
Capitulo 7
Neil
El día de hoy no estaba mejor que ayer en temas de clima, y aunque los meteorólogos en la televisión habían previsto que seria un día más soleado, las nubes se daban a conocer en todo su esplendor, opacando la luz del sol.
Caminaba por las calles de Edimburgo a paso medio rápido para llegar a mi destino: el hospital.
Tal y como le había prometido a Odette que iría a verla, intente hacer mi trabajo más acotado durante la mañana para lograr llegar a la hora de almuerzo y acompañarla hasta más tarde, puesto que hoy seria un día pesado y deseaba poder pasar un poco de tiempo con ella.
Luego de unos minutos andando, llego a mi destino y pronto me detengo en la entrada de su habitación antes de entrar para mirar por la delgada ventana de la puerta, solo por manía, asegurándome que Odette estaba en su cuarto. Su figura frente al ventanal me confirma su presencia, así que entro tranquilamente. Pero la tranquilidad no dura mucho en el momento en que siento algo extraño. Frunzo el ceño mirándola atentamente y me doy cuenta como sus brazos cruzan su pecho, abrazándose a si misma. Es inevitable no darse cuenta del aura melancólica que le rodea y es casi seguro que estuviera ensimismada por la forma en la que prosigue, sin alterarse por mi llegada, lo que significa que ni si quiera se ha dado cuenta de que estoy aquí.
Me acerco a ella intentando no asustarla y me detengo a su lado, sin despegar la vista del frente. No tardo en sentir su mirada impresionada ante mi presencia, aunque mantiene el silencio y vuelve su vista hacia la ciudad.
—Linda vista, ¿no? Creo que no me molestaría estar enfermo si tuviera una vista como esta.— digo, terminando la frase mirandola, pero ella solo baja la vista a sus manos ahora entrelazadas.
—Eso creo.— contesta poco audible.
Tenia la voz ronca y nasal, lo que me preocupa pensando que pudiera estar enferma e intento buscarle el rostro.
—¿Estas bien?
—Si.— vuelve a hablar, girando la cabeza a un lado para ocultarse.
—Espera... — ella niega sin soltar palabra, como diciendo que no intente mirarla. —No te ves muy bien, Odette.
Su mano se instala frente a mi, en una señal clara de que me detenga y le diera unos minutos. Sus hombros suben y bajan cuando respira hondo, y sus manos van directo a sus ojos. Y eso me hace comprender que no esta enferma... ella estaba llorando.
—Estoy bien.— fruncí el ceño nuevamente sin entender su actitud.
Se forzaba a sonreír y eso me dejaba cierto malestar en el estomago.
—No me gustaría forzarte a nada.— levanto su barbilla para que conecte sus enrojecidos y cristalinos ojos con los míos. —Pero no te hará mejor obligarte a estar bien.— pongo mis manos en sus hombros y las muevo sutilmente con un masaje para que se suelte. —No te lo guardes, por favor.
En sus ojos pude ver como cedía a mi petición y se derrumbaba sin poder aguantar por mucho esa sonrisa mal forzada en sus labios. Su barbilla tiembla y nuevas lagrimas adornan sus mejillas sin parar, constriñendo su rostro de dolor.
—Duele. Duele mucho.— solloza con las manos en su pecho y sorbe por la nariz. Se aleja unos centímetros y cubre su boca con la palma de su mano pretendiendo silenciar sus gemidos. —Desperté de una horrible pesadilla y vine aquí para... para mirar afuera y distraerme y-y luego yo... solo... no pude parar de llorar.— me dedica una mirada desesperada que me deja tieso en mi lugar. Ella realmente estaba mal. —Siento que me volveré loca.
Sostiene su espalda contra los vidrios y se arrastra en ellos hasta quedar sentada. Sus piernas en su pecho, sus codos afirmados a sus rodillas mientras aprieta su cabello y su rostro escondido, solo le hace ver lo mucho que esta conteniéndose. Esa pesadilla debe haber sido algo demasiado fuerte para llegar a tener este desbalance en su estado emocional, y es confirmado cuando la voz dolida de Odette habla:
—Ya sé que no estoy aquí solo por un accidente.—solloza.—Ellos me arruinaron.
Yo no pude evitarlo mucho más, escucharla y verla así tan inconsolable y atormentada me rompía por dentro. Mis brazos, como si fuera un hábito, la envolvieron en un fuerte abrazo y ella se desplomo en mi, dejando salir los sollozos más desgarradores que quizás nunca escuche en mi existencia. Sus manos apretujaban mi abrigo pero iban por todas partes intentando afirmarse debido a la potencia de ese sentimiento que transmitía como si se le fuera la vida en eso. Sus pequeños gritos eran amortiguados por mi pecho, intentando no hacer demasiado ruido para no llamar la atención de los enfermeros y mi abrazo se fortalecía para sostenerla, no solo físicamente, sino su alma quebrantada.
Esto ocurre cuando sacudes el cajón de los recuerdos, siendo consciente o inconscientemente. Luego son ellos los que terminan sacudiéndolo a uno.
Una vez que siento que su cuerpo esta más relajado y su llanto es más calmado, como puedo y sin soltarla, paso una de mis piernas a su costado dejándole en medio de ambas. Junto sus piernas para ponerlas sobre una de las mías y la acuno como a un bebé entre mis brazos, acariciando su cabello despeinado para darle un poco de calidez. En ese momento dejaba de lado el echo de que ella había tenido un recuerdo... uno terrible. De todos los recuerdos que pudo haber recobrado tuvo que ser el más doloroso. Así que la acaricie, le dije palabras de consuelo y espere. Espere que su respiración se acompasara y que las lagrimas se detuvieran.
Yacía tan quieta y relajada que pensé que estaría dormida, una idea que descarte cuando se remueve para acomodarse e inhala profundo sobre mi ropa.
—Sé que no fue una simple pesadilla. —se aleja unos centímetros hasta tener la distancia suficiente para fijarse en mi. —Fue tan real que mis heridas dolían cada vez que... —muerde su labio bajo y baja la vista un momento, tomando fortaleza para seguir hablando.
No le diría que pare. Si esta soltándolo todo sin habérselo pedido, es porque lo necesitaba y no le quitaría ese derecho de desahogarse, aunque yo me sintiera miserable por no haberle dicho antes lo que le había pasado. Tal vez si lo hubiera hecho, no seria tan traumático ahora.
—Quisiera recordar sus rostros. Quisiera saber quienes son para arruinarles sus malditas vidas tal o peor a como hicieron conmigo.— su mandíbula se tensa al decir esas ultimas palabras y sus puños apretados no me pasan desapercibido.
—No dejes que el odio te deje sin avanzar.— su mirada fiera, llena de furia y venganza, penetra mis iris, provocandome cierto temor por ella. Que tome ese camino no le hará vivir mejor. —Puedo entender como te sientes ahora y que deseas asesinarlos con tus propias manos pero enfocarte en ese deseo solo te hundirá más.
Sus facciones suavizándose me da a entender que esta analizando mi consejo.
Finalmente se pone de pie, sus piernas estan temblorosas y da los pocos pasos que la separan de su camilla hasta ella. Yo imito su acción, por consiguiente. Se sienta en el borde de la colchoneta, quedando frente a frente conmigo, y cruzándose de brazos, me emplea un asentimiento.
—Esperaré al detective para decirle lo que sé.
Con la situación ya mitigada, me tomo la libertad de exhalar todo el aire contenido y sacudo la cabeza positivamente, mirando el reloj en mi muñeca.
—Dijo que vendría como a estas horas.
Su pequeña mano apretando suavemente mi antebrazo llama mi atención y observo detenidamente todo su joven rostro, el cual tiene una mueca parecida a una sonrisa.
—Gracias por... ayudarme. Incluso ahora.— sonrío de lado, aceptando su agradecimiento y acomodo un mechón de su cabello tras su oreja. —Te debo la vida, Neil.
—No digas eso. No me debes nada ¿vale?— ella acepta sonriendo un poco más amplio, lo que me llena el pecho de satisfacción al presenciarla así más contenta y templada.
Un enfermero entra para dejarle su almuerzo, lo que ella se devora sin rechistar. Su estomago debe estar tremendamente hambriento por comida de verdad, lo que es lógico luego de vivir un mes a base de sueros.
Poco después, una cabellera negra y enormes ojos azules invaden la habitación. Seth hacia su acto de presencia al fin y me saluda con esa palmada en el omóplato tan característico de él.
—Así que estabas aquí.— levanto una ceja en su dirección y con los ojos le señalo que no ha saludado a nuestra acompañante. —Oh, mis disculpas, jovencita.— hace una clase de reverencia demasiado exagerado para mi gusto y no puedo evitar rodear los ojos ¿Cómo es que este tipo consiguió ser detective? —Soy el detective Mackenzie pero tú puedes llamarme Seth. Estoy a cargo de tu caso.
—Mucho gusto.— contesta ella, levantando una mano a modo de saludo.
—Ya me enteré del diagnostico.— habla más para mi pero sin despegar la mirada de una, ahora, tímida Odette. Mi entre cejas se bajan inevitablemente por esos cambios tan repentinos que tiene. No hay rastros del pánico que atravesó hace unos minutos. Bueno, no es que no nos hayan advertido ya.—Sé que aún es reciente pero tal vez podemos hablar.
Por impulso, quise adelantarme a contestar en su lugar, enfocado en que hace pocos minutos ella estaba echa trizas llorando y por consecuencia no tendría la fortaleza mental para soportar tanta información negativa y el interrogatorio que por protocolo se tenían que hacer. Sin embargo, solo logré emitir el comienzo de la primera palabra cuando Odette carraspea y se sienta lo más recta que le permite la camilla.
—Lo haré.
Ambos la observamos, pero al rato, Seth tiene una mirada interrogativa fija en mi, seguramente porque estaba actuando como si la chica no pudiera hablar por su cuenta y porque sabia que algo había sucedido. Claramente no era de su incumbencia para contárselo a menos que Odette quisiese.
Yo estaba anonadado y un tanto aterrado de la decisión que se apresuró a tomar. Ayer me había demostrado que era fuerte y que tal vez podría tolerar todo este peso que tiene sobre sus hombros, mas no podía olvidar lo que el mismo doctor dijo. Su mente estaba desmesuradamente voluble y no se puede tomar una reacción como algo infalible para otros casos similares.
—Antes de continuar, debo anticiparte a que las noticias no son positivas.— Seth habla en tono de advertencia.
Y ella en vez de achicarse, ordena con sus manos como puede su cabello desordenado y pestañea repetidamente, alistándose para lo que tuviera que pasar.
—Estoy lista.
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Buenas, buenaaas!
Tengo curiosidad; de donde son?
En lo personal siempre estoy poniendo atención en los detalles de cada historia que leo para averiguar de donde es la escritora y aveces le acierto. Quizás ustedes también lo descubran sin que les diga.
Bueno, como siempre les mando un abrazo y un Besote.
No te olvides de dejar tu estrellita *guiño, guiño*
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