6
El análisis de Alejandro había resultado ser un desafío aún mayor de lo que inicialmente parecía. Durante horas, había trabajado incansablemente para descifrar el patrón sonoro que Julia y Nicolás captaron con la radio de Xoel. Tras aplicar varios filtros y herramientas avanzadas, lo que inicialmente parecía una señal repetitiva sin un origen claro comenzó a transformarse en algo aún más desconcertante: una secuencia de números que, al principio, parecía completamente aleatoria.
Julia y Nicolás observaban a Alejandro mientras estudiaba los datos proyectados en la pantalla gigante del observatorio. Los números parpadeaban de manera intermitente: largas filas de cifras que no seguían ningún patrón lógico discernible. Era como si el mensaje hubiera sido codificado de manera intencionada para ocultar su verdadero significado.
—Esto no tiene sentido —dijo Alejandro, frotándose la frente—. No son coordenadas, no son frecuencias, ni siquiera parecen estar relacionadas con ninguna fórmula matemática conocida. Es como si alguien hubiera enviado números sin ningún propósito aparente. Pero… algo me dice que estamos mirando esto desde la perspectiva equivocada.
Julia frunció el ceño, intentando seguir el razonamiento de su amigo.
—¿Crees que esto es algún tipo de mensaje? Algo oculto en los números que no estamos viendo todavía.
—Es posible. A veces las señales no se interpretan de manera directa. Podrían estar usando una forma de cifrado que no comprendemos, o tal vez no sea para nosotros. Quizás ni siquiera estemos destinados a recibir esto. —Alejandro miró los números parpadear una vez más antes de agregar—. Estoy convencido de que quien o lo que esté enviando esto no es humano.
Un silencio pesado cayó sobre el grupo. Era la primera vez que uno de ellos pronunciaba en voz alta lo que todos habían estado pensando: que tal vez las respuestas que estaban buscando no estaban en la Tierra.
De repente, el sonido característico de la alarma del observatorio los sacó de su concentración. Uno de los operadores, que hasta ese momento había estado monitoreando las cámaras del telescopio y los datos en segundo plano, comenzó a gritar.
—¡Tienes que ver esto!
Alejandro, Julia y Nicolás corrieron hacia las pantallas, donde las imágenes en vivo del cielo nocturno, captadas por las cámaras del telescopio, mostraban algo completamente fuera de lo normal. Un resplandor brillante venía desde la dirección de la ría de Vigo, iluminando el horizonte como si fuera un amanecer artificial en medio de la noche. Pero no era solo una luz.
—Dios mío… —murmuró Nicolás, mientras observaba cómo miles de objetos brillantes emergían desde el agua, subiendo a una velocidad inimaginable hacia el cielo.
Eran ovnis, sin duda alguna. Pequeñas naves circulares, tal y como las que Xoel había mostrado en sus vídeos, pero ahora en cantidades imposibles de contar. Se desplazaban en patrones caóticos al principio, pero luego comenzaron a moverse en formación perfecta, como si estuvieran coordinados por una inteligencia superior. La ría de Vigo se convirtió en el epicentro de un espectáculo extraordinario: luces y sombras se mezclaban mientras los ovnis ascendían rápidamente, desvaneciéndose en el cielo con tal velocidad que era imposible seguirlos con la vista.
—¿Estás viendo esto? —preguntó Julia, su voz apenas un susurro.
—No sé qué estoy viendo —respondió Alejandro, incrédulo—. Esto no tiene precedentes.
Los tres quedaron paralizados ante la pantalla, incapaces de apartar la vista de lo que estaba ocurriendo. El fenómeno duró varios minutos, aunque para ellos fue como si el tiempo se hubiera detenido. Las luces seguían brotando desde la ría, moviéndose como si tuvieran un propósito definido, pero ninguna de las naves parecía aterrizar o quedarse en la atmósfera terrestre. Todas se dirigían hacia el espacio, desapareciendo entre las estrellas.
—No se puede saber hacia dónde van —dijo Nicolás, boquiabierto—. Es como si simplemente… se fueran.
—Pero, ¿por qué ahora? —preguntó Julia—. ¿Por qué están saliendo de la ría de Vigo en este momento, justo después de que descubriéramos esa señal?
Alejandro, aún con los ojos fijos en la pantalla, intentaba buscar respuestas en su mente. Había estudiado señales y eventos astronómicos durante años, pero nunca había visto nada parecido. Finalmente, se volvió hacia Julia y Nicolás.
—La señal que captamos puede haber sido una especie de llamada o una alerta —dijo—. Un aviso de que era hora de partir. Es como si estuvieran recibiendo una orden de evacuación o algo parecido.
—¿Evacuación? —preguntó Nicolás, tratando de procesar la idea—. ¿Dices que… esos ovnis estaban aquí todo este tiempo, bajo el agua? ¿Y ahora se están yendo?
—Es una posibilidad. Quizás no sean invasores, como muchos pensarían. Tal vez estuvieron aquí por mucho tiempo, observándonos, estudiándonos. Y ahora, por alguna razón, han decidido que es hora de irse. O tal vez, alguien los está obligando a irse.
Julia sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Todo encajaba de una manera que la aterraba. Los avistamientos recientes, la muerte de Xoel, los números en la señal… todo parecía formar parte de una conspiración mucho más grande de lo que jamás habrían imaginado.
—No podemos dejar que esto quede aquí —dijo Julia, con determinación—. Si lo que vimos es cierto, si estos ovnis han estado aquí todo este tiempo, hay más gente que debe saberlo. No podemos dejar que lo que Xoel descubrió se pierda.
Nicolás asintió, con los ojos aún clavados en el cielo en la pantalla del observatorio. Estaba claro que había fuerzas mucho más poderosas en juego de las que podían comprender. Y ahora, sabían que lo que habían empezado como una simple investigación había desencadenado algo mucho más grande, algo que no podían ignorar.
—Alejandro, ¿puedes rastrear más señales como esta? —preguntó Nicolás—. Necesitamos saber si hay más de estos eventos ocurriendo en otros lugares.
—Lo intentaré —respondió Alejandro—. Pero esto es solo el principio. Lo que vimos hoy… es solo una pieza de un rompecabezas mucho mayor.
Julia y Nicolás sabían que ya no había vuelta atrás. Lo que había comenzado como una búsqueda de respuestas sobre la muerte de Xoel y los avistamientos en Vigo se había transformado en algo mucho más profundo, mucho más inquietante. Habían tocado el velo de una verdad que, hasta ahora, había permanecido oculta, y estaban decididos a llegar al fondo de lo que realmente estaba sucediendo. Sin importar las consecuencias.
El caos se apoderó de toda Galicia, y pronto se extendió por el resto del país. Las centralitas de emergencia no dejaban de sonar, completamente colapsadas por miles de llamadas de personas que aseguraban haber visto los ovnis salir de la ría de Vigo. Los vídeos que algunos valientes habían logrado grabar con sus teléfonos circulaban rápidamente por las redes sociales, y no tardaron en llegar a los noticiarios nacionales. Las imágenes eran claras y abrumadoras: objetos luminosos no identificados ascendían desde el agua, moviéndose a velocidades inimaginables, antes de desaparecer en el cielo nocturno.
Julia y Nicolás, quienes ya habían sido testigos directos de estos eventos, se encontraban en medio del remolino mediático y social. Sabían que la situación había tomado un rumbo más allá de lo que jamás imaginaron. Lo que comenzó como una simple investigación en la tranquila Cangas ahora había despertado el interés no solo del país, sino del mundo entero. El teléfono de Julia no dejaba de sonar: periodistas, científicos y curiosos querían respuestas.
Pero la presión no solo venía del público. El gobierno no podía seguir ignorando lo que estaba sucediendo, y mucho menos después de que las imágenes se viralizaran. En cuestión de horas, el ejército fue movilizado. Helicópteros y aviones militares comenzaron a sobrevolar la zona de la ría, mientras que buques de guerra se dirigían hacia las aguas donde se había reportado el origen de los avistamientos. Todo bajo la atenta mirada de la ciudadanía, que ahora observaba con temor y curiosidad.
Julia y Nicolás, que hasta ese momento habían mantenido cierto control sobre la investigación, comprendieron que las cosas habían escalado mucho más allá de lo que ellos solos podían manejar. A pesar de sus sentimientos encontrados, sabían que el ejército estaba actuando con una urgencia innegable. Había algo en el aire, un miedo latente que todos compartían, y ellos dos ya no podían mantener el mando por sí solos.
El capitán del operativo, un hombre de unos cincuenta años, con rostro serio y una postura imponente, llegó a la ría al amanecer. Se dirigió a Julia y Nicolás con respeto, pero con firmeza. Sabía que ellos habían estado investigando el fenómeno desde el principio, y necesitaba toda la información posible.
—La situación está fuera de control —dijo el capitán con voz grave—. Las órdenes del gobierno son claras: debemos garantizar la seguridad de la población y obtener respuestas sobre lo que está ocurriendo. Pero necesitamos su ayuda.
Julia y Nicolás intercambiaron una mirada. A pesar de su renuencia inicial a dejar que los militares se involucraran, se dieron cuenta de que la magnitud del problema exigía una respuesta mucho más grande. Había algo en juego que no podían resolver solos.
—Entendemos —dijo Julia, con un nudo en la garganta—. Pero esto no es solo una operación militar. Hay algo más profundo detrás de todo esto, algo que no podemos explicar aún. Sabemos que hay una conexión entre la señal que captamos y lo que está ocurriendo. Creemos que alguien o algo está comunicándose, pero no sabemos cómo ni por qué.
El capitán asintió con la cabeza, escuchando atentamente.
—Entonces es aún más urgente que trabajemos juntos. Vamos a rastrear cualquier actividad en la ría y sus alrededores, tanto en tierra como en el agua. Si tienen alguna pista más, cualquier cosa, necesitamos saberla.
Nicolás, que había permanecido en silencio, intervino.
—Xoel… el joven que nos mostró los vídeos… lo mataron para que no hablara. Sabía algo importante. Estamos seguros de que hay más pruebas. Su radio, sus grabaciones… Todo tiene que estar relacionado.
—Nosotros creemos que los números que descubrimos en la señal podrían ser parte de una transmisión —añadió Julia—. Algo que se relaciona con los avistamientos. Necesitamos más tiempo para descifrarla.
El capitán los miró con seriedad.
—Tendrán el apoyo que necesiten. Pero necesitamos resultados pronto. La presión del gobierno es enorme, y no podemos permitirnos ningún error.
Con la decisión tomada, Julia y Nicolás se vieron obligados a aparcar temporalmente sus emociones y concentrarse en lo que debían hacer. Sabían que las respuestas estaban cerca, pero también sabían que el tiempo jugaba en su contra.
Mientras tanto, en toda Galicia y más allá, la situación se volvía cada vez más alarmante. Los noticiarios internacionales ya habían comenzado a cubrir el fenómeno, y la palabra "invasión" estaba en boca de todos. En las redes sociales, los videos se compartían con teorías cada vez más disparatadas: algunos hablaban de una avanzada alienígena, mientrase que otros insistían en que todo era un encubrimiento del gobierno para ocultar pruebas de una tecnología secreta.
A medida que las horas pasaban, más ovnis fueron avistados en otras regiones de Galicia, y algunos incluso en Portugal. El patrón era el mismo: salían de cuerpos de agua y desaparecían en el cielo. Nadie sabía a dónde iban ni cuál era su objetivo. Las alarmas de emergencia sonaban en todas partes, mientras la gente comenzaba a entrar en pánico.
De vuelta en el cuartel militar improvisado en la ría de Vigo, Julia y Nicolás seguían trabajando contrarreloj. Alejandro, el astrónomo que había analizado la señal previamente, se unió a ellos por videoconferencia. Seguía trabajando en los números codificados, tratando de entender su verdadero significado.
—No puedo quitarme de la cabeza que esto es algún tipo de cuenta regresiva —dijo Alejandro, con las manos temblorosas—. No sé qué están contando, pero los números cambian de manera regular. Es como si estuvieran esperando algo.
—¿Esperando qué? —preguntó Nicolás.
—No lo sé —respondió Alejandro—. Pero no podemos descartar que estos ovnis estén respondiendo a una orden que fue activada. Tal vez el sonido que captasteis fue una especie de señal de partida.
Julia frunció el ceño. Todo tenía sentido, aunque no podían saber exactamente por qué.
De repente, las alarmas del campamento militar comenzaron a sonar. Julia y Nicolás salieron apresuradamente de la tienda, seguidos por el capitán. Sobre el cielo de la ría, justo donde los ovnis habían aparecido horas antes, comenzaron a formarse luces. Parecía que algo estaba regresando.
—¡Dios mío! —gritó uno de los soldados—. ¡Vuelven!
Pero esta vez, el comportamiento de las naves era distinto. Ya no ascendían, sino que parecían estar descendiendo, como si estuvieran volviendo a su punto de origen. Julia y Nicolás se miraron. La cuenta atrás estaba llegando a su fin, pero el verdadero misterio acababa de comenzar.
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