
Capitulo 2
Neil
Pocos minutos después del accidente...
—Ya casi está lista.— dice mi amigo, mientras siento su mano palmotear mi hombro amistosamente.
Ambos observamos por última vez la modesta y hermosa casa que falta por terminar pero que ya podría ser habitada. Cosa que he dejado para después, puesto que antes debo arreglar algunos asuntillos... como viajar a ver mi familia.
Ver mi nuevo hogar casi terminado me hace sentir muy orgulloso de mí.
Cuando decidí hacer mi vida aquí en la capital, supe que era un lugar perfecto para cumplir uno de mis principales objetivos: construir mi propia casa. Y aunque tuve que contratar algún que otro servicio por mi falta de conocimiento en mano de obra, como la fontanería, el resto de la construcción fue solo con mis manos y las de Seth, quien me apoyaba cuando necesitaba un par de manos extras con lo más pesado.
Nos ha llevado poco menos de un año en llegar hasta aquí, considerando que solo teníamos un par de horas a la semana y algunos fines de semana.
Este día habíamos quedado en terminar los pequeños detalles después de nuestros respectivos trabajos, aclarando que él se ofreció a venir.
Creo que se había entusiasmado con hacerle de constructor cuando no ejercía su posición de aspirante a inspector.
Caminamos de vuelta a mi camioneta y al subirnos, saco la caja de mis lentes de la guantera para ponérmelos.
—Quizás te pida un espacio para mí y me hagas el diseño de mi casa también.— mueve las cejas sugerentemente. —Digo, a modo de pago por mi gran ayuda.
Río levemente y muevo la cabeza en desaprobación, encendiendo el motor para posteriormente comenzar a salir del terreno.
—Si quise tener una casa fuera de la ciudad es porque realmente quiero estar lejos de gente problemática. —sonrío con sorna. —Prefiero pagarte en dinero.
De soslayo capto como mi amigo se pone una mano en el pecho e inspira dramáticamente, fingiendo una clase de ataque.
—¿Ofendes a tu único amigo? ¿El único que podría salvarte de pagar una multa? ¿Y después de todo lo que he echo por ti?
Ruedo los ojos y Seth exagera aún más su expresión de ofendido.
—Te delataré con mi madre y yo me reiré en tu cara cuando te golpee en esa cabeza oxigenada tuya. Ya verás, cuatro ojos. Ni siquiera tu estatura te salvará de la chancla voladora.
Niego, aguantando la risa ante lo infantil que suena. Él murmura cosas entre dientes que poco logro entender y carraspea cuando me ve levantar una ceja.
Ambos sabemos que esta conversación es a modo de seguirle el juego. Él es así y así lo aprecio. Está demás decir que si él necesitara un lugar y quisiera hacer su propia casa, yo le cedería un espacio para él sin dudarlo.
Desde el primer día que llegué a Edimburgo para comenzar mis estudios, Seth se había transformado en un hermano para mí. Bueno, además de que vivía en su casa -o más bien la casa de su madre, Olivia, quien recibía estudiantes provenientes de pueblos cercanos, como yo-, y estábamos obligados moralmente a estar en paz unos con otros, la amistad surgió mucho más fácil con él que con los otros dos estudiantes. Todos nos llevábamos bien y hasta hoy, en el que ya tenemos nuestros títulos, trabajos y vidas independientes, seguimos compartiendo bastante, pero si tuviera que llamar a una persona para contarle un crimen, por muy ilógico que sea, sin dudarlo pensaría en Seth.
—Cambiando el tema... no me has dicho cuánto tiempo estarás en las Highlands.
Ese era el apodo que Seth había elegido para mi lugar natal. Porque en realidad sí era parte de las famosas Tierras Altas pero ya nadie se les refería así realmente.
—No lo sé ¿Por qué?
—Mi madre esta dele preguntar.- Se cruza de brazos y mira al frente. —Puesto que te he visto comprar tantas cosas, deduzco que te quedaras hasta el próximo año.
Y era tan cierto.
Siempre era lo mismo cuando llegaban mis vacaciones. Volver a mi hogar se había transformado en un afán entre encargos, adelantar trabajo y... más encargos.
Dado que mi familia vivía entre dos pueblos pequeños y que se veían en la necesidad de pedir cosas que solo podías encontrar en la ciudad, me tocaba a mí ser el chico de los pedidos. Sobre todo cuando tienes un par de adolescentes mellizas en un lugar tan aislado...
Ya no me tomaba la molestia de llevar ropa en mis maletas ni mucho menos, debido a que todo lo que entraba en mi equipaje era exclusivamente para ellos. Y no es que me molestara, de todos modos. Tenía un clóset lleno en casa y daba las gracias por no tener la necesidad de agobiarme en elegir prendas, por el simple echo de que las compras ya me volvían loco, y eso que comenzaba a prepararme dos meses antes de irme.
Aún faltaba una semana para que se acabara el mes de Septiembre y mi viaje era a mitad de Noviembre. Obviamente tenía que pasar el Día de San Andrés y Navidad con mi familia, sino me borrarían del libro familiar.
Gracias al cielo solo era poco más de una hora de viaje.
—Puede que tengas razón. —le doy una mirada rápida con un aparente lamento. — Tengo un proyecto de mantención para uno de los monumentos en uno de los pueblos cercanos y seguramente estaré por un periodo mucho más largo que de costumbre. Pero no te preocupes, volveré antes de que te acostumbres al encierro.
—Sabes que no eres mi único amigo. Ni te creas tanto.
Claro que lo sabía. ¿Recuerdan a los otros huéspedes de su mamá? Pero a Seth no le gustaba admitir que su ritmo de vida no le caía bien a su cuerpo al día siguiente. Por eso se juntaba con ellos solo cuando yo estaba ahí.
—Aja. Entonces ¿Por qué estás aquí? Podrías estar divirtiéndote con ellos. Hoy es viernes.
—A los treinta la resaca no se pasa igual que a los veinte. Es suficiente con que mañana vaya trasnochado a trabajar.
—Admítelo, Seth. Te haz...
Dejo de hablar cuando siento la molesta presencia de una luz vehicular. Entrecierro los ojos mientras por inercia levanto un brazo tratando de poder ver algo y bajo la velocidad para evitar desviarme, esperando que el auto contrario pueda pasar rápido, pero este no parecía querer avanzar.
—No puede ser.
Seth lanza un sonido de asombro que me sobresalta y, de forma instintiva, mi pie izquierdo pisa el freno a fondo. Pronto y sin perder ni un segundo desde que frené, observo el cuerpo de mi amigo bajar con rapidez mientras me llama para acompañarlo.
Mi corazón comenzó a latir a mil por hora cuando mis ojos se adaptaron al nuevo alumbrado y la imagen ante mí se hacía más clara.
Cierro los ojos con fuerza ante el mareo inminente. Miles de recuerdos se arremolinan en mi mente, torturándome, haciéndome caer en un espiral profundo de desesperación del que no pensaba volver después de tantos años. Mi respiración se ha vuelto difícil de llevar.
Respira, Neil. Respira. Vuelve. Alguien necesita tu ayuda.
Sacudo la cabeza repetidas veces hasta que siento el aire en mis pulmones con normalidad, cerrando la puerta mentalmente a todo eso que solo me devuelve a la desgracia. Ya sabía que hacer en estos casos pero ya hacía tiempo que no entraba en este tipo de colapso y no lo había visto venir.
La verdad pensé que ya lo había superado.
Mis pies corren por su cuenta juntos hasta Seth y me detengo abruptamente al ver el cuerpo maltratado de una mujer dentro de aquel auto claramente volcado.
—¿Sabes qué hacer?—escucho la voz de Seth un tanto amortiguada.
Asiento, tragando saliva. No me fiaba de decir algo sin temblar.
—Bien. —dice tomándome de los brazos para que lo mirase. —Hazle los primeros auxilios. Tal vez podamos salvarla.
Vuelvo a asentir.
Seth palmea mi antebrazo y se aleja para marcarme en su teléfono.
Mi cerebro, a modo de defensa, solo deja de pensar y enciende su botón de automático, moviendo mi cuerpo por instinto según mis propios conocimientos venían como una ola de información de lo que alguna vez estudié o leí por leer sobre qué hacer en estos casos.
Seth ya había apagado el motor y abierto la puerta del conductor. Como digo, más bien la puerta misma se salió de su lugar en cuanto la tocó.
Bien, ahora el pulso, Neil. Comprueba si está viva.
A simple vista parecía que no tenía aliento de vida en ella. Estaba demasiado pálida y empapada de ese espeso líquido rojo. Era imposible. Aun así, tratando de calmar mis manos temblorosas, poso dos dedos en su cuello y me concentro en sentir ese pequeño movimiento que me indique que hay esperanzas para ella. La esperanza es lo último que se pierde ¿no?
—¿Neil?
Le miro con los ojos muy abiertos y la emoción que recorre mis extremidades. Mi respiración se tranquiliza de momento y finalmente logro emitir las palabras que esperaba un expectante Seth.
—Su pulso es débil pero está con vida.-trago saliva y compruebo una vez más. —Que se den prisa— vuelvo mi atención a la mujer sintiendo algo en mi interior contraerse. —Puede que esté a tiempo— murmuro para mí.
Ahora sólo no debía moverla por ningún motivo o podría acelerar su muerte, así que procedo a inspeccionar su cuerpo, iluminándola con la linterna de mi móvil, en busca de la hemorragia. Ahí, más arriba de lo que sería su ombligo, un pedazo del parabrisas incrustado sobresale de su carne.
No podía sacarlo ni taponar la zona. Eso estaba fuera de mi alcance.
Necesita calor.
Presuroso, me pongo en pie y corro a mi auto para sacar una de las mantas más gruesas que siempre llevaba en mi portamaletas en caso que me quedara a dormir, por cualquier motivo que me impidiera volver a lo urbano.
Cubro su cuerpo con delicadeza, asegurándome de no empeorar sus heridas y que cada parte de su torso quedara tapada por la manta. La pérdida de sangre, su ropa mojada por la misma junto con el clima helado que hay en esta época, dificultaría a su cuerpo el entrar en calor por su propia cuenta.
Aún así de nada servirían todos nuestros cuidados si la ambulancia no llegaba pronto.
Seth exhala de forma abrupta con las manos en su nuca y camina de allá para acá con impaciencia.
De pronto se detiene y mueve uno de sus pies dejando ver una cosa extraña... Con un trozo de papel higiénico, que saca del bolsillo de su pantalón, lo recoge y observa detenidamente con la iluminación que facilitan las luces de mi vehículo...
Me acerco hasta donde está, mirando entre él y la cosa rara.
—¿Qué es eso?
Su ceño se arruga más, examinándolo y olfateándolo.
—La punta de un habano.
Inevitablemente, mi rostro imita su expresión debido a la extrañeza de tal cosa. Mi mente aún no está del todo centrada, por lo que no puedo descifrar las gesticulaciones que pasan por la cara de mi amigo. Para mí es solo un trozo de basura, el cual no me atrevería a recoger... ni si quiera se me pasaría por la mente hacerlo.
Pero luego habló más para sí mismo, dejándome su perspectiva expuesta.
—¿Qué hace la punta de un habano, en buen estado, fresco, casi a mitad de carretera y cerca de un accidente?
Centro mi mirada en él con la boca semi abierta, alcanzando a imaginar lo que no se me había ocurrido.
Nuevamente mi mente entra en un estado de pensamiento profundo, mientras observo a la mujer en el auto y percibo un sonido ahogado de sirenas acercándose. Lentamente, Seth y yo nos miramos preocupados, vacilantes, sabiendo ambos que pensábamos exactamente lo mismo.
Alguien más estuvo aquí.
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