyunjin y sus manos alrededor de su cintura.
—Ah... —murmuró—, yo... esto...
—Mi abuelo no volverá a molestarnos. Y si lo hace, lo mandaré a prisión —interrumpió de pronto, en voz baja. Hyunjin no se atrevió a decir una palabra—. No volveré a su casa. Jamás. Me voy a quedar aquí contigo para siempre. Y voy a arreglar todo lo que hice mal.
—Jeong... —El gruñido ajeno se acompañó de un pellizco que lo hizo doblarse—, perdón, perdón... Hmm... Aegiya —probó. Jeongin pareció complacido—, ¿estás seguro de esto?
—No he estado más seguro de nada en mi vida. La única cosa segura que sé es que te amo. Que te voy a amar siempre y que no quiero estar lejos de ti nunca más —dijo—. Ahora eres mío y yo soy tuyo. Tienes que asegurarte de decírselo a ese doctor.
—¿A quién?
—Al señor Song, el padre de Mingi —escupió con voz infantil. Hyunjin lo apartó de su pecho para mirarlo a la cara.
—¿Has hecho esto porque estabas celoso?
—Claro que no. He hecho esto porque es lo que he querido hacer siempre. Pero tienes que decirle a ese omega que se aleje de ti —Hyunjin estalló en una carcajada enajenada y abrazó al chico con fuerza—. No te rías, tienes que hacerlo.
—Lo haré... No te preocupes —bromeó.
—Más te vale...—Hyunjin se rio un poco y gimió cuando se movió incómodamente. El semen seco se pegaba a su pubis y... Oh, mierda.
—No utilizamos condón, joder.
—Tranquilízate, tomo pastillas anticonceptivas.
—¿Y las enfermedades?
—No me he acostado con nadie que no seas tú desde hace años. ¿Con cuánta gente de dudosa procedencia e higiene te has acostado para estar tan preocupado, Hwang Hyunjin?
—¡Con nadie! —confesó—. No me he acostado con nadie que no seas tú desde que te conocí.
El olor complacido de su omega hizo algo extraño a su corazón, como si fuera suficiente para calmarse.
—Me alegro mucho —concluyó, restregando la cara contra su pecho, perfumándolo.
Estuvieron unos minutos en silencio, tocándose, reconociéndose con la calma del amanecer. El cuerpo de Jeongin encajaba con el suyo, eran perfectos el uno para el otro. Y luego estaba esa presencia en el fondo de su mente, no era nada mágico, no podía escuchar la voz de Jeongin en su cabeza o sentir exactamente lo que el omega sentía, pero una especie de cuerda invisible salía desde su pecho y se amarraba al corazón del chico, una cuerda que se estiraría hasta el infinito pero no se rompería, un enlace eterno y atemporal. Hyunjin, definitivamente, había viajado unos cuantos años luz para orbitar para siempre a Yang Jeongin.
—Te amo, aegiya. Y ahora eres mi omega —susurró, besándole la sien. Jeongin se incorporó de un salto, completamente desnudo, y miró a todas partes—. ¿Qué ocurre? —preguntó, preocupado. La respiración del chico se aceleró. Se sentó a su lado, abrazándolo porque parecía que iba a hiperventilar. Miró fijamente a Hyunjin por unos eternos veinte segundos—. ¿Qué está pasando? Háblame...
—Hay... Mi... —tartamudeó, sacudiendo la cabeza—. Creo... creo que mi lobo acaba de hablar...
—¿Tu lobo no habla?
—Claro que no. Es la primera vez en mi vida que lo escucho. —El chico se llevó la mano al pecho con un suspiro.
—¿Qué ha dicho? —cuestionó, con una sonrisa más tranquila. Jeongin se puso de color rojo automáticamente y negó con la cabeza—. ¿Qué ha dichooooo? —insistió, tirándolo al suelo para subirse sobre él.
—¡Nada! —exclamó protegiéndose con las manos del ataque de besos de Hyunjin.
—Dime lo que ha dicho, aegiya, díselo a tu alfa —ronroneó haciéndole cosquillas. El chico serpenteó tratando de huir, pero no pudo hacer nada cuando Hyunjin lo tomó por las mejillas y lo besó profundamente—. Dímelo... —Las pupilas negras se clavaron en las suyas. Un segundo después una sonrisa mostró sus hoyuelos.
—"Mi alfa" —susurró, avergonzado.
Hyunjin estalló de felicidad una vez más.
***
TENÍA QUE SUBIRLO, NAVEGANTES
Amé la reacción que tuvieron al anterior capítulos, los comentarios alegran mucho a los escritores, gracias por interactuar con la historia y por darle tanto amor, les amo.
Estoy muy feliz, oficialmente he terminado de ESCRIBIR todos los capítulos y están en proceso de revisión, lo mismo mañana hay un minimaratón de dos o tres capítulos.
¡Nos vemos en el infierno!
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