Harry Potter y la Orden del Fénix- J. K. Rowling
*—Tenía entendido que para entrar en la casa de Gryffindor debías ser valiente —continuó Phineas mientras se acariciaba la puntiaguda barba—. Me da la impresión de que habrías estado mejor en mi casa. Nosotros, los de Slytherin, somos valientes, sí, pero no estúpidos. Si nos dan a elegir, por ejemplo, siempre preferimos salvar el pellejo.
—No es mi pellejo lo que intento salvar—repuso Harry
*—Pero seguro que ya te has dado cuenta de que Potter se parece mucho a su padre.
—Sí, claro —afirmó Sirius con orgullo. —En ese caso debes de saber que es tan arrogante que las críticas simplemente rebotan contra él.
*—Cuando nosotros lo conocimos no nos pareció que fuera un chiflado, ¿verdad? Eso te demuestra cómo te puedes equivocar con la gente.
*—¡Levántate! No te esfuerzas, no opones resistencia. ¡Me estás dejando entrar en recuerdos que temes, me estás proporcionando armas!
*—¡Te he dicho que te vacíes de toda emoción!
—¿Ah, sí? Pues mire, me cuesta un poco —gruñó Harry.
—¡Entonces serás una presa fácil(...)! —replicó Snape con crueldad—. ¡Los imbéciles que demuestran con orgullo sus sentimientos, que no saben controlar sus emociones o que se regodean con tristes recuerdos y se dejan provocar fácilmente, los débiles, en una palabra, lo tienen muy difícil(...)
*(Él) se sentía desdichado y ocultaba algo, pero parecía decidido a rechazar cualquier ayuda.
*(...) ya no estaba seguro de sus sentimientos hacia ella; lo único que sabía era que no soportaría más discusiones.
*El corazón le latía con tal violencia que apenas podía hablar.
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