22 de Febrero del 2023 Manhattan, New York  7:43 am.

Era una mañana fría, tal vez de las más frías de las cuales se presenciaron en ese año en la gran ciudad. Sin embargo el paisaje era cálido con un aire a melancolía y desdén, al parecer al creador de tan majestuoso paisaje se apiado de nosotros, viles mortales, y nos concedió la mejor despedida del invierno de este año.

Los pocos árboles visibles a la vista se mecían con fuerza y con tal delicadeza y suavidad que eran descriptibles como el aleteo de un colibrí, y todos los pesares del hombre los cubrió la naturaleza con la poca nieve que quedaba, parecía como si el mundo estuviera en paz, pero no era así.

Quien diría que solo apenas una semana atrás, así como el sol rugía despiadado en otro lugar sin perdonar a nadie, raza, género o color, lo mismo no se puede decir del frio de las almas y los cuerpos que su sangre se derramo en tierras santas a causa del infierno en carne, producido por dos personas que se odian, obligando a matarse entre sí a gente inocente que ni se conoce, pero todos luchando por sus propios ideales. Bueno, así es como estaba escrito en el encabezado del periódico de la semana que llevaba en mis manos.

Y sucesivamente mientras que a algunos les importa y a muchos otros les vale, la vida como el tiempo siguen corriendo para los que nos quedamos. Extrañar a alguien se nos permite, pero cuando ni tu ni la otra persona es para ti y ni tu para este, solo extrañar se les es permitido.

Qué pena que no amamos sin sentido, que no entregamos todo el uno por el otro, así como esas personas que lucharon y lo dieron todo para dejar solo un suspiro, que pena que los dos amamos más el ser libres como el viento en vez de estancarnos como un lago y echar raíces como el árbol. Qué pena que para el nosotros el solo querernos por preferirnos es más que auto suficiente que el necesitarnos noche y día sin apartarnos el uno del otro asta no poder respirar más y terminar asfixiándonos. Qué pena que el mundo no nos vea como dos amantes locos, así como pintan el amor de Romeo y su Julieta. Qué pena que ninguno de los dos sea lo suficientemente poeta como para dedicarnos entre si versos en prosa y con la cara descubierta. Qué pena que en San Valentín no nos veamos, ni nos entreguemos rosas o chocolates como todas las demás parejas y que a duras penas nos enviemos uno o dos mensajes a la semana para preguntar si alguno ha hecho alguna rabieta. Qué pena que cada quien tenga sueños distintos y prefiera perseguirlos cada uno por su cuenta dándose solo ánimos desde el monitor de un celular o una tableta. Qué pena que cada quien tenga sus propios martirios, obligaciones y aspiraciones y que el único sentimiento que nos une es el de preferirnos antes que el necesitarnos como uña y carne, que pena que solo nos veamos repentinamente una o dos veces al año o que desaparezcamos por un lapsus de tiempo más largo y que no nos afecte a ninguno en nuestras vidas cotidianas.

Yo estoy caminando ahorita rumbo al trabajo, con una ropa gruesa por padecer de frialdad y un café negro sin azúcar para entrar en calor, puedo adivinar qué tal vez tú estás durmiendo con las persianas de tu cuarto entre abiertas como siempre sueles dejarlas para que por tu habitación corra el viento. Puedo ver el sol saliendo por el puerto y a las personas apresurándose a llegar a sus trabajos. Vemos y estamos en dos panoramas distintos y aun así te pienso, porque así como tú, para mi vida no te necesito, te prefiero... tal vez hoy te escriba si es que después de trabajar me da tiempo.