Primera Interacción
01.
Me gusta el cine.
Siempre he sido fanático de los actores con rostros peculiares y diálogos precisos.
Dakho me parece una celebridad.
Hoy en la cafetería se ha sentado en la misma mesa que yo. No había más mesas y un compañero suyo del equipo me preguntó si no me importaba que usaran el otro extremo de la mesa en la que estaba, como si yo estuviera esperando a alguien... (O alguien me estuviese esperando a mí).
Dakho es cortés siempre. Me vio, no más del tiempo necesario y solo intercambió unas pocas palabras conmigo. Admito que, al tenerlo tan cerca, me he emocionado un poco. Ahora tengo una imagen más precisa de su rostro. Sus expresiones y ademanes son las de un actor incómodo. A lo mejor es eso por lo que me gusta.
Sé que solo estaba siendo amable, parece que me ubica —sabe quién soy— de alguna parte. Él me lo dijo mostrándome su teléfono. Puede que lo haya dicho al aire para aparentar naturalidad al invadir mi espacio. Pero me da igual. No podría ponerle especial cuidado a eso.
—Sí, lo que sea —murmuré adrede sin darle demasiada atención.
«Yeah, whatever»
Me hice una cuenta de Instagram para seguir la cuenta de los juegos olímpicos, él sigue a la cuenta de la Serie Mundial de Béisbol y por cosa del algoritmo, terminó en las sugerencias de personas que «quizá» conozco. Creo que a eso se refería cuando dijo que me ubicaba y se refirió a su teléfono. Eso espero y no sea porque haya notado que lo observo desde el día en que se transfirió a la escuela.
No creí que supiera quién soy. ¿Cómo siquiera sabe una mierda sobre mí? Me gustaría saber cuándo pasó eso, si la primera impresión que tuvo de mí coincidió con la que tuvo hoy cuando me conoció en persona. Si fue buena, si soy un tema de conversación ameno. Me preocupa pensar que no he llenado la expectativa (con una interacción de un par de horas). ¿Es muy poco para determinarlo o ya es válido atormentarme?
Estuve mirando un poco sus fotos. Cuánta estética, a mí no me salen esas cosas. Toda mi vida he soñado con ser guapo. Físicamente hermoso. Deseable. Siempre he sido más del tipo atractivo, mi belleza es curiosa, dicen.
Sé que no hice un gran trabajo acercándome a él. Ojalá fuera él quien se acercara a hablarme. Aunque me congelo solo con pensar en responder mi nombre y escondo el rostro siempre que me hablan porque temo que si me observan más de lo debido pronto saltarán a la vista todos mis defectos.
Usualmente no me importa. Nací así. ¿Qué puedo hacerle? Pero cuando estoy en presencia de gente así de imponente, siempre termino haciéndome una introspección terrible que con frecuencia termina en aumentar el odio que me tengo. De nuevo, no puedo detenerme a sentirme mal por esta clase de banalidades de puberto. Yo no soy así. Ya leí cada libro motivacional al respecto y vi un montón de videos para autoconvencerme de que todo está en mi cabeza.
De todas formas, mis ojos siguen demasiado caídos, lo que resalta que mi nariz quedó ligeramente desviada del tabique desde que me golpearon con una piedra. Eso no pasa desapercibido del frente, apenas soporto pensar en cómo se ve de perfil.
¿Dakho alcanzó a ver mi perfil?
Mi rostro no tiene las líneas afiladas que tienen los rostros de la mayoría de los hombres. Solía creer que era un tema de edad, pero mientras más crezco, aunque mi rostro se vuelve más duro, no pierde el aspecto ovalado que siempre he odiado. Eso y otro poco de cosas no me dejan concentrarme del todo cuando me ven hablando.
No tengo el perfil elegante que me hubiera gustado tener, supongo que es culpa de la mezcla de rasgos opuestos en mí. Además de morirse, mis padres me dejaron un rostro imperfecto, muchas gracias.
Quisiera que mis palabras fueran tan precisas que al hablar las personas quedaran cautivadas con mi elocuencia y personalidad. Nunca me ha pasado.
No sé hablar bien de buenas a primeras. Es extraño porque no soy del todo ignorante, en realidad, me gusta considerarme en el camino hacia la decencia e indulgencia de un hombre culto. Sé de política, de arte, de lo doloroso en la historia y de astronomía. Tengo un repertorio de conocimientos que harían de mí una persona interesante para los demás si tan solo supiera expresarme mejor. Pero siempre destaco por las razones incorrectas.
Si pudiera tener todas las conversaciones que he ensayado en mi mente, si al verme las personas pudieran ver la gran historia entre nosotros que he imaginado todo sería diferente. Si fuera menos propenso al desastre, con menos defectos y un poco más de seguridad, sería el impacto que algún perdido necesita en su vida. O la mejor tarde de alguien que lo tiene todo.
En este punto he asimilado que todo lo que me rodea es un lío. Crecí en medio del caos. Mi exterior está en debacle y coincide con la catástrofe en mi interior. Para mí es muy difícil aspirar a tener la atención de alguien mejor posicionado que yo porque todo lo que conozco es fragilidad. Entiendo la miseria y la ridiculez, me he humillado a mí mismo más veces de las que me he presentado con alguien. Todo el que se me acerca lo suficiente es capaz de ver que estoy perdido, que sé demasiado de cosas que no debería entender y poco o nada de lo que podría hacerme especial. Eso no me ayuda.
Mientras almorzaban, Dakho le contó a su compañero sobre los viajes que ha hecho. Conoce Ámsterdam y Singapur. Aunque no le guste, tiene una posición económica mucho más alta de la que dice tener. Escuché que su madre se casó hace poco y por eso han venido desde Corea para vivir aquí. No sé si su posición tiene que ver con su madre o su padrastro, pero se le nota solo con ver su ropa. O sus manos... O su piel. Tiene la piel de alguien que nunca ha trabajado bajo el sol. No es relevante.
También descubrí—por metiche— que no le ha ido muy bien con los temas amorosos. No debería alegrarme por sus traumas de pareja, y no lo hice, por poco lo hago, pero la comparación automática en la que mi mente me pone no me lo permitió. Digo, sé que apenas «me ubica» por cortesía, no soy su amigo o algo que se le parezca, pero pienso, ¿en qué mundo podría competir con las parejas que ha tenido? Aunque en mi mente su cabeza encaja en mi pecho a la perfección, soy un completo donnadie comparado a ellos. Escuché de su ex, el cantante, tenía unos cuarenta años según entendí. Y su romance de verano, la actriz. O el peor de todos, el que dejó justo antes de venir acá: el modelo. Claramente, casi todos ellos eran mayores que él, uno que otro con corta diferencia de su edad.
Luego estoy yo. Menor que él, con nula experiencia en todo lo que él sí conoce y con tantos complejos que me ahogaría en mis pensamientos si comenzara a contarlos. A lo mejor lo único que tengo en común con ellos es que no podría ofrecerle una relación correcta. Todo lo que tengo para ofrecerle soy yo mismo y eso no es suficiente.
Y pienso, al decir que me ubica, ¿Es posible que se haya interesado, aunque sea un poco, en mí? No hablo del sentido romántico con el que he fantaseado un par de veces. Sino a la compatibilidad que veo entre nosotros. No sé si es algo que me pase solo a mí, pero a veces, tengo la sensación de que la mente de una persona funciona justo como la mía, que mi corazón se entiende a la perfección con el suyo y que si uno de los dos diera un paso al frente conectaríamos de una forma inigualable.
Si esas personas dieran un paso hacia el frente y me eligieran a mí, yo no los soltaría nunca.
Las personas como Dakho me intimidan. Dakho me intimida.
Él escogió el vino de la recepción de la boda de su madre porque sabe de esas cosas y yo solo sé que el café en ayunas es terrible para adelgazar. Ha visitado en carne propia el Museo de Van Gogh y yo solo he visto desde la carretera la feria de la playa de Santa Mónica porque ni siquiera tenía dinero para subirme a alguno de los juegos. Él es lo que llamarían un «hombre de mundo», yo aún me sorprendo de lo lejos que he llegado saltando de un edificio al otro.
No me estoy menospreciando. Es que todo de Dakho grita «costoso» y yo estoy en oferta.
El almuerzo terminó y él se levantó de la mesa, aunque pasó a mi lado ni siquiera volteó a verme. Es lo justo, yo no formo parte de su círculo social o de su vida, apenas nos vemos en una clase que dura cuarenta y cinco minutos a la que no siempre entra.
Me pone ansioso su presencia o la sola mención de su nombre. Mucho después que se levantó me di cuenta de que mi refresco se había caído; se regó por toda la mesa y goteó por mi pantalón un buen rato. No me di cuenta, no recuerdo en qué momento pasó, pero sí recuerdo haber presenciado su rostro viéndome con algo de duda. Me he humillado frente a él y no puedo recordarlo. Eso es lo mucho que me desconcierta. Me consuela un poco pensar que guardó silencio por no querer avergonzarme. Es noble o le doy pena ajena. Se olvidará de mí en un par de horas y eso me deja un sentimiento agridulce.
Creo que notó que lo veía aun cuando ni yo mismo supe que lo hacía. Me defiendo diciendo que yo no fui el único que lo hizo. Algunas chicas murmuraban sobre él cuando pasaban junto a nuestra mesa.
Me enteré de que no le teme a la cámara, tiene un blog de cocina, aunque creo que sería mejor como actor de película de suspenso. O de verano. Me gusta mucho la playa. Es uno de mis lugares favoritos en el mundo, además del cine. El día en que vi «Guardianes de la Bahía» en el cine fue uno de los mejores días de mi vida. Me pregunto si a Dakho le gustará la playa. Parece que sé tantas cosas sobre él y al final no sé nada.
Podría hablar por horas de todas las cosas buenas sobre él. O lo guapo que es. Diría que es buen tipo. Que me agrada. Puedo expresar con total certeza lo mucho que su mente y su corazón se parecen al mío. Pero la realidad es que no conozco a Dakho.
No conozco de él más que el cúmulo de cualidades que lo rodean, las maravillas que dicen de él, que apenas percibo y de las que no puedo fiarme por completo. De ser así, terminaría por idealizarlo, lo condenaría a ser el objeto de mis fantasías más ilógicas que luego destruirían la imagen que tengo de él. La imagen que creo haber inventado de él solo para mí.
El deseo de conocerlo me desespera. No soy parte de su mundo, soy un error de los que no le gusta cometer, aunque intuyo que los ha tenido por montones. Error tras error. Los oí salir de su boca y tengo la audacia de pensar que equivocarse conmigo podría ser su primer acierto.
El presentimiento de que hay algo en él que me pertenece me persigue. Puede ser que me atraiga su soledad, porque entonces, solo así, terminaríamos por ser iguales. Sospecho que se siente olvidado, conozco tan bien la soledad que puedo alardear de tener toda la comprensión de la que carece. La que necesita.
Merece la duda, como todo hombre. Merece mi adoración, como ningún otro.
Más que un amor platónico, soy víctima de mi limerencia hacia él. No lo conozco, ni me conoce.
Podría ofrecer mi alma entera por complacerlo, aunque sería insuficiente.
No tengo nada excepto el obsesivo deseo de ser amado por él.
¿Qué tenía que ver esto con el cine? Ah sí, me robé unos paquetes de palomitas de la dulcería del cine. (Ahora solo tengo que encontrar cómo hacerlas)
Yo quiero mucho a Dominic. :')))))) ALGUIEN CUIDELO
Manténganse con vida. J.S.
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