Capítulo 03
|A Katsuki le gusta la carne|
— ¡¡¡CUACK, CUACK, CUACK, CUACK!!!
— ¡¿Qué sucede?! —exclamó Izuku, dejando de lado la ducha que estaba tomando para salir todo empapado con una toalla a medio poner hacia el jardín. — ¡OH, POR DIOS! —exclamó.
— ¡¡KACCHAAAAAN, SUÉLTALO AHORA MISMO, KACCHAAAAAAAAAAAN!!
Corrió desesperado, pisó una piedra puntiaguda, gritó, la toalla se le resbaló y ahora estaba desnudo atravesando el jardín saltando en un pie.
— ¡Kacchan, no lo comas! —exclamaba, tomando el pato de ambas patas y de un ala, para quitárselo de la boca.
Tenía intenciones de comerse su cabeza, pero gracias a la oportuna interrupción de Izuku, no lo había logrado.
—CUACK, CUACK, CUACK. —chillaba el pato en brazos de Izuku. Estaba tan asustado que estaba a segundos de un paro cardíaco.
Izuku suspiraba, mientras le acariciaba la cabeza para calmarlo. —Ya, ya. Ya todo está bien. —Le susurró, mientras lo dejaba sobre la cabeza de Sussie. Era su lugar preferido.
Izuku enfrentó al de ojos carmines.
— ¡Sé que no me entiendes, pero NO PUEDES! —exclamaba, moviendo sus brazos de un lado a otro. — ¡NO PUEDES HACER ESTO! —insistía, sin dejar de mover sus brazos en frente de Katsuki.
Sus movimientos eran muy exagerados, pero era necesario.
Éste le miró y frunció el ceño. Entonces giró su rostro a un lado para evitar su mirada.
—Tch.
Izuku quedó paralizado.
¿¡Acaso acababa de chasquear la lengua!?
—Entonces... —murmuró, perplejo. — ¡Sí que me entiendes un poco! —exclamó, notando cómo Katsuki le entregó una mirada corta para ignorarlo completamente.
Pasó de él, para entrar a casa.
— ¡Oye, te estoy hablando! —exclamó, notando como le ignoraba y azotaba la puerta, cerrándose de manera automática.
— ¡Kacchan! —Una fuerte ventisca atravesó su cuerpo y sintió un frío enorme, sobre todo en sus nalgas.
Eso le hizo recordar algo muy importante.
— ¡Oh dios mío, estoy desnudo y fuera de casa! —Entró en pánico, comenzó a golpear la puerta como maniático. — ¡KACCHAN, ABRE LA PUERTA!
Era invierno y el frío ese día inundaba cada rincón.
Y la puerta... nunca se abrió.
Izuku tuvo que entrar por la ventana de su habitación —que por suerte— tenía abierta.
Luego de aquella escena, corrió a secarse y a encender la estufa. Tenía demasiado frío, sentía sus pies dormidos y su nariz estaba moquienta.
Entonces vio a Katsuki que le miraba desde la lejanía, sentado en la alfombra.
Seguía desnudo.
Izuku suspiró, mientras se colocaba su bata de algodón verdosa.
—Kacchan, yo sé que logras entenderme un poco... —Le susurró paciente, tocándole suavemente el hombro. —Yo te enseñaré muchas cosas, pero por el momento necesito que te quedes tranquilo.
Katsuki no hizo un solo movimiento.
—Los animales de aquí, no se comen ni se maltratan. —insistió. — ¡Sé que tienes mucho ánimo de aprender y yo con gusto te guiaré! —Le miró ilusionado y con una enorme sonrisa.
—Es maravilloso, ¡sin duda alguien muy interesante! ¡Un hombre muy inteligente, instintivo y fuerte! Un—
—Ah, se está sacando los mocos. —dijo cambiando rápidamente su emoción. —Y se los come... —susurró con una ceja alzada, analizándolo seriamente.
"Katsuki ha aprendido sacarse los mocos y comérselos."
Acabó de anotar en su libreta de apuntes.
Izuku escribía todo lo que hacía, para estudiarlo en caso de algún comportamiento extraño.
— ¡Bien, me pondré mi ropa y volveré! —sonrió, cerrando su pequeña libreta mientras comenzaba a dar un paso para irse.
Entonces Bakugou lo tomó de un extremo de la bata que casi tocaba el suelo.
Izuku quedó paralizado y le miró por el rabillo del ojo.
— ¿Qué sucede, Kacchan?
El rubio rápidamente se levantó y comenzó a tirar de la bata.
— ¡Ahh! —chilló, sintiendo como la fuerza brutal de Katsuki rompía la prenda rápidamente.
Otra vez estaba desnudo y ahora, sin su bata preferida. Katsuki la había hecho añicos en segundos.
—Ahí va la bata más cara que he comprado en mi vida...
Pensaba con tristeza.
Entonces notó a Katsuki que ponía sus manos en sus propias caderas y le miraba con liderazgo.
Izuku sintió que algo le quería decir, pues su postura y su mirada carmin expresaban un:
—Mírame, es así como debes de estar.
Se quedó así un buen rato, sin quitarle la vista escarlata profunda de encima.
Izuku comenzó a reírse de manera bajita, los nervios no le dejaban hacer otra cosa.
Realmente Katsuki tenía un aura que se debía respetar.
Y aunque sonase tonto, le intimidaba un poco.
Le era difícil acostumbrarse a su presencia de esa manera.
Hace ya tiempo, él solía soñar que cuando Katsuki despertara, sería una persona obediente, tranquila y curiosa.
Grave error.
Katsuki no era tranquilo, ni mucho menos obediente.
Curioso sí lo era y mucho.
Negó suavemente y una leve sonrisa nació de sus labios rosados. Sus pecas parecieron moverse felices al crear aquella sonrisa enternecedora y entonces soltó un suspiro.
—Realmente eres maravilloso... —sonrió, mientras iba a su habitación por ropa. Si seguía así, no demoraría en tomar una gripe.
Sus defensas siempre habían sido un poco bajas.
Su nueva actitud le tomaba por sorpresa y cada día sentía que debía saber más y más de él.
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El batido de verduras que le había hecho ya no le estaba gustando.
Katsuki arrugaba su nariz, golpeaba la mesa con su ceño fruncido y apuntaba al pato que se paseaba buscando semillas desde la ventana.
— ¡No puedes comerte a Pato! —exclamaba Izuku cansado. —Pato es de la familia, Kacchan... —insistía, con la cuchara extendida hacia su boca.
Katsuki le gruñó y se rehusó a comer verduras.
—Ay... ¿Y ahora qué te doy? —susurró angustiado. Izuku no tenía carne, hacía ya bastante tiempo no salía a comprar al pueblo que estaba a treinta minutos de su casa.
—Me da miedo dejarte solo aquí... —continuó. —Pero si te llevo también me da miedo de—
Golpes en la puerta le interrumpió.
Katsuki de inmediato miró hacia a la puerta y se acercó con curiosidad.
Entonces le tocó la puerta de vuelta.
— ¡Midoriya! —Se escuchó detrás de ella.
—ARGHHHHH —Más golpes de parte de Katsuki se escucharon.
— ¡Kacchan, no hagas eso! —exclamaba Izuku, intentando sacar al rubio desnudo de la puerta que no dejaba de golpear. — ¡Kacchan!
— ¿Todo bien? —Se seguía escuchando.
— ¡Ah, sí. Sólo dame un segundo! —exclamó Izuku, mientras jalaba a Bakugou quien se arrastraba por el piso. Negaba irse de ahí sin seguir pegándole a esa cosa maldita.
¡Debía matarla!
Katsuki era muy fuerte, no sirvió de nada que Izuku intentará moverlo de ahí.
Apenas lo movió un metro arrastrándolo desde el suelo y entonces con un par de forcejeos se logró soltar del agarre de Izuku para pegarse otra vez a la puerta y golpearla más fuerte, ahora con patadas.
— ¡¡ARRRRGHHHHHHHHHHH, ARRGHH, ARRRRRGGGGHGGGG!!
—Él está hablando... —Pensó Izuku en voz alta. Negó rápidamente con su cabeza.
— ¡Hombre, ¿estás bien!? —Se escuchó otra vez desde la puerta.
— ¡¡Espérame por favor!! —exclamó Izuku, corriendo por la casa en busca de la correa para leones.
Necesitaba colocarsela si su plan no resultaba.
—Algo peludo, algo peludo, algo peludo. —murmuraba nervioso girando en círculos, buscando algo como la alfombra para distraer al rubio.
Encontró una bufanda esponjosa que le había regalado hace tiempo una amiga. —Espero esto funcione. —susurró.
Rápidamente, le colocó la correa al rubio y elevó la bufanda sobre su cabeza. — ¡Mira, Kacchan! —dijo con alegría, notando como el rubio la miraba de manera rápida y toda la furia que sentía se desvanecía rápidamente.
Su mirada carmín se notó neutral y entonces comenzó a correr para alcanzar la bufanda.
Quería tocar esa cosa.
Quería estrangularla y morderla para después dormir sobre ella.
¡PERO ESA COSA PARLANTE NO SE LA QUERÍA ENTREGAR!
La cosa parlante para Katsuki, era Izuku.
Izuku corría sintiendo como Katsuki lanzaba gruñidos tras su espalda.
— ¡A-Allí va, ve por ella Kacchan! —exclamó, lanzando la bufanda en la cama notando cómo el rubio entraba como un rayo y se lanzaba al ataque.
Rápidamente cerró su habitación con seguro y soltó un suspiró.
Katsuki se había tranquilizado.
Corrió hacia la puerta principal y abrió la puerta.
— ¡Kirishima-kun, bienvenido! —exclamó, sudado y agitado.
—Hombre... ¿Realmente estás bien? —preguntó el pelirrojo, entrando a su casa.
—Ahh, que calentito se está aquí. —dijo feliz yéndose rápidamente a la estufa.
—Sí, siento la demora. —respondió, aproximándose a calentar la tetera.
— ¿Qué rayos fue esa cosa? —preguntó, mirándolo confuso. — ¿Tienes un nuevo perro o algo?
Izuku sonrió de manera nerviosa, y comenzó a tocarse la mejilla mientras tomaba la tetera.
—Ah... A-algo así, digamos que encontré a un perrito y se está quedando aquí por ahora. —respondió, buscando tazas en su viejo y pulcro mueble de madera.
— ¡AH! —exclamó emocionado, aproximándose. — ¡¿Puedo verlo?!
— ¡NO! —exclamó de manera inmediata, asustado. Kirishima quedó perplejo antes esto. —Q-quiero decir... No puedes Kirishima-kun, es peligroso. Ese perro es algo agresivo, hehe. —dijo de manera nerviosa, continuando con su roce de su dedo índice con su propia mejilla pecosa.
Kirishima parpadeó por unos segundos, y luego sonrió. —Ah... ¡Bueno, no pasa nada! —exclamó enérgico, acercándose al pecoso.
Izuku suspiró aliviado, al parecer no había sospechado.
—Oye Midoriya, —continuó el pelirrojo, acercándose hacia él para terminar apoyado sobre su encimera. —yo vine aquí por que la verdad me preocupas. —dijo, observando como el pecoso servía té.
— ¿Eh? —preguntó Izuku, caminando hacia la mesa para dejar las pequeñas tazas beige con leves diseños de ramas verdosas en sus bordes sobre ella. — ¿Por qué, Kirishima-kun? —preguntó, abriendo un frasco de galletas. Sacó unas cuantas para dejarlas sobre un plato.
—Son con chispas de chocolate, ¿quieres? —ofreció sonriente.
— ¡Sí quiero! —dijo lamiéndose los labios, esas galletas se veían deliciosas.
— ¿Y preguntas por qué? —soltó, sentándose rápidamente. — ¡No te hemos visto en tres meses, Midoriya!
—Ahh... —susurró, mientras se sentaba con cuidado. —Sí, la verdad he estado algo ocupado, Kirishima-kun. —respondió.
— ¿Qué estás investigando esta vez, hermano? —preguntó curioso, devorando una de las galletas. — ¡PERO QUÉ RICAS ESTÁN! —exclamó, con la boca llena asombrado.
—Come todas las que gustes. —dijo divertido. —Y ehmm... —susurró, doblando la servilleta de tela que tenía a su cercanía.
—Solo he estado leyendo mis libros... Ya sabes.
—Hmmm... —dijo no muy convencido. —El estúpido de Kaminari había querido venir a verte también. —murmuró. —De hecho hace más de dos semanas te golpeamos la puerta, pero nunca saliste. La casa se veía vacía, la rodeamos por completo.
—Seguro y estaba fuera de casa. Lamento eso. —respondió avergonzado.
Seguro y estaba en mi laboratorio...
Pensaba preocupado.
—Bueno, la cosa es que necesitamos verte más seguido hermano. Enserio nos preocupas. —respondió, bebiendo de su té de un solo sorbo. —Ahh, que rico haces el té, que ricas te quedan las galletas, ¡todo te queda en verdad delicioso! —exclamó contento. Entonces soltó un suspiro.
Sus ojos jade se cruzaron con los enérgicos de su amigo, que por algún motivo, le observaba aliviado.
—Sabes, en verdad pensé que te había sucedido algo pero... Te ves feliz. —sonrió.
— ¿De verdad? —preguntó el pecoso sonriente, mientras bebía un poco de su té caliente.
— ¡Por supuesto! Mucho mejor que antes, ya sabes... Antes vivías pálido, muy ojeroso y jamás sonreías. —dijo con su mano en el mentón, recordando. —Pero ahora se te ve muy bien, me alegra mucho.
—Gracias Kirishima-kun.
—Bien, ya va siendo hora de irme. Le diré a los chicos que pronto estarás de vuelta, más vale que ya no estés tanto tiempo encerrado aquí o definitivamente te sacaremos a la fuerza. —dijo, levantándose. —Hablo enserio.
—No te preocupes, Kirishima-kun. Pronto estaré de vuelta... Gracias por visitarme. —agregó contento, guardandole galletas en una pequeña bolsa de tela que había hecho. —Ten, dile a Kaminari-kun que pronto estaré por allá.
—Ochako también a estado muy preocupada. —agregó.
—Ah... —murmuró. —Bueno, también dile a ella, entonces. —sonrió, observando como el pelirrojo le sonreía de vuelta y abría la puerta.
— ¡Ah, Kirishima-kun! —exclamó.
— ¿Hm? —murmuró con la boca llena, seguía comiendo galletas.
—M-me preguntaba si podrías hacerme un favor... —susurró nervioso. —Sabes que yo no suelo pedir favores pero n—
— ¡¡Por supuesto que sí hermano!! —exclamó feliz. —Tú ordena y yo cumplo.
—Es carne... —dijo con su mano en la mejilla, preocupado. — ¿Podrías traerme un poco de carne de res? —dijo corriendo hasta su lado, para entregarle unos cuantos billetes.
Kirishima se los recibió de inmediato. — ¡En un momento regreso! —dijo sonriente perdiéndose en el camino.
—Ahh... Qué bien que ha venido Kirishima-kun. —susurró aliviado, cerrando la puerta para observar su habitación que estaba cerrada.
Avanzó despacio y acercó su oreja tras la puerta, para poder escuchar algo.
Nada.
La abrió lentamente y entonces notó que Katsuki estaba dormido con la bufanda sobre él.
Había dejado un desastre en su habitación. Su ropa estaba en el suelo, aparentemente mordisqueada, las frazadas muy desordenadas pero en realidad, eso poco le importaba.
Se sentó suavemente en su cama y entonces acarició sus cabellos ambarinos con delicadeza.
—Se te ve muy bien, Kacchan... —susurró, notando como éste respiraba suavemente.
—Dormido eres muy tranquilo, ¿eh? —dijo divertido, tomando su manta de cama para taparlo.
—A ver si pronto logro convencerte para que comiences a usar algo de ropa. —susurró.
.
.
.
Katsuki estaba moviendo su nariz de una manera incesante y entonces, sus ojos escarlata se abrieron de manera abrupta.
Un delicioso olor le invadía en sus fosas nasales.
Entonces notó a la cosa parlante que estaba sentado a su lado, nuevamente con una cuchara.
La lamió sin pensarlo y entonces sintió una explosión de sabores impresionante en su boca.
Más, él quería más.
Devoró todo y entonces se levantó, contento.
Tomó la bufanda y la extendió sobre Izuku.
—D-D-
Izuku perplejo, le miró.
Estaba intentando decir algo.
Su boca se deformaba y se veía bastante frustrado, pero aún así no se detuvo.
—De. —acabó de decir, señalandole. Izuku tenía su bufanda sobre la cabeza, Katsuki se había encargado de posicionarla ahí.
— ¡KACCHAN, ERES IMPRESIONANTE! —exclamó Izuku, con lágrimas en los ojos mientras se acercaba y le tocaba sus hombros.
— ¡HAS DICHO 'DE' Y YO NO TE HE ENSEÑADO NADA AÚN! —Sollozaba con sus lágrimas cayendo de manera incesante. —Eres maravilloso... —susurraba contento.
Había sido una larga noche en la que Izuku no durmió por añadir detalles de Katsuki en su libro de apuntes.
Quiso presentarle a Katsuki su habitación, pero el rubio se rehusó a hacerle caso y se quedó en la alfombra de la sala nuevamente.
Ahí estaba, dormido junto a la estufa a leña.
Izuku de manera sigilosa le había puesto una manta sobre él, para prevenir.
Entonces le observó por un par de horas, mientras planificaba sus clases.
Se había sentado a su lado, en el suelo.
Notó como Katsuki entre sueños apoyó su cabeza sobre sus piernas.
Izuku sonrió enternecido, observó el fuego inundar de calor sus jades emocionadas mientras escuchaba el respirar del rubio sobre su regazo.
Era hora de que Katsuki comenzará a aprender a hablar, a expresarse y sobre todo a conocer.
A partir de mañana, sus lecciones vendrían en serio.
Izuku añoraba que Katsuki comenzara a ser él.
Izuku deseaba conocerlo más y para ello, necesitaba que Katsuki aprendiera para entonces, él aprender de su brillante y fascinante nuevo compañero.
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¡Hola!
Katsuki es un poco intenso hahaha.
Las verduras ya no le agradan, pobre pato, creo que tendrá que ir al psicólogo luego de ese trauma.
¡Espero y les haya gustado!
Infinitas gracias por el apoyo ♥️
Espero y estén súper, nos estamos leyendo ü
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