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Capítulo 33. El hombre de hojalata

Escuché el estruendo de una puerta cerrarse con brusquedad. Lukas dejó de besarme y se mantuvo callado unos segundos, expectante.

—No oigo nada —respondió Lukas restándole importancia—. Seguramente... —Su voz fue interrumpida por el sonido de un objeto de cristal rompiéndose.

Lukas apoyó su anatomía sobre sus brazos y se levantó con rapidez de la cama. Después, me tendió su mano para ayudarme a pararme. Me examinó con la mirada, deteniendo su vista en una de mis piernas.

—¡Mira cómo te dejé! —se recriminó avergonzado, yo jalé mi vestido intentando cubrir la mayor parte del agujero en mis medias—. Lo siento.

—Descuida, casi no se nota —Mentí, a Lukas se le había pasado la mano, literalmente. Ya me imaginaba la cara de preocupación que pondría mi madre al verme, creyendo que había sido atacada por un animal salvaje. Debía pensar en una buena excusa, no le sentaría muy bien que le contara que fue mi novio quien lo hizo.

—Te compraré unas medias —susurró y depositó un casto beso en mi frente. Juntos nos dirigimos a la sala, ahí encontramos a su madre, agachada en el suelo recogiendo los pedazos de una botella de vino rota.

—Madre, ¿qué ha pasado? —preguntó preocupado. Lukas corrió a su lado y la llevó hasta una silla para que se sentara—. Iré por algo para limpiar —Él se alejó, dejándome a solas con su madre.

Me di cuenta de que entre sus manos sostenía uno de los pedazos de la botella y lo estaba apretando con fuerza, con la intención de hacerse daño. Me agaché frente a ella y le extendí mi mano, pidiéndole que me diera el trozo de vidrio. La mujer alzó su cabeza, y sus ojos azules inundados de lágrimas se encontraron con los míos. Le sonreí y ella esbozó una sonrisa tímida, sin decir ni una palabra, colocó el fragmento de vidrio en mi palma y con sus manos cerró mi puño gentilmente.

Sentí lástima por ella. Pensé en mis propias cicatrices, yo comprendía lo que pasaba por la mente de esta mujer. A veces, las lágrimas no son suficientes para manifestar lo que sientes internamente. Te sientes tan mal que el dolor es liberador.

Lukas barrió los restos de la botella y yo le ayudé a secar el líquido derramado. La mujer tenía su mirada perdida, enclaustrada en sus propios pensamientos.

—Prometiste que no volverías a beber —le reclamó con un deje de desilusión. La mujer no respondió, solo se encogió de hombros—. Te he dicho que no me gusta verte así.

—Siguen investigando lo de la masacre en tu escuela —balbució su madre arrastrando las palabras—. Me han pedido permiso para exhumar los restos de Charlie.

Lukas volteó a verme sorprendido, mi reacción no debió ser muy distinta a la suya. Recordé que hace un par de días, mi padre me comentó que pronto le harían una autopsia a Charlie como parte del proceso de recolección de pruebas.

—Parece que tienen una sospechosa —añadió la mujer. Tomó una hoja arrugada del periódico que estaba sobre la mesa y la extendió entre sus manos, la observó detenidamente; de un instante a otro su expresión cambió de la tristeza a la sorpresa, sus ojos se posaron en mí y de nuevo en el papel.

—¿Eres tú? —preguntó señalando la imagen en el periódico—. ¿Tú mataste a mi hijo? —Se puso de pie y caminó en mi dirección tambaleándose sobre sus tacones, sin dejar de apuntarme con su dedo de forma acusadora.

—No, ella no lo hizo. —Lukas se anticipó a dar una respuesta antes de que pudiera contestar.

—Y tú, ¿cómo puedes salir con ella? —le recriminó su madre visiblemente indignada—. Esta chica está implicada en el asesinato de tu hermano.

—No ocurrió así —se interpuso entre las dos—, Ruth ya me explicó...

—¿Cómo puedes ser tan ingenuo? —interrumpió la mujer —. Es obvio que no te dirá si lo hizo o no.

—Yo confío en Ruth —aseguró y sujeté su mano, entrelazando nuestros dedos.

—¿Por qué estás tan seguro de su inocencia?

—Ruth no me mentiría con algo así.

—¡Le estas dando la espalda a toda tu familia por una simple chica! —vociferó enojada—. Y si después de todo, se demuestra que ella es culpable de la muerte de tu hermano, ¿qué vas a hacer?

—Madre, te equivocas con Ruth —insistía Lukas.

—No, tú estás equivocado. Tú pones a esta chica por encima de tu familia, traicionando la memoria de tu hermano —chilló la mujer y las lágrimas resbalaban por sus mejillas—. Estás actuando como el imbécil egoísta de tu padre.

Su madre estaba a punto de desfallecer, Lukas la envolvió en sus brazos para evitar que cayera. Ella comenzó a pegarle en el pecho con sus puños para apartarlo de su lado, él no dejó de abrazarla a pesar de que ella se resistía a su contacto.

—Debes tranquilizarte.

—Será mejor que me vaya —murmuré dando un par de pasos en dirección a la salida.

—Ruth —Lukas me sujetó de la muñeca impidiendo que me marchara.

—Dejala ir —soltó con desdén la mujer—, y espero que no la vuelvas a traer a mi casa.

—Pero, ella es mi novia.

—En ese caso —su rostro se endureció de enojo—, te prohíbo que sigas saliendo con ella.

—¡N-no puedes prohibirme eso! —alegó Lukas.

—He dicho que no te quiero volver a ver con ella —escupió furiosa y golpeó fuertemente la mesa.

Me zafé del agarre de Lukas y salí corriendo de su casa, volteé atrás, Lukas no me seguía asi que disminuí la velocidad, las lágrimas me impedían ver bien el camino.

La pobre mujer ya ha sufrido bastante; uno de sus hijos había sido asesinado, su esposo la había abandonado, y ahora lo único que le quedaba era el consuelo de Lukas. Ella creía que yo intentaba separar a Lukas de su lado. 

Un coche azul de un modelo antiguo se aproximó a mí, avanzando lentamente y luego sonó el claxon. No volteé y me seguí de largo. El vehículo se detuvo unos metros adelante, y cuando pasé a su costado, alguien bajó la ventanilla del copiloto.

—Ru, sube —ordenó Martha. No lo pensé demasiado y acepté su oferta. Ella me abrió la puerta trasera y me subí.

—Gracias —dije mientras me limpiaba las lágrimas con la manga de mi sudadera.

—Ella es mi Ruth —susurró Martha al oído del hombre a su lado. Lo reconocí enseguida, era el dealer de Twenty.

—¿Es tu hija? —inquirió el hombre que manejaba viéndome por el espejo retrovisor—. Te salió guapa.

—Cállate —refunfuñó y le dio un leve empujón—. Hija, él es Taylor, mi novio —dijo a modo de presentación.

—Mucho gusto —mascullé sin ganas. No valía la pena aprenderme su nombre, conociendo del historial de Martha, no tardaría en cambiarlo por otro.

—Ru, ¿por qué llorabas? —me preguntó Martha—. ¿Es por lo del juicio ese?

Simplemente asentí, quería evitar una larga explicación.

—Supongo que va bien lo de la demanda, ¿no?

—Todavía no inicia el juicio, apenas se llevó a cabo la audiencia preliminar—intenté explicarle. Los términos legales me confunden demasiado, seguramente no seguiré los pasos de mi padre—. Mis padres pagaron la fianza para que pudiera llevar el proceso en libertad.

—¿Fianza? —inquirió alzando una ceja—, ¿de cuánto?

—Doce mil. —Ella abrió sus ojos con asombro.

—La balanza de la justicia se inclina con billetes —masculló entre dientes—. Hijita, confiesa. ¿Tú lo hiciste?

—No, claro que no.

—Entonces, ¿de qué te afliges? —comentó restándole importancia—. Yo en tu lugar no me preocuparía; estoy segura de que ellos harían lo que fuera para sacarte de este problema, incluso si lo hubieras hecho. Ellos pueden comprar tu inocencia, están acostumbrados a comprar todo —declaró con malicia.

—Bueno, ¿a dónde vamos? —preguntó el dealer cambiando el tema de la conversación, lo cual, agradecí.

—Conduce en dirección a Bexley —le pidió Martha. Quizá no había sido buena idea que ellos me llevaran a casa.

—¿Tu hija vive en Bexley? —musitó incrédulo y Martha le respondió con un gesto afirmativo—. ¿Acaso te embarazaste de un ricachón? —dijo divertido.

—No, es una larga historia y ya casi llegamos —balbució mientras encendía un cigarrillo.

—Mierda, te he dicho que no fumes en el auto —Le arrebató el cigarro de la boca y lo arrojó por la ventanilla.

—Aquí es.

—¿Esta es tu casa? —soltó asombrado—. ¡Es la casa más jodidamente grande de la calle!

Me bajé lo más rápido que pude, pero Martha me llamó.

—Ruth, espera.

—¿Tienes algo de efectivo para darle a Taylor? —La miré confundida—. Para que le ponga gasolina a su auto, ¿qué no te enseñaron a ser agradecida?

Saqué un par de billetes de mi cartera. —Solo traigo diez.

—Con eso bastará —dijo casi arrebatándome los billetes de la mano—. Luego nos vemos —se despidió estampándome  un beso en la frente. 

──❀•❀──

Una foto mía cubierta de sangre falsa en las redes sociales tiene más interacciones que cualquier foto que suben los chicos más populares del instituto. Los comentarios son interminables, algunos pocos dando un punto de vista neutral y la mayoría en mi contra. No es la popularidad que buscaba. Entre más popular eres más arriba estás en la estúpida jerarquía que rige el ambiente escolar, pero la popularidad que yo recibía me enterraba una milla bajo tierra.

—Ruth, ¿qué hay? —la voz de Nick me sacó de mis vacilaciones—. No les hagas caso —dijo asomándose en mi celular. Me lo quitó de las manos y lo apagó.

—¡Oye! ¿Qué te pasa?

—Ver eso te hace daño —habló severo—. Mejor dime, ¿cómo te está sentando todo esto?

—Me siento terrible —admití al tiempo que me dejaba caer en la banca—. Yo pensé que podría lidiar con toda esta basura, pero no solo me está afectando a mí, también a Lukas.

—¿Y qué te dice él?

—Él nunca aceptará que lo molestan por mi culpa —declaré y Nick asintió con timidez—. Tú ya lo viste; sus compañeros del americano lo golpearon por involucrarse conmigo, y media escuela lo considera un traidor.

—Hey, tranquila —Nick me abrazó con calidez—. Estoy seguro de que pronto se aclarará todo. Y los que te acusan, se tragarán sus palabras.

—Cuando quieres a alguien, no se supone que debas hacerlo sufrir —expliqué—. Y yo estoy dañando sus relaciones con su familia, con su equipo y con sus amigos; le dan la espalda por estar a mi lado.

—Ruth, eso no es tu culpa.

—¡Yo lo puse en esa encrucijada! Sé que todo esto debe parecerte una tontería, pero yo estoy enamorada de él, y me duele verlo sufrir —balbuceé entre sollozos—. Bueno, quizá tú no me entiendas, ya que tú no has estado enamorado.

—No tienes idea de nada —resopló irritado. Su reacción me inquietó, parecía ofendido.

—P-perdón, yo no quería incomodarte —me disculpé con torpeza.

—Descuida, no tenías por qué saberlo —dijo sobándose las sienes tratando de calmarse—. Nunca te he hablado de ella —su tono se dulcificó y lucía más tranquilo.

—¿Ella? —mascullé con asombro y volteé a verlo buscando la ironía en su rostro, me costaba creer que hablaba en serio—. ¿Tú enamorado? No puedo imaginarlo.

—¿Qué es lo que te sorprende?

—Creí que eras como el hombre de hojalata. —Nick se mordió los labios disimulando una sonrisa— Pero ahora me entero de que no siempre fuiste un tonto amargado que repele el romance.

—No soy un tonto amargado —objetó frunciendo el ceño.

—Entonces, ¿admites que repeles el romance? —Esperé una reacción de su parte y él solo me dio una media sonrisa.

—Bueno, en eso te doy la razón.

—Cuéntame sobre ella —Me removí en el asiento para quedar casi frente a frente—. ¿La conozco?

—No lo creo.

—¿Qué hubo entre ustedes? —interrogue curiosa—. ¿Ella hizo que cerraras tu corazón?

—Digamos que fue un amor no correspondido —confesó sonrojado y una sonrisa bobalicona se dibujó en sus labios—. Ella fue mi primer amor.

—¡Vaya! Resulta que, al rompecorazones, le rompieron el corazón —comenté divertida—. ¿Y todavía sientes algo por ella?

—Sí —masculló y su sonrisa se esfumó—. Lástima.

—¿Lástima? —No comprendía sus palabras, ¿por qué sentir lástima de alguien de quien te enamoraste?

No contestó a mi pregunta, pero su expresión facial lo decía todo.

Ella aún ocupa un lugar en su corazón, uno que ninguna chica ha podido llenar. La chica que tiene el corazón de Nick es muy afortunada.

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