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II

Violet se encontraba sentada en la punta de un sofá, jugando con su cabello de manera nerviosa.

Vanya estaba al otro lado de este y aunque se habían dedicado una cordial sonrisa al verse no habían intercambiado palabra.

La sala estaba llena de una tensión que ninguno se atrevía a romper, todos menos Klaus, que estaba haciéndose unas bebidas alegremente.

Finalmente, tras lo que parecieron ser años desde el punto de vista de Violet, Luther se levantó.

-He pensado en hacer algo sencillo. Salir fuera y decir unas palabras en el sitio favorito de papá.

Violet alzó una ceja extrañada, no teniendo ni la más remota idea de cuál era el sitio favorito de Reginald.

Allison pareció pensar lo mismo que ella, puesto que preguntó confusa.

-¿El sitio favorito de papá?

Luther asintió.

-Ya sabéis, debajo del roble. Papá y yo solíamos sentarnos allí. ¿No lo hacía con vosotros?

Violet no lo pudo evitar y dejó que una risa se escapara de sus labios. Tan sólo el pensamiento de Reginald siendo mínimamente amable con ella le resultaba gracioso.

Luther frunció el ceño y miró a su hermana enfadado, dispuesto a comenzar una discusión, pero por suerte Klaus apareció con su bebida, sentándose entre Vanya y Violet y fumando un cigarro.

-¿Habrá comida? ¿Té? ¿Bollos? Los sándwiches de...

-No. - Interrumpió Luther. - Y apaga eso, papá tenía prohibido fumar.

Violet rodó los ojos y afortunadamente alguien interrumpió a Luther una vez más.

-¿Esa es mi falda?

Preguntó Allison mirando la vestimenta de su hermano.

-Sip.

Dijo este dando un giro y entregando su cigarro a Violet, quien le dio una calada.

-No es mi favorita, pero deja respirar las... partes.

Violet sonrió y le devolvió el cigarro a su hermano tras darle una última calada.

-Basta, aún tenemos cosas importantes que discutir.

Intervino Luther.

-¿Cómo qué?

-Como la manera en que murió.

Violet frunció el ceño ante las palabras de Luther, no entendiendo de que demonios estaba hablando.

Diego rodó los ojos.

-Y ya empezamos.

-Pero no lo entiendo, ¿no se supone que papá murió de un infarto?

Preguntó Vanya confusa.

-En teoría.

Contestó Luther. Y en ese momento Violet desconectó de la conversación, no estando interesada en los delirios de su hermano.

Pero su atención reconectó con la escena al escuchar las palabras de Diego.

-¿No es obvio? Cree que uno de nosotros mató a papá.

Violet abrió los ojos con sorpresa, no se habría esperado eso ni siquiera de Luther, cuyo silencio sirvió de respuesta al resto.

-¿Cómo puedes pensar algo así?

Dijo Vanya dolida.

Luther se encogió de hombros.

-No es ningún secreto que muchos de vosotros le guardáis rencor. Además todos sabemos de lo que Violet es capaz.

La nombrada se levantó del sofá.

-¿Qué estás insinuando? ¿Qué yo maté a Reginald?

Luther dio un paso adelante, no dejándose intimidar por la nueva actitud de su hermana.

-Como he dicho antes, todos sabemos de lo que eres capaz y también sabemos que le odiabas, ni siquiera eres capaz de llamarle tu padre.

Violet sintió como su corazón comenzaba a acelerarse y las voces empezaban a llegar a su cabeza, como cada vez que se ponía nerviosa. Tomó una gran respiración y enfrentó a su hermano.

-Jamás llamaré mi padre a un hombre que me maltrató a mi y a mis hermanos, pero tampoco le mataría nunca, no soy el monstruo que os pensáis que soy.

Y dicho esto se dio la vuelta y salió de la sala a paso rápido.

Un silencio tenso volvió a instalarse tras la salida de la pelirroja, en el que ninguno de los hermanos se atrevió a decir nada.

Finalmente Diego se puso de pie y comenzó a andar hacia la salida.

-Gran manera de liderar número uno.

Fue seguido de sus dos hermanas y de Klaus, quien se fue no sin antes añadir.

-Espera un momento Luther, voy a matar a mamá y ahora vuelvo.

~*~*~

Los pasos de Violet la llevaron a su antigua habitación, donde se dejó caer de en su cama y enterró su rostro en la almohada.

No debería haber venido.

Ese era el único pensamiento que rondaba su cabeza, se odiaba a sí misma por haber tenido tan siquiera la más mínima esperanza de que las cosas no serían igual que la última vez.
Pero lo cierto era que no había esperanza en Luther, su hermano nunca había mostrado un ápice de empatía hacia ella.





-¡Número uno, número ocho. Venid aquí!

Una Violet de unos doce años dejó su cuaderno de dibujo y comenzó a andar lentamente hacia la voz de Reginald, con la esperanza de no llegar nunca.

Cuando entró al salón de la academia, Luther y Reginald ya se encontraban allí.

-Llegas tarde a tu entrenamiento número ocho. Hoy número uno va a ayudarnos.

El nombrado sonrió orgulloso hacia su padre, contento de que este requiriera su ayuda.

Los hermanos se sentaron uno frente a otro, siguiendo las indicaciones de Reginald.

-Número uno, cuando yo lo diga usarás tu superfuerza para apretar las muñecas de número ocho. No quiero que pares e iremos aumentando la fuerza a medida que yo lo vaya indicando. Número ocho, tu tarea será meterte en su mente y hacer que se detenga.

La pequeña pelirroja asintió temblorosa. La capacidad de meterse en las mentes de los demás era algo que habían descubierto hace a penas unas semanas en una misión y que ella odiaba, ya tenía bastante con tratar de mantener los pensamientos del resto lejos de su cabeza como para encima tener que lidiar con otra cosa más.

-Uno, dos, ¡tres!

Luther comenzó a apretar las muñecas de Violet y esta sintió el dolor casi de inmediato. Trató de calmar sus nervios y cerró sus ojos intentando entrar en la mente de Luther.

-Aumenta la fuerza número uno.

El nombrado no dudó y el dolor en las muñecas de Violet aumentó, comenzando a cortar su circulación.

-Para por favor, no siento las manos.

Suplicó en voz baja, aún tratando de que sus poderes funcionarán.

-El dolor parará cuando consigas dominar tu habilidad. Aumenta la fuerza número uno.

Esta vez, Violet soltó un grito de dolor al sentir las uñas de su hermano clavarse en su piel y abrir heridas.

-Luther por favor.

Suplicó de nuevo, esta vez con lágrimas cayendo por sus mejillas.

-Aumenta la fuerza.

Sangre comenzó a correr por las muñecas de Violet, quien comenzó a sollozar.

-¡No! ¡Para por favor! ¡Luther! ¡BASTA!

Violet abrió sus ojos y estos eran completamente de color blanco.

-¡Basta!

Volvió a repetir al ver como Luther se resistía a soltarla.

-¡Suéltame!

Las manos de Luther se separaron de sus muñecas como si estás quemaran para luego caerse de la silla.

-Buen trabajo número ocho.



Un escalofrío recorrió la espalda de Violet, recordando aquella tarde y como Luther no dudó en hacerla daño.

Acarició sus muñecas, observando algunas cicatrices que aún quedaban en ellas de ese día.

Definitivamente no podía esperar nada más de Luther.

Cerró sus ojos aún en su antigua cama, sacando un cigarro de su bolsillo y encendiéndolo cuando una melodía llegó a sus oídos.

Violet dio una calada y sonrió suavemente, reconociendo la canción que conocía de su infancia.

Se levantó de su cama y comenzó a bailar de un lado a otro de la habitación, dando vueltas con los brazos extendidos hacia arriba y los ojos cerrados.

Pero desafortunadamente, un gran estruendo interrumpió su momentánea calma.

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