* —Y ¿cuántos años tienes tú?
—Dieciocho . Ya lo sé. Es impresionante que haya llegado tan lejos a una edad tan temprana.
—El crimen no es ninguna hazaña, Sardothien.
—Ya, pero llegar a ser la asesina más famosa del mundo sí lo es.

* —Debería saltar del caballo y echar a correr. Desaparecería en un instante. —Sí. Desaparecerías con tres flechas clavadas en la espalda.
—Qué conversación tan agradable.

* Se despidió de su padre, con los ojos encendidos por una ira que a duras penas conseguía controlar.

* —¿Por qué no hay ninguno de los vuestros aquí?
—Los guardias no sirven de nada en una biblioteca.
¡Qué equivocado estaba! Las bibliotecas estaban llenas de ideas, quizá las armas más peligrosas y poderosas de todas.

* La asesina y el príncipe se miraron, y los ojos azules de ambos reflejaron la misma intención. Al menos tenían un enemigo común.

* —Odio a esa clase de mujeres. Están tan desesperadas por llamar la atención de los hombres que con gusto traicionarían y perjudicarían a sus compañeras de género . ¡Y luego decimos que los hombres son incapaces de pensar con el cerebro! Por lo menos, los hombres hablan claramente.

* —Simplemente, prefiero a cierto tipo de mujer.
—Y ¿qué tipo de mujer es esa?
—Desde luego, no una asesina arrogante.
—Imagina que no soy una asesina. ¿Te gustaría entonces?
—No.
—¿Preferiríais a Lady Kaltain?
—No seas estúpida.

* Pero aunque no había perdido ni por asomo, no podía soportar de ninguna manera la sensación de que en realidad no había ganado nada en absoluto.

* Le encantaba la música, y cómo la música podía romperlo y curarlo todo y hacer que todo pareciese posible y heroico.

* El segundo puesto no era más que un título agradable para el primer perdedor.