Partiendo a lugares tan distintos y alejados, creciendo entre los problemas como la flor de loto entre lodo.

Nosotros pasando de las fiestas alocadas donde el alcohol y el sexo no pasan desapercibidos. Pasando de las bromas pesadas y de ser insolentes con los profesores.

De pronto ya no estamos mirando al frente, estamos viendo atrás, a los chicos que ríen y dicen tonterías sarcásticas solo para pasar el rato, preguntándonos por qué  todo parecía tan difícil en ese tiempo cuando lo peor estaba por venir.

Entonces pasamos de todo eso y crecimos. Los jóvenes en su maravillosa metamorfosis al adulto promedio.

¿En dónde quedó el toque alegre de las conversaciones extravagantes? Ahora solo hablamos del jefe que odiamos y las cuotas del auto que compramos.

Ser despreocupados ahora es un lujo que no todos los días nos podemos dar. Y estoy pasando en mi camioneta de tres plazas por la noche en el pueblo que me vio crecer. Me detengo en el bar donde solía estar con mis colegas de la preparatoria.

Comparando mi versión de la tres de la mañana de antes con la de ahora. La visión es un completo descubrimiento para mí.

He pasado de todo para entrar a algo más grande.