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Cap. 5: Llámame, odiosa

Capitulo dedicado a: 

«Nadie es como otro. Ni mejor ni peor. Es otro. Y si dos están de acuerdo es por un malentendido»

Jean Paul Sartre.

—¡Son las seis cuarenta y siete de la mañana! ¿A qué hora piensas bajar, Nicholas?

—Ya estoy bajando, ya estoy bajando —respondo en un murmuro, ahogando un bostezo mientras desciendo las escaleras a la planta principal, seguido de Hades, pasándose una mano por el cabello.

—Señor, al fin —Aclama mi madre comiendo una tostada de una mano y tomando un café de la otra.

—Oh, qué raro —Llega el turno de mi hermana, quien cierra la nevera y se encamina a nosotros a la mesa, tomando un vaso de leche—. Qué raro que Hades esté aquí.

"Ya empezamos". Pienso hurtando mis tostadas con crema de queso.

—Es un placer —recalca Hades, haciendo lo mismo, pero con mermelada— verte también, Carmín.

Mi hermana arruga el ceño nada más escucharle y le saca la lengua antes de coger del plato sus tostadas. De pronto se encuentra desconcertada y empieza a busca algo por la mesa. Cierro los ojos y respiro sabiendo lo que viene, cuando ella abre la boca de par en par al encontrar su mermelada, en manos de mi amigo, y se alza de su silla para tomarla.

—¡La compré ayer, muchas gracias! —Se la arrebata y vuelve a sentarse, retomando su tarea con las tostadas.

—Está deliciosa, igualmente —responde Hades y Carmín pasa a rodar los ojos.

—Por favor, tienes una casa, desayuna en ella.

Hades hace un «no» seco con su boca, sin proyectar su voz, y mi hermana tras verlo rueda los ojos de nuevo y ambos pasan a ignorarse, dando por zanjada este rounde.

O al menos hasta que Carmin saca el tema que quería evitar, al menos con mamá presente.

—Entonces, ¿a dónde fueron anoche? Llegué y no estaban.

—Con Steffan —digo tratando de parecer lo menos culpable posible.

—¿Cuál fue el objetivo esta vez? —pregunta mamá, uniéndose al tema.

—Derrotarlo en póker —Me encojo de hombros—. No lo conseguimos, tendré luego la revancha.

—Tienes ideas muy sosas, hermano —comenta decepcionada y restándole importancia ruedo los ojos y continúo comiendo.

—Luego haremos un gran castillo de naipes, será fantástico —Sonrío para mí.

Si, tal vez, algunas son muy sosas, pero ¿por qué no? Completar algo tan delicado en la estruendosa casa de Steffan suena a todo un desafío, ¿hacer una de tamaño humano? ¡Increíble!

—Cambiando de tema —Trago la comida—. Ma, ¿lo has pensado?

Mi mamá voltea lentamente, apretando sus labios entre si y relamiéndose el café de estos. No tiene que pensar mucho, sabe a lo que me refiero, y cuando niega es todo lo que necesito para quitarle el sabor al desayuno.

—Sinceramente no creo que se pueda... —explica insegura y bajo la mirada—. Entiendo cómo te sientes, pero...

—Comprendo —Trago de mi jugo para pasar la comida y me levanto de la silla. Le hago una señal a Hades y ambos vamos por nuestras cosas y salimos de casa.

. . .

—Tomo este. Este otro se queda... Oh no, verdad, debo acabar el informe que mandaron de ayer para mañana. Leer este libro para literatura y...

Me quedo en blanco y veo en mis manos los libros que tengo y cual otro debería llevarme. Qué fastidio, dejo de hablar con la tapa del loker y simplemente meto todo de nuevo en mi bolso, dejando, una vez más, el rectángulo de metal vacío. Total, tengo trabajos que entregar de la semana pasada.

Veo el morral y compruebo su peso, es demasiado. Recuerdo lo que dice mi madre, y me recuerda hasta el cansancio Hades, y empiezo a vaciar de nuevo, sacando al menos los cuadernos que no necesitaré por ahora. Cierro el casillero y me monto el bolso al hombro. Sonrío satisfecho, mejor.

—¡Nico! —gritan detrás de mí y antes de poder reaccionar tengo a alguien montada sobre mi espalda, casi haciéndome caer.

—¡Diablos, Ceci! ¡Bájate que pesas!

—¡¿Perdón?! —Se baja y nos pone de frente, apuntándome con sus uñas pintadas de un naranja neón, combinada con la sombra brillante de sus ojos oscuros, haciéndolos resaltar—. Atrévete a repetirlo si puedes.

—¿No te regañaron la última vez que viniste así pintada? —Cambio de tema. Retrocede con las manos en su cintura y alza los hombros, restándole importancia.

—Hay unas que vienen con la camisa tan abierta que parece que se le saldrán las tetas y nadie dice nada. Mis sombras son más disimuladas, que vayan joderle la vida a otra.

—Qué delicada, señorita —Ruedo los ojos, conozco bien esa voz.

Ceci no se lo piensa ni dos segundos y ya está sobre el siempre bien recibido y amado Albert Dabney, alias "El príncipe encantador" por su... maravillosa personalidad; esa misma con la que ahora intenta alejar a minions de él de la forma más delicada posible.

—¡Abrázame, antipático, recibe mi amor! —Le dice ella, haciendo el esfuerzo por pasar la barrera de su mochila que se interpone entre ella y su anhelado toque.

—¿Y despeinarme? —Alza una de sus cejas—. Yo no uso Gel, nomo.

—¡¿Ah?! ¡Espera que te atrape, desgraciado! ¡Te quitaré la pinta de niño bonito!

—Gracias, yo también creo que ser tan galán debería ser un crimen —Quita el bolso y Ceci cae hacia delante de rodillas.

Imagina la muerte del príncipe desde el piso, mirándolo como si lo estuviera torturando lenta y deliciosamente. Él le sonríe soberbiamente y le concede el honor de tomar su mano para ayudarla a levantarla, algo que ella toma como una oportunidad e intenta saltar sobre él de nuevo.

Albert, prediciendo su movimiento, se echa para un lado y vuelve a caer sobre el piso. Sus dientes mastican una maldición y sus ojos miran con profundo odio al demonio en persona, quien aún le extiende su mano. Ella, rindiéndose, bufa, la toma y se levanta del suelo, acomodándose la ropa y la dignidad que le queda mientras que él se ríe en silencio, tomando de su bolso una bolsita con las gomitas que tanto le gustan a Ceci. Esta abre la boca, muy ofendida.

—¿Piensas comprarme con dulces? —Albert se hace el decepcionado cuando no lo toma a la primera.

—Pensé que te gustaría —Suspira y baja la mirada como niño regañado. Ceci hace un puchero—. Bueno... Si no las quieres...

Finge darse la vuelta y en el último instante Ceci termina por caer y se las quita de las manos, abriendo la bolsa y comiendo unas sin quitar su dejo de odio. Niego viéndola y ella se sonroja, pero para disimularlo sigue comiendo.

—La comida no tiene la culpa de nada —Come otras.

Vuelvo a negar y se encoge de hombros, se da media vuelta, me mira, luego a Albert, levanta sus pompas y mentón, junto a su orgullo, y desaparece de nuestra vista. Veo como el príncipe cierra su mochila y la coloca al hombro con una mini sonrisa, sin ajarse o provocar una sola arruga en su bien planchada camisa. Es entonces que me mira.

Y ahí está, mi aldeano favorito —Entorno los ojos, aquí vamos.

—Albert, ¿no crees que te pasas a veces con ella? —Le recrimino, cruzándome de brazos mientras se acerca a mí hasta quedar, como siempre, a medio metro de distancia de su real figura.

—Ella es mi princesa, no sé de que hablas —Finge demencia y me hace entrega de un par de cuadernos que, al contrario de los míos, o cualquier estudiante, aún seguían en perfecto estado a mitad de semestre—. A propósito, me pidió que te diera esto para el examen oral de italiano.

—¿Cuál examen? —Abro los ojos tan grandes como un búho. Sonríe, burlándose de mi ignorancia.

—Tenía cinco minutos para explicarte, pero me temo que ya no se podrá —Los pega contra mi pecho al pasar de largo por mi lado—. Hoy hay una práctica, te sugiero que estudies y... —Voltea y me señala—. No olvides buscarme para regresarme el favor.

Si no fuera que eran los únicos apuntes que me faltaban, la noticia del examen y que no soy precisamente el más bilingüe de la clase, le hubiera regresado los cuadernos porque sinceramente Albert es un cabrón, a quien no le tiembla la mano para cobrar los favores que le piden. Tal vez fue Ceci quien se lo pidió, pero como es a mí al final de cuenta quien se lo dio es a mí quien se lo cobra, y la enana, sabiendo que tiene inmunidad, tampoco se corta.

No sé como lo soporta, Albert es un vanidoso y tiene el ego por las nubes, me molesta cuando la trata como si fuera solo un bufón para su entretenimiento y no la chica que sé que le gusta. "Es mi princesa". ¡Bah! Es tan imbécil.

Niego y suspiro al escuchar el timbre, tengo dos minutos del pasillo al salón para entender lo básico del tema, o puedo considerarme reprobado. Agradezco que el príncipe tenga buena caligrafía y sea tan ridículamente ordenado o de lo contrario sería misión imposible, para algo debía servir doblegarse ante él.

"¿A quién engaño? Voy a morir". Pienso, estando ya al final del salón y con la profesora dando la clase, explicando las dudas de la clase pasada; a continuación, empieza con la práctica y solo quiero hacerme el ser más diminuto de la historia para que no pille que he vuelto del hospital.

Mando al diablo todo cuando escucho su lengua chasquear y siento su puntero sobre la cabeza, la cual alzo y me encuentro con su picara mirada de psicópata. La segnorina Messe es una profesora paciente que no le molestaba explicar tres veces el mismo caso con tal de que entiendas, pero por ende es estricta, aunque me molesto en entregar sus trabajos cuando falto con la máxima puntualidad, no se inmuta cuando estamos en clase y me trata como cualquier otro alumno.

—Nicholas, potresti darmi un essempio?

Sonrío completamente nervioso, mirando de soslayo a los borrones de la pizarra y los rostros de mis compañeros a ver quién o qué me ayuda, pero nada parece haber para salvarme. Entonces una voz ronca tose llamando la atención y todos volteamos.

Le piacerebbe a la segnorina Messe, di giocare con i suoi studenti? —bromea este y la profesora sonríe.

No —Ríe un poco—, ma grazie, Jerry.

Él le sonríe y asiente, agradeciéndole su aprobación. En el momento en que ella nos da la espalda, voltea hacia a mí y alzando su puño al aire me dice moviendo los labios: animo; motivándome a no dejarme ganar por la materia. Con el orgullo herido intento guardarme la mueca y asentir mientras le susurro un "gracias".

Hace un ademán restándole importancia y retoma su concentración a las demás prácticas. En cambio yo me encojo en mi lugar y suspiro, sujetándome el cabello hacia atrás, eso estuvo cerca.

Al terminar la clase la profe permite la salida a todos, salvo a mí, por ser el único que no le intentó contestar en la práctica y por ende, perdió valiosos puntos. Estuve al menos diez minutos escuchando su sermón de todas las veces que me ausento, más otros dos asumiendo el interrogatorio de cómo está mi estado actualmente, en el que limito a decir "bien", "mal" y "no lo sé"; por el simple hecho de no querer darle explicaciones a alguien que no le importa.

Lo mismo pasará conmigo, al morir no sabré que lo estoy, no tendré que sufrir por ello, dejará de importarme. Ya me he hecho la idea.

—Nico —pego un brinco al cerrar la puerta del aula. Volteo y ahí está el héroe de la clase.

—Hola, ¿qué haces todavía aquí, Jerry?

—Te esperaba, quería ver si querías aceptar... —Se lo piensa, aclarando su voz—. Sé que te va mal en la materia.

—Te agradezco tu ayuda de hoy, pero no soy tu novia para que te preocupes de eso por mí —Paso por su lado y me detiene del hombro

—No solo a ti, varios están perdidos en este tema así que, como delegado, he organizado una tarde de estudios este fin de semana, el viernes saliendo de clases en mi casa —informa animado, regalándome la más sincera de sus sonrisas—. Pediremos pizza, ¿quieres unirte?

Trago saliva y presiono el mango de mi bolso. No suena mal.

—Tengo planes, tendré que ver —Me suelto y procedo a retomar mi camino.

Aprieto los dientes entre sí, repitiéndome a mi mismo que es injusto mi trato. Él no es un mal sujeto, es delegado del curso, un buen estudiante, no tan mal atleta, le gusta ayudar a las personas y a compañeros lentos como yo.

Pero... Pero...

Odio esta sensación. Odio estar celoso. Se la merece, maldita sea.

Tiene todas las de estar con Amanda y yo no puedo hacer nada para cambiarlo. No soy él, ni él es yo, no hay nada que yo no tenga que él sí.

Ya debería saberlo: he llegado tarde.

Las comparaciones son odiosas.

¡Son odiosas!

—¿Nico?

—¡¿Oh, ahora qué?!

Volteo bruscamente asustándola, siento que todo el día me han estado llamando. Mi cara, antes ardiendo de la rabia, se tiñe de rojo vergüenza ante el descubrimiento de sus ojos marrones chocolate. Trago saliva, está algo —muy—, cerca de mí y con torpeza apenas si puedo alejarme un poco sin tropezarme.

—Oh, cielos, ¿estás bien? —pregunta, intentando acercar su mano a mí. Niego, manteniéndome lejos.

—Sí... Bueno... —"Salida, una salida". Me cruje el corazón al conseguir una—. Acabo de ver a Jerry, salíamos de Italiano, si te apresuras puedes alcanzarlo.

—No... Yo... —Se pone nerviosa de pronto y sonríe forzadamente—. Yo no lo buscaba, me dirigía a la salida.

—¿Amu? —La llamo seriamente, dándome cuenta de sus extraños gestos de incomodidad.

—¿Sí?

—¿Por qué llorabas?

Intenta desviar la mirada, pero no lo logra y me mira de nuevo, intentando parecer desconcertada, pero no le sale y en su lugar una lagrima aguan sus ojos, cuyas se esfuerza en ocultar todavía y la limpia con la mano.

—No sé de que hablas...

—¿Qué pasó? —Insisto, olvidándome de mis nervios por un momento.

—No es nada...

—¿Te golpeaste? ¿Te duele algo? ¿Te dijeron algo malo?

—¡Nicholas, no es nada! —grita, deteniendo mi paso con sus puños sobre mi pecho, bajando la cabeza.

Su espalda tiembla, siento un sollozo y supe que está llorando. Quedo atónito y no sé qué hacer, pero no tengo que pensar demasiado cuando percibo que afloja sus puños y recuesta su rostro sobre estos, sobre mí, dejándome proceder inseguro a envolverla y abrazarla, temiendo de que si la suelto ahora se desmorone.

Yo me muero todos los días solo por ver sus sonrisa, pero al notar sus lagrimas me doy cuenta que no son más que fragmentos de fantasía.

______________

¡Holiwis, my loffes!

Ya saben, señores.

Repitan después de mí: Las comparaciones son odiosas.

¿Todos de acuerdo? fino.

No sé, pero es un capítulo simpático.

Yo los amo, pero ¿Qué opinan de Albert y Ceci?

Algunos lectores betas los shipearon, pero ¿qué piensan de Carmín y Hades?

Y aunque sé que todos ahorita lo odian: ¿Qué creen que pasará con Jerry?

Manitas arriba si pensaron: coño, esto está muy tranquilo. Y entonces llegó Amu XD

Recuerden, vamos un cap Nico y otro Amu, y el próximo lo narra Amu, así que vayan sacando sus antorchas para quemar a este señorito.

Bueno, un decir, porque no puede estar más quemado ya XD

EEEEEN FIIIIIIN

Llegamos al final, como siempre espero que les haya gustado.

No olviden dejar su preciosa estrellita y decirme que piensan en los comentarios, no tienen idea cuanto amo leer que piensan :'3

NOS VEMOOOOS



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