Ambos se sentaron en la banca frente al salón de clases. Zane volteó a ver a su amigo sonriendo, esperando encontrarlo devorando si almuerzo como de costumbre. En lugar de eso, se encontró con un Cole apretándose el estómago.

-¿Te sientes bien? -le preguntó el rubio ladeando la cabeza.

Cole reaccionó poniéndose recto y cambiando la cara.

-Eh, si -sonrió forzadamente el chico de 12 años.

Zane no dejó de verlo, obligándolo a quietar esa sonrisa. Cole se sobó el estómago con un gesto de desgano.

-¿Te duele?

-Tengo hambre -admitió.

Esa era una afirmación natural en su amigo, las veinticuatro horas tenía hambre. Sin embargo, le pareció escuchar cierta pena en su voz al decirlo.

-Cole Hence -lo regañó -¿Te comiste tu almuerzo en clase?

-¡Claro que no! -exclamó haciendo un puchero -Hoy no traje almuerzo...

El rubio arqueó una ceja.

-¿Por qué? ¿Lo olvidaste?

El pelinegro negó.

-Mamá siguió enferma... -dijo sin mirarlo -la internaron ayer por la noche y no pudo prepararme nada.

Zane torció la boca. Le agradaba la madre de Cole, una mujer amorosa y bella que lo había llevado a su casa incontables veces. La recordaba sonriente en todas las ocasiones, la mayoría tras el volante.

Él no había conocido a su mamá. Y en el instante en que conoció a la alegre mujer, supo que le hacía falta una. Fue lo mas cercano a envidia que pudo sentir hacia Cole alguna vez.

Miró a Cole, y después a su lonchera color azúl. Sacó lo que su padre le había preparado y se lo alcanzó a Cole.

-Toma, yo no tengo hambre -le dedicó una sonrisa.

El pelinegro lo miró con los ojos bien abiertos, haciendo que parecieran más naranjas y brillantes que lo normal.  La tomó y  le pego un mordisco como si de eso dependiera su vida (tal vez lo hacía).
-¡Gracias Zane! -le dijo con la boca llena.

-No es nada, en serio.

-Bueno -tragó -Ya sabes lo que dicen: Quedate con quien te de su torta.

°•★Fragmentos de vuelta a la carga nenas★•°