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Dos.

(Hola, les traigo la actualización de esta semana, es algo extensa por lo que +350 comentarios para la siguiente actualización🫰🏻❤️)

El fango provocó que las botas negras que usaba ese día se mancharan con lodo que probablemente no saldría con facilidad.

El frío le calaba los huesos a pesar de usar más de tres abrigos, guantes y gorros, pero el frío de Bulgaria era espantoso y más en esas épocas.

Se sentía cansado, desesperado e inservible.

Llevaban ya casi una semana con esa búsqueda y no lograban encontrar ni un rastro de su mellizo o del rubio idiota, era como si se la tierra se los hubiera tragado, aumentando su nerviosismo.

Todos estaban seguros que el culpable era Deyan Granger-Kum, ese maldito que parecía empeñado en lastimar, especialmente a Anired, de cualquier manera, posible.

Temía lo que le pudiera a hacer a Regulus, al igual que a Maxence, quizá en esos momentos no toleraba mucho al último, pero sabía muy que, si algo le pasara, tanto su hermana como el tío Jerome sufrirían.

—Ya revisamos toda la zona—la voz de su tío Harry provocó que lo mirara, iban acompañados de otros dos aurores, al igual que su padre, tío y Louis—, no hay nada, hemos buscado en todos lados, pero este lugar se encuentra completamente vacío.

Fred pasó la mano entre su cabello, completamente preocupado por esos dos niños, porque sí, ante sus ojos Regulus y Maxence eran solo unos niños que se encontraban en completo peligro que día con día se volvió mucho peor, asustado al no saber de lo que Deyan era capaz.

Nunca llegó a creer que una persona, a la que conoció desde que era un recién nacido fuera capaz de causarle esa especie de daño a las personas que lo recibieron en su casa y lo trataron como alguien más de su familia.

—Llevamos tres de las propiedades de los Granger-Krum—comentó Fred con un titiritero en la voz debido al frío que era mucho peor que el de Londres—, ¿Cuáles otras quedan? ¡Deben de estar en alguna! ¡Los han buscado en Francia, Alemania, Rumania...Deyan no puede ir tan fácilmente de un lugar a otro, ni siquiera tiene dinero!

Fred se escuchaba desesperado y no era el único en esa situación.

—Quedan dos más en Bulgaria, probablemente estén en alguna—Harry trataba de lucir calmado, pero se encontraba igual de desesperado que todos los demás frente a él, como auror sabía que las primeras cuarenta y ocho horas eran las más importantes en un caso de secuestro, y justo en ese momento ya llevaban más del doble desaparecidos—, iremos a buscarlos...no croe que Deyan pueda huir tan lejos, más llevándolos a ellos dos.

—Tal vez sería mejor que nos separemos entre esas dos propiedades —comentó Louis, tenía el mismo semblante que su padre estando alerta de cualquier cosa—...podríamos darle prisa a la búsqueda...

—Pero—George Weasley interrumpió a su cuñado—, también es riesgosos, no sabemos qué es lo que nos espera en esas propiedades, como dijo Viktor han estado abandonadas por muchos años y sus padres anteriormente usaban hechizos protectores, al menos si vamos todos podremos ayudarnos.

—El tío George tiene razón, sumado a que no sabemos qué es lo que realmente planea Deyan o incluso, si es que alguien más lo ayuda.

Harry miró a su sobrino.

—¿Crees que alguien más lo esté ayudando?

George Sirius se encogió de hombros.

—Puede ser...me refiero, Deyan nunca fue exactamente fuerte...también, Regulus y Maxence son magos preparados por el ministerio, es extraño que él solo haya podido con los dos —miró a todos paulatinamente—, para mí que tiene alguien más que lo ayude.

—¿Y quién crees que sea esa persona?

George Sirius suspiró, no estaba seguro, pero algo dentro de él se lo decía.

—Hannah MoongBlaxott-Blyley—el nombre salió de sus labios con una mueca de enojo adornándole el rostro—, eran muy buenos amigos cuando estudiaban, probablemente ella le esté ayudando.

Fred maldijo internamente, pero antes de poder decir algo el celular en su bolsillo izquierdo comenzó a sonar, por lo que lo sacó de inmediato.

—¿Qué pasó? si soy yo—hablaba con el ceño fruncido—... ¿Cómo? a ver, cálmate, Mary Jenell que de esa manera no te entiendo y explícame todo —pidió, George Sirius, George y Louis pudieron notar como comenzaba alterarse al escuchar lo que fuera que le estuvieran diciendo por teléfono—... ¡¿Qué?! ¡¿Cómo que Anired no está en la casa Black?! ¡¿Cuándo se salió, quien la dejó salir?!... ¿Dónde dices que la vieron? ... ¡Voy para allá! —exclamó colgando y viendo a su gemelo—...tengo que volver de inmediato a la casa Black...Anired se escapó de la casa Black...ustedes sigan con la búsqueda...tengo que encontrarla antes de que Deyan se dé cuenta que está sola.

—Voy contigo—George Sirius se ofreció de inmediato—...te ayudaré, a lo mejor ella supo algo y por eso se escapó.

George Sirius conocía muy bien a su hermana, o quizá era porque eran más parecidos de lo que creían, sabiendo que si Anired supo algo de la ubicación de Regulus y Maxence sin duda habría partido hacia allá.

—Nosotros seguiremos con la búsqueda—George miró a su gemelo—, cualquier cosa les avisaré.

Fred asintió y se despidió de su hermano, hijo y cuñado, para caminar unos cuantos metros con George Sirius y desaparecer de ese lugar.

[...]

Siguió los pasos de su padre que acompañaba al auror.

—Dijo que tomaría una ducha —informó Elijah—, pero paso demasiado tiempo y Mary fue a buscarla, en ese momento nos dimos cuenta que no estaba, buscamos su varita, pero tampoco se encontraba —suspiro sintiéndose culpable por no haber puesto más atención—...no comprendemos cómo logró salir, ni siquiera el señor Sirius se dio cuenta.

Fred negó y suspiró.

—Al parecer Anired conoce por donde se escapaba Anirak cuando era joven —maldijo internamente por haber comentado más de una vez que su esposa se escapaba para verlo o que él se metía a la casa Black a escondidas por diversos pasadizos que había descubierto Anirak, temía por lo que pudiera pasarle a su hija—, no es culpa de nadie... ¿dónde dices que la vieron por última vez?

—En el departamento de misterio, se llevó el antídoto que estaba preparando...hay una chica que habló con ella.

Elijah los guiaba saliendo del elevador.

—¿Qué chica?

Cuestionó George Sirius.

—Es una rompe maldiciones, dijo que no sabía que Anired estaba en custodia por los aurores y que vino a buscar algo en el escritorio del hijo del Director de Seguridad Mágica —explicaba para dirigirse al departamento de rompe maldiciones—...pensó que nosotros sabíamos lo que estaba haciendo.

—¿Vamos con ella?

Elijah asintió abriendo la puerta, Fred y su hijo entraron detrás de él.

—Señorita Rosier —llamó Elijah ante la atenta mirada de los otros dos rompe maldiciones que se encontraban en el lugar, todos estaba apoyando en la búsqueda de Max y de Reg, por lo que solo unos cuantos se quedaban de guardia en la oficina, la castaña se acercó a ellos—...buenas tardes.

—Buenas tardes.

Saludo algo incómoda la castaña al sentir las miradas sobre ella.

—Señorita, ellos son Fred y George Sirius Black-Weasley, es el padre y hermano de Anired —explico rápidamente—, quieren hablar con usted.

Andrea los miro, eran casi idénticos, pelirrojos y altos, con una expresión de seriedad en el rostro, la única diferencia eran los ojos intensamente grises del más joven, que la miraban fijamente, cosa que causó que Rosier se sintiera intimidada.

—Si claro—la voz de la castaña era suave y educada, ya que nunca se imaginó estar frente a dos de los miembros de la familia Black-Weasley— ¿Cómo puedo ayudarlos?

—Anired estuvo aquí—soltó George Sirius—...dicen que fue con usted con quien habló por primera vez—le hablaba de manera educada, pero se notaba que no tenía mucha paciencia—... ¿Le dijo algo al respecto de dónde iría?

Rosier se mordió el interior de la mejilla dándose cuenta de lo preocupados que estaban, nunca pensó que la azabache estuviera actuando por sí sola para encontrar a Maxence y a Regulus, creyó que sus padres y aurores lo sabían.

—La encontré buscando algunas cosas en el escritorio de Maxence —señaló el mueble, era mejor decir la verdad, ya que podría ayudar de algo para encontrar el paradero de los tres—...buscó entre todas sus cosas...

—¿Qué era lo que estaba buscando?

Ahora fue Fred el que habló, su voz salió como orden, pero le urgía saber todo, que dos de sus hijos ahora estuvieran desaparecidos aumentaba la ansiedad y miedo.

Rosier lo mira alternando la mirada entre ambos, se sentía como una niña metida en problemas, pero es que realmente eran intimidantes, quizá por la altura o por esos rostros estoicos.

—Ella...Anired—al miro a los pelirrojo sintió que dijo algo erróneo por lo que rápido se corrigió—: quiero decir, la señorita Black-Weasley—la mencionó con educación, no eran amigas cercanas y la azabache era la hija de la ministra por lo que debía de hablar de ella con educación, más al estar frente a los miembros de su familia—...buscaba un viejo pergamino que guardaba Maxence...lo encontró en medio de una revista.

—¿Qué decía ese pergamino o de que se trataba?

Cuestiono George Sirius ya que le llegó un mensaje a su padre, quien estaba contestando en el celular.

—Era viejo, no decía nada, estaba mal doblado y solo tenía escrito en un lado el nombre de Moswen.

Explicó Andrea sintiéndose mal por no haber preguntado más, ya que de esa forma no era de mucha ayuda.

—¿Quién es Moswen?

Cuestionó Fred tecleando su celular.

—Es la mascota de Maxence—recordó el pelirrojo menor—...la gecko de color roja que luego esta con Anired...la que la otra vez se escondió en tu zapato y casi aplastas.

Fred asintió y sus ojos se iluminaron por unos segundos.

—Gracias, señorita —agradeció Fred—, pero, ahora tenemos que irnos—miró a George Sirius—...es tu madre la que me escribió, vámonos.

Fue lo único que dijo Fred para salir de ahí, George Sirius miró a la castaña por unos segundos.

—Gracias y perdón por interrumpir en sus actividades—le dedicó una educada sonrisa y miró a Elijah—...vienes, ¿no?

—Si...nos vemos, señorita Rosier.

Los dos varones se despidieron para seguir a paso rápido al pelirrojo mayor.

Andrea los miró alejarse, dándose cuenta que Anired y George Sirius se parecían demasiado, excepto porque el mayor era demasiado serio y cerrado, en cambio Anired sonreía con facilidad, aunque claro, que en esa situación nadie estaría feliz.

Pero, a pesar de eso, ambos eran jodidamente atractivos.

⚜⚜⚜

Sentía las muñecas arder, como si se hubiera cortado con algo, los párpados le pesaban y escuchaba ruidos, como si se trataran de quejidos y cadenas moverse golpeándose unas contra las otras repetidas veces.

Deseaba seguir durmiendo, pero el ruido no se lo permitió, obligó a sus cansados ojos abrirse, la vista la tenía borrosa, como si una nube le cubriera los ojos.

Lo último que recordaba fue que salió al estacionamiento para ir a buscar un abrigo al auto ya que a su madre le había dado frio, luego alguien le hablo y un objeto afilado le atravesó el abdomen, la sangre caliente recorrió la camisa guinda que estaba portando ese día, no logro ver quien fue, pero sabía que estaba a unos metros cuando el rubio idiota que estaba obsesionado con su hermana apareció y todo se volvió negro.

Parpadeo un par de veces logrando enfocar la mirada aun somnoliento, deseaba seguir durmiendo, pudo distinguir que no estaba en ningún lugar conocido, creyó que quizá se encontraría en un hospital, pero era más bien una especie de... ¿cueva?

No estaba seguro, pero hacía mucho frío y el olor a humedad reinaba en el lugar provocando que la nariz le picara.

La boca la sentía pastosa y seca, entre abrió los labios que se pegaron entre sí mismos debido a la deshidratación, el costado izquierdo del abdomen le dolía demasiado mezclado con ardor que no parecía cesar.

Nuevamente los quejidos y el sonido de unas cadenas moverse hizo que se percatara que sus muñecas eran rodeadas por unos grilletes estando sobre su cabeza, miró a su lado y vio al D'Acanto en la misma situación, engrilletado de los brazos siendo colgado de la pared soltando quejidos en cuanto la luz roja lo golpeaba por unos segundos.

Reconoció de inmediato de qué hechizo se trataba: la maldición cruciatus.

Su cuerpo no estaba bien, se encontraba demasiado cansado y le respondía con lentitud, pero logró ver a la persona frente a ellos, detrás de las rejas que los separaban.

Cabello castaño despeinado, ojeras y una mirada que no significaba nada bueno, parecía haber perdido la poca cordura que mantuvo alguna vez.

Los ojos verdes lo vieron por unos segundos, pero pareció ignorarlo para concentrarse en el rubio.

Nuevamente la luz roja golpeó en su pecho, Regulus no quería ni imaginarse cuánto tiempo llevaba de esa manera.

Maxence estaba sudado, pálido y ojeroso, parecía apunto de desmayarse.

Por unos segundos el alemán inclinó el rostro y el azabache pudo ver que vomitaba debido al dolor que experimentaba.

Una risa burlona salió de los labios del búlgaro.

—Mírate...siempre te lo dije —su voz no tenía ni una pizca de cordura, estaba completamente feliz y lleno de éxtasis por esa escena—...no eres nada a comparación mío, espero hayas disfrutado esa fantasía en la que trataste de vivir, bastardo —Regulus no comprendía muy bien de lo que hablaba, pero seguramente se debía de esa estúpida competencia que siempre estuvo marcada entre ambos cuando se conocieron—...finalmente Anired volverá donde siempre debió de estar, a mi lado.

Regulus alzó la mirada con desconcierto al escuchar el nombre de su hermana, recordando todo lo que provocó Deyan en ella, no quería que se acercara ni siquiera que la viera, movió los brazos e incluso trato de hacer una aparición que solo le causo dolor dándose cuenta que ese lugar tenía hechizos para no hacer apariciones, incluso las cadenas eran mágicas siendo más resistentes y ni sabía en donde estaba su varita.

—Cierra la boca —la voz de Max sonaba cansada, pero aún se notaba su enojo y amenaza en cada palabra—, no menciones a Anired con tu asquerosa boca —se removió causando que los grilletes volvieran a sonar—...si la llegas a tocar, juro que voy a matarte con mis propias manos.

Deyan frunció los labios para dejar ver una torcida sonrisa.

—Ni siquiera puedes moverte, Maxence —siseo jugando con la varita entre las manos—... ¿Qué me podrías hacer? Eres un inútil como siempre lo fuiste.

Regulus miró a Deyan, sin creer que él fuera capaz de hacer todo eso, sabía que estaba loco, pero era un imbécil, ni siquiera fuerte o lo suficiente bueno como para poder escapar de Azkaban.

Se preguntaba si Hermione lo había ayudado, sabía que esa mujer era capaz de cualquier cosa por su hijo, aunque le sorprendía que hubiera llegado a hacer algo tan bajo como eso.

—Anired te odia —Maxence lo miraba fijamente—... ¿Por qué te empeñas en arruinarle la vida? ¡Ya la has hecho sufrir demasiado, la golpeaste, la destruiste psicológicamente, incluso terminó en medio de un maldito trastorno alimenticio por tu culpa!

Gruño Maxence, estaba colérico sin comprender porque Deyan era de esa manera con Anired, ¿qué era lo que quería al hacerla sufrir?

Anired nunca había sido una mala persona como para merecerse algo como eso, el solo recordar las veces que la vio llorando por culpa del castaño, cuando se dio cuenta de los golpes en el delgado cuerpo o de escucharla dar testimonio de todo lo que Deyan la hizo sufrir aumentaba su odio contra el búlgaro, deseando con todas sus fuerzas que muriera en ese momento o matarlo con sus propias manos para que no volviera a dañar a la azabache.

Regulus se encontraba en la misma situación que el alemán, sin comprender porque Deyan era de esa manera, lo había conocido desde que eran unos niños, jugaron muchas veces juntos, nadie lo trato mal, por el contrario, si se metía en algún problema trataban de ayudarlo, y ni decir de Anired quien desde niña le brindó todo su cariño.

¿Entonces por qué Deyan trato de esa manera tan horrible a Anired?

Quizá era una pregunta que nunca tendría respuesta, o bien, Deyan siempre había estado dañado de una u otra manera.

—Maxence, Maxence —chasqueo la lengua—...si tú nunca hubieras aparecido nada eso habría pasado, tú fuiste la persona que arruinó las cosas —acusó mirándolo con desdén, Regulus no entendía cómo es que Maxence podría ser culpable de las acciones causadas por el búlgaro—...si no te hubieras metido en la relación que tenía con Anired...ella y yo estaríamos casado y con la vida que siempre planeamos...te tuviste que meter como la maldita humedad entre nosotros, buscándola siempre como un vil perro rastrero detrás de ella, metiéndote en los asuntos de pareja...¡Si nunca hubieras ido a Hogwarts nada de eso habría sucedido!

Max apretó la mandíbula, últimamente se daba cuenta que las pequeñas acciones podían cambiar cualquier clase de futuro como lo había visto en esas extrañas visiones.

¿Si él nunca hubiera conocido a Anired, ella no habría sufrido todo el maltrato que pasó?

Esa duda lo invadió, pero su lado consciente respondió por él.

Habría sufrido igual, porque Deyan era el único culpable de todo y no él, todo fue decisión del búlgaro, quien siempre de una u otra manera la hacía sufrir.

—¡¿Te estás escuchando?! ¡Aunque no la hubiera conocido tú la habrías dañado tal y como lo hiciste! —solo con las pocas fuerzas que aún le quedaban—... ¡Él único culpable de todo fuiste tú, quien sabe cuánto tiempo habrás pasado engañando a Anired con Stella! ¡A Anired siempre la hiciste a un lado, sin importarte todo lo que ella sufría, solo la usabas para ser popular o para que al menos la gente te volteara a ver, porque siempre lo has sabido, sin ella no eras nadie!

—¡Cierra la boca!

Regulus tuvo que voltear el rostro al escuchar el desgarrador grito que soltó Maxence cuando nuevamente la luz roja lo golpeó de lleno, se sentía impotente al no poder hacer nada para ayudarlo.

La tortura duro unos minutos más, Deyan escupió y se alejó con esa sonrisa torcida disfrutando de todo lo que hacía, estaba completamente alegre de tenerlos de esa manera.

—¡Hey...Max! —llamaba el azabache—...oye... ¿estás bien?

Max tenía la respiración agitada, empapado en sudor y el cuerpo le temblaba lentamente denotando la enorme tortura que llevaba superando.

—¿Al fin despertaste, bello durmiente? —pregunto sarcásticamente con la voz quebrada—...creo que es suficiente por ahora.

—¿La tortura te ha vuelto loco y dices incoherencias? Bueno, creo que esas son normales en ti.

A Regulus le agradó Maxence cuando lo conoció, era divertido y su sarcasmo le agradaba, pero eso desapareció cuando su hermana lloro por primera vez por ese rubio idiota.

Saber que la lastime de alguna manera lo hacía odiarlo al igual que sus celos de hermano mayor, porque sabía muy bien que Anired, a pesar de todo, lo quería y temía que el alemán terminara apartando a la azabache de su familia, porque le atemorizaba que en cualquier momento Anired dijera que quería irse a vivir con él o peor, casarse, dejando de vivir en la misma casa y esa buena vida familiar que tenían llena de amor y unidad.

Pero, fuera de eso no tenía nada en contra de él, tal vez si las cosas se hubieran dado diferente hasta podría ser buenos amigos.

—Regulus —hablo el alemán tratando de controlar la voz que aún le temblaba—, Deyan nos envenenó.

—¿De qué hablas?

Giro el rostro viéndolo con los ojos rebosantes de confusión.

—El veneno es el mismo que le dieron a los aurores que están inconscientes en San Mungo y, estoy seguro que es el mismo que me dieron cuando pasó todo eso...

Maxence deseaba nunca haberle dicho esas cosas horribles a Anired, esas cosas que nunca pensó y mucho menos creyó.

—¿Cómo sabes eso? ¿Por qué estás tan seguro que es lo mismo? Esa vez...probablemente te drogaste o el alcohol fue el que te afectó de esa manera.

Maxence chasqueó la lengua.

—Deyan me lo dijo —recargo la cabeza en la pared, se sentía cansado por la tortura y al tener los brazos engrilletados sobre la cabeza—...no fueron ni drogas o alcohol—sentencio de manera seria—, ni ebrio o drogado le habría dicho esas cosas a Anired...porque nunca las pensé y mucho menos la creí...yo no quería herirla de esa manera...Anired nunca se merecería algo como eso—suspiro—, sé que tal vez no me creas y lo entiendo, pero justo ahora debemos de encontrar una manera de salir o de eliminar el veneno que tenemos dentro.

—¿Cómo piensas hacer eso? —movió las manos dejando que el ruido de las cadenas golpeando entre sí se hiciera presente—, por si no te has dado cuenta...estamos encadenados, sin varitas y este mugre lugar tiene hechizos anti apariciones y anti magia...si tienes otra idea acepto escucharla...

—Para el veneno...una forma de expulsarlo es...vomitando —miro al azabache que tenía el ceño fruncido—, aquella vez no me afectó tanto porque lo vomite gracias al alcohol y porque me hicieron un lavado de estómago—arrugó el entrecejo al recordar esos horribles días—...provoque a Deyan para que me torturara —confesó—, el dolor me hizo vomitar y quiero creer que ya saque una gran parte.

Regulus asintió, el veneno no le preocupaba tanto, sabía que gracias a la cantidad de elixir de la piedra filosofal que estaba en su sistema debido a la última vez que lo tomo como prevención ante el envenenamiento de los aurores, no podría ser envenenado o al menos eso quería creer.

—Bueno, tenemos que lograr quitarnos esto —señaló las cadenas con la cabeza —... ¿Tienes alguna idea? Digo, eres el rompe maldiciones, debería de ser pan comido para ti.

Maxence soltó un gruñido y negó.

—Es más difícil de lo que creí—confesó—, tienen magia que no me permite hacer mucho...y ni siquiera tengo algo con que lograr forzar el seguro.

De repente, como si una luz se hubiera encendido en la cabeza de Regulus, el azabache recordó algo que llevaba en el bolsillo derecho del sucio y luido pantalón que portaba, que anteriormente era de color negro y formal, esperaba que al menos el imbécil de Deyan no se lo hubiera quitado.

—En mi bolsillo derecho —Max lo miró con curiosidad—...tengo una navaja suiza que me regaló mi papá, si es que Deyan no la saco, podríamos usarla para forzar las cerraduras...solo...que no llegó.

Maldijo internamente, por más que lo intentara nunca podría sacarla de donde la guardaba, era una cosa imposible.

Max sintió perder todas las esperanzas, comenzando a frustrarse más cada que recordaba su anterior visión o sueño, tampoco quería contarle a Regulus lo que vio, una porque seguramente lo tacharía de loco, y dos si le creía, conociendo al azabache comenzaría a alterarse y las cosas podrían salir aún peor, claro si había algo peor que dejar que Anired sufriera todo lo que observo en el futuro, prefería quedarse ahí y que Deyan lo torturara hasta la muerte antes de permitir que se volviera realidad esa visión.

Algo frío golpeó su pecho, subiendo lentamente.

Abrió los ojos con sorpresa, reconociendo esas pequeñas pisadas y guio la mirada hasta su hombro izquierdo.

—Eso —la voz de Regulus llamó su atención—... ¿por qué tienes una cucaracha mutante en el hombro?

Maxence puso los ojos en blanco y sonrió al ver a Moswen, su gecko, con él.

—No es una cucaracha, cabeza de maní, es un gecko...Moswen.

Agradeció que el pequeño animal lo siguiera a todos lados.

Nunca supo cómo, pero la gecko comprendía perfectamente lo que él decía al igual que a Anired, era como si tuviera una especie de conexión especial con ambos.

El alemán siempre lo había dicho, fue ella quien lo escogió a él y no al contrario.

Y al parecer, Moswen también escogió a Anired, porque fue la primera en buscar a la azabache en ese enorme y viejo castillo.

Los brillantes ojos de Moswen miraron a su dueño con curiosidad, sin comprender porque estaba de esa manera.

—Necesito que hagas algo por mí, Moswen.

Sonrió el rubio sabiendo que Moswen era muy buena haciendo todo lo que le pedía, era muy probable que con ayuda de su gecko tuvieran una mínima oportunidad para salir de ahí y evitar ese horrible futuro que parecía más cercano con cada minuto que pasaban en ese horrible lugar.

[...]

Caminaba alrededor sobre su propio eje formando un círculo invisible que marearía a quien lo estuviese viendo.

—Si esto sale mal, él nos dejara de ayudar —sentenció sin dejar de caminar aumentando la molestia del castaño—...escuchaste muy bien lo que dijo respecto a esa niña.

Deyan soltó un suspiro de aburrimiento para morder la manzana en su mano, estaba recargado en unos viejos costales llenos de hierbas que utilizaban en la alimentación del ganado sobre ellos de manera despreocupada.

—Vamos, Hannah, no seas tan aburrida y déjame divertir —sonrió—...él no se va a enterar de nada...claro, al menos que tú se lo digas...no me echarás de cabeza, ¿o sí?

Cuestiono enarcando la ceja izquierda y viéndola con intensidad en los verdes orbes.

—Él se dará cuenta—dejó de dar vueltas mirándolo sin comprender la obsesión que tenía el búlgaro por la azabache—...de por sí, no está muy feliz sabiendo que es muy probable que esa niña se haya metido con el rubio, como para que ahora quieras acostarte con ella.

Deyan arrugó el entrecejo al escuchar las palabras de Hannah.

—¿Y por qué tengo que dejar que él se la quede? —Deyan no parecía hablar de una persona, sino de un objeto sin sentimientos—...yo hice casi todo el trabajo sucio, y él se queda con el premio mayor, como que no me agrada eso.

—¿Tú? ¿Hacer el trabajo sucio? —una sonrisa burlona adorno los labios de Hannah—...sabes que, si él no te hubiera ayudado, nunca habrías podido con ellos, fue porque intervino que lograron traerlos y tenerlos inconscientes tanto tiempo.

Deyan viro los ojos.

—¿Me vas a decir que ahora estás enamorada de él? —se burló al ver como Hannah no respondía nada—...sabes muy bien que nunca te hará caso, está obsesionado con Anired.

Hannah no estaba enamorada del hijo de Pierre, pero no era tonta y sabía que le convenía más tenerlo de su lado que a Deyan, quien solo era un peón en ese juego.

Siendo sinceros, Deyan era un bueno para nada, al no tener ya ninguna clase de poder en el mundo mágico o tan siquiera poder actuar con total libertad ya no servía para nada, porque ni en sus mejores sueños habría podido ganar en un duelo a Maxence y Regulus, si no fuera porque el mayor intervino las cosas no habría salido como lo planeado.

Hannah no comprendía muy bien la obsesión de esos dos hombres por Anired, quizá sí, era guapa, pero fuera de eso, no encontraba por qué darían lo que fuera por tenerla.

Al inicio creyó que el hijo de Pierre solo la quería porque sería una forma de herir a los miembros de la familia Black-Weasley, Lyssane y Lyssandre, pero les dejó claro que no quería que la hirieran, por lo que había algo más allá de eso.

La rubia los ayudaba, ya que de esa manera podría liberar de Azkaban a su padre y finalmente cumplir con la promesa que le hizo a su tía Ellie: destruir a los Black-Weasley y ver suplicar a Anirak, era eso lo que la mantenía de pie a pesar de que las cosas cada vez estaban más de la mierda.

—Si la lastimas las cosas saldrán mal para ti—volvió a advertir, recordando claramente las palabras del hijo de Pierre y como amenazó con matarlos si la azabache tenía el mínimo rasguño—, si en tus planes está acostarte con ella, espero y te guste estar enterrado tres metros bajo tierra.

Deyan puso los ojos en blanco.

Era claro que él no entregaría a Anired, la quería para él, como siempre debió de haber sido.

Obtendría un poco de todo lo que merecía, Anired sería suya, cada suspiro de ella, cada parte de ella le pertenecía, y Deyan estaba dispuesto a reclamarlo aún si tuviera que arriesgar la vida en eso lo haría.

Ya había sido suficiente con permitir que el alemán idiota la disfrutara, no dejaría que nadie más la manchara.

Hannah lo miro, no se parecía en nada al Deyan que conoció en el colegio, ahora se encontraba más delgado, despeinado, con ojeras marcadas y una mirada vacía, ni mencionar que se notaba a leguas la poca higiene que mantenía, la locura lo estaba consumiendo poco a poco hasta dejarlo en la vil mierda.

—¿Estás seguro que vendrá? —al ver que Deyan estaba sumido en sus pensamientos decidió tocar un tema que sin duda le interesaría al castaño—...no te respondió la carta, ni siquiera tu pajarraco volvió...tal vez ya hasta le habrá contado a alguien de lo que le enviaste.

Deyan chasqueo la lengua y negó.

—No, tengo algo que Anired quiere —sonrió parándose recto—, y estoy seguro que vendrá por eso, conociéndola ya estará en camino, no traerá a nadie porque sabe que si no su querido Max y su amado hermano pagarán las consecuencias.

La había conocido casi desde que nacieron, crecieron juntos por lo que conocía perfectamente su manera de ser.

Especialmente, que Anired siempre ponía a los demás por delante de ella, y si el precio para que Maxence y Regulus estuvieran a salvo era ella misma, sin titubear o temer lo pagaría.

—Lo mejor es que vigiles los alrededores —pidió Deyan, buscando una manera de distraer a Hannah, ya que no confiaba en ella y era evidente de que sus planes de tener a Anired para él serían frustrados—...si ves que alguien se acerca has que se desvíe, aunque esta propiedad tenga un hechizo que permite mantenernos oculto, estoy seguro que los están buscando, por lo que no sería raro que algún auror se encuentre a las afueras.

Para mala suerte de la rubia, Deyan tenía demasiada razón y no quería arriesgar a arruinar todo, por lo que soltó un gruñido para acomodarse la capa y tomar la varita en mano.

—No hagas ninguna estupidez, Deyan.

Hannah sabía que Deyan en cualquier momento haría una tontería, quería evitar eso, solo esperaba que el hijo de Pierre pronto llegará para poner orden y controlar al búlgaro.

La mujer le dio una última mirada al Granger-Krum para acomodarse la capucha y caminar a la salida siguiendo las órdenes de Deyan.

Los labios del castaño se curvaron en una sonrisa torcida, demostrando un poco de la locura interna que lo reinaba en esos momentos.

Llevó la mano a su bolsillo izquierdo en donde sintió la varita y decidió volver a donde estaba Regulus y Maxence, antes de que llegara Anired se podría divertir un gran rato torturando a esos dos idiotas, había pensado en matar al alemán, pero sabía que ese veneno inyectado en los corazones de ambos se encargaría de ellos en cuestión de unas horas más.

La humedad reinaba en el ambiente volviéndolo más frío, Deyan maldijo por lo bajo, solo tenía una delgada playera, estaba acostumbrado al frío de Bulgaria, del cual se cubría con enormes abrigos de piel, y ahora no tenía nada.

Esperaba recuperar todo lo que perdió, después de que tuviera a Anired a su lado las cosas serían tan fáciles.

Ya se podía ver nuevamente en la gloria.

La sonrisa se hizo más grande con tan solo pensar en eso, finalmente se detuvo frente ese horrible calabozo en el que estaban encerrados.

Se hacía miles de escenarios en la cabeza, en todos él estaba nuevamente en la gloria, siendo la persona más popular y los que había causado su caída recibían un buen castigo.

Era una excelente visión que haría realidad, solo tenía que llevar a Anired con él.

Miro a los dos varones con diversión notando como Maxence trataba de quitarle los grilletes mágicos al azabache, al parecer había logrado zafar el seguro, pero ni con eso lograrían escapar.

Había colocado hechizo anti apariciones y dentro del calabozo un hechizo para que no pudieran usar ninguna especie de magia, y era él el único que tenía la varita, tenía el control de sus vidas con las que podría terminar en cuanto lo decidiera.

—Me sorprende que uno sea rompe maldiciones y el otro auror —la voz de Deyan causó que Maxence lo volteara a ver, había logrado quitarle un grillete a Regulus, pero aún faltaba el otro—...pensé que eran más listos o que al menos tratarían de idear cómo huir, pero solo son estúpidos.

—Mira quien habla —Maxence trataba de aparentar seguridad, pero realmente estaba asustado por lo que podría pasar, temía que lo matara y no poder cambiar ese horrible futuro que parecía esperar por Anired—, sabes muy bien que dentro de poco te encontrarán, Regulus es hijo de la Ministra y mi padre es el Director de Seguridad Mágica, ¿crees que te dejaran salir con la tuya?—no sabía que más hacer o decir, pero necesitaba al menos ganar un poco más de tiempo en lo que el azabache a sus espaldas lograba liberarse del grillete en la muñeca izquierda—, estoy seguro que a estas alturas tus padres ya habían dicho dónde podrías esconderte...solo es cuestión de tiempo para que finalmente estés en Azkaban, que es el lugar al que pertenece una escoria como tú.

Probablemente lo estaba provocando demasiado, pero ya no tenía otra opción, en su estado podría aguantar un poco más de tortura, si conseguía más tiempo quizá Regulus podría encontrar una manera de escapar y de mantener a Anired a salvo.

—No estás en condiciones de decir eso, Maxence —se acercó más, manteniéndose al otro lado de los barrotes, le molestaba esa actitud del alemán que parecía mantenerse recto aun sin inclinarse hacia él—...es gracioso, si hubieras sido distinto y no poner tus asquerosos ojos en algo que ya tenía dueño, pudimos ser buenos amigos, porque tenemos más cosas en común de lo que crees.

—Sí, y una de ellas es la obsesión por mi hermana.

Comentó Regulus ganando una mala mirada de Maxence, quien trataba de mantener la atención de Deyan sobre él, evitando que atacara al azabache en quien tenía puestas todas sus esperanzas.

—No me compares con una mierda como tú—escupió el alemán completamente enojado, lo que provocaba que su acento se marcará más—, Anired no es ningún objeto como para tener dueño, aparte, yo no hice nada, fuiste tú quien terminó arruinando las cosas, le fuiste infiel, la maltrataste, la golpeaste...incluso trataste de violarla... ¡¿Sabes cuánto sufrimiento le causaste?! ¡¿Sabes cuantas pesadillas tuvo por tu culpa?! ¡Termino con un maldito trastorno alimenticio por tu culpa! ¡Toda la infelicidad de Anired ha sido culpa tuya! ¡Mereces morir, Deyan, deja de vivir en esa estúpida fantasía en la que tú eres la víctima! ¡Porque no lo eres!

—¡Cierra la boca!

Deyan reaccionaba violentamente cada que Maxence lo hacía darse cuenta de todos sus errores, porque decía la verdad, sin embargo, el búlgaro estaba empeñado en vivir en esa fantasía en la que él era una persona inocente que no había causado ningún daño, por el contrario, todos lo había herido y quitado lo que era suyo por derecho.

El dolor recorrió el cuerpo de Maxence, era como si miles de clavos ardientes se le enterraran en la piel, perforándola una y otra vez, la cabeza parecía explotarle.

La maldición provocó que cayera en el suelo quejándose del dolor.

—¡Pídeme perdón! ¡Ruega por tu vida!

Exigió Deyan dejando de lanzar la maldición cruciatus para que Maxence hiciera lo que él decía.

—¡Arrodíllate y suplícame!

Regulus movía la navaja tratando de que el cerrojo del grillete cediera, pero los nervioso y el estrés de la situación provocaba que su mano temblara, la impotencia por no poder ayudar al alemán se volvió cada vez más grande, sintiéndose inservible cuando se suponía que era un auror y tenía un gran entrenamiento para esa especie de situaciones.

Al parecer todos esos años en la academia, se habían ido a la basura.

Maxence se alzó sobre sus codos aun en el suelo, las piedras se le enterraban en la piel, el cuerpo adolorido causaba que escuchará un zumbido en los oídos, el sudor lo recorría y la mandíbula le dolía por tanto que la apretó.

La risa de Max llenó los oídos de Deyan, era burlona y llena de cinismo.

—Nunca me arrodillaré y rogaría ante nadie —comentó manteniéndole la mirada fija a Deyan—, mucho menos ante ti, Deyan, eres una mierda a la que nunca le pediría perdón por decirle todas sus verdades, las cuales reconoces, sabes lo que hiciste.

Maxence no estaba seguro de cuánto tiempo más lo toleraría, nunca en su vida había experimentado un dolor tan grande como el de la maldición cruciatus, sentía que poco a poco perdía la cordura, lo único que lo ataba a la poca cordura que aún mantenía era el deseo por mantener a la azabache a salvo, se obligaba a pensar en ella para no ceder.

—¡Deberías de bajar ese ego, no estás en derecho de decir esas mierdas! ¡Maldito bastardo que no pertenece a nuestro mundo, maldito mestizo!

Maxence sonrió.

—¿Me dices mestizo? —sus ojos brillaban con diversión por lo que diría—... ¿Y tú que se supone que eres? ¿Acaso te sientes un sangre pura como ustedes dicen? Deyan...te recuerdo que tu madre es hija de muggles...creció como muggle hasta que entró a Hogwarts —miro como casi se le desencajaba la quijada al ojiverde—... ¿Qué? ¿Creíste que no lo sabría? No es un secreto para nadie...tú también eres un maldito mestizo, Deyan...si yo soy una mierda por ser mestizo, tú lo eres mil veces peor al querer negar tus raíces...porque, aunque te cases con una sangre pura, tengas hijos con una...nunca vas a dejar de ser un mestizo al igual que toda tu descendencia...eso por lo que siempre me has hecho menos, es algo que siempre va a estar por tus venas y familia.

Veces anteriores le molestó que lo llamaran mestizo o sangre sucia de manera despectiva, pero con el tiempo y conviviendo con más personas del mundo mágico se dio cuenta que no tenía nada de malo, porque finalmente él seguía siendo un mago, le gustara a quien le gustara, y no por ser un hijo de una muggle lo hacía menos mágico que los demás.

—¡Crucio!

Deyan conjuro al parecer el único hechizo de tortura que conocía, provocando que Maxence se retorciera en el suelo.

El cuerpo del alemán estaba tenso, cada parte le dolía, el sudor le recorría el cuerpo y las lágrimas rebeldes escapaban de sus ojos debido al dolor y la desesperación por estar en esa situación, de la que parecía no poder escapar.

Trataba de concentrarse en otra cosa y no en el dolor.

Por su mente pasó lo que más le gustaba en la vida, ese aroma a frutos rojos y canela que siempre tenía la suave piel de la menor de la familia Black-Weasley, en lo suave y cálida que era, como sus finos brazos le rodeaban el cuerpo abrazándolo con fuerza para murmurar palabras dulces y soltar suaves risas cuando le besaba la mandíbula ya que tenía cosquillas.

Anired.

Desde que apareció en su vida logró mantenerlo con los pies en la tierra y en darse cuenta que la esperanza existía, algo que creía que no era para él, y justo en ese momento era la azabache la que lo mantenía con esa poca cordura.

Regulus después de varios segundos logró quitarse el grillete para tratar de acercarse al alemán cuando la maldición cesó, si el búlgaro continuaba de esa manera, era evidente que Maxence no aguantaría por mucho tiempo más y no podrían escapar.

—Deyan —llamó Regulus guiando la mirada al castaño— ¿Qué es lo que quieres? Te daré lo que quieras, dinero o incluso haré que la orden de arresto desaparezca...solo déjanos salir —pidió sabiendo que no había otra manera, quizá si llegaba a negociar con él podrían irse de una vez por todas y buscar la ayuda médica que Maxence pronto necesitaría—...solo tienes que dejarnos ir, hablaré con mi madre y tío Jerome para que eliminen los cargos.

—¿Me darás lo que quiera? —alzo la ceja con una sonrisa—...lo que quiero es a Anired... ¿me la darás?

Regulus trago saliva y apretó la mandíbula, podría darle lo que quisiera, menos volver a permitir que estuviera tan siquiera cerca de Anired.

—Vete a la mierda, Deyan—dijo entre dientes ayudando a Maxence a sentarse—, estoy seguro que disfrutaré demasiado verte tras las rejas.

—S-sabes que no te saldrás con la tuya —habló Max con voz cansada y la respiración agitada, veía todo de manera borrosa—...solo provocas que tu condena aumente, con esto estoy seguro que te darán el beso del Dementor.

Deyan, quien ya había perdido todos sus cabales volvió a apuntarlos con la varita, pareciendo completamente seguro.

Regulus sabía que Deyan siempre fue un cobarde, que ataca a las personas más débiles que él y justo en ese momento, los débiles eran ellos, no tenían como defenderse o como huir de ahí.

De los labios del búlgaro comenzó a salir esa maldición, a la única que Regulus le temía.

La maldición asesina.

Todo pasaba como si fuese en cámara lenta ante los ojos del Black-Weasley y del D'Acanto, que por más que buscaban en donde refugiarse o encontrar algo para protegerse, no había nada en ese pequeño calabozo.

La varita de Deyan se irguió y comenzaba a iluminarse con esa luz verde cuando de sus labios salió el hechizo.

—¡Ava...!

Sin embargo, el hechizo de Deyan nunca llegó cuando una voz demasiado conocida se hizo presente.

—¡Basta, Deyan! —los pasos corriendo se acercaron—... ¡basta, basta! —pidió causando que el búlgaro mirara a la persona que acababa de llegar—...estoy aquí tal y como querías...

Deyan la miró, bajó la varita y sonrió.

Era hermosa, más hermosa que como se veía en esas revistas de moda, más hermosa que en la televisión.

Llevaba un pantalón pegado negro, un suéter del mismo color y el cabello recogido en una coleta alta dejando ver un rostro serio.

Ese rostro era maduro y nada infantil como anteriormente.

Anired era perfecta para él.

—Tu varita...

Fue lo único que dijo Deyan, Anired asintió sacándola del bolsillo trasero del pantalón y la lanzó a los pies del búlgaro.

—¡Anired, lárgate de aquí! —pidió Maxence parándose con las pocas fuerzas que tenía para ir a los barrotes del calabozo tratando de moverlos— ¡No debes de estar aquí, vete de una vez!

Exigió con desespero en la voz al darse cuenta que esa maldita visión parecía cumplirse.

—¡Anired, vete!

Ordenó Regulus, ver tan alterado a Maxence y a su hermana en esa situación de completo peligro al darse cuenta que Deyan era capaz de cosas horribles causaba que todos sus sentidos se pusieran en alerta.

—Mírate...estas hermosa —Deyan pateó la varita de Anired alejándose de ambos y acercándose unos pasos más a ella—...ay, Anired, no te imaginas cuando te he extrañado.

Anired sentía náuseas y pánico en esos momentos, su temor hacia Deyan la inundaba.

Estuvo evitando que ese momento sucediera, no quería volver a toparse frente a frente con él, y ahora estaba de esa manera.

Frente a él y sin una varita en la mano.

Era peligroso, lo sabía bien, pero se negaba a dejar a su hermano en esa situación que era provocada por su culpa, nunca permitiría que a Regulus le sucediera algo, y sin en sus manos estaba poder salvarlo sin dudar lo haría.

Y, con Maxence era la misma situación, a pesar de sentirse traicionada cada que recordaba la escena de él besando a Olympe, no podía dejarlo, no cuando sus sentimientos eran tan fuertes por él, y no cuando ese rubio siempre la salvó de una u otra manera, si bien, no estaban junto, tampoco dejaría que él sufriera por su culpa de esa manera.

—Estoy aquí, sin varita —hablaba ignorando las voces de los dos varones que le pedían que se fuera—, desarmada frente a ti... ¿Qué es lo que quieres, Deyan? ¿A cambio de qué soltaras a mi hermano y a Maxence?

La mano de Deyan terminó sobre la pálida mejilla de Anired, acariciándola con suavidad.

—Te quiero a ti, Anired—apretó su mejilla con cariño, como lo hacía cuando aún eran novios—...todo esto lo hice por ti, mi amor—Anired ansiaba alejar el rostro y golpearlo, sentía nauseas con solo su tacto y era peor al sentir el aroma del búlgaro, notando que no se había bañado en muchos días, pero sabía que si lo hacía pondría en riesgo a su hermano y a Max—...desde niños lo dijimos, ¿no?...que tú y yo nos casaríamos, que estábamos destinados para estar juntos...Anired, siempre fue así, tú me amas y yo te amo.

La mano libre de Deyan término sobre la otra mejilla de Anired causando que lo viera fijamente a los ojos, la azabache pudo notar un enorme vacío en ellos, como los que alguna vez vio en los pacientes de San Mungo, de aquello que tenían problemas mentales y había perdido la cordura. Por un momento, le recordó a la mirada de Ellie Yaxley, esa mirada que le dio cuando la torturó y la confundió con su madre.

—¡Suéltala, quítale las manos de encima! —pedía Maxence, dándose cuenta de lo cerca que estaba de ella, sabía lo que podía pasar—... ¡suéltala de una puta vez!

—¡Quita tus manos de encima de mi hermana!

Regulus estaba alterado, golpeó la cerradura con varias patadas buscando que se quebrara de alguna manera, pero ni la fuerza física con la que contaba funcionaba.

—¿Me sigues amando? —preguntó Anired aguantando las ganas de vomitar—... ¿Cómo lo decías de niños, Dey?

La voz de Anired era suave y cariñosa, a pesar que su cuerpo temblaba suavemente.

Max sentía una mezcla de celos y desesperación al verlos de esa manera, era como en los días de colegio cuando los veía de la mano, sabiendo que Anired sufría y no podía hacer nada.

Deyan sonrió al escucharla decir de esa forma su nombre, ignorando olímpicamente a Maxence y Regulus, a lo que pronto alejaría, y no volvería a permitir que arruinaran sus planes.

—Claro que sí.

Le acariciaba el rostro mirándola fijamente, sabiendo que tenía su boleto ganador frente a él.

—En ese caso... ¿los podrías dejar ir? —tragó saliva tratando de actuar con dulzura y coquetería—...ya sabes...de esa forma podremos estar solos...bebé

Le acarició el torso mirándolo a los ojos, odiaba actuar de esa manera frente a él, sumisa y como si estuviera enamorada de él.

Maxence miraba esa escena, sin entender nada... ¿por qué Anired actuaba así con él? ella no lo quería, no comprendía porque lo hacía.

Anired debía de irse de una vez por todas, era preferible que lo siguiera torturando a ver eso, a dejarla sola con Deyan sabiendo lo que haría.

Deyan, quien ya no tenía cordura, ni pensaba con sensatez se dejaba envolver poco a poco por Anired, si una vez lo amaba, era evidente que esos sentimientos no se borrarían tan fácil por más que el estúpido rubio tratara de entrometerse.

—¿Y qué se supone que haremos estando solos, Anired?

Anired le sonrió y los delgados brazos le rodearon los hombros, para alzarse sobre las puntas de los propios pies y quedar demasiado cerca.

—Te daré una pista de lo que podríamos hacer cuando estemos solos.

Deyan sonrió para ver fijamente a Maxence, sus ojos reflejaban superioridad manteniéndole la mirada cuando los carnosos labios de la azabache golpearon contra los de él, dejando que el sabor a almizcle mezclado con hierba buena inundara su boca.

Los labios de Anired se movían con vehemencia, llevando un beso intenso en la que su lengua penetró la boca del castaño, cerrando los ojos con fuerza.

Deyan disfrutaba de ver como Maxence los miraba, parecía decepcionado, de inmediato correspondió el beso llevando las grandes manos hasta el tonificado trasero de Anired el que apretó para pegarla a él sin importarle que Regulus y Maxence miraran la escena, incluso no le molestaría tener sexo con Anired frente a ellos.

Por el contrario, lo disfrutaría, para que Maxence de una vez por todas comprendiera que Anired siempre sería suyo y saliera de esa estúpida ilusión en la que ella estaba a su lado, porque él único que podría estar a su altura era Deyan, y nadie más.

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Hola, les traigo una actualización tempranita.

¿Qué les ha parecido?

¿Creen que logren encontrarlos?

¿Para qué le habrá escrito Anirak a Fred?

¿La visión de Maxence se hará realidad?

¿Deyan escapara con Anired?

¿Anired tendrá un plan?

¿El veneno no afectara a Regulus y Maxence?

¿Khalil estará muerto?

¿Quién será el hijo de Pierre? ¿Realmente ayudara a Deyan? ¿Estará obsesionado con Anired?

Si tienen teorías, me gustaría leerlas.

También he visto que me han preguntado que cuantos años tendrán en este acto así que:

Los mellizos Black-Weasley, Itziar, los gemelos D'Acanto: Están cerca de cumplir 21.

Scorpius, Freddos, Valentia y Stefan: Van a cumplir veinte

Anired, Zed y Alex: Van a cumplir 19

Gigi: Va a cumplir 4 años.

Louis y Mon: 36 años

Los gemelos Black-Weasley, Anirak y Lyssane: Tienen 47

Lyssandre: Casi 50

Si tienen alguna otra pregunta, la pueden dejar aquí, o si quieren saber algo más de cualquier personaje.

Les dejo las cuentas de Instagram de Mary Jenell, Andrea Rosier y Elijah, por si quieren seguirlo, aún quedan otras disponibles por si alguien las quiere.




Nos leemos, lovu♥

No se olviden de comentar y votar.

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