02. Sueños y perdón
Realmente nunca supe cómo empezar algo así, ustedes son conscientes que nunca escribí un diario ni me gustaba tomar el lápiz en lo más mínimo, mas fue Jimin el que me pidió que lo hiciera.
Él y sus extraños deseos por hacer las cosas bien.
Deberíamos de comenzar por ahí ¿no es así? Por los sentimientos que nos envolvieron sin inhibiciones y que al principio resultaron tan embriagantes como sorprendentes.
Ustedes saben que desde siempre tuve una relación estrecha con la abuela, su sonrisa me daba tranquilidad y las arrugas de su rostro ternura. Poseía un aura tan refrescante y relajante que me motivaba a pasar más tiempo con ella, contarle de mi día y confiar en que guardaría hasta mis más profundos secretos.
Fue una noche en que los recuerdos asaltaron mi mente de manera sorpresiva, provocando que me levantara en medio de la penumbra y no pudiera volver a conciliar el sueño. En cuanto el sol salió por el horizonte me dirigí a casa de la abuela, con el uniforme a medio poner, una manzana en mano y el cabello alborotado por no molestarme en pasarle un peine.
Ella ni siquiera se inmutó por mi repentino llegar y se limitó a mirarme en silencio, en esa mudez que se había apoderado de ella desde algunos años atrás sin que nadie supiera la razón.
—Quizás es por la edad —me habías dicho una ocasión y yo lo acepté como si estuviera tallado en piedra.
Por eso me sorprendió que ese día ella hablara y tuviéramos una conversación que duró por horas. Incluso falté a la escuela esa mañana, aunque no pensaba decírtelo nunca.
—Abuela, de verdad no vas a creer lo que soñé —le dije en cuanto llegué, aventando la mochila a cualquier parte y acomodando los cabellos que casi me entraban a los ojos.
Ella no respondió, como era de esperarse, mas me dirigió una mirada llena de curiosidad que me motivó a seguir hablando.
—Es el sueño más extraño que he tenido en toda mi vida. Había nieve por todos lados, figurillas de cristal y seres que ni por un segundo me llegué a imaginar —solté de golpe, impresionado y sonriente. Era como si me hubiesen devuelto algo que desconocía haber perdido—. Fue tan mágico.
—Estoy segura que lo fue —murmuró al lado mío y del susto brinqué sobre mi asiento—. Vamos, niño. Cuéntame más.
Estaba sorprendido, sí, pero mi fascinación fue aún mayor y terminé contando todo lo que había visto. Le hablé sobre los árboles adornando el paisaje, algunos animalillos que gracias al color de su pelaje contrastaban con la nieve, incluso de lo que yo creí era un castillo conformado de nieve compactada y cristal.
—¿Qué más viste?
—Había un hombre —comenté pensativo, tratando de rascar más y más en mis recuerdos.
—¿Un hombre? —preguntó y yo asentí ido, todavía tratando de entender lo que se ocultaba entre los rincones de mi mente—. ¿Seguro que no era un príncipe?
Esa palabra llamó mi atención y como si fuese la llave de un cofre imaginario, miles de imágenes aparecieron frente mío sin explicación, mostrando sueños que no recordaba y un tono de voz que creía no conocer.
Se trataba de un príncipe, de mi príncipe.
Ella sonrió completamente y suspiró con suavidad mientras yo me recomponía del viaje astral que acababa de presenciar.
—Eso fue más cómico de lo que imaginé —murmuró sin perder su sonrisa, ocultando entre sus extraños juegos de palabras la sabiduría que tenía gracias a los años.
—¿Por qué tengo esos sueños?
—¿Por qué me lo preguntas a mí?
—Parecía que sabías sobre ello —casi reclamé.
—Solo sé lo que tu madre me dijo en el pasado, tus sueños de niño y la sombra que creías ver detrás de ti. Nadie te creía en un principio y preferí que así fuera, de lo contrario te harían cosas raras que no quiero ni imaginar —exclamó en medio de un escalofrío.
Después de algunas pláticas más yo regresé a casa, sin siquiera abrir un libro y mucho menos poner un pie en el instituto.
Los sueños siguieron su curso y conforme más aparecían mayor era mi curiosidad por conocer al chico que veía en ellos, aquel desconocido que generaba cosas indescriptibles en mi interior.
La oportunidad perfecta para conocerlo se presentó cuando debíamos hacer una excursión por parte del colegio, pasaríamos una noche en lo profundo del bosque al cuidado de profesores y algunos guías.
El tiempo que el resto se tomó en conversar sobre lo aburrido del viaje yo lo ocupé en idear un plan lo suficientemente bueno como para escabullirme y dar con el misterioso príncipe de mis sueños, literalmente.
La noche cayó y en cuanto pude salí del pequeño campamento formado por los docentes, caminé sin un rumbo definido, esperando que fuesen mis pies quienes me llevaran al lugar indicado, y así fue.
El chico que yo veía en mis sueños se encontraba frente a mí, al otro lado de un arroyo que ni siquiera sabía que existía en aquel bosque.
—Eres tú —murmuré sin poder creerlo y él asintió, permitiéndome admirar la más hermosa sonrisa que hubiera visto jamás.
Sus gruesos labios se curvaron y en el acto sus ojos se perdieron en dos finas líneas. El cabello grisáceo daba elegancia a su presencia y su vestimenta blanca como la nieve a mi alrededor le otorgaba belleza.
—Soy yo —dijo y su timbre de voz fue suficiente para marearme.
Desde el principio todo fue intenso, las emociones y el conocimiento que trajo su presencia a mi vida. Descubrí que yo estaba enlazado a él, a un amor profundo e incondicional que no podríamos evitar.
—No me gustaría que sufrieras, vales demasiado para mí, más de lo que puedes llegar a imaginar —me decía cada vez que podía, insistiendo tanto en protegerme de él mismo que yo comencé a temer de verdad.
No les mentiré, tuve cierto temor conforme iba descubriendo lo que sucedía, conforme entendí que nuestro amor no era exactamente algo que nació de manera natural. Era un enlace proporcionado por los mismos dioses como castigo para él, y yo no sabía si sentirme agobiado o bendecido por ese enorme “regalo”.
—Si no te sientes cómodo con todo esto está bien, yo puedo entenderlo —su voz era tranquila en contraste con su mirada profunda.
Ver a Jimin a los ojos era agobiante de una buena manera, me generaba escalofríos desde la cabeza hasta la punta de los pies y tiraba de mis labios hasta formar una sonrisa boba sin explicación aparente. Me derretía tanto como lo hacía todo de él.
Pronto descubrí que ese amor no era imposible de sobrellevar, que no se trataba de algo obligatorio. Jimin me demostró que podía escoger entre seguir a su lado o tomar mi propio rumbo en la vida, a pesar de nuestra extraña unión él nunca me presionó ni obligó a nada, incluso estoy seguro de que tomaba la mayor parte del dolor que compartimos al separarnos, porque el estar lejos por cierto tiempo comenzó a tornarse doloroso e insoportable.
Meses después —quizás un año o poco más— decidí hablar con la verdad de lo que teníamos, dejar de tratarnos con el miedo insano a hacernos daño.
—Quiero vivir contigo —comenté de la nada mientras Jimin hacía figuras de cristal para mí.
En cuanto escuchó lo que dije la figura que flotaba en el aire explotó y él giró a verme estupefacto.
—¿Lo dices en serio? —preguntó y asentí con una sonrisa—. Pero… tu familia, tus estudios, tus amigos, no podrás verlos de nuevo si te quedas conmigo.
Suspiré mirando al cielo y no permití que esas palabras me afligieran, estaba decidido, quería dedicar mi vida a él y nuestro amor, a todo lo que él me ofrecía sin saber.
—Jungkook…
—¿Si?
—Deberías pensarlo, no es algo que debas decidir a la ligera.
—Lo he pensado, ya me cuestioné por demasiado tiempo si esta era la decisión correcta y ahora estoy seguro. Quiero pasar mi vida a tu lado, Jimin. No importan los costos o el desenlace —dije con firmeza y ahora fue él quien soltó un tembloroso suspiro.
—Entonces… —giré a verlo—, déjame hacer las cosas bien, disfruta el tiempo que te queda con todos allá abajo y permíteme cortejarte como te mereces.
—¿Quieres cortejarme? —pregunté incrédulo y algo bromista pero su repentina seriedad me dejó mudo.
—Claro que quiero hacerlo, así debió ser desde el principio —dijo con el ceño fruncido provocando que súbitamente me acercara para besarlo.
Fue nuestro primer beso, el primer encuentro entre nuestros labios y hasta el día de hoy sigo sin hallar las palabras adecuadas para describirlo.
Sonreímos en medio de aquel mágico momento, con los ojos firmemente cerrados y sus frías manos acariciando mi rostro con dulzura.
En ese momento supe que estaba tomando la decisión correcta, que él era mi destino y con quien quería compartir todo.
Perdonen mi egoísmo, el no pensar en ustedes ni el resto, pero el amor que siento por él es más fuerte, sus acciones y detalles fueron los que me ataron más de lo que estaba antes.
Mamá, papá, de verdad lo siento, lamento escribir esto ahora, muchos meses después de mi supuesta desaparición, preferí fingir que no sabía sobre sus lágrimas y dolor en lugar de hablar de frente con ustedes. De verdad lo lamento. Sé que todo esto no será suficiente ni repara todo el daño que les hice, probablemente nunca me perdonen y lo entenderé, porque fui yo el que hizo las cosas mal en esta ocasión.
Jimin me insiste a diario —casi tan regularmente como las ocasiones en las que me susurra un “te amo”— en que debo escribirles, contarles nuestro día a día o las cosas que más les interesaría saber.
Soy feliz, sé que eso es lo que más les preocupa.
Él me hace más feliz de lo que pueden imaginar.
Mamá, todo lo de mis sueños es real, hay hadas con sus polvos de colores, seres que ni siquiera podría describir y árboles hermosos. El castillo también es real, mi príncipe convierte el arroyo en un camino cristalino para que yo llegue a su lado. Cada mes me crea figuras de cristal diferentes, algunas con el retrato de todos ustedes para que no los extrañe tanto.
El tiempo pasa relativamente rápido cuando se está con la persona correcta, en un ambiente de verdadero amor.
—Mira, en esta ocasión te hice a ti, estás con argollas, un corazón en una de tus manos y una estrella en la otra —dijo mientras señalaba cada parte. El cristal fino y transparente brillaba en contraste con la luz.
—Es hermoso, muchas gracias, Jimin —murmuré antes de besar su mejilla, sintiéndolo tomar mi mano unos segundos después.
—¿Crees que si hago uno así para tus padres estaría bien?
—¿Uno mío o con todos ellos?
—Eso puedes decidirlo tú, yo haré lo que me pidas —respondió sonriente, dando más besos suaves en mi rostro que terminaron en risas cristalinas de mi parte.
—B-basta —le pedí sin poder dejar de reír.
—No puedo detenerme —murmuró con los labios aún pegados a mi piel—. Eres demasiado hermoso que me dan ganas de comerte.
Jamás supe realmente lo que era el amor y la felicidad hasta que me topé con él, hasta que conocí sus labios y mirada, sus besos castos y palabras dulces.
El amor y la felicidad lo siento cada mañana, cuando al despertar lo encuentro a él observándome con cariño, cuando me hace figuras de cristal con sus manos y me presenta al resto de seres en lo profundo del bosque. Sé que soy feliz por la sonrisa que permanece tatuada en mi rostro al punto de hacer doler mis mejillas o cuando veo sus mofletes sonrojados por alguna acción o palabra dulce de mi parte.
¿Por qué nunca me dijiste que así se sentía el amor?
¿Por qué no me explicaste que podría ser la perdición de cualquiera?
Cada vez que lo veo a él siento derretirme por dentro, lo siento calar cada vez más profundo y adueñarse de mi corazón.
—Te amo tanto.
—Yo te amo más.
—No, definitivamente yo te amo más.
—Pero…
—Nada de peros, te amo más y punto —dijo decidido y yo me limité a rodar los ojos—. ¿Sabes por qué digo que te amo más?
Su voz y tierna sonrisa de ojos cerrados me hizo bufar antes de negar.
—No, no sé por qué el grandioso Jimin, enviado de los dioses, me ama mucho más de lo que yo lo amo.
Jimin rio y me abrazó.
—Te amo mucho más porque eres lo que necesitaba para terminar de derretir mi corazón. Te amo más porque soy capaz de hacer cualquier cosa si tú estás en medio, me siento libre cuando estoy a tu lado y esperaría por ti el tiempo necesario.
Las palabras eran sinceras, podía verlo en sus ojos brillantes que transmitían todo lo que no era necesario decir.
Acuné su rostro y lo besé como siempre hacía, melifluamente. Él se apoderó de mi cintura y nos sumimos en ese amor incondicional que me llevó a tomar la decisión de escribirles, de contarles sobre mi nueva vida.
Soy un mal hijo ¿no es así?
Contándoles lo feliz y enamorado que estoy en lugar de ponerme en su lugar, narrando mis aventuras y detalles de mi pareja sin tener consideración por su dolor.
Papá, mamá, perdón. No sé cómo más puedo suplicar para que me perdonen y aunque sé que no merezco que lo hagan sigo haciéndolo.
Jimin me repite que hagamos las cosas bien, es como hacer buenas obras para nuestra próxima vida, para nuestros nuevos encuentros.
Él dice que nuestra familia ha sido escogida para una gran labor por lo que les pido cuiden de todos nuestros familiares, de los que hay en el momento y los que vendrán en el futuro. Cuiden de mi pequeño Namjoon, saben que él es mi sobrino favorito y no poder estar presente en su vida es doloroso para mí.
Los extraño, más de lo que pueden imaginar, pero he tomado mi decisión y soy feliz con ella, así que no hay más que decir al respecto.
Espero escribirles pronto, también le dejaremos algunas figuras de cristal como recuerdo.
Los amo.
Jeon Jungkook
Compañero de vida del enviado de los dioses, Park Jimin.
▩◈◈◈◈◈◈◈◈◈◈◈◈◈◈◈◈▩
—¿Eso fue todo? —preguntó el pequeño, viendo un asentimiento de parte de su abuelo.
—Sí, ese es el final de la primera carta.
—¿El tío Jungkook escribió más?
—Por supuesto, querido. El tío Jungkook escribió muchas de ellas, enviaba una cada seis meses o menos, decía lo que había visto sin dar tantos detalles y contaba lo feliz que era al lado de Jimin —relató el hombre con emoción reflejada en sus cansados orbes.
—Papá, deja de contarle esas cosas a nuestro hijo, no creo que sea bueno hablar sobre la desaparición inexplicable del tío Jungkook —reclamó una de las hijas del anciano cuando pasó al lado de ellos.
El niño frunció el ceño a la par del abuelo y ambos negaron con gracia.
—Yo quiero seguir escuchando.
—Y yo quiero seguir leyendo para ellos, estas cartas son reales.
—Papá… —la joven madre estaba a punto de insistir cuando su marido se interpuso, conocedor de la posible discusión que se llevaría a cabo si no intervenía.
—Jenni, déjalo, no pasa nada si les cuenta a los niños sobre eso.
—Pero, Taehyung…
—Jungkook no desapareció, las cartas con su puño y letra lo confirman, al igual que las miles de figuras de cristal que tenemos en el sótano y el clima que se volvía cálido con el paso de los años.
—Papá, el invierno se ha adueñado de las estaciones desde casi diez años atrás, no hay calidez ni nada parecido, además ¿quién te garantiza que los secuestradores no tuvieron lástima por los abuelos y esa fue la razón por las que enviaban cartas y otras tonterías? —preguntó levemente molesta.
Taehyung y su pequeño hijo se miraron sin saber qué decir realmente y se encogieron de hombros, sonriendo como si todo se tratase de un juego.
—Tengo tres grandes razones para decir que esto es cierto: la primera es que todos conocíamos la letra de Jungkook y es ésta —dijo señalando el trozo de papel, desgastado por los años y de una tonalidad amarillenta que inusualmente no había perdido el color de la tinta—. La segunda es que nadie se tomaría la molestia de hacer retratos de toda la familia y otras figuras por varios años y por último… Yo era su sobrino favorito —sonrió con todos sus dientes.
La mujer bufó dándose por vencida y abrazó a su padre, sabiendo que incluso para él fue muy dura aquella desaparición de muchos años atrás.
—¿Sabes, hija mía? Jimin nos decía en cartas que cuando el invierno llegara es porque Jungkook lo había dejado, y que cuando el calor retornara es porque había vuelto a nacer —susurró por lo bajo, con la mirada perdida y brillosa.
La mujer suspiró y vio a su hijo, aquel joven niño que tenía secretos ocultos detrás de sus ojos.
—Pero él estaba con su príncipe, abuelo —dijo el pequeño con una sonrisa radiante—. Y su príncipe Minnie siempre lo hizo feliz.
El ambiente se tornó tenso de repente, miradas expectantes dando directamente al menor de cabello oscuro.
—¿Cómo lo sabes, pequeño? —cuestionó el anciano y se sintió morir con la respuesta.
—Porque lo veo en mis sueños, el príncipe siempre lo hizo feliz en el castillo de cristal —dijo ante todos y luego se puso de pie, caminando en dirección al hombre de edad avanzada que parecía estar a punto de llorar—. ¿Te cuento un secreto? Él dice que siempre fuiste su sobrino favorito —susurró.
Riendo en medio de lágrimas y sollozos, Namjoon abrazó a su nieto y giró a ver a ambos padres que parecían petrificados.
—Disfrútenlo, disfruten del pequeño porque el enviado del invierno siempre llega por lo que es suyo, y cuando él venga la calidez volverá…
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro