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R.M. - Un detalle para Rin-Rin

Personajes: Rin Matsuoka, Sayuri Iwahara (OC), Rei Ryūgazaki y Nagisa Hazuki.

Shipp: RiSa

Universo: Free!

Géneros: Romance y Comedia

"Si te entrego algo con todo el corazón, es como si te estuviese dando una parte de mí, y así... Me tendrás contigo siempre".

—¡Es que quiero preparar algo adecuado para Rin! —Se quejaba la de cabellos castaños rojizos— Verás, Rei-san, ya tengo esta idea, pero no me convence.

—¿Por qué estás tan nerviosa, Sayuri-san? —Inquirió el varón de lentes.

—Verás, me gusta hacerle detalles de vez en cuando, porque siento que así puedo motivarlo a mi manera, lo consiento y le digo que lo apoyo, que lo amo... Pero también quisiera hacer algo más apto para él como atleta, algo más especial. Por eso te pedí este favor —explicó la fémina, dando como último un suspiro pesado.

—Creo que funcionará —aseguró él, colocando una mano en su barbilla.

—¿Sí es la receta que usaste aquella vez? —Preguntó la del lunar en la barbilla.

—En efecto, es la que usé la vez que Rin-san me ayudó —comentaba, riendo de último—. Al principio fue una odisea investigar sobre postres.

—Mmm, va a servir, ya con esto sé cómo modificar nuestra receta, o bueno, varias —dijo la de mirar caramelo, pensativa, para luego formular una pregunta sobre lo anteriormente mencionado por su compañero de clase—. ¿Por qué fue tan difícil?

—Eh... Es que tuve que escabullirme un poco para estudiar al respecto —respondió Ryūgazaki, arreglando sus lentes.

—¿Receta~? —Se oyó de una tercera voz de forma algo tétrica, que aparecía tras los que amenamente hablaban, por lo que, ambos jóvenes se exaltaron y cada quién lanzó un gritito mientras volteaban.

—¡Na-na-nagisa! —Dijo la menor algo balbuceante, cuando se recuperó— No nos asustes, por favor —demandó haciendo un puchero—. Sí, una receta... Quiero hacer algo especial para Rin, se trata de galletas —terminó por comentar, y el tema del espanto quedó atrás.

—¡¿Galletas?! ¡Yo quiero probarlas! —Pidió de forma entusiasta, con chispas en sus orbes magenta— Sayu-chan, por favor, déjame ser tu juez culinario.

—Espera... —La Iwahara meditó un poco, y algo se le ocurrió— Ah ¡Ya sé! —Anunció victoriosa.

El de cabellos rojizos había ido a casa de su novia a verla y pasar un rato con ella, pero se percató de que tenía música sonando a un volumen alto, por lo que sintió cierta curiosidad. Después de que su suegra abriese, y le indicase que podía entrar, lo hizo, quitándose sus zapatos y procediendo a colocarse sus pantuflas.

Accedió a cuidar bien de su chica, ya que la madre de la misma saldría a hacer algunas compras, así que se despidió como correspondía.

El Matsuoka se dirigió con calma hasta la cocina, de donde provenía el ruido, también un muy atractivo y dulce olor.

Encontró a su novia bailando y cantando 'Maniac' de Michael Sembello de forma entusiasta, mientras se deslizaba hermosamente, dejando fluir el ritmo a través de sí, y además, su canto no podía ser más bello.

Hipnotizado, Rin solo pudo sonreír con ternura ante aquello, pues no quería interrumpirla, él esperaría. Pudo notar que ella estaba preparando galletas surtidas, seguramente alguna receta de ella y su madre.

—Mamá, ¿quién vino? —Interrogó la curiosa y distraída fémina, aún de espaldas. Al no recibir respuesta, volvió a llamar— ¿Madre...?

—¿Quién crees tú? —Dijo el de cabellos rojos, con una sonrisita de medio lado.

—¡Rin-Rin! —La Iwahara se dio la vuelta de inmediato, para encontrarse así con su novio— Oh, ¡qué alegría! —Soltó, al ver que no estaba alucinando.

—Tch... Es vergonzoso que me llames así —quejó el Matsuoka, con un ligero pigmento rosáceo en su rostro—. Y, también me alegra verte, Sayuri —comentó, sonriente.

—Es un apodo lindo, ¡deja de quejarte, por favor! —Se excusó la fémina, procediendo a abrazarlo— Oye, por cierto, me tomaste por sorpresa —admitió, para separarse apenas un poco y ver los ojos magenta de Rin, frunciendo los labios.

—¿No te gustó que lo hiciera? —Cuestionó él, tomando el mentón suavemente, para proceder y besar con dulzura la frente ajena.

—Me encantó —medio murmuró ella, con su rostro iluminado por una cálida sonrisa.

—Es bueno saberlo —el nadador abrazó a su pareja de nuevo, de forma fugaz—. Por cierto, te veías muy animada.

—Waaa, no puede ser... ¿En serio me viste? —Cubrió su rostro enrojecido, avergonzada.

—Lucías adorable —aseguró, para quitar con suavidad las manos del rostro, y besar el pequeño lunar en la barbilla que la más baja tenía, siguiendo luego con sus labios en un contacto suave.

—Mmm... ¿Eso piensas? —Preguntó una vez se separaron, aún sonrosada.

—Sí —respondió Rin, con una sonrisa de medio lado.

—Tch —frunció sus labios, hasta que sonrió fugazmente, recordando la sorpresa que le tenía al más alto—. Ah... Mira, prueba esto, hice una pequeña modificación a la receta de mamá —avisó emocionada, para tomar la bandeja e invitarlo a probar.

—Hm —se dispuso a tomar una de las tiernas galletas en forma de corazón, para así dar su veredicto—, está buena —opinó con notable satisfacción, y procediendo a comer un par más.

—Claro, las hice pensando en ti —confesó, pues casi y había soñado con el sabor de la nueva receta, esperando buenos resultados, ya que era una perfeccionista—. Me alegra que te gustasen. Quizá fui un poco cursi con la forma, pero se me hizo... lindo.

—No fue cursi, me gustó, en serio gracias —aseguró el de cabellos rojos, para acariciar una mejilla ajena con dulzura—. ¿Y estas otras? Mmm, tienen un sabor familiar, pero ¿Las hiciste tú? También son buenas, aunque... No lo sé, no es el mismo sabor —dijo, intrigado.

—¿Ah? No, no, es la receta de Rei-san, recreó unas para ayudarme —contó ella, riendo un poco, pues tenía razón, los estilos de ambos tenían ciertas diferencias, y le gustaba que su novio fuera tan detallista como para notar aquello.

—¿Vino para acá? Es extraño, no me lo conseguí... —expresó el atleta, algo extrañado— Luego sería agradable ver a los chicos —dijo después, anhelante.

—Estuvo aquí con Nagisa, y bueno, se fueron hace rato ya, iban a comprar unas cosas —explicó Sayuri, encogiéndose de hombros—. Ah, ellos están bien, se la pasan entrenando, justo como alguien que conozco ¿No, honey?

—La práctica hace al maestro, baby —respondió él, orgulloso—. Pero hay algo que no entiendo, ¿qué tienen de malo tus galletas? —Cuestionó, pues no veía razón para cambiarlas— Son deliciosas.

—Um, bueno, quise... Hacerlas más aptas para ti, pensé que no eran muy sanas para un atleta. Así que, las modifiqué un poco —defendió con sinceridad, pues también le importaba no crearle un vicio que pudiera desequilibrar mucho su dieta, ni obligarlo a comer sus dulces solo por no hacerla sentir mal.

—Sayu... —el Matsuoka sonrió ampliamente, enternecido, para atraer a la fémina hacia su pecho, y entonces abrazarla, posteriormente depositando un beso en su cabeza.

—Es un placer —insistió ella, correspondiendo el abrazo.

—Ah, espera. Estas tienen algo curioso, déjame ver —habló de pronto Rin al divisar unas galletas en forma redonda que lucían ligeramente más tostadas que las demás—. ¿Acaso fue un experimento?

—¿Ehhh? Es extraño que lo digas, pero está bien —accedió, buscando una toalla para limpiar un poco su área de trabajo—. Espera, ¿las de la esquina? Rin, ¡no las... comas! —Advirtió algo asustada, pero ya era tarde. Luego, solo se sintió el silencio, hasta que el varón terminó por reír tanto por la sorpresa, como al ver el rostro conmocionado de la contraria.

—¿Qué fue eso? —Interrogó, a sabiendas que aquello no había sido producto de Sayu, ya que el sabor era a duras penas tolerable, y si lo era, un accidente debió ocurrir en algún momento.

—Esas las preparó Nagisa. Mamá, Rei y yo pensamos: "¿Qué puede salir mal?" Pero... Se pasó de azúcar y también quedaron secas, así que están incomibles —comentaba ella, recordando lo sucedido y riendo también como consecuencia, ya que su amigo rubio se había entusiasmado mucho.

—Eso lo explica —asimiló Rin, negando con la cabeza.

—Ten, un poco de té —terminó por ofrecer la fémina, para que su pareja pasara el sabor de las galletas experimentales del Hazuki.

—Gracias.

El de mirar rojizo procedió a beber lentamente su té, hasta que se detuvo, y unas risas se le escaparon. La verdad era que podía imaginar fácilmente a Nagisa intentando cocinar, con el fervor que lo caracterizaba y algo de harina en el rostro, cabello, manos y ropa, toda la escena le hacía mucha gracia.

—¿De qué ríes? —Inquirió ella, ladeando un poco la cabeza.

—Nada, nada —dijo el más alto, para palmear suavemente la cabeza ajena y luego terminar su té.

Sayuri no pudo evitar pensar en que amaba ver a Rin reír, por lo que una sonrisa enternecida surcó sus labios. Cómplice, dejó su música seguir, esta vez siendo el turno de Elvis Presley con 'Burning Love'. Ella extendió una mano hacia él, y lo invitó a decorar con ella mientras bailaban, algo a lo que él no se negó.

Se movían grácilmente siguiendo la música del Rey, y de vez en cuando comían o jugaban un poco con el glaseado, dejando así el rostro del otro un poco sucio, a veces para limpiarlo con un beso.

—¡Estoy en casa! —Se oyó de la señora de la casa.

—Oh, ¿ya es la hora de probar las galletas de Sayu-chan? —Interrogaba Nagisa con emoción, mientras él y su amigo ayudaban a la mamá de Sayuri con algunas bolsas.

—Nagisa-kun, deberíamos irnos —insistió Rei, también asistiendo.

—Creo que regresaron —dijo por lo bajo la de cabellos castaños.

—Eso veo... —el Matsuoka rió.

—¡No, me niego! ¿Y perderme ser el juez? —Protestaba Nagisa— ¡Sayu-chan dijo que sí! —Recordó, inflando sus mejillas después.

—Luego podrás probarlas —insistió el de lentes en voz algo baja mientras caminaba, pues no quería molestar.

—Bueno... —Se rindió el enérgico.

—No se preocupen. Pasen, es justo que vean cómo quedó todo —habló la mayor, con autoridad y una sonrisa suave. Los invitó con mucha familiaridad y calidez, pareciendo quizá algo informal, evidenciando un poco su origen extranjero.

—Hola chicos —saludó Rin, acercándose a la sala.

—¡Aaaah! ¡Rin-chan! —Se sorprendió el varón más bajo, abriendo la boca en un gesto de alegría.

—Hola, Rin-san —siguió Rei, educado como era costumbre.

La mujer procedió a alzar las bolsas que tenía en el piso, para llevarlas a la cocina.

—¿Puedo ayudarla, Iwahara-san? —Se ofreció el de Samezuka, ante lo que su suegra asintió.

—Ah, tan dulce como siempre, gracias —felicitó la Iwahara mayor, accediendo—. Está bien, vamos a la cocina —invitó, para dejar las compras en donde correspondía.

—Hey, Rin-chan, y ¿te gustó todo? —Curioseó Nagisa, con sus ojos rosáceos brillando.

—Por supuesto, fue algo muy agradable —respondió el de cabellos rojos de forma apacible, pues se había sentido muy halagado por el detalle.

—Hice bien en pedir ayuda a los chicos —reconoció una vez más la fémina menor.

—Naturalmente —dijo Rei, orgulloso.

—Los felicito, casi todo quedó en su punto —intervino la progenitora de Sayu.

—¡Sí~! —Celebró el Hazuki, alzando involuntariamente sus brazos.

—Nagisa, debes trabajar un poco en seguir las recetas y proporciones —observó la repostera con gentileza—. Pero sé que fuiste un muy buen ayudante para Rei.

—Entendido, Iwahara-san —aseguró el de cabellos rubios, en un tierno gesto ocasionado por su descuido.

—Creo que voy a tener que esconder esto de Momo... Otra vez —reconoció el Matsuoka, rememorando un poco el pasado.

Y así, los jóvenes pasaron la tarde entre risas, jugueteando y haciendo una cata de las galletas, en la que varias veces usaron las del Hazuki como castigo, viendo un claro ejemplo de distracción e inexperiencia, o... Quizá había sido la intención inicial, como parte de una broma, del rubio de baja estatura, pero eso sería algo que ninguno de los presentes descubriría.

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