
20. Es diferente
Hyunjin estaba un poco más tranquilo que la primera vez que fue a la casa. Tal vez el hecho de que ahora recordaba haberse emborrachado allí, mientras celebraban el embarazo de Jisung, tuviera algo que ver.
Abrió la puerta con la mano libre, con una dormida Suni enganchada a su cuello y encendió las luces. Iba a ser rápido, sólo recoger un dossier que Kim Namjoon necesitaba para la exposición y volver al coche para llevar a su hija a taekwondo. Así que, de nuevo, inspiró hondo haciendo acopio de toda su entereza y entró.
Subió las escaleras con la niña a cuestas, dándose cuenta de que cada vez pesaba más y pensando, tristemente, que llegaría un día en el que no podría levantarla. La apretó contra el pecho mientras ella farfullaba algo en sueños. Lo más difícil de la hazaña fue agacharse frente al archivador y encontrar la carpeta correcta. Por suerte, Suni continuó durmiendo durante todo el proceso, evitándole las explicaciones de por qué estaban ahí y por qué no iban a volver.
Tenía el coche aparcado cerca, pero ya se hacía complicado caminar por la calle con ese viento tan frío. Le subió a la niña la capucha de su abrigo de plumas y se encaminó, sosteniendo la carpeta en su otro brazo. Una mujer los esquivó apenas mientras salía por una puerta, unas cuatro casas más allá de la suya.
—Disculpe, lo siento mucho —dijo ella, haciendo una reverencia inmediatamente. Iba bien vestida, con un traje a medida y un abrigo de paño gris. No era muy mayor y tampoco muy joven, tendría unos cuarenta años que llevaba muy bien, con el pelo largo y ondulado perfectamente colocado tras las orejas.
—Lo siento —contestó él, imitando su venia pobremente con la niña en brazos—, iba un poco distraído.
—No se preocupe, yo abrí la puerta sin mirar... No les había visto por aquí...
—Yo tampoco a usted, ¿acaba de mudarse? —preguntó Hyunjin, curioso.
—Oh, no, soy agente inmobiliaria. Estoy enseñando esta casa, que está en venta. ¿Vive usted en esta calle?
—Ah... Mi casa está en el número 62, pero ya no vivo aquí...
—Oh, ¿está pensando en venderla? —atacó ella, con sus ojos agudos brillando por el interés. A Hyunjin se le escapó una sonrisa cansada.
—No lo sé. No lo tengo claro.
—Bueno, aquí tiene mi tarjeta, llámeme si piensa venderla, puedo conseguirle un muy buen precio. Ahora debo irme, me disculpo otra vez por el incidente, señor...
—Hwang, Hwang Hyunjin —aclaró él, tomando el pedazo de papel y guardándolo en su bolsillo con dificultad.
—Park Sojin, un placer.
La elegante mujer se fue de allí apresuradamente y Hyunjin continuó su camino hacia el coche. ¿Debería vender la casa? Estaba vacía, ni siquiera conservaba ya los cuadros porque se los habían llevado a la galería. Solo quedaban algunas fotos, los recuerdos de su vida con Jeongin y un montón de polvo. Podría hacerlo, tal vez encontrar algo un poco más cerca del apartamento en el que vivía Jisung, un poco más cerca de Suni, ahora que iba a tener un hermano y querría pasar tiempo con él.
Parecía una buena idea, si encontrara un lugar amplio próximo a su edificio, su hija no tendría que desplazarse de un lado al otro de la ciudad. Tal vez podría convencer al omega para tenerla un poco más de tiempo. Quizá podría trabajar un poco más en su relación inexistente con Lee Minho y volver a ser parte de la vida de Han.
Sí, era una buena idea, sonaba como algo que podría solucionar una buena cantidad de sus problemas.
Amarró a Suni a su sillita sin que se despertara y partieron sin más hacia la academia de taekwondo. En un semáforo, comprobó los mensajes de Jisung para confirmar que irían a casa de Bang Chan después de la clase.
Cuando llegó al edificio, tuvo que despertar a la malhumorada ardillita y limpiarle la baba que le caía por la mejilla. Ella se quejó durante diez o quince segundos, pero aceptó ir a pie hasta la academia, a pesar de que todavía tenía los ojos llenos de legañas.
—Dios santo, te acostaste temprano anoche, no lo entiendo.
—¡Pero estoy cansada, papi!
—¿No quieres ir a taekwondo?
—Sí quiero —puchereó—, pero igualmente tengo sueño.
—Bueno, vamos antes de que se haga tarde. —La tomó de la mano y cruzaron la calle.
Nada más entrar por la puerta, su hija que había estado tan cansada segundos antes lo soltó para lanzarse con un chillido de emoción sobre un niño pequeño que se agarraba a la pierna de un adulto.
—¡Mingi! —gritó, abrazando al pequeño—. ¡Qué bueno que viniste por fin! ¡Yunho se pondrá contentísimo! ¡Y Hoshi también! —exclamó, apretándole los mofletes al pequeño.
—Suni, nenita, cálmate —rogó él, inclinándose ante Yuqi y el omega que todavía sujetaba al pequeño con fuerza, aunque su hija trataba de robárselo.
—Oh, ¿esta es la famosa Han Suni? —preguntó el chico, con su sonrisa iluminándole completamente la cara. Se fijó en que era realmente bonito, joder, como de otro mundo, si se le permitía la apreciación.
—Hmm... S-sí, appa —susurró el pequeño, con las mejillas coloradas todavía entre los dedos de su hija.
—Es un placer conocerla, Han Suni-ssi. Mi nombre es Song Yeosang, soy el padre de Mingi. —Se presentó con una expresión radiante e incluso estiró la mano para estrechar la de su pequeña, que, por suerte, dejó los mofletes del avergonzado Mingi.
—Es un placer para mí también, señor Yeosang-appa-de-Mingi. —Hyunjin hinchó un poquito el pecho cuando su hija fue tan educada como para tomar la mano adulta y hacer una reverencia. De verdad la estamos criando bien—. Él es mi papi Hyunjin, Mingi ya lo vio una vez, pero usted no. —El omega levantó la cabeza y saludó al alfa sin perder su sonrisa suave.
—También me alegro de conocerlo...
—Hwang Hyunjin —se presentó. Soltó una risita estúpida y el hombre lo miró confundido—. Oh, es que es la segunda vez que me presento en menos de media hora.
—Ah...
—¿Vas a venir a taekwondo también? ¿Ya llegaron Yunho y Hoshi? ¿Tienes un uniforme? Creo que tengo un uniforme más en la mochila. Y si no, Hoshi siempre trae uno de repuesto. Una vez tuvo un incidente con pipí, pero fue solo una vez —explicó Suni, interrumpiéndolos—. Además, mi papá Jisung se lo llevó corriendo al baño y no hubo nada que lamentar. Entonces, ¿te pondrás el uniforme de Hoshi o tienes el tuyo?
—N-no sé... Appa —llamó el niño, tirando otra vez de la pernera del pantalón.
—Déjame terminar de hablar con esta señorita, ¿de acuerdo, príncipe? ¿Por qué no esperas un segundo con Han Suni en las sillas?
—Sí, sí, señor Yeosang-appa-de-Mingi, yo cuidaré de él mientras los adultos hablan. Vamos, Mingi —Lo tomó de la mano, llevándolo a las sillas a unos pocos metros de la puerta—. ¿Tú también eres un príncipe? Mi papi dice que soy una princesa.
Hyunjin se giró hacia el mostrador con la sonrisa todavía pegada en el rostro y la perdió instantáneamente cuando entendió que no estaban teniendo una conversación cómoda. Yuqi parecía realmente disgustada y Song Yeosang, desconcertado.
—Lo siento, señor Song... Es que no puedo hacerlo, no aceptamos a más alumnos.
—Oye, Yuqi nuna, tal vez si hablas con Changbin hyung pueda hacerle un hueco... Jisung va a dejar de venir, está embarazado, ya sabes...
—No es eso, Hyunjin —aclaró ella, con un suspiro cansado—. Vamos a cerrar la academia, por eso no estamos aceptando a nuevos alumnos.
Hwang abrió mucho los ojos, desconcertado por sus palabras. ¿Cómo que iban a cerrar la academia? ¿Han lo sabía? ¿Por qué no le había dicho nada? ¿Por qué nunca le decía nada? Siempre era el maldito último mono en enterarse de todo, tenía que hablar con él, le cantaría las cuarenta a...
—Lo sé, lo he entendido, solo quería saber si puede quedarse hoy. Soy consciente de que no es su problema, pero acabamos de mudarnos y a Mingi no se le da bien socializar. Ha encontrado algunos amigos, Han Suni entre ellos, por eso me gustaría que estuviera con ellos al menos hoy. Yo mismo se lo explicaré —susurró el hombre. Parecía desesperado, como si esa hora de tiempo que los niños pasarían allí dentro fuera a arreglar todas las desgracias del mundo—. Me ha costado muchísimo cambiar el turno para poder venir, solo le pido que lo admita en la clase de hoy...
—Nuna, vamos, es solo por un día —intervino, mirándola con ojos de cordero degollado. Ella resopló una vez más, poniendo una mueca de cansancio.
—¿Sabes qué? Sí, que entre, así el señor don Seo Changbin se sentirá peor por querer cerrar la academia. —Hyunjin estaba decidido a llamar a Jisung en ese mismísimo instante para saber por qué demonios no le había dicho nada.
—¡Pequeños demonios! —gritó Yuqi de pronto, llamando la atención de los dos niños—. Entrad a clase, Seo sabumnim está preparándolo todo, id a ayudarlo.
—¡Sí, Yuqi unnie! —contestó ella—. Adiós, papi, nos vemos después. Adiós, señor Yeosang-appa-de-Mingi.
—A-adi-adiós —tartamudeó el otro chiquillo, siguiendo a su hija hacia la puerta del dojan.
—Muchísimas gracias —resolló el omega, haciendo una pronunciada reverencia—, a los dos y al sabumnim.
—Mire, por mi parte, puede seguir trayéndolo todo el tiempo que dure abierto. Me encargaré de hablar con Seo Changbin yo mismo —afirmó Hwang, decidido a enterarse de por qué estaban cerrando el sitio en el que su hija se divertía tanto.
—Eso no lo decides tú, Hwang —intervino Yuqi—, pero estoy de acuerdo con él.
—¡Yuqi, necesito más protecciones! —gritó Changbin desde el dojang.
—A sus órdenes, jefe —respondió la chica, despidiéndose de ellos con una sonrisa.
Hyunjin se sintió repentinamente un poco incómodo, después de todo, ese hombre era un completo desconocido.
—Suni me contó el incidente del disfraz de Elsa... —murmuró—, espero que Mingi no se sienta demasiado mal.
—Fue difícil, no voy a mentirle, apenas llegamos aquí y tiene un encontronazo con unos compañeros... Le cuesta hacer amigos... Es muy tímido.
—Pero se ha hecho amigo de los mosqueteros, ¿no?
—¿Los mosqueteros?
—Sí: Suni, Hoshi y Yunho. —El omega se echó a reír repentinamente y los dos salieron del dojang caminando.
—Más bien, tu hija lo ha hecho su amigo. Es una niña encantadora, tiene sentido que a Mingi le guste tanto estar con ella. Dice que los tres son muy divertidos.
—Lo son, Hoshi es un torbellino, tiene muchísima energía. Yunho es un poco más travieso, pero son geniales los tres y están decididos a cuidar de Mingi.
—Muchas gracias por eso también. De verdad estoy un poco más tranquilo.
—Hola señor papi Hyunjin de Suni —exclamaron dos voces pasando junto a él a la carrera.
—Oh, hablando de los reyes de Roma, esos son Hoshi y Yunho.
—Joder, ¿llegamos demasiado tarde? —Hoongjoong apareció a su lado, sudando profusamente.
—No, acaban de entrar.
—¿Hoshi y Yunho también?
—Sí, pasaron corriendo —contestó Yeosang con la misma sonrisa amable.
—Oh, menos mal —suspiró el omega—. He tenido que aparcar lejos y cuando hemos pasado a por Hoshi, Yunho se empeñó en ir a saludar al tío chef. Y, claro, hemos llegado así de tarde —Se giró con una radiante sonrisa hacia el otro omega—. Soy Kim Hoonjoong, por cierto, el padre de Yunho.
—Yo soy Song Yeosang, mi hijo va al mismo colegio que los vuestros.
—Es el padre de Mingi —aclaró Hyunjin.
—¡Ah! ¡Qué alegría conocerte! Mi hijo está completamente obnubilado con el tuyo. Una pena que eso signifique que anda mordiendo a compañeros. Te prometo que no lo educamos de esa manera —se excusó con familiaridad, como si se conocieran. El chico se rio en voz alta.
—En el fondo lo agradezco, por lo menos alguien lo defiende —tranquilizó—. No lo ha tenido fácil antes, lo trataban mal en el otro colegio —añadió, con un bufido cansado, echando una mirada más hacia la puerta de la academia—. Además, trabajo muchísimo y pasaba muchas horas con la niñera cuando estábamos en Incheon. Ahora las pasa con mis padres —confesó, jugando con sus dedos como si estuviera nervioso—. Es la primera vez que me pide con tanta insistencia una clase extraescolar, solía estar todo el día encerrado en casa, jugando solo. Y un día llegó y dijo que quería hacer taekwondo. Fue genial, pero me asustó muchísimo. Cambié el turno solo para venir con él porque no estaba seguro de que quisiera hacerlo de verdad. Pensé que se arrepentiría y tendríamos que irnos a casa. —El olor a flores del omega se ensombreció un poco. Hyunjin detuvo su instinto de pasarle la mano por la espalda, pero Hoonjoong no lo hizo, dándole unos toquecitos de consuelo.
—Ser padre es genial, pero no viene con manual de instrucciones. Los mosqueteros lo van a cuidar muy bien, en pocos días lo tendrás queriendo ir a montar en bicicleta al río Han —comentó Kim con su enorme sonrisa llena de dientes.
—Espero eso con ansias. Muchas gracias otra vez, a ambos. Supongo que iré a sentarme al coche hasta que acabe la clase, no me fío de que no se arrepienta todavía.
—Te ofrecería ir a tomar un café, pero tengo que ir al otro lado de la ciudad a recoger el regalo que mi marido encargó y, por supuesto, no fue a buscar —refunfuñó el más bajo, revolviendo su propio pelo con las dos manos.
—No, no, no te preocupes. De verdad no podría alejarme más de dos calles de aquí mientras Mingi esté dentro. Ha sido un placer conoceros.
—Tomemos un café un día y que los niños se diviertan —invitó Hoonjoong, despidiéndose con la mano.
—Hasta pronto —añadió Hyunjin. Esperó hasta que el omega había cruzado la calle para despedirse también del productor—. ¿Nos vemos en casa de Bang Chan?
—Sí claro, Seonghwa vendrá a por los niños después, está todavía en casa, ¿le digo que recoja a Suni también?
—Genial, buena idea.
—Bien, nos vemos después, Hyunjin.
—Hasta luego, hyung.
Lo que más le gustaba a Jeongin de las reuniones en casa de Seungmin y Chan era lo bien que olía. Se mezclaban en el aire los aromas de la comida con los de los alfas y los omegas que había bajo ese techo. Todo era intenso y distinto de lo que estaba acostumbrado a tener.
A pesar de lo muchísimo que le gustaba, se mantenía apartado de ellos, sentado en el suelo, justo al lado de la puerta de la terraza, entreabierta a pesar del frío. La excusa eran los niños que entraban y salían, pero Jeongin lo aprovechó para evitar que cualquier olor que no fuera el de Jisung se pegara a su ropa.
Bastante le había costado convencer a su abuelo de venir al baby shower. No pensaba cagarla volviendo a casa con cualquier aroma que el anciano reconociera.
—No sé dónde vamos a meter todo esto —se quejó Jisung, abrumado por la cantidad de regalos que les habían hecho. Se acarició la tripa con una sonrisa—, es demasiado, chicos, muchísimas gracias.
—Todo es poco para la bellota —aseguró Felix desde el otro lado de la habitación.
Suni levantó la cabeza desde su posición, tumbada en el suelo del salón junto a los otros dos niños cuando escuchó el apodo. Fue una reacción casi automática, como si sus instintos la hicieran comprobar que todo estaba bien con su hermanito o hermanita. Jeongin le guiñó un ojo y ella le dio una mueca feliz antes de volver al juego del que disfrutaban los tres en la alfombra.
—Oye —comentó Hyunjin, Jeongin hizo acopio de todas sus fuerzas para no levantar la cabeza como había hecho Suni—, hoy conocí al padre de Mingi.
—¿Dónde?
—En el dojang, llevó al niño a taekwondo. El hombre es guapísimo. ¿Lo habéis visto alguna vez? —Una extraña desazón se instaló en su estómago.
—Sí que es hermoso, tiene una mancha de nacimiento en la sien que lo hace todavía más interesante —añadió Hoongjoong.
—Yo no le vi la mancha —dijo Hwang con un puchero—. Pero me pareció muy agradable. ¿Lo conoces, Jisung? —El omega embarazado rio, asintiendo débilmente.
—Es mi omególogo, lo conocí de una forma bastante extravagante.
—Como todo lo que haces en la vida —bromeó Hyunjin. Han le enseñó la lengua.
—Me cayó bien, tendríamos que invitarlo a venir al río la próxima vez —añadió Hoongjoong.
—Estoy de acuerdo, se ve que todavía no tiene una red amplia de amistades aquí. Y sería bueno para Mingi también —añadió el alfa que olía a sándalo.
—¿Acaso te gusta, pelotinto? Igual puedo conseguirte su teléfono —bromeó Felix.
Todos se echaron a reír, pero el malestar de la tripa de Jeongin se hizo más espeso, como si hubiera tragado un barril de petróleo crudo. Apretó las manos en su regazo y miró a los niños, intentando distraerse de los pensamientos que asolaban su mente en ese momento.
Jeongin podía ser inocente en algunas cosas, tímido y un poco ajeno a las dinámicas normales de la gente, pero no era estúpido. Hyunjin era un alfa hermoso, el más hermoso que había visto en su vida. Si no fuera por su trabajo de oficina y el arte, podría estar abriendo desfiles en todo el mundo. Además era joven, talentoso, exitoso y muy agradable, lo normal sería que tuviera intereses amorosos. Probablemente los había tenido durante ese año y pico que llevaban separados.
Sin embargo, racionalizarlo no hacía que doliera menos. Imaginárselo con alguien era tan desagradable como morder una bola de cristales. Su lobo lloriqueaba dentro de él en voz muy baja; aunque nunca hablaba, sabía que echaba de menos al alfa tanto como lo extrañaba el propio Jeongin.
—Oye, una cosa —exclamó Hyunjin, poniéndose muy serio de repente—. ¿Cómo es eso de que vas a cerrar la academia, hyung? ¿Por qué nadie me había dicho nada?
—¿Qué? —exclamaron un montón de voces al mismo tiempo. Hasta los niños se sobresaltaron. Suni se incorporó para comprobar que todo iba bien, tan protectora como siempre.
Jeongin miró a todas las caras de la sala, había diferentes grados de sorpresa y una especie de cansancio derrotista en la de Changbin. Se puso de pie instantáneamente, preocupado por lo que sea que estuviera pasando. Felix debió tener el mismo instinto que tenía él, porque dio un paso acercándose a la silla en la que se sentaba Seo con los hombros caídos.
Un silencio desagradable se instauró en la sala mientras todos los ojos adultos se dirigían a Changbin. El alfa resopló, cubriéndose la cara con las manos. Su olor se volvió agrio, como si se mezclara con vinagre. Minho se adelantó a los omegas y dejó su asiento junto a Jisung para pararse frente al instructor de taekwondo.
—¿Qué está pasando, Binnie? ¿Es verdad eso?
—Joder —maldijo en voz muy baja el aludido.
—El lenguaje —reprendió el otro—. ¿Qué está pasando?
—Bueno... Es que esto es una mierda, no quería decirte nada hasta que terminara la fiesta, tienes demasiadas cosas en las que pensar.
—¿Era un secreto? —preguntó Hyunjin, pareciendo realmente tonto. Jeongin tuvo que contener la sonrisa que tiró de sus labios por la confusión que había en la mueca adorable del alfa—. ¿Tú lo sabías, Jisung?
—Claro que no, te lo hubiera dicho.
—No es como si acostumbraras a contarme nada.
—No empecéis —cortó Seungmin—. ¿Por qué vas a cerrar la academia? ¿Te estás mudando a otro sitio?
—La casera nos envió una carta, alguien ha comprado el local y es una puta millonada, no puedo hacerme cargo. Por lo menos tuvo la deferencia de ofrecérmelo antes, pero sí, nos vamos del local.
—¿Has encontrado otro sitio? —La voz de Minho parecía contenida y su mano seguía sobre el hombro musculoso de su amigo.
—No, todavía no. Ese lugar era perfecto, trabajamos muchísimo para dejarlo como está —El maestro de Suni asintió, de acuerdo—. Y ahora llega alguien y compra el maldito local por muchísimo más de lo que cuesta. ¡De la nada! Entiendo la especulación inmobiliaria, pero, joder, esto es demasiado... La señora Kang fue muy amable y me lo ofreció por los años que llevo, pero... bueno, no se puede...
—¡Qué puta mierda! —gruñó Felix—. Es una vieja avara, no la defiendas.
—¿No sabes quiénes son los compradores? Podrías hacer un trato con ellos para mantener la academia —sugirió Hyunjin.
—Prácticamente me han dado una patada en el culo, tengo menos de un mes para llevarme todo. No sé qué prisa tienen, tal vez quieran montar una de esas cafeterías tan instagrameables...
—Joder, los especuladores son lo peor —masculló Hyunjin.
—¿No tienen tus padres una rama inmobiliaria en las empresas Hwang? —preguntó, irónico, Seungmin.
—¡Es diferente!
—No lo es —discutió Felix.
—Sí, lo es, porque mi empresa no está comprando ese local, carajo.
—El lenguaje —amonestó Minho.
—Para mí es lo mismo, es especulación. Echan a la gente que vive en esos barrios para convertirlos en parques de atracciones para ricos —renegó Seungmin.
—¿Ahora la culpa es mía por nacer en una familia rica? —exclamó dramáticamente Hyunjin—. Te recuerdo que vives en uno de esos parques de atracciones, Seungmin.
—Vamos a calmarnos, ahora mismo. —Bang Chan se levantó de su asiento, tomando la mano de su esposo para hacerlo callar. El idol todavía apretó la boca en un puchero enfadado, pero obedeció, dejándose caer en la silla.
Jeongin, en cambio, era incapaz de calmarse. Su corazón latía con fiereza contra su pecho, sus piernas temblaban y esa bola de cristales que pareció masticar ahora se asentaba firmemente en su garganta.
Él sabía lo que estaba pasando. En su cabeza todo estaba claro como el agua destilada. Mientras sus amigos discutían sobre especulación y capitalismo, el omega sabía que todo aquello era un castigo. Uno contra Yang Jeongin.
Perpetrado por Yang Doyun.
Se levantó de un salto del suelo y caminó sin decir una palabra hacía la puerta. Se puso el abrigo al mismo tiempo que pedía un taxi desde el teléfono.
—Ey, ey, ey —Una mano se cerró sobre su brazo y se giró, sobresaltado—. ¿Dónde vas? —Felix lo miraba con el ceño fruncido. Su aroma era tan espeso que casi podía saborearlo. Y estaba impregnándose en su abrigo.
Se apartó de un tirón del agarre y la mueca del pecoso se transformó en una indignada. Quería explicarle todo, tenía en la punta de la lengua un montón de palabras para decirle, pero no lo hizo.
—No me encuentro bien —murmuró, huyendo de los ojos escrutadores—. El taxi está esperándome.
—Te llevaré a la entrada —propuso Félix, calzándose los zapatos.
—¡No! —exclamó, porque meterse en su coche sería como revolcarse en una cama de fresas—. No son más de cinco minutos a pie, necesito aire —mintió, tratando de parecer más tranquilo—. Adiós.
***
Si todo va como tengo planeado, el fic tendrá en total 34 capítulos y un epílogo. Está escrito hasta el 28 y estoy empezando el 29, así que es muy posible que los últimos capítulos los suba en formato "maratón".
Les quiero mucho, navegantes <3
¡Nos vemos en el infierno!
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