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30. Te amo

Hyunjin se dejó envolver en un abrazo apretado por Jisung. Un segundo después, Felix le puso una mano en la espalda con una sonrisa de 14 quilates y una copa de champán en la mano.

—Es un éxito, sabría que sería un éxito —exclamó Han, ciñéndole la cintura hasta que casi le cortó la respiración.

Lo apartó suavemente, un poco incómodo con la muestra de afecto pública. Sobre todo con su alfa mirándolo como un halcón a cuatro pasos de distancia. Apenas quedaban una docena de personas en Whalien 52, Kim Namjoon charlaba con algunos de los invitados mientras sus amigos se amontonaban a su alrededor como un enjambre de abejas.

—¿Escuchaste lo que dijo Seungmin en la puerta? —comentó Felix., Éél negó con la cabeza, no había tenido tiempo de estar con ellos durante la inauguración, por supuesto que no había seguido a Bang Chan y Kim Seungmin a la salida cuando se marcharon—. Le dijo a la prensa que no eras un artista emergente, sino uno consolidado, que lleva años siguiendo tu trabajo y que tiene obras tuyas.

—¡Maldito mentiroso! —se quejó Jisung.

—De hecho —La voz grave de Kim Namjoon los interrumpió. Los tres se pusieron terríblemente rectos en un segundo, al final, era una celebridad. La sonrisa del hombre era espléndida, con dos bonitos hoyuelos coronando sus mejillas—, compró uno de los cuadros.

—¿Qué? —preguntaron todos al mismo tiempo.

—Sí, recibí una llamada de su asistente hace una semana. Se llevó Cálido invierno —informó, acercando la copa de champán para brindar con Hyunjin.

—Zorro astuto, no dijo nada —soltó Jisung, enrojeciendo al instante al darse cuenta del lenguaje que estaba usando delante del marchante de arte contemporáneo más famoso de Seúl—. Disculpe mi lenguaje... Las hormonas del embarazo...

—¿Vas a echarle también la culpa de tu locura al embarazo? —cuchicheó Felix, lo suficientemente alto para que todos lo oyeran.

—¡Felix! —gimió su amigo, tratando de acercarse para darle un golpe.

Hyunjin quería que lo tragara la tierra mientras sostenía el hombro de Han lejos del australiano que reía a su lado. Ni siquiera se atrevió a levantar la vista para mirar a Kim. Sin embargo, la risa profunda retumbó entre ellos.

—Los caminos de las hormonas pueden ser inescrutables, yo sí que creo que el embarazo puede hacer cosas muy raras en la gente —bromeó el hombre, con una sonrisa cómplice.

Hyunjin quería preguntarle si tenía hijos, si estaba casado, si quería ser su amigo para siempre y dejarle exponer todos sus cuadros. Por suerte para su orgullo, Jisung habló antes que él.

—¡Lo veis! No me creéis porque no habéis estado embarazados. Yo sí, sé lo que es esto, es muy duro —se lamentó dramáticamente.

—Oh, ¿tiene más hijos, señor...?

—Tengo una niña de cinco años y es Han, Han Jisung —se presentó, extendiendo la mano para estrechar la de Namjoon—, es un placer conocerlo por fin. Hyunjin no para de hablar de usted y su trabajo. Es como súper fan de Whalien 52. Ha sido insufrible estos meses.

—Oh, Dios mío, cállate, Jisung —rogó, perdiendo la compostura. El alfa de hoyuelos se rio de nuevo.

—Eso es bueno, yo también soy muy fan del trabajo del señor Hwang. La primera vez que vi el dossier me enamoré de la obra. Nos llegan muchísimas propuestas a la galería, siento haber tardado tanto en contactarle —se disculpó, con una ligera inclinación de la cabeza.

—No se preocupe... Solo espero que haya estado a la altura de las expectativas.

—¡Claro que sí! La prensa especializada está encantada con la exposición. Y la no especializada con el cotilleo. Fue un gran movimiento traer a Kim Seungmin, la verdad. No me lo esperaba.

—No, no, no ha sido programado —se excusó rápidamente, levantando las manos ante él—. Somos amigos, solo estaba aquí en calidad de eso. Lo de la prensa... Bueno, eso no lo sé...

—Probablemente un movimiento de su mánager —intervino Felix—, es muy sofisticado ver a un idol disfrutando del arte. No creo que tuviera ni idea de que estarían esperando en la puerta. Pero se maneja muy bien con esas revistas de cotilleos.

—La verdad es que sí —estuvo de acuerdo el alfa—, en cualquier caso, quiero felicitarle, Hwang Hyunjin, la inauguración ha sido un éxito y auguro un futuro próspero para usted. Ya sabe que tengo buen ojo —comentó. Hyunjin se puso muy, muy rojo en un segundo—. A usted, señor Han, mi más sincera enhorabuena por el pequeño que está en camino. Y no deje que se salgan con la suya, por supuesto que puede alegar enajenación mientras esté embarazado —Jisung vibró con una carcajada—. Voy a terminar de despedirme del resto de invitados. Ha sido un placer.

El hombre se marchó, tan alto y perfecto, vestido de diseñador, con esos andares tan elegantes, y dejó a los tres chicos suspirando en su estela.

—Joder, qué guapo es, maldita sea —gruñó Felix, terminando la copa y dejándola en una de las mesas altas cercanas—. Quiero que haga un desastre conmigo.

—No seas cerdo, Lix —amonestó Hyunjin—, es una maldita eminencia.

—Las eminencias también follan. —Se encogió de hombros, indolente. Jisung seguía con los ojos clavados en la espalda del marchante.

—Santo Cristo, creo que estoy enamorado —susurró.

—¿De quién? —Y ahí estaba la señal para que todos dejaran de hablar, en forma de un alfa no tan alto con olor a café.

—De ti, por supuesto, mi amor —contestó el omega rápidamente, envolviendo su brazo alrededor de la cintura de Minho. El hombre se derritió al instante con una media sonrisa estúpida en su cara—. Estoy un poco cansado, ¿nos vamos a casa?

—De acuerdo —dijo—. ¿Pasamos a buscar a Suni?

—Hongjoong dijo que podía quedarse a dormir, Hoshi se quedará también.

—Hay que ser valiente —aseguró Changbin, hablando por primera vez desde que había llegado junto a Minho—. Esos tres juntos pueden poner al límite a cualquiera.

De hecho, era la segunda vez que lo escuchaba hablar en toda la noche y algo en la nariz le decía que tenía mucho que ver con que Felix estuviera repentinamente callado. Hyunjin decidió que extorsionaría a Jisung otro día para que le contara qué demonios pasaba entre esos dos. Solo porque estaba cansado de ser el último en enterarse de todo.

—¡No digas eso de mi hija! —se quejó Jisung con un puchero.

—Solo digo la verdad. Hoshi, Yunho y Suni juntos podrían dominar el mundo.

—Lo harán —afirmó Hyunjin—. Con mi nenita a la cabeza.

—Una vez, Changbin me dijo que Suni será presidenta de Corea —murmuró Minho—. A veces de verdad lo pienso. —Y su sonrisa era tan genuinamente orgullosa que hizo a su lobo alzar el pecho. Para su sorpresa, no fue con agresividad, sino con el mismo orgullo compartido.

Las cosas con Minho nunca eran fáciles, todavía estaba entre ellos esa cosa de que, bueno, su novio y él compartían a la pequeña. Sin embargo, cada día le demostraba lo equivocado que había estado al no confiar en él. Joder, no creía que hubiera nadie en el mundo, después de Han y él, que pudiera cuidar de Suni mejor que Lee Minho.

En ocasiones se sentía culpable por haberlo tratado tan mal. Incluso con toda esa territorialidad alfa que le nublaba la cabeza a veces. El profesor era cuidadoso con su hija, la amaba, la educaba, la alimentaba y no temía reprenderla cuando lo necesitaba. Santo cielo, si lo pensaba fríamente, Minho había conseguido que, por primera vez en muchísimos años, Hyunjin y Jisung volvieran a ser amigos. Amigos de verdad, amigos como los que se alegraban por los logros ajenos, que no discutían hasta hacerse daño y que no se trataban como desconocidos. Minho no le había quitado a Suni a Hyunjin, al contrario, le había traído de vuelta a una de las personas más importantes de su vida.

No sabía si era por las endorfinas de la emoción por el triunfo de la exposición o porque estaba simplemente sensible, pero, sin que nadie lo esperara, soltó:—Si me muero quiero que tengas la patria potestad de Suni.

El silencio casi se podía tocar. Los ojos del alfa se abrieron imposiblemente, mirándolo como si hubiera estado hablando de vender marihuana en una comisaría. Sus orejas se pusieron rojas, tanto como su cuello. Hyunjin sentía su cara ardiendo, así que seguramente estaría del mismo color que Lee Minho.

Estúpido, estúpido, estúpido.

—¡Hyunjin! —exclamó Jisung con un dramático sollozo, abrazándolo con demasiada fuerza una vez más—. Eso es lo más bonito que has dicho en tu vida. No vas a morirte y la patria potestad la tendría yo, que soy su padre, pero es igualmente hermoso. Te quiero mucho.

Estaba a punto de llorar, definitivamente, estaba muy sensible. Abrazó al chico, aprovechando para empaparse un poco de su calmante olor a lavanda y acariciar su pelo sedoso que parecía ahora más brillante que nunca.

—Ya, pero si me muero quiero que la tenga él, no tú —bromeó, tratando de disipar el momento incómodo. Por supuesto, lo consiguió.

—Tenías que cagarla —lloriqueó el omega, apartándose de él con un empujoncito. Hyunjin todavía le pellizcó una mejilla regordeta con una risa que ocultaba lo emotivo que se sentía.

—Gracias, Hyunjin —dijo Minho solemnemente. Hizo hasta una maldita reverencia en medio de la galería—. Gracias por confiar en mí.

—Gracias a ti por perdonarme, hyung. Todavía no entiendo como me diriges la palabra —confesó en voz baja.

—Bueno, ya basta —interrumpió Felix, colocándose entre ellos—, esto se está poniendo super intenso de forma muy gratuita, vámonos ya.

Todo el mundo estuvo de acuerdo y se despidieron con abrazos, felicitaciones y un montón de planes para el fin de semana que, para su suerte, lo incluían. Los acompañó a la puerta antes de volver con Namjoon, que despedía al último crítico con una reverencia. Hyunjin recordaba haber hablado con él al principio de la noche, así que imitó el gesto.

—En unos minutos cerraremos. Le dejaré un rato a solas. La primera exposición es un momento importante, creo que estaría bien que tuviera unos minutos para usted mismo, señor Hwang.

—Gracias, señor Kim.

Algunas luces se apagaban mientras los camareros recogían las copas extraviadas. Sus cuadros llenaban las paredes, con focos iluminándolos en la tenue penumbra del resto de la galería. Sus pasos ahora resonaban en el suelo, cuando horas atrás era imposible escuchar nada más que el cuchicheo generalizado del público.

Ah, lo conseguí.

Lo había hecho, el sueño secreto que guardaba en su corazón desde que era adolescente se materializaba ante él. Su primera exposición en solitario y nada menos que en Whalien 52. Era un maldito afortunado.

De hecho, era posible que toda su suerte se hubiera agotado al nacer en su familia, tener a Suni y triunfar profesionalmente. Por eso todavía, en medio del pasillo, parado ante la imagen de una espalda que él mismo dibujó, se sentía más solo y desgraciado que nunca. Era una piel que tocó, besó, mordió y pintó. Era un pedazo de un amor imposible que iba más allá de sí mismo, más allá de la musa que lo inspiró.

, seguramente Hyunjin había agotado toda su suerte. Esa explosión cálida de maracuyá no le pertenecía, aunque le hubiera besado en los labios y le hubiera confesado, tal y como sospechaba, que no quería casarse.

«Omega todavía nos ama», su lobo apesadumbrado seguía repitiendo el mantra varias veces al día. Se había quedado allí, en la habitación del apartamento que compartió con él, completamente vestido, cuando lo único que quería era desnudarlo y bebérselo como si fuera la única fuente en kilómetros.

Y después se había marchado. Una vez más, dejó en las paredes de una casa un intenso lote de recuerdos dolorosos y se fue. Hyunjin, tan cobarde como siempre,repitió la jugada mundándose inmediatamente.

Jisung decía que estaba sanando; él creía que solo estaba corriendo en círculos hasta que sus piernas se cansaran y cayera al suelo en un montón de pedazos de corazón roto y recuerdos de una felicidad en forma de cuadros llenos de color primaveral y sonrisas con hoyuelos.

Hola... —Podría estar imaginándolo, encontrarse rodeado de todos esos cuadros podía estar causándole algún tipo de alucinación. Pero su voz sonaba tan real.

Era un susurro en realidad, como si en su cabeza, Jeongin no se atreviera a perturbar la paz del instante. Hasta en sus sueños, seguía hablándole en el mismo tono suave que usaban en la cama, justo antes de desatar todo el fuego del infierno entre las sábanas. Su tímido omega, su pedazo de fruta tropical, su explosión de color, su risa tan grande como el cielo, el pedazo de su corazón perdido...

—Oye —sonó más alto está vez y lo acompañó una mano sobre su hombro que lo sobresaltó. Se volteó, esperando cualquier cosa menos a ese precioso chico con un pequeño ramo de flores entre las manos.

Se miraron unos segundos, o podrían haber sido años. Sus ojos rasgados brillaban bajo la escasa luz de los cuadros y mantenía el papel crepe rosa entre sus dedos largos. Llevaba un traje sencillo que le quedaba un poco grande, la camisa se descolgaba de su cuello ligeramente mostrando su clavícula izquierda.

No olía a nada, pero no hacía falta porque Hyunjin recordaba a la perfección cada matiz de su aroma. De hecho, las paredes de la galería estaban llenas de representaciones pictóricas de su olor, de su sabor y de todo lo que le hizo sentir tiempo atrás.

Toda esa felicidad...

—Enhorabuena —soltó, la voz de sus sueños materializada allí, ante él—. Te traje esto... Sé cuánto te gustan las flores...

Por supuesto que lo sabes, igual que sabes cada uno de mis putos secretos.

«Omega nos ama», aulló su lobo, rascando los confines de su mente.

—Muchas gracias... Creía que no vendrías —dijo, con un poco de resquemor.

—No iba a venir... —confesó, hundiendo más el puñal—. Pero me alegro de haberlo hecho. Es hermoso... —Echó un vistazo alrededor con ojos maravillados, Hyunjin se dio cuenta un poco tarde de que todos los cuadros eran sobre él. Cada dibujo, cada trazo, cada sombra, era de Jeongin. Eran sus hoyuelos, los músculos de su espalda, su cinturón de Adonis, sus dedos largos, su cuello, el espacio detrás de su oreja que le hacía reírse cuando Hyunjin lo besaba, el maracuyá, el azul, el verde, el amarillo, el rojo, todo era él.

—Yo... Debería haberte dicho algo sobre... esto —se excusó atropelladamente, bajando los ojos con vergüenza—, se que no tiene que ser cómodo y...

—Está bien —murmuró, con una sonrisa—, me siento profundamente halagado... No era consciente de que habías pintado tantos cuadros... —Dio unos pasos alrededor, echando una mirada superficial a las imágenes—. Recuerdo este, me lo enseñaste —comentó, señalando precisamente al cuadro de sus manos manchadas de las pepitas de maracuyá. Tenía las mejillas empolvadas y lo hizo sentir tímido.

—Es... demasiado explícito... Tal vez no debí traerlo...

—Es precioso. Siempre has tenido una forma hermosa de ver el mundo... —aseguró, observando con detenimiento cada pincelada—. Incluso a mí... Eres muy bueno haciéndome ver tan... bien...

—Nunca te vi menos que perfecto —resopló—, no eres nada menos que eso.

Hubo unos segundos de silencio incómodo. Pudo escuchar los pasos de Kim Namjoon en algún lugar de la galería, pero le daba igual. Todo le daba igual, solo importaba ese pelo negro, esos ojos de zorro, esa boca que necesitaba besar con urgencia. Y todo el sufrimiento.

—Estoy muy orgulloso de ti —declaró de pronto, extendió el ramo hacia él y, en un ataque de locura, Hyunjin cubrió con sus manos la de Jeongin.

—Entonces, ¿por qué no soy suficiente para ti? —Había sobrepasado el límite de su control. Con las emociones a flor de piel, lo menos que esperaba era encontrarse de frente con el dolor más grande que había sentido nunca.

—¿Qué?

—¿Por qué no fui suficiente para que te quedaras conmigo? —preguntó, presionando los dedos—. ¿Por qué me dejaste? ¿Por qué me besaste y te marchaste? ¿Por qué estás haciendo todo esto?

—Tú eres...

—Yang Jeongin —La voz le heló la sangre, desde los dedos de los pies hasta los folículos pilosos de su cabeza, se convirtió en hielo. Petrificado, incapaz de hacer nada más que observar la ira deformando la cara de Jeongin en un segundo.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó hostilmente el omega.

—He venido a buscarte, has tardado bastante en salir de tu escondite. —Hyunjin se atrevió a voltearse, sin soltar todavía la mano del chico. Kim Namjoon se veía incómodo, recto y con la mirada fija en Yang Doyun.

Su peor pesadilla. Si Jeongin era el sueño más hermoso del alfa, su abuelo era, ciertamente, la peor de sus pesadillas.

—¿Qué demonios...?

—¿De verdad quieres hacer esto aquí, Jeongin? —interrumpió el hombre, acomodándose las mangas de su traje a medida. Incluso levantó una ceja. El maldito hijo de puta se atrevió a retar a su omega de esa manera ante él.

Hyunjin gruñó, lo hizo profundamente, desde el fondo de su pecho, aferrándose a la mano del chico como si eso fuera a alejar el peligro de él. Su cuerpo se activó, del hielo más frío pasó al calor de la lava ardiente, la adrenalina bombeaba por todo su sistema y creía que, si fuera realmente un animal, estaría enseñando los dientes en ese momento.

—Hwang Hyunjin, apártese de mi nieto ahora mismo si no quiere que le ponga una demanda por acoso —escupió con asco, como si no fuera más que una cucaracha que pudiera aplastar con su pie.

—Disculpe, señor Yang, no creo que...

—Haga el favor de cerrar la boca si no quiere atenerse a las consecuencias, señor Kim. Esto es entre ese hombre y yo.

—No —intervino el omega—, basta. No amenaces a la gente de esa manera. —Hubo dos segundos de cortante silencio en los que solo oía su propia respiración agitada por la rabia.

—Vámonos. —Ni una palabra más.

Yang Doyun había dictado su sentencia pero Hyunjin, en su enajenación mental transitoria, todavía agarró con fuerza al omega. Estuvo a punto de replicar, pero Jeongin estaba ante él, con su mano libre sobre su mejilla y su dedo acariciándole el labio inferior.

—Eres muchísimo más de lo que voy a merecer jamás —susurró.

—No lo hagas —rogó, sabiendo que no serviría de nada.

—Te amo.

Y se soltó de un tirón.

El ramo cayó al suelo con el serrido suave del papel crepé. Lo vio acercarse al alfa mayor y la sonrisa cruel inclinó la boca del anciano. Se dio la vuelta para marcharse de allí, sabiendo que su nieto lo seguiría. Kim Namjoon lo sostuvo de la muñeca y, por un segundo, Hyunjin casi saltó sobre él.

—Ninguna amenaza hará que estos cuadros dejen de estar aquí —advirtió, en voz alta y clara.

Jeongin miró al hombre con desconfianza, se miraron durante dos segundos. Yang Doyun carraspeó y abrió la puerta. El hombre de su vida asintió una vez y se marchó.

—Hyunjin...

—Lo siento. —Con vergüenza, hizo una pronunciada reverencia ante el marchante y se marchó, saliendo por la misma puerta, viendo el Mercedes negro alejarse por la calle.

Hyunjin sintió que se daba por milésima vez contra la misma pared. Se preguntó si quedaría un poco más de corazón para romper.

***

Les juro por mi vida, navegantes, que esto es SUPER NECESARIO y que VAN A ACABAR JUNTOS Y SER FELICES. Pero necesito que esto pase y si quieren en el epílogo les explico yo misma por qué lo hice.

Como me acordaba de que este capítulo es tan DURO, voy a subir uno más, SUPER MARATÓN PARA SOLVENTAR EL DRAMA. Así que 2/3

¡Nos vemos en el infierno!

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