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Capítulo 22. Cuando los árboles reverdecen

Llegué a casa, al entrar todo estaba en casi total oscuridad. Encendí las luces, aparentemente vacío ¿Acaso no hay nadie en casa?

—SORPRESA —Gritaron mis padres saliendo de la cocina. Mi padre cargaba un pastel en las manos.

Sonreí incómoda. Su intención era sorprenderme, pero los sorprendidos terminaron siendo ellos. Detrás de mí entró mi otra madre, y al verla, la expresión en sus caras cambió rápidamente de la alegría a la confusión.

—MARTHA —exclamó mi madre boquiabierta. La miraba como si fuera un fantasma.

—M-Martha, ¿qué haces aquí? —dijo mi padre con un ligero temblor en la voz.

—Me encontré con ella saliendo de la escuela —Hablé yo en su lugar.

—¿Qué quieres? —soltó mi madre con irritación.

—Hola —Saludó a mi otra madre con falsa simpatía—. Solo vine a saludar a mi hija y hablar con ustedes.

—Será mejor que hablemos en mi despacho —propuso mi padre—. Ruth, será mejor que esperes aquí. Los tres entraron y yo los observaba desde fuera.

Mi madre se cruzó de brazos y resopló molesta. —No me gusta que esté aquí —murmuró—, ya lastimó mucho a Ruth. Esa mujer es...

—Es su madre —Completó mi padre antes de que mi madre dijera cualquier otra cosa.

—Yo también —indicó mi madre. —Ruth no lleva mi sangre, pero es mi hija y tuya... —Lo apuntó con su dedo índice en el pecho.

—Solo pido ver a Ruth, quiero recuperar mi lugar como su madre —Demandó Martha con voz severa.

Mis madres no se llevaban bien. Se acercaron una a la otra, de manera retadora, se sostenían la mirada con intensidad y sin parpadear, la tensión entre ambas era palpable.

—¿Madre? —Mi madre arqueó una ceja con sátira—. Tú solo buscas sacar provecho de ella.

Mi padre se interpuso entre las dos mujeres. Afortunadamente, mi padre sabe mantener la cabeza fría, supongo que las canas le daban más serenidad.

—Jackie, tranquilízate —pidió con gentileza.

—No puede venir a la vida de Ruth, a nuestras vidas, exigiendo derechos a los que ella misma renunció —Refunfuñó mi madre.

—Ustedes me separaron de ella —Acusó Martha—. Yo solo he venido a recuperarla. Sus manos temblaban y su expresión era nerviosa, comenzó a buscar algo en su bolso con desesperación, sacando casi todas las cosas que llevaba dentro.

Mi padres se voltearon a ver sin decir palabra.

—Jackie, escuchemos lo que vino a decirnos —Mi padre intentaba mediar y abrazó a mi madre para calmarla. —Espero que tengas una grandiosa excusa que pueda justificar siete años de ausencia —dijo dirigiéndose a Martha.

Sacó una cajetilla y un encendedor. —Solo quiero negociar con ustedes lo de las visitas y otras cuestiones de mi hija —Martha puso un cigarrillo entre sus dientes y lo encendió.

Mi madre hizo un brusco movimiento de cabeza negando. —No voy a negociar nada Geoffrey, ella es una mala influencia —Caminó hacia Martha para encararla y dijo —Ruth tiene buen corazón, y tú solo te encargas de rompérselo en cada oportunidad que te da. ¿Qué clase de vida puedes ofrecerle? Si cuando estaba contigo, no la cuidabas...

Expulsó el humo lentamente por la nariz. —Quizá yo no puedo ofrecerle todas las comodidades que ustedes le dan, pero he venido a enmendar todos mis errores del pasado.

—Pero ¿qué hay si Ruth la quiere ver? —Intercedió mi padre—. No podemos prohibírselo.

Todo esto me resulta fastidioso, no me gusta ser motivo de discusión.

Frente a mí estaba el pastel con la vela aún encendida. Era de mi sabor favorito, pero se me había quitado el apetito. La vela en el pastel se derretía poco a poco, derramando cera mientras ellos discutían. Yo me apresuré a pedir un deseo antes de que la vela se consumiera por completo. Cerré mis ojos y deseé estar en otro lugar.

Soplé la vela y salí discretamente de la casa. Le envié un mensaje de texto a Lukas:

Te veo en el parque, ven lo más pronto que puedas.

Por favor.

Me senté frente al lago a esperarlo. Puede ser que a veces tenga dudas sobre quién soy, pero no olvido de dónde vengo. Soy una hija de puta, y ojalá fuera sólo en sentido figurado, pero no. Martha era literalmente una prostituta. A mi padre biológico no lo conozco, no tiene rostro ni tiene nombre. Martha nunca me habló de él. Soy la hija adoptiva de Geoffrey y Jackie, ellos se han convertido en mi familia, y se han ganado mi cariño.

—Ruth, ¿qué sucede? —preguntó Lukas a mis espaldas, sorprendiéndome. Pensé que demoraría más en llegar.

—Lukas, que bueno que estás aquí —dije aliviada. Él se sentó en el césped a mi lado. Qué bonito es tenerlo cerca.

Lukas me tomó del mentón inspeccionando mi rostro. —Ruth, no deberías estar triste en tu cumpleaños. —Agaché la mirada —¿Quieres contarme que pasó?

No solo me sentía triste, estaba molesta y cansada.

—No. Solo abrazame —Le pedí y él obedeció. Me rodeó con uno de sus brazos y yo me recargue en su pecho. No tenía ánimos de hablar de mi situación familiar.

—De acuerdo.

Ambos nos quedamos en silencio contemplando el lago. Este lugar me daba un poco de paz.

—Mejor dime, ¿cómo va todo con tu mamá? —le pregunté para iniciar la conversación y porque de verdad me daba curiosidad.

—Igual —Suspiró con pesadez. —No quieres contarme de tus problemas, pero quieres saber de los míos —comentó divertido.

Alcé los hombros y me mordí el labio inferior. —Te contaré después, pero primero tú.

—Bueno, mi mamá sigue reclamándome que no guardé luto suficiente, lo dice porque no me ve llorar a diario. Sí ella supiera que, no todas las penas se manifiestan en lágrimas —una media sonrisa adornó su rostro.

Recordé lo que alguien me dijo una vez: hay sonrisas que esconden profundo dolor. Yo estaba aprendiendo a identificar las sonrisas de Lukas, a distinguir las genuinas de las falsas.

—Cuando me enteré de que Charlie había muerto, lloré sin parar y me encerré en su habitación. Quería estar cerca de las cosas que me lo recordaran, en la habitación solo estaba yo con mi dolor. No tenía ganas de nada, pensé que jamás dejaría de sentirme triste —dijo con la vista clavada en el suelo y un tono de tristeza acompañaba su voz.

Yo no tenía hermanos. No podía comprender del todo lo que Lukas sentía. Pero si perder un amigo duele tanto, perder un hermano debe ser peor.

Le sobé la espalda animándolo.

—Me sentía destrozado, pero cuando te vi parada frente a su tumba y dijiste: "Charlie no tuvo la oportunidad de ser mejor persona"—Tomó aire y continuó hablando—. En ese momento entendí que la vida es muy corta como para vivir aferrado a la tristeza... Charlie siempre será mi hermano, aunque ya no esté aquí, yo mantendré su recuerdo en mi corazón.

Él se recostó sobre el pasto y yo lo imité. Oírlo hablar tan abiertamente de sus sentimientos, me conmovía. Lukas era más fuerte de lo que yo pensaba.

Giró su rostro en mi dirección, y noté que su semblante había cambiado, parecía más entusiasta. —Si él no pudo mejorar porque ya no tuvo la oportunidad, yo no dejaré pasar ninguna oportunidad. Y si puedo sonreír, lo haré. —Tras esas palabras una leve sonrisa se dibujó en sus labios.

—¿Sabes? eso es lo que más me gusta de ti—. Le confesé.

Su sonrisa se hizo más grande y sus ojos se achinaron. —Me has dado otro motivo para sonreír — Me susurró al oído—. Quizá la vida consista en aprovechar cada oportunidad que se presente, ¿no crees?

Asentí. Me levanté y me incliné sobre él, colocando mis manos de cada lado de su cabeza, quedando la mitad de mi cuerpo sobre el suyo. —Entonces, ¿por qué no aprovechas y me besas? —le propuse en tono sugerente. Bajé lentamente y mi cabello cayó sobre su cara, presioné mis labios contra los suyos, rozándolos tímidamente y poco a poco con mayor intensidad. Me alejó un instante para mirarlo a los ojos, él sonrió y volvimos a besarnos. Me deje llevar por el placer de sus labios y de su lengua jugueteando con la mía.

Después del beso, él se reincorporó apoyándose en sus brazos, volteó a todos lados como buscando algo. —¿No trajiste tu bicicleta?

Negué con la cabeza. —Vine en autobús. No tenía ánimos para pedalear.

—¿Por qué me citaste aquí? Si te sentías mal podía haber ido por ti, podríamos ir a algún lugar más cercano a tu casa...

—Aquí me siento bien —lo interrumpí—. Este es nuestro lugar.

—Sí, me gusta aquí. Sobre todo, en primavera, cuando los árboles reverdecen y las flores florecen —Me apretó contra su cuerpo—. Y a ti, ¿qué es lo que más te gusta?

—Tú.

Lukas se rio. —Eres una lindura —Estampó un beso en mis labios—. Está oscureciendo, creo que debemos irnos.

—No quiero ir a mi casa, no todavía.

—Vamos, sube. Te llevaré cargando.

Él se agachó, yo subí por su espalda, abracé su cadera con mis piernas y me sujeté de sus hombros. Hundí mi cara en su cuello —Hueles rico —comencé a olfatearlo tratando de identificar el aroma de su piel—, como a jabón y regaliz.

—R-Ruth, con tu nariz me haces cosquillas.

Hola queridos lectores,

Ha sido una semana ocupada, pero ya les traje capitulo y espero que les haya gustado. Les informo que los días de actualización serán los sábados.

¿Qué opinan de los padres de Ruth?

PD: Les confieso que me cuesta mucho trabajo escribir estas escenas cursis, pero hago lo que puedo.

Saludos cósmicos. Nos vemos en el siguiente capítulo.  


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