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15

La noche siguiente a su colapso en el cuartel improvisado, Julia, Nicolás y Alejandro, aunque físicamente agotados, cayeron en un sueño profundo y simultáneo. A medida que dormían, sus mentes se conectaban nuevamente a través de esa visión compartida, una que los había atormentado desde su experiencia en la esfera. Pero esta vez, la imagen se hizo más clara, y lo que antes era una ciudad desconocida se transformó lentamente en algo que todos reconocieron al instante: la Torre de Hércules en A Coruña.

El sueño comenzó de manera casi imperceptible. Primero, una niebla densa cubrió todo a su alrededor, una bruma fría que parecía envolver sus cuerpos. De repente, se encontraron flotando sobre el Atlántico, el mar oscuro y agitado bajo ellos. A lo lejos, una luz parpadeaba en el horizonte, tenue al principio, pero cada vez más intensa a medida que se acercaban. Era una luz pulsante, como una señal lejana que los llamaba.

Julia fue la primera en reconocerlo. Se detuvo en el aire, mientras la figura de una gran torre se materializaba a través de la niebla. La estructura estaba envuelta en una energía azulada que palpitaba como el latido de un corazón, un destello constante que iluminaba su silueta.

—Es la Torre de Hércules… —murmuró Julia, incapaz de ocultar su asombro.

Nicolás y Alejandro la miraron, y en ese momento supieron que tenía razón. La antigua torre, un faro milenario construido por los romanos, se elevaba ante ellos, pero no era como la recordaban. Estaba cambiada, envuelta en esa energía desconocida que parecía emanar desde las profundidades de la tierra.

—¿Cómo es posible? —preguntó Nicolás, tratando de mantener la calma—. No puede ser solo un sueño… esto es más que eso.

Sin previo aviso, la luz azul que envolvía la torre comenzó a intensificarse, llenando el cielo con un resplandor cegador. La niebla se disipó, y debajo de ellos, la ciudad de A Coruña aparecía, pero no como la conocían. Era una versión diferente, más antigua, pero a la vez futurista. Los edificios tenían un diseño extraño, como si hubieran sido remodelados con una tecnología extraterrestre, y el puerto estaba lleno de naves desconocidas.

El sonido de campanas lejanas resonó en el aire, una mezcla entre un canto antiguo y un zumbido tecnológico. Era como si las eras se hubieran fusionado, pasado y futuro convergiendo en un solo punto.

—Estamos viendo el futuro… o tal vez el pasado —susurró Alejandro, con el rostro pálido—. Pero no el nuestro. Es otro tiempo, otro lugar.

Los tres descendieron lentamente hacia la torre, flotando como espectros entre las ondas de luz que irradiaban de su cima. Al aterrizar sobre el suelo de piedra del faro, la sensación de gravedad los golpeó, y por un momento, se sintieron físicamente allí.

Frente a ellos, la entrada a la torre estaba abierta, y dentro se escuchaba un murmullo bajo, como voces lejanas que conversaban en un idioma que no comprendían. Sin pensarlo, los tres caminaron hacia la entrada, impulsados por una fuerza invisible.

Al cruzar el umbral, el interior de la torre se transformó en algo completamente distinto a lo que esperaban. No era el espacio angosto y oscuro que deberían haber encontrado. En su lugar, el interior era vasto, una sala enorme y vacía, iluminada por columnas de luz que descendían del techo. En el centro, una gran esfera flotaba, pulsando con la misma energía azulada que envolvía la torre desde el exterior.

—¿Qué es esto? —preguntó Julia, sintiendo el peso de la energía en su cuerpo.

De repente, las voces que habían escuchado se hicieron más claras. Y entonces, las figuras que antes habían visto en la esfera, los niños y ancianos que representaban su pasado y su futuro, aparecieron nuevamente ante ellos. Julia se enfrentó a la niña y la anciana, mientras Nicolás y Alejandro se encontraron frente a sus respectivas versiones de sí mismos.

—Hemos estado aquí antes —dijo la anciana a Julia, su voz resonando en la sala—. Este lugar es un punto de convergencia. Pasado, presente y futuro colisionan aquí.

—Es la Torre de Hércules —añadió el niño con una sonrisa—, pero no es solo una torre. Es un faro para más que barcos. Siempre ha sido un punto de contacto, un portal.

Julia sintió que su mente intentaba comprender lo que significaban esas palabras. ¿Un portal? ¿Un faro no solo para barcos, sino para algo mucho más grande? De repente, comprendió que la Torre de Hércules no solo era un monumento histórico, sino un enlace entre diferentes realidades, un sitio donde lo terrestre y lo extraterrestre se encontraban.

—El tiempo está colapsando —dijo el anciano a Nicolás—. Lo que habéis visto no son solo visiones. Son futuros alternativos, posibles caminos. Pero el verdadero futuro aún no está escrito. Vosotros tres debéis decidir.

Alejandro, sintiendo un peso inmenso sobre sus hombros, miró a su yo más joven y más viejo, buscando respuestas.

—¿Decidir qué? —preguntó, su voz apenas un susurro.

—La torre es la clave —respondió su versión anciana—. Si lográis desbloquear su poder, podréis detener lo que está por venir. Pero si falláis, este mundo y todos los futuros posibles que habéis visto se desmoronarán.

Julia, Nicolás y Alejandro intercambiaron miradas. Todo lo que habían experimentado, los OVNIs, las visiones, la esfera y la Torre de Hércules, estaba conectado. Era como si todo hubiera estado conduciéndolos a este momento.

—¿Cómo desbloqueamos la torre? —preguntó Julia, sintiendo que el tiempo se les escapaba.

La niña frente a ella sonrió y levantó una mano, señalando la esfera que flotaba en el centro de la sala.

—La respuesta está ahí —dijo suavemente—. Pero solo podréis acceder si estáis listos para enfrentar la verdad. El futuro depende de vosotros.

El sonido de las campanas volvió a resonar, y de repente, la torre empezó a temblar. La luz azul que envolvía la esfera comenzó a intensificarse, y una fuerza invisible los empujó hacia la salida.

—¡El tiempo se agota! —gritó el anciano, mientras la torre temblaba cada vez más fuerte—. ¡Debéis encontrar la verdad antes de que sea demasiado tarde!

La visión se desvaneció de golpe, y los tres se despertaron en el hospital improvisado, jadeando y cubiertos de sudor frío. Las imágenes de la Torre de Hércules, la esfera y sus versiones pasadas y futuras seguían grabadas en sus mentes.

—Tenemos que ir a A Coruña —dijo Julia, aún tratando de recuperar el aliento—. La Torre… es la clave. Todo comienza y termina allí.

Al despertar del sueño compartido, Julia, Nicolás y Alejandro se encontraban en la sala del hospital improvisado. Las luces del puerto de Vigo parpadeaban debido a los constantes cortes de energía, pero el caos exterior no se comparaba con lo que sucedía en sus mentes. Se miraron, aún afectados por lo que acababan de experimentar, las visiones de la Torre de Hércules resonando en sus cabezas como una advertencia urgente.

Julia fue la primera en romper el silencio.

—Lo que vimos… la torre… —balbuceó, intentando poner en palabras lo que sentía—. Debemos ir a A Coruña. Es ahí donde todo se conecta. Es la única forma de detener esto.

Nicolás asintió con la cabeza, aún procesando las imágenes de futuros alternativos que lo habían sumido en una angustia indescriptible. Cada visión parecía tan real y, al mismo tiempo, tan imposible.

—Lo que más me inquieta —añadió Alejandro— es que todo parecía estar relacionado con la torre, pero no de la forma que imaginamos. No solo como un símbolo, sino como algo… mucho más antiguo y poderoso. Algo más allá de lo que hemos conocido.

Julia se puso de pie de golpe. La energía y la urgencia que había sentido en el sueño volvieron a dominarla.

—No hay tiempo que perder. Vamos a A Coruña. Si la torre es un portal o una especie de clave, tenemos que averiguarlo. Ya no estamos hablando de simples OVNIs, esto va mucho más allá.

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A la mañana siguiente, los tres abordaron un coche rumbo a A Coruña. El viaje transcurrió en silencio, interrumpido solo por el sonido de las noticias en la radio. Los informes sobre la aparición del cubo gigante en Vigo y la desaparición de la esfera habían dejado a toda la nación conmocionada. Los militares y científicos de todo el mundo seguían sin poder dar respuestas concretas.

—El tiempo corre en nuestra contra —murmuró Julia desde el asiento del copiloto, observando el cielo que ahora parecía más oscuro de lo normal, incluso a plena luz del día.

Finalmente, tras horas de viaje, llegaron a la ciudad de A Coruña. El puerto, aunque más tranquilo que el de Vigo, estaba lleno de una extraña tensión. Pero la Torre de Hércules, imponente en la distancia, parecía brillar con un halo azul casi imperceptible, el mismo que habían visto en su sueño.

—Es igual que en la visión —dijo Alejandro, con un nudo en la garganta—. La energía, el resplandor… está ahí.

Con un impulso nervioso, condujeron hasta los alrededores de la torre. Había un silencio inquietante a medida que se acercaban. Nadie parecía haberse percatado del leve brillo que envolvía el faro, o tal vez lo ignoraban por miedo.

Al llegar, el aire estaba cargado de una electricidad invisible, una sensación palpable de que algo trascendental estaba a punto de suceder.

Julia, Nicolás y Alejandro se detuvieron a unos metros de la base de la torre. Allí, tal como en el sueño, se encontraba la entrada, abierta de par en par.

—Es igual… —dijo Nicolás, aturdido—. Igual que en el sueño.

Dieron un paso hacia adelante, como si algo los llamara desde el interior de la torre. Al cruzar el umbral, todo cambió de nuevo. Ya no era la simple construcción histórica que habían conocido. El interior era vasto, con paredes de piedra que brillaban con la misma energía azul que irradiaba desde el exterior.

En el centro de la sala, flotaba la misma esfera que habían visto en su sueño, pulsando rítmicamente, como un corazón vivo.

—Esto no es solo una estructura —dijo Alejandro—. Es un mecanismo. Algo que se activa y controla más de lo que imaginamos.

Julia sintió un temblor bajo sus pies. El suelo vibraba lentamente, y las paredes parecían cobrar vida.

—Este lugar está conectado a los ovnis, al cubo, a todo —agregó Julia—. Lo que vimos en nuestros sueños, los futuros alternativos… todo esto es real. Está sucediendo. Pero tenemos que entender cómo detenerlo.

De repente, una voz resonó en sus mentes, la misma voz que habían escuchado cuando la esfera apareció por primera vez en Vigo. Esta vez, sin embargo, la voz no les habló de quién debía ir a la esfera. En cambio, dio una advertencia:

—El tiempo es cíclico. Esta torre es la clave del ciclo. Si no se desbloquea correctamente, el futuro que habéis visto se desmoronará, y uno nuevo, peor, tomará su lugar.

Julia sintió que algo se apretaba en su pecho. Estaba todo a punto de explotar, como si cada segundo contara.

—Tenemos que desbloquear la torre —dijo, con la voz firme, aunque sus manos temblaban.

Se acercaron a la esfera en el centro de la sala, cada paso que daban resonando en sus mentes y cuerpos como si una parte de ellos estuviera atrapada entre las paredes de esa torre. Pero cuando extendieron la mano para tocar la esfera, todo se oscureció de repente. Un estallido de luz azul cegadora los envolvió, y en un parpadeo, ya no estaban dentro de la torre.

Estaban suspendidos en el vacío, flotando en medio de un espacio infinito de energía pura. Frente a ellos, el cubo negro que habían visto antes se manifestó de nuevo, vibrando, como si fuera un guardián del portal.

Y entonces lo comprendieron. La torre no solo era un portal entre tiempos. Era un nodo en un entramado mucho más vasto, un mecanismo diseñado para controlar el flujo del tiempo y el espacio. Si fallaban en su intento de desbloquearlo, el futuro se derrumbaría en un caos sin fin.

La voz habló por última vez:

—Solo el sacrificio desbloqueará el futuro correcto.

Julia, Nicolás y Alejandro intercambiaron miradas, sintiendo el peso de la elección que debían hacer. No había marcha atrás. ¿Estaban dispuestos a sacrificarlo todo, a arriesgarlo todo, para salvar el futuro?

Sabían que la decisión que tomaran en ese momento determinaría no solo el destino de la Tierra, sino de todo lo que existía.

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