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11

El caos continuaba reinando en las calles de Galicia, y mientras el mundo trataba de recuperarse del apagón provocado por la desaparición de la nave, Julia y Nicolás se sumergían cada vez más en su investigación, conscientes de que el tiempo jugaba en su contra. Los científicos y militares trabajaban sin descanso para analizar los restos del evento, mientras ellos intentaban conectar las piezas de un rompecabezas que se volvía más extraño a cada paso.

Julia, sentada en una habitación oscura con la luz tenue de una linterna y varios documentos esparcidos sobre la mesa, no podía quitarse de la cabeza un símbolo que había visto en uno de los informes iniciales. Lo había observado en las transmisiones de la nave, en el código que Alejandro intentaba descifrar. Era algo que, en un principio, había pasado desapercibido entre los números y las letras. Sin embargo, ahora que las cosas se estaban volviendo cada vez más extrañas, ese símbolo adquiría un significado nuevo y perturbador. Parecía familiar, aunque no lograba ubicar exactamente de dónde lo conocía.

—¿Qué te pasa? —preguntó Nicolás, mientras se concentraba en las fotos que había tomado de los videos antes de que todo cayera en la oscuridad. Tenía varias imágenes ampliadas sobre su portátil, las estudiaba minuciosamente en busca de algún patrón que pudiese habérsele escapado en una primera revisión.

Julia no respondió de inmediato. Su mente vagaba por recuerdos de años atrás. Sabía que había visto ese símbolo en algún lugar, pero ¿dónde? De repente, algo hizo clic en su cabeza.

—¡Japón! —exclamó de pronto, sorprendiendo a Nicolás.

—¿Japón? —Nicolás levantó la vista, desconcertado.

—Sí, en un templo en Kioto. Hace unos años fui de viaje, y recuerdo haber visto ese símbolo en una de las inscripciones antiguas, en una zona prohibida para los turistas. Era parte de una ceremonia religiosa, algo sobre la conexión entre mundos, algo que se mencionaba en leyendas locales.

Nicolás frunció el ceño, intrigado.

—¿Estás diciendo que lo que estamos viendo aquí, en Galicia, está relacionado con algo que viste en Japón?

—No lo sé, pero no creo que sea una coincidencia —Julia comenzó a buscar en su móvil las fotos de aquel viaje, esperando que aún las tuviera almacenadas. Mientras pasaba las imágenes de paisajes, templos y jardines, su corazón latía más rápido. Finalmente, encontró lo que buscaba. En una de las fotos, tomada a escondidas de una pared cubierta de símbolos antiguos, estaba el mismo símbolo que había visto en los informes recientes.

—¡Aquí está! —Julia le mostró la imagen a Nicolás—. Este símbolo es idéntico al que vimos en las transmisiones de la nave. Está en un templo que se cree tiene miles de años, dedicado a una antigua deidad que, según las leyendas, no provenía de este mundo.

Nicolás observó la imagen con atención. Aunque el símbolo parecía simple, su repetición tanto en las inscripciones del templo como en el código extraterrestre sugería que había más en juego.

—Esto va más allá de lo que pensábamos —murmuró Nicolás—. ¿Qué crees que significa?

Julia respiró hondo, intentando ordenar sus pensamientos.

—En la mitología japonesa, hay historias sobre puertas entre dimensiones, entre mundos, y algunas de esas puertas se creían enterradas en lo más profundo de la tierra. Los templos antiguos, como el que visité, estaban construidos para sellar o proteger esos portales. Y si esto es un símbolo que representa alguna de esas puertas… podría significar que lo que vimos con los ovnis no fue solo un simple avistamiento. Puede que esos objetos no vinieran del espacio, sino de otro lugar, otro plano de existencia.

Nicolás escuchaba atentamente mientras revisaba las fotos que había sacado de los videos de Xoel. De repente, notó algo extraño en una de las imágenes que había pasado por alto. Ampliando la imagen, pudo ver una forma oscura bajo el agua, justo en el lugar donde la nave había estado levitando antes de desaparecer.

—Espera un momento… mira esto —le dijo a Julia, señalando la pantalla de su portátil—. Aquí, bajo el agua. Hay algo, y no es natural. Parece una estructura... o algo enterrado.

Julia se inclinó para ver la imagen más de cerca.

—Es similar a las estructuras que el dron submarino captó cerca del dolmen… pero más grande. ¿Crees que podría estar relacionado con lo que viste en Japón?

—Si estamos hablando de portales o puertas dimensionales —respondió Nicolás—, tiene sentido que haya más de una en diferentes lugares del mundo. Quizás estas estructuras subterráneas o submarinas sean puntos de conexión entre esos portales. Y si los ovnis estaban interactuando con ellas, eso explicaría su desaparición y la caída de la energía.

Julia asintió lentamente, las piezas comenzaban a encajar en su mente.

—Esto no es solo un avistamiento de ovnis —concluyó—. Es una activación de algo mucho más grande, algo que lleva siglos oculto bajo la superficie de la Tierra. Y las leyendas de Japón podrían ser la clave para entenderlo. Si esos portales están en todo el mundo, entonces estamos ante una amenaza que va más allá de lo que cualquiera de nosotros imaginaba.

Justo cuando las palabras salieron de su boca, el móvil de Julia vibró con una notificación. Era un mensaje de Alejandro.

"Tenemos que reunirnos. Hay algo nuevo en el código. Algo que no habíamos visto antes."

Julia y Nicolás se miraron con preocupación. Sabían que cada segundo contaba, y que lo que estaban enfrentando no era algo que pudieran resolver solos. Las fuerzas que estaban despertando eran antiguas, poderosas, y si no lograban descifrar el propósito de esos portales y lo que los ovnis habían hecho, el mundo entero podría estar en peligro.

Sin perder más tiempo, ambos se dirigieron al centro de operaciones donde Alejandro los esperaba. El enigma de los símbolos, los portales y la tecnología extraterrestre solo comenzaba a desplegarse, y lo que descubrirían en las próximas horas cambiaría para siempre su comprensión del mundo y del lugar de la humanidad en el universo.

La reunión con Alejandro fue intensa y llena de descubrimientos inesperados. Mientras analizaban el nuevo código que había descubierto, todos en la sala parecían sentir la misma presión: algo mucho más grande estaba a punto de ocurrir. Los números sin sentido empezaban a cobrar un patrón, pero era tan complejo que aún necesitaban más tiempo para entenderlo completamente. La tensión en la sala se palpaba, y Julia, Nicolás y Alejandro sabían que el tiempo no estaba de su lado.

—Este código no es solo una comunicación —dijo Alejandro, frotándose las sienes mientras miraba las líneas de números en su pantalla—. Es una especie de activación. Es como si estuvieran enviando órdenes o coordenadas, pero para algo que todavía no hemos visto.

—¿Activación de qué? —preguntó Nicolás, cada vez más intrigado.

—Eso es lo que no sé —respondió Alejandro—. Pero parece que están configurando algo. Y lo que sea, es grande. Más grande de lo que hemos visto hasta ahora.

Julia sentía que las piezas del rompecabezas se movían más rápido de lo que podían encajarlas. Los símbolos que había visto en Japón, los mensajes cifrados que estaban tratando de descifrar, los ovnis saliendo de la ría, y ahora, la posible activación de algo desconocido. Todo apuntaba a que la Tierra estaba en medio de un evento que podría cambiar la historia de la humanidad.

Una hora después de esa reunión, el caos estalló nuevamente. En medio de la ría de Vigo, sin previo aviso, un gigantesco cubo geométrico apareció flotando en el aire, como si hubiera sido teletransportado desde otra dimensión. Era inmenso, de un negro mate tan profundo que absorbía la luz a su alrededor. Los seis lados del cubo eran idénticos, lisos, y desde la lejanía daba la sensación de estar vibrando suavemente, aunque era difícil distinguir si se trataba de una ilusión óptica o algo más.

La noticia del cubo se esparció rápidamente, y en cuestión de minutos, toda Galicia estaba en estado de alerta. Miles de personas se acercaban a las costas para intentar verlo mejor. Las cámaras de televisión captaban las imágenes en directo, y los noticieros informaban sin cesar sobre la aparición del objeto. En las redes sociales, las teorías conspirativas se multiplicaban, mientras el ejército y las fuerzas de seguridad intentaban mantener el control de la situación.

Julia y Nicolás estaban a bordo de un pequeño barco, dirigiéndose hacia la zona de la ría desde la que se podía ver mejor el cubo. A medida que se acercaban, podían sentir la atmósfera cambiando. El aire parecía más denso, como si el cubo alterara el entorno a su alrededor.

—Nunca he visto algo así —dijo Julia, mirando el cubo con fascinación y temor a partes iguales—. Parece imposible… como si desafiara las leyes de la física.

—No está aquí por casualidad —respondió Nicolás—. Lo que estamos viendo es parte de algo mucho más grande. Este cubo... podría ser la clave de todo.

El barco se detuvo a una distancia segura, lo suficientemente cerca para observar el cubo sin arriesgarse a quedar atrapados en algún tipo de campo electromagnético o fuerza desconocida. Desde allí, podían ver cómo el cubo parecía pulsar, como si tuviera vida propia.

—Alejandro, ¿nos escuchas? —dijo Nicolás a través de un pequeño intercomunicador.

—Sí, estamos siguiendo todo desde el cuartel. El cubo está emitiendo algún tipo de energía, pero no podemos identificarla aún. Estamos analizando los datos en tiempo real.

De repente, mientras observaban el cubo, comenzaron a notar algo aún más extraño: una serie de símbolos empezaron a aparecer en su superficie. Al principio eran débiles, pero poco a poco, se fueron haciendo más visibles. Eran los mismos símbolos que Julia había visto en Japón, y los mismos que estaban en el código que Alejandro había intentado descifrar.

—¡Esos son los símbolos! —exclamó Julia—. Son exactamente los mismos.

—Es como si estuviera intentando comunicarse —dijo Nicolás—. O… como si estuviera activando algo.

El cubo comenzó a vibrar con más intensidad, y el aire a su alrededor pareció ondular. A medida que los símbolos brillaban con más fuerza, el cubo emitió un sonido grave, casi imperceptible al principio, pero que rápidamente fue aumentando en volumen hasta hacerse ensordecedor. Los oídos de Julia y Nicolás zumbaban por la intensidad del ruido, y el barco se estremecía bajo sus pies.

De pronto, el cubo dejó de vibrar, y el sonido cesó tan abruptamente como había comenzado. En ese instante, algo aún más impactante ocurrió: el cubo desapareció. No fue una desaparición lenta o gradual. Simplemente dejó de estar allí, como si nunca hubiera existido. Un segundo estaba flotando en el aire, y al siguiente, el espacio que ocupaba estaba vacío.

Julia y Nicolás se quedaron mirando el lugar donde el cubo había estado, incapaces de procesar lo que acababan de presenciar.

—¿Qué demonios acaba de pasar? —preguntó Nicolás con incredulidad.

—No lo sé —dijo Julia, con la mirada fija en el vacío—, pero tengo la sensación de que lo peor está por venir.

El silencio que siguió a la desaparición del cubo fue interrumpido por la voz de Alejandro a través del intercomunicador.

—Acabamos de perder toda la tecnología eléctrica —dijo con voz tensa—. Es como si el cubo hubiera emitido una especie de pulso electromagnético antes de desaparecer. Todo ha caído: los satélites, las comunicaciones, incluso los sistemas de defensa.

Julia sintió un nudo en el estómago. El caos que ya había envuelto al mundo tras los avistamientos de los ovnis parecía estar a punto de intensificarse. Lo que fuera que estuviera ocurriendo, no solo era más grande de lo que habían anticipado, sino que podría ser más peligroso de lo que jamás imaginaron.

—Tenemos que volver —dijo Julia, con un tono de urgencia—. Tenemos que entender lo que está ocurriendo antes de que sea demasiado tarde.

El barco dio la vuelta, llevándolos de regreso a la costa, mientras el mundo comenzaba a enfrentar la nueva realidad de un enemigo desconocido y de una tecnología que superaba todo lo que la humanidad había visto antes.

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