II
(Déjame un comentario,
no seas un lector fantasma :c)
Lentamente cayó el vino en el interior de una alta copa de boca ancha. Hannibal, con una elegancia digna de su título, retiró la botella en la inclinación adecuada para no arruinar el sabor de aquel jugo de uvas fermentado. Tomó la copa por el fuste evitando tocar el cáliz para no calentar el vino, y antes de mojar sus labios, olfateó, cerrando sus ojos, las notas de madera que le regalaba aquella increíble cosecha sanjuanina, estacionada por más de cuatro décadas en una de las más exclusiva bodega de la capital. Neįtikėtina¹, susurró antes de tomar el primer trago. "Pero no tan increíble como esas frutillas argentinas del mercado", agregó luego con otra de sus sonrisas casi infantiles pero que ocultaban peligrosas intenciones.
—Will Graham —le informó su tía con cierto hastío del otro lado de la pantalla del portátil sobre la mesada de la cocina.
—¿Will Graham? —repitió algo sorprendido—. ¿Por qué tendría un nombre extranjero siendo argentino? ¿O estoy equivocado?
—No, no estás equivocado. Figura con nacionalidad argentina, pero es huérfano. Tal vez él mismo no sabe el porqué de su nombre.
Hannibal volvió a tomar un trago de su copa, y saboreó aquel líquido de un rojo oscuro con gran satisfacción. Que fácil era saber todo sobre una persona con el acceso a tecnologías de reconocimiento fácil, una base de datos y dinero, mucho dinero. Ya que este último de sus recursos, y el más importante de ellos, le habían permitido comprar la imagen tomada de Will por una de las tantas cámaras de seguridad del mercado a un guardia que al ver dólares en frente de sus narices, no temió perder su trabajo con tal de tenerlos en el interior de sus bolsillos.
—Es un poco cliché, Lady Murasaki, pero todos tienen un precio —le comentó con esa arrogancia clásica que hacía parte frecuente de su personalidad. Su tía, quien optaba por callar y ahorrarse unos cuantos debates innecesarios, asintió con expresión fría y cortó la comunicación.
...
Will revisaba por última vez su ponencia para la jornada de literatura de habla inglesa, en la cual expondría parte de su trabajo sobre ocultismo y religión en la literatura americana colonial del siglo XIX. Aunque le frustraba ver cómo había partes de su ensayo que aún no le convencían del todo, pero para resolver las dudas que tenía en aquellas partes, necesitaba ese peculiar diccionario de aquel anticuario del mercado cerca de Retiro. Suspiró, no quería pensar en ese asunto nuevamente, muchos menos recordar al alfa que se había acercado con obvias intenciones de cortejarlo, sin embargo, no podía negar la elegancia del hombre, muchos menos de su atractivo físico.
Se sonrió fugazmente con un tenue carmesí sobre los pómulos de sus mejillas. Pero negó repetidas veces con su cabeza al darse cuenta de su estado, volvería a llamar la atención de sus compañeros de residencia si su aroma se hacía más fuerte de lo usual por encontrarse levemente excitado.
...
Un nuevo lunes se asomó por la ciudad de Buenos Aires, y encontró a un Hannibal Lecter escogiendo un reloj de su colección que hiciera juego con su outfit juvenil, pero elegante; aunque él hubiera preferido usar un traje de diseñador. Un pantalón de gabardina, una camisa de cuello cerrado y una campera de cuero eran más adecuados para la ocasión. Luego, se subió a su Harley-Davidson V-Rod, llegaría al lugar en moto para ahorrarse el tiempo de buscar un lugar donde estacionar con un automóvil.
El auditorio parecía estar a punto de rebasar su capacidad prevista, no solían tener tanta concurrencia a sus jornadas literarias. Aunque cierto profesor de origen extranjero se fijó en la peculiar presencia de un hombre parado al fondo del salón. A pesar de que la universidad tenía alumnos de todas las edades, dudaba de que un hombre con esas características podría ser estudiante de alguna carrera de la facultad de Filosofía y Letras.
—Profesor Crawford —lo llamó su alumno preferido haciéndole olvidar lo que estaba pensando.
—¿Estás listo? —preguntó con una gran sonrisa antes de apretar el hombro de un nervioso Will Graham, quien estaba a punto de dar su primera ponencia en público.
Will asintió con su cabeza, y suspiró profundo antes de tomar asiento junto a los demás expositores que se presentarían en ese día. Desde allí podía ver la gran multitud que comenzaba a sacar sus cuadernos para tomar notas, y también llegó a reconocer al alfa de aroma agrio del mercado, quien dirigió su mirada directamente hacía junto con una sonrisa enigmática que le hizo temblar el cuerpo. ¿Cómo lo había encontrado? ¿Era otra casualidad? Por el momento se decidió por ignorar el asunto, y se concentró en repasar sus notas. Pero, de manera inconsciente, comenzó a despedir más feromonas de lo usual, lo que hizo a Hannibal apretar la mandíbula.
Varios profesores se habían acercado a Will para felicitarlo por una excelente presentación, pero tan solo unos pocos pudieron hacer llegar esas felicitaciones. Alrededor de Will comenzó a flotar un aura pestilente que les hizo retroceder por un mero instinto de supervivencia. Hannibal se había acercado a ellos, uno a uno se retiraron sin siquiera verlo a los ojos. Solo el profesor Jack Crawford permaneció junto a Will.
—¿Buenas tardes? —enunció con una ceja arqueada soportando el agresivo aroma que intentaba ahuyentarlo.
—Buenas tardes, soy Hannibal Lecter —se presentó educadamente no solo para el hombre de tez negra que no dejaba de escudriñarlo con la mirada, sino también para Will, quien no dejaba de mirar el piso tratando de ignorar su repentina presencia.
—Profesor Jack Crawford, titular de la cátedra de Literatura de Habla Inglesa —respondió extendiendo su siniestra para un apretón de manos, que no tardó en ser correspondido. Hannibal, a pesar de su intimidante aroma, inspiraba cierta confianza, o al menos así le había parecido al profesor de origen estadounidense.
—Me imagino que usted es la mente maestra detrás de todo este evento, ¿no es cierto?
—Si, se puede decir que soy el culpable. Pero Will Graham fue mi mano derecha en la organización.
—Yo no hice mucho —acotó algo tímido.
—No digas eso, Will —lo regañó con unas palmadas sobre su espalda. Hannibal ladeó ligeramente su cabeza observando con un disgusto aquel nuevo contacto físico del profesor con su alumno. Pero fingió una nueva sonrisa cuando el hombre le preguntó de dónde conocía a Will Graham.
—Oh, no lo conozco realmente, lo ví por casualidad en un mercado y quería invitarlo a tomar un café, pero fui cruelmente rechazado.
—¿Y entonces lo siguió hasta aquí? —inquirió Jack notablemente preocupado.
—¡Oh, por dios, qué dice! —exclamó casi divertido—. Me enteré de estas jornadas por un catedrático amigo y me acerqué a curiosear. Pero me encontré con un rostro conocido y vine a saludar.
—¡Ah! ¡Lo siento! Por un momento pensé que era un acosador —expresó Jack con alivio. Pero Will no estaba del todo convencido de que aquello fuera una mera coincidencia fortuita.
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Nota:
¹ Increíble en lituano.
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